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𝐗𝐈𝐈𝐈

El tigre soltó su agarre del tronco del árbol, cayendo sobre el suelo del bosque. Furioso busco la pequeña figura del gatito, estaba cegado por la cólera, la pequeña mierda lo había hecho sangrar y lo había retado enfrente de la manada entera, era hora de que aprendiera lo que conllevaba ser su pareja. 

Un rugido de tigre se escuchó desgarrar la paz del bosque. 

Izuku paró su carrera entre los árboles, levantando la cabecita peluda trató de ubicar desde donde venía la amenaza. El pequeño felino tenía la seguridad de que si el enorme alfa lo atrapaba le haría mucho daño, al principio estuvo cegado por una irracional cólera, ahora su sentido de la auto preservación le decía que huyera lo más lejos que pudiera. 

Según las leyes animales, si eras tan valiente para retar a otro, eras también el responsable de defenderte, así que su padre no podría hacer nada para evitar que se lo almorzaran, sin poner en compromiso la paz entre las manadas. 

Olfateando el aire, Izuku sabía exactamente a donde ir. 

Sacando las garras las usó para aumentar el agarre sobre el suelo del bosque, debía encontrar a su pareja, él lo ayudaría. El pequeño gatito maullaba llamando a Katsuki, las marcas de olor le dijeron que ya había pasado la frontera de los lobos. 

Aullidos se escuchaban por todas partes, Izuku estaba seguro de que para ese momento no solo lo cazaba un enorme tigre y sus subalternos. 

Debía encontrar pronto a Katsuki, con esa idea fija siguió corriendo, devorando los kilómetros, como alma que lleva el diablo. Jamás había corrido tanto en toda su vida, ni tampoco se había sentido tan cansado. Saltando entre la hierba alta se escondió, mientras trataba de llenar sus pulmones de aire. 

Fue en ese preciso momento en que el terrible mareo regreso, el bosque entero comenzó a girar.

Dejándose caer sobre el suelo del bosque, supo que su destino estaba sellado. El tigre estaba muy cerca, podía escuchar como el enorme animal quebraba ramas en su afán por despedazar al pequeño gatito que lo había retado frente a propios y desconocidos. Con una sonrisa pensó que quizás era lo mejor que todo terminara así. 

Un aullido de lobo respondió al rugido del tigre, eso fue lo último que Izuku escuchó antes de caer en la inconsciencia. 

Para Katsuki el maldito día había sido un mierda desde que se levantó, conforme pasaban las horas su lobo solo se ponía más rabioso cada vez. 

Cuando una hembra le sonrió al pasar por la calle camino a la casa de su mejor amigo, el lobo le gruño advirtiéndole que mantuviera las distancias. 

No había llegado la hora del almuerzo cuando ya se había peleado con dos centinelas que le preguntaron qué palo andaba metido en el culo. Lo peor de todo es que hasta el mismo alfa de los lobos evitaba encontrarse en la mis habitación que su hijo. 

Conforme el día iba pasando, Katsuki estaba más intranquilo. Era cuestión de horas para que la luna estuviera reinando en lo alto del cielo. 

Los machos solteros sonreían libidinosos a las hembras disponibles, los que estaban emparejados se ponían muy cariñosos preparando a sus parejas para una noche loca. Solo el joven lobo estaba como en el limbo, por un lado no le tentaban las mujeres de la manada y por otro su pareja no estaba allí con él para ayudarle con su problemita de bolas verdes. Eso solo aumentaba exponencialmente su mal humor. 

A la caída del sol todos los miembros de la manada de lobos se fueron reuniendo en el claro, lejos de las miradas curiosas. Los cachorros más jóvenes, los que todavía no tenían edad de estar en celo jugaban por allí sobre sus cuatro patas, entre empujones y mordidas juguetonas le daban un ambiente festivo al bosque. 

Los cambia-formas que ya estaban en la edad de jugar a las manitas calientes se veían inquietos, las feromonas saturaban el aire incitando a unos y otros a aparearse bajo la luz de la luna. 

El lobo de Katsuki se revolvían dentro del humano, esta sería la su segunda luna como adulto y la primera de muchas que pasaría sin su pareja. 

Las risas y las bromas, el bullicio normal de los alegres lobos, eran como murmullos lejanos para los oídos del hijo del alfa. Apartándose de los demás camino hasta llegar bajo un frondoso árbol, sentándose en una de las raíces gruesas se dedico a observar la preparación de todos antes de comenzar la feroz carrera a campo traviesa. 

El aullido del lobo alfa hizo que todos dejaran de lado las conversaciones y los juegos, esa era la señal para que hicieran el cambio invocando a su forma animal. Aullidos y gruñidos llenaron el aire del bosque, la manada de lobos comenzó a correr tras el más fuerte de sus miembros. 

Katsuki corría justo detrás de su padre, tratando que los instintos del animal de seguir al alfa fueran más fuertes que el de desviarse al territorio de los gatos. 

