Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐕

Al principio el felino trató de liberarse de los brazos de hierro que lo envolvían, lástima que la boca que lamía y mordisqueaba sus labios fuera lo que terminó por seducirlo. Era su primer beso y lo estaba disfrutando a lo grande. 

Abriendo para dejar salir un gemido le dio entrada a la lengua que tentaba con cada pasada, llamando a todos los instintos que los dioses habían guardado dentro de él. Katsuki tomó el peso de Izuku, ya que las piernas se negaban a sostenerlo en pie. Todo su ser temblaba al sentir las ansias del lobo que invadían su boca, las manos grandes que recorrían su espalda hasta situarse en los globos de su trasero, apretándolo. 

—¡Mío! —gruñó el lobo desde lo profundo del su ser, exigiendo lo que estaba seguro le pertenecía. 

—No sabes... lo que estás... haciendo —logró hablar entre gemidos cuando la boca del lobo comenzó a mordisquear su cuello. 

—Te deseo, ahora —ladró Katsuki, recostando el cuerpo tembloroso de Izuku sobre un lecho de hojas secas. 

En respuesta el chico más pequeño abrió las piernas para que Katsuki se acomodara mejor entre ellas. Las bocas ansiosas se buscaron una a la otra. El felino dentro de Izuku se entregó a la supremacía del macho que lo dominaba con caricias duras. No lo hubiera deseado de otra manera. 

La piel desnuda contra piel desnuda era algo delicioso de sentir. 

—¡Ah! —gritó el felino cuando el lobo le dio un ligero mordisquito en el hombro, como comprobando si sabía tan bueno como se veía. 

Una risita nerviosa escapo de Izuku, ese pulgoso era realmente travieso, aún en esas calientes circunstancias. 

—Eres tan malditamente hermoso —susurró Katsuki mientras mordisqueaba un pezón sonrosado que se le ofrecía en sacrificio —. Te deseo tanto... 

Izuku sabía que debía detener aquello. Qué el lobo se lo iba a devorar sin contemplaciones. Se había enamorado, de eso estaba seguro, tan seguro como que la lengua de Katsuki era tibia y muy erótica, como nada podía serlo en el mundo. 

El chucho había cazado para que él se alimentara, le proveyó ropa cuando pasaba frío, para su gato, eso lo clasificaba como un buen proveedor. Solo le faltaba comprobar que tan bueno era en lo del apareamiento y ya estaba. La parte humana de Izuku trataba de controlar los instintos, pero quién podía cuando la luna estaba solo a horas de distancia. 

Un ronroneo juguetón salió del pecho de Izuku por mucho que intentó acallarlo. La lengua de Katsuki había dejado de torturar sus pezones y ahora bajaba despacio, muy despacio por su vientre plano. El lobo libidinoso lo sostenía por las caderas dejando claro quién estaba al mando de ese encuentro íntimo. 

Si alguien le hubiera dicho a Izuku que iba a disfrutar tanto de que un lobo mandón lo dominara, se reiría en su cara justo después de arrancarle la piel con sus garras.

—Mi lobo —se entregó cuando sintió su miembro en la boca de Katsuki, el cual lo lamía y chupaba con desesperación. 

Las manos del lobo apretaban sus caderas con tanta fuerza que sentía que podía quebrarlo si
realmente lo deseara, la boca del hombre era deliciosa. Exigente en cada lamida, en cada rose de los colmillos, pedía la rendición de su presa. Una suerte que Izuku ya no pudiera recordar porque aquello no debía continuar. 

Un chillido de gato se escuchó por el bosque, los pájaros nocturnos levantaron vuelo mientras el cambia-formas lobo consumía el resultado de sus esfuerzos. La corrida había llenado su boca y él había tragado cada maldita gota de esta. Era simplemente delicioso. Sin dejar de lamer se aseguro de no desperdiciar nada.

