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III. Una camioneta también puede ser robamaridos

ADRIANA
Dos años antes…


—¡Vete al demonio! —cerré la puerta en sus narices. 

—¡Bien! —le escuché del otro lado—. ¡Pero sabes que Lorraine es mía! 

¿Qué caraj…? 

Ah, no.

Abrí la puerta con la expresión que tendría el mismísimo diablo enfurecido, aniquilando al idiota de mi marido. Corrección, a mi pronto exmarido. El hombre, mantenía los hombros tensos producto a nuestra última discusión como pareja. 

El cabello oscuro andaba revuelto. Sus ojos de un profundo color avellana parecían hiedra venenosa, dispuestos a intimidarme. Aquella no había sido la mirada de la cual me había enamorado. 

¿Qué cambió? 

Podría ser la convivencia. O los ofensivos comentarios de la víbora de su madre. O que no quería darme un bebé. O a lo mejor la culpable era yo, que no podía soportar más las continuas peleas que habían empezado hace meses. 

—¿Qué acabas de decir? —pronuncié cada palabra con lentitud. 

—El… coche… es… mío. 

O tal vez había sido su estúpido amor por aquella vieja camioneta. Que por cierto, era mía por herencia familiar. 

Connor me dio la espalda, dando por finalizada nuestra discusión. Iba de listo si pensaba eso. 

Corrí como desquiciada en su dirección, y no se esperó en lo absoluto la zancadilla que le hice con toda la madurez de alguien de 26 años. 

Mi pronto exmarido se desplomó en el suelo, dándome el tiempo suficiente para arrebatarle las llaves y correr nuevamente hacia la camioneta aparcada a solo unos metros. 

Tomé asiento, y con toda la intención de ser cruel puse el seguro. Ví como Connor avanzaba hacia mí. Su mejilla estaba morada. Intentó abrir la puerta, pero no lo consiguió. Tocó la ventanilla y con mi mejor sonrisa la descendí. 

—Hola cariño, ¿qué deseas? 

—Bájate del coche, Adriana. No estoy para juegos. 

—Oh, que miedo. ¿El bebito le dirá a mamá que no le dejaron entrar a su carrito de juguete? Oww —realicé un puchero—. Lo siento, tengo que hacer las compras. 

—Déjame... entrar —dijo, con una media sonrisa. Señal de que se impacientaba. 

—¿Me atarás a la cama y te irás a ver el partido de fútbol como la vez pasada? 

—Te encantó la energía con la que lo hicimos cuando gané. 

—Luego de 90 minutos, idiota —Fruncí el ceño y encendí el motor. 

—¡Adriana, bájate de la maldita camioneta! 

Le observé fijamente.

Definitivamente aquel ser odioso no era el Connor al que le había manchado con mi café la primera vez que coincidimos en la universidad. Él estaba dispuesto a todo por mí. Que lástima que un amor tan bonito se redujo a cenizas de un modo tan horroroso. 

Mi pie se puso encima del acelerador. 

—Dile a tu madre que sus comidas saben a huevo podrido. 

Arranqué el auto, alejándome de la casa que había sido mi hogar. 

Lágrimas brotaban de mis ojos, de rabia. Connor era un maldito imbécil. 

Me merecía a alguien mejor, alguien que me comprendiera, que supiera valorarme. Porque por su culpa y la de su madre pensé que era una mala mujer, que no servía para nada. 

Que era una completa incompetente. 

Pero se acabó. 

Era libre. 

O eso pensé cuando un estrepitoso golpe azotó a la camioneta. Perdí el control por solo unos segundos y miré hacia los espejos. 

¿Qué había sido eso? ¿Un pájaro muerto? ¿Un venado había caído del cielo? 

No veía nada. 

Hasta que un brazo se agarró de la ventanilla, provocando que gritara fuertemente. Miré a mi izquierda y otro brazo hacía lo mismo. 

¿Dios? 

¿He muerto en un accidente y ahora pretendes llevarme contigo? Pero, ¿tiene que ser con esta camioneta, la creadora de todas mis desgracias? ¡No me lleves con ella, por favorcito! Ándele, no seas mali…

—¡Paaaaraaa el coooocheeeee! 

Qué curioso, me imaginaba tu voz un poco más masculina. Hasta con eco y música de iglesia. 

—¡Adrrrrri, paaaaaara el maldiiiiiito cocheeeeeeeee! 

—¿¡Connor!?

Reconocí la fina voz de mi marido sobre el techo. No podía ser cierto. Si esto fuese un video posiblemente me reiría, pero ahora era quien sostenía el volante y no era divertido. 

Mi corazón daba latigazos contra mi pecho. Mi respiración era un desastre. Mis pálidos dedos se aferraban al volante. 

Esto no me podía estar pasando. 

Cometer un asesinato no estaba en mis planes de soltera. Conocer a los turcos de mis telenovelas si, pero ¿asesinato? 

—¡Poooorr favooor... Mamáaaaa! 

Genial, en situaciones desesperadas todavía le nombraba. 

Bebé llorón. 

Fui ralentizando la velocidad. 

Poco a poco las llantas frenaron. Y la vieja camioneta por fin se detuvo. 

Bajé y busqué a Connor. Estaba acostado sobre el techo, aferrándose todavía a las ventanas, con las piernas estiradas y su cara era peor que el trasero de un babuino. 

Tuve que reírme. 

—Ven cariño, ven tranquilo. 

Elevé mi mano en su dirección. Connor la miró aliviado, un moco salía de su nariz. La tomó y noté cómo temblaba. Necesitó tiempo para calmarse y saltó del techo. 

Diría que era inteligente, pero no lo fue cuando besó la calle exclamando: «¡Tierra… al fin tierra!»

Cemento ligado con otras cosas asquerosas en realidad. 

Pero como sea.

Ahora nos encontrábamos dentro de la camioneta. Iba al volante mientras que Connor miraba por la ventanilla

Pensaba cómo sería mi vida cuando firmáramos los papeles. ¿Quería separarme? ¿Le despreciaba tanto como para olvidar tantos años juntos? 

Ciertamente, era imposible. 

Todavía le amaba. 

Y él me amaba también. 

Le conocía bastante bien. Sabía que estaba pensando lo mismo. Siempre fuimos parecidos, unidos. Éramos la perfecta pareja, un equipo. 

Ni nuestros defectos, ni su madre, ni esta camioneta acabarían con el amor que sentíamos. 

 —¿Adri? —habló de repente, con tono tierno. 

Ese que empleaba para decirme cosas lindas. Para el "casémonos", los "te amo" Ese que utilizaba solo conmigo. 

—¿Si, Connor? —Y también empleé el mismo tono. 

Éramos el uno para el otro sin duda. 

Connor volteó a verme con una sonrisa. Posó su mano sobre la mía que estaba en la palanca. Y esperé la hermosa declaración que me haría. Este matrimonio funcionaría. 

Lo lograríamos. 

Juntos.

—Quiero el divorcio.

 



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Escrito para el desafío No. 69 del perfil WattpadNovelaJuvenilES

Límite de 1000 palabras. 

Asunto: Los protagonistas debían odiarse y por azares del destino compartir un largo viaje en auto. ¿Qué era lo peor que podía pasar? 

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