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𝐈𝐈

Izuku se dio la vuelta dirigiéndose al río, luchando con todas sus fuerzas por ignorar las majaderías del lobo, que ya estaba grandecito para andarse con payasadas. Metiéndose en el agua fría lavo las manchas de lodo y arena que se habían pegado a su piel pálida después de su aventura acuática.

Examinando busco alguna herida o raspón, quizás si las había tenido, pero su proceso de sanación tan rápido ya se había hecho cargo.

Sintiendo el peso de una mirada, el felino se dio la vuelta para descubrir al otro chico mirándolo, no era que la desnudez le causara algún problema, era algo bastante normal para los de su especie, pero la manera en que el chucho le miraba el culo, realmente lo estaba molestando.

—¿Se te perdió algo? —picó Izuku dejándose llevar por su mal genio que comenzaba a burbujear.

El aludido levantó una ceja sin la más mínima timidez, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, respondió.

—¡No!... En realidad lo que me preocupa es cuanto de tu culo dejaste pegado en las piedras, porque te quedo muy poco.

Izuku sintió como la sangre viajaba directo a su cabeza, sintiéndose tan caliente que iba a explotar chillo como solo un gato sabe hacerlo.

Sin darle tiempo a Katsuki de ponerse de pie salto sobre él con las pequeñas y filosas garras desenfundadas. Por suerte el lobo tenía suficientes primos como para estar siempre preparado, rodando sobre el estomago logro esquivar el ataque inicial.

Lástima que el gatito no se calmara, al contrario, se puso todavía más furioso, si es que eso era posible. Lanzándose contra Katsuki nuevamente, logro clavarle los dientes en el hombro tirándolo de espaldas sobre la dura gravilla.

El lobo al principio se lo tomó a broma, pero al ver como las puntitas de las orejas felinas se comenzaban a formar a partir de las humanas, supo que su contrincante estaba a punto de llegar a una transformación completa.

Liberando su lobo Katsuki esquivó una segunda mordida, usando la fuerza de sus piernas largas y musculosas lanzo al felino varios metros haciéndolo caer al río. Por fortuna el líquido frío pareció hacer entrar en razón al felino, que se puso de pie algo confundido mientras gruesas gotas de agua pegaban su cabello bosque a la cabeza, para luego recorrer perezosamente el cuerpo delgado.

No queriendo ser tomado por sorpresa nuevamente, Katsuki se lanzó contra Izuku, haciéndolo caer de espaldas al río. El gato no sabía nadar, al tratar de pararse y no poder hacerlo, entró en pánico comenzando a tragar agua.

Por puro instinto de conservación el felino comenzó a patalear tratando de ponerse de pie, al parecer se estaba ahogando cuando sus piernas ya no tocaron el fondo.

Katsuki se dio cuenta de que el juego podía traer consecuencias no deseadas, al ver como a Izuku se lo estaba llevando la corriente, se lanzó a por el otro chico que se estaba hundiendo otra vez.

Con cuidado de no ser atrapado en la histeria de Izuku, lo tomó por la espalda impidiendo
que lo prensara causando que se ahogaran los dos. Después de unos minutos de lucha logro sacarlos a ambos con daños menores, un par de rasguños y unos cuantos moretones como resultado.

—¡Gato estúpido! —logró balbucear entre jadeos —. Mantente alejado del agua, no te bañes, si es posible. ¡Es la última maldita vez que caigo en agua fría por salvar tu pendejo pellejo!

Izuku tuvo un ataque de tos mientras vomitaba cuando menos un litro de agua. Apenas tuvo aire suficiente para hablar, logró responder.

—¡Vete a la mierda! —poniéndose de pie por pura fuerza de voluntad invoco a su gato montés y comenzó a caminar tambaleante, con la cola al viento, hasta perderse entre la maleza rumbo al bosque.

Katsuki se paró sobre sus dos piernas, sin perder la salida dramática del felino, el chico era toda una reina del drama, no le faltaba ni un solo requisito.

—¡Maldito gato! —fue lo último que dijo antes de caer en cuatro patas en su piel de lobo, siguiendo sigilosamente al minino cascarrabias.

