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𝐗𝐈𝐕

Si un gato pudiera sonreír, la mueca que tenía ese gatito en la cara era una clara muestra de eso. Una vocecilla le decía que tenía que sentirse ofendido por ser llevado como si todavía fuera un cachorro, ser tomado por la piel de la nuca por el hocico de su amante no era algo como para sentirse orgulloso. 

Izuku soportó ser llevado en el hocico por el chucho con la mayor dignidad que le fue posible, aunque el viaje lo estaba mareando en demasía. Su estomago comenzó a revolverse, la contracción que le avisaba que estaba a punto de perder lo poco de la cena que había logrado tragar, lo hizo chillar de un modo poco elegante. 

Asustado Katsuki puso sobre el manto de hojas del bosque a su pequeño tesoro. Los ojos rojos del lobo no perdían detalle de la extraña manera en que el gatito se puso de pie sobre sus cuatro patitas, se veía igual que los humanos cuando bebían más licor de la cuenta. 

Levantando las orejas el enorme lobo comenzó a gruñirle a la muralla de árboles, estaba por volverse sobre sus pasos para patearle el culo al tigre por haberle hecho daño a su pareja. El gatito parecía enfermo. 

—¡Miaaaau! —fue más un susurro que un maullido. 

Un aterrado lobo vio como su delicada pareja vomitaba mientras lloriqueaba avergonzado. 

Katsuki quería regresar a su forma humana, pero el lobo no se lo permitió. Ya los humanos habían hecho suficientes estupideces como para cederles terreno, de este asunto se encargaría el lobo. Estaba en su lucha interna cuando vio que el gatito dejó de estar enfermo, es más, después de todo el desastre que había hecho sobre el suelo, se veía mucho mejor. 

El gatito se alejó de la suciedad, levantando su carita peluda miro tímidamente al lobo que sentado lo observaba con una seriedad que le erizó los pelos de la nuca. 

—¡Miiiiau! —coqueteó el gatito tratando de cambiar la expresión del enorme lobo que lo miraba bastante enfadado. 

Ni siquiera el reinado de la luna llena sobre el cielo y la excitación de ambos parecía borrarle
esa mirada demasiada calculadora al chucho. Así que como todo minino que se preciara de serlo, comenzó a ronronear mientras movía su larga cola de un modo bastante sugestivo.

Resopló enfadado cuando vio que no podía hacer reaccionar al animal testarudo. Cuando ya Izuku se estaba dando por vencido, el lobo decidió levantarse y caminar alrededor del gatito. Katsuki se veía muy concentrado, así que el gato montés decidió quedarse allí de pie, soportando el escrutinio como el malcriado que era. 

A la menor provocación le enseñaría en carne propia lo que el tigre había sentido cuando sus garras felinas le habían traspasado la piel de la espalda. Qué se anduviera con cuidado el pulgoso.

Izuku estaba incomodo, el lobo ahora le olfateaba la carita peluda, luego el cuello hasta bajar a su lomo, y cuando comenzó a bajar más de lo decoroso, le dio un zarpazo para recordarle que había ciertas costumbres caninas con las que él no concordaba. 

El lobo de inmediato dio marcha atrás, justo cuando Izuku pensó que todo ese extraño asunto llegaba a su fin, el lobo comenzó a lamerlo como si se lo fuera a comer. Eso si era ir demasiado lejos, bufando dejó salir el aire de sus pulmones, mostrándole los colmillos al lobo, le dejo claro que más le valía que se dejara de cosas raras. 

Contrario a lo que Izuku pudo haberse imaginado, el lobo se veía emocionado, exultante. Comenzó a correr a su alrededor y a mover la cola mientras hacía ruiditos de perro feliz. El felino estaba por convocar a su forma humana y pedir explicaciones, cuando las fauces del lobo lo
tomaron por la piel de la nuca y se lo llevo sin hacer caso de sus chillidos. 