—¿Qué hemos hecho? —suspiró Izuku tragándose un sollozo —. Ahora tendrás que aparearte conmigo durante esta luna o nuestros animales se volverán locos. 

Katsuki tomó en brazos al gatito y lo acomodo en la cueva que formaban las raíces del viejo árbol. Recostándose junto al cuerpo pequeño lo cubrió con las ropas que habían robado, para mantener el calor sin tener que recurrir a sus formas animales. 

—Lo siento tanto —se disculpó escondiendo el rostro en el cuello pecoso de Izuku—. Prometí protegerte y al final fui yo quién abuso de tu confianza. 

Unos dedos suaves como pétalos de rosa se posaron sobre los labios de Katsuki.

—Yo también lo quería... —fue la simple respuesta antes de apretarse contra el dorso desnudo de su ahora amante. 

Comprendiendo, sin necesidad de más palabras, Katsuki ordenó.

—¡Durmamos! —tomando sus formas animales el lobo se durmió con un pequeño gatito de orejas puntiagudas entre sus patas protegiéndolo de todo mal. 

La mañana llego demasiado rápido para el gusto del lobo. Sabiendo que les esperaba dos días de camino, eso si deseaban evitar tener que subir por la cascada para poder llegar al territorio de sus respectivas manadas. Decidido a no perder tiempo despertó a su pequeña mascota. 

Izuku ronroneó sin abrir los ojos. Estaba teniendo un sueño muy, muy, bueno. Soñaba que era de nuevo un cachorro y que su madre lo limpiaba como hacía cada mañana con sus bebés. Una lengua rasposa le recorría el lomo hasta llegar a su cabeza peluda. Se sentía tan bien, eso hasta que la lengua comenzó a meterse entre su oreja causándole sensaciones que nada tenían que ver con la relación madre e hijo. 

Abrió los ojos de golpe, cayendo fuera de la cueva, con todos los pelos del lomo parados miraba al otro de una manera que gritaba: "voy-a-morderte". 

—¡Deja de despertarme de esa manera! —chilló el felino en su forma humana, sin disimular lo ofuscado que estaba. 

Si ese lobo pensaba que por una buena mamada iba a dejar que hiciera lo que se le viniera en gana, se equivocaba, y por mucho. 

Katsuki salió de la cueva en su tranquila forma animal. Si los lobos pudieran sonreír, la mueca que ese chucho tenía en la cara era la mejor muestra de eso. Izuku se cruzo de brazos y se dejo caer sobre el suelo, levantando una pierda cubrió su sexo que ya comenzaba a endurecerse ante la mirada depredadora de Katsuki que ahora, en su forma humana, le dirigía. 

—Oh... ¡No! —chilló Izuku antes de convocar a su felino interno. 

Levantando la cola comenzó a correr antes de que Katsuki pudiera reaccionar, o al menos ese era el plan. Lamentablemente el lobo cayó en sus cuatro patas y comenzó a perseguir a su presa sin ninguna contemplación. La luna llena ya comenzaba a surtir su efecto, la primera luna llena del chucho, no hacía falta ser adivino para saber que Katsuki estaba más allá de ser razonable. 

Después de correr entre la hierba, esquivar árboles y saltar sobre algunos troncos podridos, Izuku estuvo seguro de que el lobo no lo había atrapado porque se estaba divirtiendo mucho con la cacería, así que opto por lo único que podía hacer, por muy de cobarde que pareciera. 

Clavando las uñas en el tronco de un árbol cercano, subió lo suficientemente alto como para librarse del perro que lo perseguía. Al ver que el animal no se daba por vencido, ladrando y gruñendo, esperando que el felino bajara, decidió subir a una rama más alta. El joven gato montés podía ser valiente, la mayor parte del tiempo, algo loco, por regla general, pero de allí a ser idiota, era otra cosa muy diferente. Ese maldito pulgoso podía gruñir, ladrar, en fin, hacer todo el teatro que quisiera, pero Izuku no iba a bajar. 