El felino todavía veía rojo de lo enojado que estaba, no tenía la más mínima idea de donde se encontraba, pero eso no iba a detenerlo, prefería ir a parar al infierno antes de seguir un minuto más en compañía del lobo idiota.

El lugar no le era ni por asomo conocido, sólo los dioses sabían a donde habían ido a parar río abajo. La opción de seguir la correntada no era una buena idea, ya que según recordaba, habían caído de una cascada y no tenía pista de cómo escalar esas piedras húmedas y resbaladizas.

Llevaba una hora de caminar sin rumbo, cuando el viento cambio de dirección repentinamente, trayendo consigo un olor conocido. Deteniéndose se sentó sobre sus cuartos traseros, esa sería señal suficiente para el lobo de que había sido descubierto. La noche ya estaba avanzada, caminar sólo en territorio desconocido no era una idea muy inteligente.

No tardo mucho en escuchar unos pasos livianos sobre las hojas secas, antes de poder reaccionar, una lengua húmeda comenzó a lamer su cara peluda saludando animadamente.

Confundido Izuku saltó hacia atrás asustado, para ese gesto solo había una opción posible, el pulgoso le estaba pidiendo disculpas. Necesitando aclarar algunas cosas, Izuku regresó a su forma humana.

—¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?

—Tratando de contentar a un gatito malagradecido— se explicó Katsuki apenas estuvo en su piel de hombre, solo para recalcar el punto, le dio otra probada a la boca furiosamente cerrada de Izuku.

—Deja de jugar conmigo— suplicó sintiendo como la inocente acción del chucho le estaba endurando algo más que el mal genio—. Te perdono, solo deja de hacer el tonto.

La luna le estaba calentando la sangre a Izuku, en unos días sería luna llena y el entraría en su segundo celo. Poniéndose de pie dio algunos pasos hacía atrás, alejándose del cuerpo tentador del joven lobo.

Al ver los ojos rojos del otro chico supo que este todavía no estaba bajo el influjo de la luna.

—¿Cuándo alcanzas la mayoría de edad? — preguntó el felino algo temeroso.

La sonrisa boba de Katsuki se borró. La arruga en medio de las cejas del chico más grande dio a entender claramente que el tema no le era agradable.

—¿Para qué quieres saber? —se mofo mientras se ponía de pie en un ágil salto—. O es que me vas a presentar a tu hermana— arrugando más el ceño.

—Solo quería saber— se encogió de hombros Izuku fingiendo desinterés—. En unos días será luna llena y nos perderemos la carrera de apareamiento. En esta luna nos visitaría una manada de tigres —lo último diciéndolo como si fuera el último vaso de agua del desierto.

Si antes Katsuki estaba serio, ahora una extraña sensación se instalo en su pecho e hizo que los bellos de la nuca se le erizaran, la idea de que el minino malcriado se pusiera en jueguitos con alguien más, no le gusto para nada.

—Ustedes los gatos son unas completas putas remilgosas, pensé que firmaban un contrato y después a joder.

—¡Pues no! —se cruzo de brazos Izuku —. Y si somos o no, unas putas remilgosas, a ti que te importa —bajando el cabeza, más desanimado de lo que le gustaría admitir, agregó—. Esta será mi segunda luna...

Antes de que el felino bajara la vista, a Katsuki no le quedo la menor duda de que el chico estaba asustado, muy asustado. Levantando la nariz se concentro en sentir el olor que la brisa de la noche traía consigo. Un aroma dulce como a pasteles, tan sutil que apenas lo pudo percibir,
emanaba del cuerpo pequeño del gato.

El mes anterior ese olor le hubiera pasado desapercibido, pero con la cercanía de su primera luna llena como adulto, supo de inmediato de que se trataba.

—Eres de los que reciben —aseguró sin que le cupiera la menor duda a Katsuki —. Hueles dulce, como las hembras de mi manada cuando entran en celo— de inmediato se arrepintió de sus palabras al ver como al valiente gatito se le doblaban las rodillas, cayendo sobre el suelo cubierto de hojas secas.