Después de un rato Izuku decidió darle una pausa a la lucha, si seguía en eso lo único que ganaría sería enfermarse de nuevo. Vomitar como un gato envenenado no era muy sexy si querías que te dieran una buena revolcada bajo la luz de la luna. 

El lobo caminó un buen trecho, por las luces de la fogatas pudo notar que pasaban de largo del sitio de reunión donde de seguro los animales se encontraban para su carrera mensual. Todavía siguieron un buen trecho hasta llegar a una casa grande de madera. 

Katsuki se detuvo un momento, sin soltar a su presa, que todavía sostenía por la piel del cuello, empujo la puerta de entrada con el peso de su cuerpo. El olfato de Izuku le dijo que allí pasaba mucho de su tiempo el lobo, la casa olía a él y a otros de su clase. 

El pequeño gatito se entretenía observando los sencillos muebles de la sala, la rustica mesa y las pesadas sillas, mientras era llevado a quién sabe dónde. 

Justo cuando Izuku estaba a punto de perder la poca paciencia de la que era capaz, el pulgoso lo introdujo a una habitación, dándole un empujón a la puerta la volvió a cerrar empujándola con su cabeza peluda. 

El felino dejó salir un suspiro de alivio cuando por fin el lobo lo depositó en una cama suave. Sin poderlo evitar comenzó a ronronear restregándose contra las mantas que cubrían la cama. Por el aroma sabía que esa era la habitación de su pareja y quería marcar con su olor el lugar para que todos supieran que ese estaba tomado. 

Katsuki lo dejó hacer sus cosas por un rato, cuando estuvo seguro de que toda su cama olía a gatito, invocó a su forma humana. Izuku imitó el gesto, quedando totalmente desnudo sentado sobre las mantas blancas de la cama. 

El lobo ahora en su forma humana se sentó junto al pequeño hombre que le había robado la razón. Cuando vio que Izuku abrió la boca para decir algo, lo silencio con un suave beso sobre esos labios rosados. 

—Después de todo resultaste más sabio que yo —susurró Katsuki mientras prodigaba de pequeños besos las finas facciones de su pareja que ya estaba en su piel humana —. Déjame hacerte el amor esta noche y mañana me riñes. 

El gatito dejo salir un suspiro, sin poder ocultar su tristeza.

—Hazme el amor esta noche, por qué se que mañana me devolverás con mi padre. Él me obligará a casarme con el tigre que viste hoy —lágrimas gruesas comenzaron a escaparse de los ojos verdes del felino —. Por más que seas mi pareja yo no le seré infiel al tigre una vez que él me lleve. Sé que no me quieres, pero yo no puedo evitar que... 

Un gruñido que hizo vibrar los vidrios de la ventana, salió del pecho de Katsuki. Izuku se apartó del lobo para mirarlo a los ojos. El depredador se asomaba a través de los iris del humano.

—No regresarás con tu padre —habló fuerte y claro Katsuki —. Ahora que estás conmigo te quedarás aquí quieras o no. Eres mi pareja y esperas un hijo mío, ese es un lazo que los mismos dioses respetan. Nadie se atreverá a separarnos ahora. 

Los grandes ojos verdes de Izuku se abrieron tanto que parecían dos enormes arbustos. La palidez fue el color que tomo la piel color lechosa del gatito.

—No me jodas —logró balbucear Izuku —. Con eso no se juega —se consideró a sí mismo casi un héroe al no haberse desmallado ante semejante estupidez. 

La sonrisa lenta del cenizo solo hizo que el gato montés se asustara aún más.

—¿No estás bromeando? —chilló Izuku de un modo poco masculino — ¿Verdad? —el lobo simplemente lo negó con un movimiento de cabeza. 

Unos labios tiernos se posaron sobre la boca del gatito.

—¿No lo sabías? —preguntó lo obvio Katsuki. 