La carrera fue tal cual debía ser, los animales liberados bajo la luz de la luna celebraban a la naturaleza que les daba cobijo y a la magia que les permitía existir. Dejándose llevar por la conexión con los demás lobos su propia tristeza se desvaneció revolviéndose con la emoción de la carrera entre los árboles. 

Las patas fuertes de Katsuki se detuvieron en seco, un dolor, como el de un golpe de mazo lo hizo quedarse allí de pie, mientras los otros animales seguían con la carrera dejándolo atrás. Al bajar su mirada casi espero ver una herida abierta en su amplio pecho peludo. 

Levantando la nariz trató de descubrir en la brisa de la noche algún cambio que le dijera que sucedía, la sensación de ser perseguido, de tener miedo lo hizo gruñir mostrando los filosos colmillos. 

Algo andaba realmente mal. 

Dando la vuelta comenzó a correr atosigado por una misteriosa premura que no podía explicar, lo único que tenía claro era que tenía que llegar y pronto. 

La carrera estaba llevando a Katsuki en dirección a la frontera que compartían con los gatos monteses. Deteniéndose trato de reevaluar su situación, la sensación de necesitar llegar a algún lugar lo estaba ahogando, la parte humana trataba de racionalizar, pero el lobo no lo dejaba pensar mucho. 

La orden era clara "hay que llegar", repetía el lobo una y otra vez. 

Saltando sobre un cumulo de troncos caídos se desvió hacia el oeste. Un rugido de tigre hizo que Katsuki gruñera, alguien había invadido su territorio, pero ese hecho no era lo que tenía tan alterado al animal. 

Saltando sobre una gran roca que sobresalía de la tierra del bosque, trató de buscar el objetivo de su carrera, el lobo sabía que estaba cerca. En otro momento la parte humana y la animal se habrían comunicado mejor, pero desde la pérdida de la pareja, ambas naturalezas se estaba separando.

—¡Miaaaau!....¡Miaaaaauuuuu! —un maullido lleno el aire del bosque. 

Un pequeño gatito estaba perdido en la zona de los lobos. 

La brisa nocturna llegó hasta Katsuki revelándole lo que ya sospechaba, Izuku estaba cerca, eso sería lo único que podía llevar al lobo a ese grado de desesperación. 

Siguiendo la pista que el olor a miedo le daba, buscó a su pareja entre la hierba alta. Estaba por llegar al lugar donde se escondía el pequeño pastelito que olía a vainilla y a lobo, un aroma tan suave que era casi imperceptible. Era su olor, el aroma se había impregnado en el pequeño animalito. Eso llevó al lobo a aullar a la luna, su pareja estaba marcada con su aroma, nadie podía separarlos ahora. 

A escasos metros de su pequeña presa, el rugido de un tigre lo hizo detenerse, el animal estaba demasiado cerca de su compañero. 

Mala suerte para el tigre. 

Caminando hacia un pequeño claro entre los árboles, Katsuki espero al felino más grande que corría como si estuviera en su propio territorio. 

Un enorme animal rayado apareció entre la hierba alta del bosque. 

Ambos animales se saludaron mostrando los colmillos, la vista fija en su oponente. Katsuki dio un paso al frente, dejando claro que no estaba para juegos, si ese tigre no se daba la vuelta y corría, iba a ver un baño de sangre, de sangre de tigre. 

El felino no era un alfa por ser un lindo gatito, erizando el pelaje saco las garras, ese lobo de seguro había descubierto al pequeño felino. Estaba seguro de que el pulgoso mataría al pequeño animalito apenas lo descubriera. 

El gruñido del tigre fue bajo, dejando a las claras que no se iría de allí, pasar sobre el cadáver del lobo no era algo que le causara desvelo. 

Los dos animales se midieron mutuamente, comenzaron a darse vuelta buscando un punto débil en el retador. El tigre observó con el rabillo del ojo que la hierba, donde estaba seguro se escondía Izuku, se movía. 

Al parecer el lobo también lo notó, ya que sin medir consecuencias se abalanzó sobre el tigre. Una suerte que el enorme felino no era fácil de tomar por sorpresa, la vida del pequeño gatito era su responsabilidad, con su actitud lo había asustado haciéndolo correr al territorio de los lobos. 

Era su deber regresarlo sano y salvo a su familia. 

Bien era cierto que el lobo era un poco más pequeño que el tigre, pero no menos feroz. Enfrascados en la pelea ambos animales buscaban hundir los colmillos en la garganta de su contrincante. En un descuido del lobo, el tigre le dio un zarpazo en el lomo del que brotó una buena cantidad de sangre, respondiendo a la agresión, Katsuki mordió la unión entre la pata delantera y el dorso, haciendo chillar al enorme gato. 

En la pelea había aplastado la hierba, quebrado un árbol, causaron un estruendo tan grande que hasta las aves nocturnas dejaron el lugar por miedo a acabar en medio de un fuego cruzado. 

Izuku despertó asustado, el corazón se le iba a salir del pecho. Desde su escondite entre la hierba escucho los rugidos del tigre y los gruñidos de un lobo, estaba en medio de una pelea de alfas. 