Sin saber por qué, su lobo gruño ante la visión tan desvalida del felino, usualmente la debilidad causaba fastidio en su animal interior, pero en el caso de Izuku, era diferente.

—Tengo que regresar a mi manada antes de que la luna llena este en todo su esplendor— habló contra el pecho amplio de Katsuki, ya que el muchacho se había sentado junto a él y lo había llevado a acomodarse sobre su regazo—. Si algún felino solitario me huele, puede darme caza. Necesito al resto de la manada para evitar que alguien tome lo que tengo derecho a dar voluntariamente.

Katsuki entendió cual era el gran problema que tenía entre manos. El felino necesitaba tanta protección o más, que las hembras en una manada.

Entre los cambia formas habían pocos que tenían la fortaleza de un macho y la dulzura de una hembra, las leyendas decían que nacían para recordar que los dioses habían dotado de magia a sus criaturas favoritas, y que para esta, no había nada imposible.

Si todo eso no fuera suficiente, estaba el asunto de que nacían para ser compañeros de un
alfa, así que nunca faltaría quién quisiera al chico solo para demostrar que los dioses estaban a su favor.

Apretando su abrazo alrededor del delgado dorso del felino, le dio un beso suave en la cabeza cubierta de cabello verde tan oscuro, que casi era blanco.

—Puede que sea joven— quiso explicarse Katsuki—. Pero yo cuidaré de que nadie tome a la fuerza lo que eres libre de entregar a quién quieras. En mi manada puedo vencer a los lobos mayores sin mucho problema —sonriendo, agrego—. Mi padre dice que lo "patea culos" me viene de familia.

Dejando de lado sus preocupaciones Izuku no tuvo más que darle gusto al gusto y soltar una carcajada con todas las de ley.

—Estás loco —logró hablar entre risas.

Una sensación tibiecita calentó el pecho de Katsuki, estar desnudo con el pequeño cuerpo del felino sobre su regazo, piel a piel, lo hizo sentir capaz de subir la montaña más alta del mundo y bajar solo para demostrarle al felino que era fuerte y grande, capaz de cuidar cachorros y defender una pareja.

El pensamiento helo la sangre del joven lobo, tensando todo su cuerpo se dijo a sí mismo que era simple sentido del deber, que sus instintos animales estaban despertando y que por eso era natural ponerse sobre protector, eso era todo.

—Lo siento —se disculpó Izuku mientras trataba de liberarse del abrazo de Katsuki, al sentir como el cuerpo se tensaba como cuerda de guitarra—. Creo que me puse demasiado cómodo.

—¡No! —fue más un gruñido que palabras, apretando el agarre alrededor de la fina cintura, ordenó—. Te quedas justo donde estas.

—Pero...—arrugó la piel de la frente Izuku, más confundido que Adán el día de la madre —. No te entiendo.

En ese justo momento Katsuki recordó una frase con la que su padre lograba sacar de quicio a su madre, solo por el gusto de verla rabiar, algo de que cuando se enojaba se veía sexy. Hasta ese momento nunca lo había entendido

—Tu preocúpate por ser lindo —habló el lobo tentando a su precaria suerte—. Mientras yo me ocupo de pensar.

La reacción no se hizo esperar, el felino apoyo su peso con las manos en los hombros anchos de Katsuki, empujándolo de espaldas contra el suelo, pretendiendo retenerlo allí con su peso.

Él era un gatito rudo y se lo haría entender al lobo mandón a como diera lugar. Contrario a cualquier idea preconcebida que pudo haber tenido acerca de la reacción del lobo, este comenzó a reír como loco.

—No tienes idea de lo lindo que te ves cuando tus ojos verdes se incendian furiosos y me muestras esos colmillitos sanguinarios.

Izuku se sentó sobre el vientre plano del cambia-formas lobo, poniendo las manos en sus caderas, en jarra, se le quedo mirando.

—¡Estás demente!

—Naa —respondió Katsuki luchando por dejar de reír —. Es solo que nunca había conocido a alguien tan lindo y tan malcriado, todo en un pequeño paquete. Tienes corazón de dragón en recipiente de cristal.

Izuku lo miró fijamente, sin saber si darle las gracias o cortarle las pelotas al lobo sexy.

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