—¿Cómo lo sabes? —escondió su cara contra el pecho sólido de su pareja — ¿Cómo puedes saber lo que ni yo mismo sé?... En mi casa lo habrían notado. 

Katsuki sonrió, abrazando al gatito le acaricio con una mano el cabello verde mientras con la otra formaba círculos en la esbelta espalda.

—Puedo percibir tu olor dulce, tu aroma me enloquece, me llama a tomarte, pero también tienes otro aroma —Izuku apartó su cabeza del pecho tibio para mirar a los ojos del hombre más alto, Katsuki le dio un casto beso en la frente y continuo —. Hueles a cachorro. Tienes un suave aroma a bebé. 

—¿Y por qué nadie más lo nota? —insistió, todavía no estaba muy convencido. En un acto reflejo poso las manos sobre su vientre plano. 

—Porqué esperas el hijo de un macho alfa, la naturaleza previene que alguien ataque a mi descendencia antes de que yo este informado de que tan siquiera existe. Sólo el padre de la criatura, además del gestante, puede saber de la existencia del nuevo ser. Tú olor cambia, pero
no pueden saber a ciencia cierta lo que pasa. 

—Por eso he estado tan enfermo —no pudo evitar sonreír Izuku —. Siempre estaba tan cansado, me mareaba, en las mañanas acababa vomitando hasta el alma en el baño. 

—¿Es la razón por la qué estás tan delgado? —preguntó Katsuki tornándose serio — ¿Alguien te lastimo por haberte apareado conmigo? 

—¡No! —aclaró de inmediato Izuku —. Solo se lo dije a mi hermana y ella me apoyó bastante. De no ser por ella no sé lo que hubiera hecho... Mi pareja me repudió y mi familia insistía en traer machos para que escogiera a un compañero.

El abrazo de Katsuki envolvió por completo a Izuku.

—Fui un idiota, creí que con tu familia estarías mejor y mira como te encuentro... De ahora en
adelante cuidaré de ti. 

Izuku se dejó abrazar, pero levantó una ceja notó algo bastante curioso. El caso es que el lobo no le había preguntado en ningún momento su opinión. 

—¿Ya preguntaste sí quiero que me cuides? 

La carcajada del lobo irrito sobre manera a Izuku, empujándolo se liberó de la protección de los sólidos brazos de su pareja.

—¡Eres un engreído! —apuntó con un dedo al bruto que estaba allí sentado, pareciendo un adonis, de lo más tentador. 

—Mira, Deku —puntualizó Katsuki —. Llegando a mi cama ya no te libras de esta. Chilla, patea, grita, haz lo que se te antoje, pero te amo demasiado para no tenerte cerca por el resto de mi vida —ampliando la sonrisa, agregó —. Además, sé que te gusto, así que no te quejes. 

El primer impulso de Izuku fue arañarlo por idiota, pero pudo más la sonrisa que se dibujó en su rostro. Era un gatito coqueto y de eso no había ninguna duda. Arrodillándose sobre la cama comenzó a caminar de ese modo hasta quedar junto a su pareja, luego paso una pierna sobre los muslos de Katsuki. Ya muy bien sentadito sobre la dureza del lobo, comenzó a rosar su pene contra el del hombre que le servía de silla. 

—¿Qué haces? —hizo la pregunta estúpida el lobo cuando ya comenzaba a sentir el cosquilleo que anunciaba un orgasmo. 

—Trato de recordar por qué me gustas tanto —habló mientras rodeaba por el cuello con sus brazos a Katsuki sin dejar de subir y bajar en un roce constante de penes —. Hazme el amor esta noche, dejaré para mañana el patearte el culo por haberme abandonado durante todo un mes. 

Katsuki jamás había estado tan de acuerdo con nadie en toda su maldita vida. Claro que le iba a dar la revolcada del siglo a ese pequeño malcriado.

—No sabes lo que estas pidiendo —advirtió el lobo mientras una mano bajaba por la espalda hasta posarse en el culo de su pareja —. Aunque creo que es mejor hacerte una demostración en lugar de darte la charla —con una sonrisa maliciosa, agregó —. Solo te pido que mañana no te quejes. 

Sin darle tiempo a procesar las palabras, Izuku fue empujado contra la cama y sus piernas abiertas de un modo bastante exhibición isa. Sonriendo el felino le dejo ver al lobo que esperaba ver algo de acción esa noche, subiendo las manos sobre su cabeza se quedo allí quietecito, disfrutando de la mirada aprobatoria del hombre que se acomodaba entre sus muslos. 

Katsuki tuvo que tragar toda la saliva que se le acumulaba en la boca, su pequeña pareja era magnífica, era todo y más de lo que había soñado. La dulce deidad estaba acostado entre su ropa de cama, con la cabeza verde sobre la almohada, tan desnudo como se podía estar teniendo la piel puesta. 

El joven alfa se sentía el hombre más afortunado que existía sobre la faz de la tierra. Recorriendo con la mirada superviso todo ese delicioso territorio, la piel blanca era inmaculada, los pezones de un rosa tierno, el vientre plano con músculos marcados y más abajo, un pene que ya se levantaba pidiendo se le prestara atención. 

Un gruñido depredador salió del lobo hombre, achinando los ojos se movió despacio sin perder de vista cada expresión en el rostro de su gatito goloso, sabiéndose bien recibido, bajó lentamente hasta situarse sobre el pene que pedía a gritos algo de mimos. 

Izuku se sentía en la gloria, de seguro había muerto he ido al cielo, el enorme macho estaba con la cara sobre su sexo y lo lamía despacio como si fuera una golosina sabrosa. Sin poderlo evitar dirigió sus manos hacía la cabeza de cabellos cenizos que se movía rítmicamente mientras se introducía de poco a poco el pene que tenía enfrente. 

—No te detengas —gimió Izuku al sentir como su pene era devorado por el lobo feroz —. Se siente tan bien que da miedo. 

El lobo comenzó a gruñir, causando que la vibración en la garganta provocara un placer en el felino que era casi asfixiante.

—¡Voy a venirme! —gritó justo antes de vaciar su semen en la boca de Katsuki, el cual lo tragó
haciendo gestos golosos. 

—Eres delicioso —susurró Katsuki mientras gateaba cubriendo el cuerpo más pequeño bajo él.

Izuku tembló al ver la necesidad en los ojos del depredador, sabía a ciencia cierta que al llegar la mañana no iba a quedar mucho de él, ese malvado lobo se lo iba a comer de a poquitos y él se lo iba a permitir gustoso. 

—¡Te amo! —se le salió la confesión mientras un robusto dedo lubricado exploraba despacio en su entrada más íntima —. Te extrañe tanto Kacchan. 

—Y yo a ti, Deku —habló mientras besaba la boquita rosa, despacio comenzó a bajar por el cuello de gacela hasta llegar a una de las tetillas erectas —. Eres magnifico, de hoy en adelante estarás siempre conmigo aunque todo el mundo esté en contra de la idea. 

Izuku dejó salir un suspiro de enamorado, amaba como ese lobo sabía tocar su cuerpo arrancándole gemidos necesitados. Era un piano en las manos de un maestro. Entre besos y caricias ya tenía tres dedos dentro del culo, había llegado a ese punto donde esa no era la carne que quería enterrada dentro suyo. 

—Entra —suplicó sin ninguna vergüenza —. Te necesito. 

El lobo le dio un beso travieso en la boca antes de retirarse. Arrodillándose entre las piernas abiertas de su pareja, le sonrió de un modo tan tierno que a Izuku se le terminó de derretir el corazón. 

Las manos grandes de Katsuki se posaron sobre el vientre plano de Izuku. 

—Aquí esta —habló con tanta reverencia que al felino se le llevaron los ojos de lágrimas—. Nuestro hijo crece dentro tuyo.

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