Estando en su forma animal sus instintos eran muy claros, correr era lo mejor que podía hacer una criatura pequeña ante semejante situación. Levantándose sobre sus cuatro patitas se dispuso a salir de allí inmediatamente, justo cuando iba a comenzar a correr llegó el olor de su lobo, a la sangre de su lobo, para ser más exactos. 

Un chillido salió del hocico del pequeño gatito montes, bien él podía arañarle la existencia a el lobo, pero nadie le iba a poner una pata encima a su pareja sin que él dijera algo al respecto. Saliendo de su escondite se paró gruñendo todo lo alto y feroz que podía hacerlo una criaturita que parecía un motita de pelo. Estaba cabreado y eso nada tenía que ver con ser lindo. 

Katsuki ya tenía al tigre sobre su espalda en el suelo del bosque, estaba por clavarle los colmillos al felino entrometido cuando vio salir a la cosita más linda y sexy sobre cuatro patitas, que podía existir en el mundo. 

El tigre aprovechó el descuido para invertir posiciones, tomando por la garganta al lobo se preparó para matar al pulgoso, al menos ese era el plan hasta que sintió las filosas garritas del gato montés sobre su lomo. 

Bien era cierto que no le ocasionaría una herida de muerte, pero de que dolía como el infierno, de eso no tenía duda. 

Con cuidado de no lastimar al gatito se aparto de un salto del lobo y trató de sacudirse al minino malagradecido. El había estado tratando de salvar su fino culo y así era como le pagaba el gesto. 

Cambiando a su forma humana el tigre se dispuso a pedir explicaciones. El lobo tras Izuku hizo lo mismo, poco después el gatito montés imito la acción. 

—¿Se puede saber por qué demonios me atacaste? —preguntó Shindo dejando saber con su tono cuanto le molestaba el asunto. 

Izuku se cruzó de brazos, arrugando el ceño le daba a su linda carita una apariencia deliciosamente molesta. 

—Por que el único que puede patearle el culo a ese lobo soy yo —respondió señalando al hombre alto de cabello cenizo que lo miraba como idiota. 

Katsuki tuvo la decencia de sonrojarse, la verdad podía ser incomoda, pero no por eso dejaba de ser cierta.

—Cazabas a mi pareja —acusó el lobo halando a sus brazos el tembloroso cuerpo desnudo de su gatito. 

La desnudez era normal entre los cambia formas, pero eso no significaba que a Katsuki le gustara que ese tipo se le quedara mirando el culo redondito de su pareja. 

—Él no es tu pareja —gruñó el tigre —. Él es mi prometido. Su padre me lo entregara después de esta noche, él es mío. 

El lobo apretó más el cuerpo pequeño de su pareja, protegiéndolo de las malas intenciones de ese tigre enajenado.

—Para tomarlo tendrás que pasar sobre mí —habló con tal calma que hizo que el pene de Izuku
se endureciera. 

Le encantaba ese aspecto del alfa patea-culos. 

Mientras los dos machos alfa discutían por quién se follaba esta noche al pequeño bocadito, ya el gatito montés había hecho su elección. 

Rozando su pene contra el muslo de Katsuki, comenzó a ronronear de una manera descarada, quizás mañana se mordiera a sí mismo por su falta de recató, pero esa noche era luna llena.

Katsuki le correspondió al descaro de Izuku poniendo una mano en el culo firme, masajeándoselo suavemente, sin quitarle la vista de encima al tigre sobre alimentado que tenía enfrente. 

—Eres un maldito lobo —escupió las palabras Shindo—. Él es un macho con aroma dulce. Él será mi pareja como se acordó entre las manadas. 

Un gruñido profundo salió del pecho de Katsuki, ya no podía mantener a su lobo a raya.

—Mejor da la vuelta y sal de mi territorio —sentenció el joven lobo —. Ya estás suficientemente advertido. 

—No me iré sin el cachorro —aclaró Shindo señalando a Izuku. 

Ahora fue el turno de Izuku de entrar en pánico.

—Yo no iré contigo —gritó el pequeño gatito —. Él es mi pareja... No sé como sucedió, él no es un felino, ni un alfa, pero los dioses lo escogieron para mí. 

—Todavía no soy un alfa —aclaró Katsuki dándole un suave beso en la frente al gatito —. Pero lo seré en algunos años cuando mi padre me seda su lugar en la manada. 

Un boquiabierto Shindo vio como el que hasta ahora había sido nada menos que malcriado, caprichoso y malagradecido cachorro, se trasformaba a los pies del chico alto de cabello cenizo. Maullando el gatito comenzó a restregarse por las piernas largas de su pareja. El lobo le dio una última mirada amenazante al tigre, invocó su forma animal, tomó al gatito por el cuello como lo haría una madre, y salió corriendo con su presa por entre los árboles del bosque. 

Shindo miró la escena sin creérselo del todo, había sido prácticamente plantado por su prometido y no podía decir que lo lamentara precisamente. Tener como compañero a una criatura de un carácter tan cambiante no era para él, ya tenían suficientes problemas en su manada con su maldito mal genio como para llevar a un gatito loco como pareja.

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