La luz del sol era débil durante las horas de la mañana, apenas una caricia tibia sobre el pelaje suave del felino, que acostado sobre la rama observaba como el lobo daba vueltas alrededor de la raíz del árbol. 

Aburrido de estar sin hacer nada, decidió realizar un experimento algo cruel. Sin ninguna vergüenza, comenzó a maullar de un modo tan lastimero que hubiera podido hacer llorar a una piedra.

El lobo que no le perdía detalle al gatito bajo las orejas y puso la cola entre las patas al escuchar como la pareja que había escogido para aparearse durante esa luna, sufría. Izuku cerró los ojos, fingiendo sentir miedo cuando el lobo puso las patas delanteras sobre el tronco, como queriendo subir. Solo para comprobar si había logrado amilanar algo al lobo, abrió un ojito para curiosear, la mirada desesperada y el gimoteo del lobo le hizo ver que se le había pasado la mano. 

El gato montés dejó de apoyar al humano, faltaban unas cuantas horas para que la luna llena estuviera en todo su esplendor, ambos naturalezas necesitarían de ese macho saludable y dispuesto como para desperdiciar el tiempo con cosas que no llevarían a un apareamiento exitoso. 

Por más que Izuku intentó detener al felino, este tomó por completo el control. Era una de las desventajas de la luna llena, la parte animal, la que era todo instinto, era quién dictaba las reglas durante esa noche mágica. 

El felino comenzó a bajar, clavando las garritas de sus cuatro patas sobre el tronco, lo hizo de la manera más sexy que un gato podría hacerlo. 

El lobo se apartó expectante, con el hocico abierto, como si le faltara el aire. El minino cayó sobre la hierba con la colita al viento moviéndola despacio. La respuesta de Katsuki no se hizo esperar, en grandes zancadas quedó frente al pequeño coqueto, lamiendo la carita peluda quiso asegurarse de hacerlo sentir bien. 

Izuku suspiró encantado, el felino tomaba las decisiones para ese momento. Asegurándose de que el macho fuera suyo para la llegada de la noche, comenzó a ronronear y a restregarse impregnado con su olor al enorme lobo. Katsuki por su parte comenzó a aullar, alejando con esto a cualquier otro macho que quisiera algo con el gatito provocador, ese pequeño felino era suyo. 

Después de unas cuantas lamidas cariñosas, el lobo se apartó un poco del mimoso gatito. Dirigiéndole una mirada severa a su pareja, le advirtió que debía quedarse allí. Izuku, mucho más dócil por la llegada de la luna, se sentó sobre sus cuartos traseros, esperando el regreso de su pretendiente.

Katsuki comenzó a caminar entre el bosque, buscando presas para alimentar con ellas a su pareja. En ese momento sus pensamientos estaban turbios, ahora eran sus instintos quienes gobernaban sobre sus dos naturalezas. La parte humana estaba demasiado abrumada con las nuevas sensaciones, de esa noche en adelante sería ya un adulto en plenas funciones, dejando atrás todas las cosas de niño. 

Por su parte el lobo tenía sus propias preocupaciones: alimentar, proteger y aparearse con el gatito que olía a pasteles de vainilla. Si este era macho o no, no importaba, lo importante era el delicioso aroma que le decía que esa sería su compañero. 

Izuku se alimentó de los conejos que le había traído como obsequio su amante. Luego fue limpiado concienzudamente por la lengua del lobo. El felino estaba tan contento que ignoraba las protestas de su parte humana, que le advertía que se estaba comportando como una autentica puta y que ese lobo se tomaba tantas molestias solo para follárselo. Al gatito solo le importaba lo de aparearse, del resto que se preocuparan los humanos. 

El minino follaría, eso era todo lo que le preocupaba en esos momentos. Durante la pasada luna lo había encerrado dentro de una jaula, ahora nada lo detendría para por fin sentir los placeres que la luna le traería.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro