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Capítulo 80.- La heredera (Parte 2)

En el departamento de Yuri.

A medida que se acercaba al departamento de su chica, escuchaba más ruido. Justo lo que Hye-won necesitaba para hablar con ella, mucha gente y mucho ruido juntos. Genial— ¡Toc! ¡Toc! —golpeó la puerta varias veces y esperó.

— ¿Quie...? —Hye-won en vivo y en directo— ¡Hye-won! —la joven Chou Minatozaki detectó una sonrisa dibujada en alguna parte de la cara de su novia cuando la vio— ¿Qué haces aquí? Te dije que te fueras a tu casa —intentó cerrar la puerta, pero Hye-won se lo impidió, no podía dejar pasar esta oportunidad.

— No me voy a ir a ningún lado hasta que no me dejes hablar contigo —le dijo.

— Ahora no Hye-won —dijo abriendo la puerta para que la chica viera la habitación llena de gente que reconocía como los antiguos compañeros de universidad de Yoon Ah y su novia.

— No me interesa —el perezosito estaba más fuerte que nunca— Diles que se vayan —Presionó

— No puedo echarlos —Yuri pensó que su chica se estaba volviendo loca.

— Bien... —la rubia entró del todo al departamento— lo hago yo entonces — dijo— ¡HOLA TODOS! —Habló en forma general— LO SIENTO MUCHO, PERO LES VOY A TENER QUE PEDIR QUE SE VAYAN —Anunció.

Protestando, la gente miraba a Yuri. La castaña no quería echarlos, pero no podía evitar querer quedarse con su chica a solas. La forma en que Hye-won se estaba desenvolviendo estaba haciendo cosas en su interior— HÁGANLE CASO —dijo.

Uno por uno se fue despidiendo de la chica sin dejar de mirar mal a la más joven de las dos.

— Cualquier cosa me llamas —le digo el último de sus amigos.

— No te preocupes que yo la voy a cuidar bien —llegó Hye-won por detrás para terminar de sacar al chico y cerrar la puerta.

— Hye-won yo... —Yuri no pudo terminar porque tenía la boca de la joven sobre la de ella, con las pocas fuerzas que tenía la alejó— No... no... esto no es así, no funciona así. Tú no puedes hacer las cosas que hiciste y después rogar perdón como si nada —le dijo.

— Yuri por favor —Hye-won tomó sus manos— Me equivoqué, lo reconozco —aceptó— Pero necesito que me perdones, porque no aguanto más tu indiferencia, te necesito porque... porque

— ¿Por qué qué? —presionó Yuri.

— Porque... porque te amo ¿De acuerdo? Y porque si hice esas cosas fue porque tenía miedo de no ser suficiente para ti, de no saber qué hacer contigo...

— Tengo miedo —Confesó Yuri de repente— Tengo miedo y estoy desconcertada —dijo— Nunca había sentido por nadie lo que siento por ti mi Hye-won —Le dijo agregando una sonrisa— Pero yo también te amo —la miró y sintió como el cuerpo de Hye-won se acercaba aún más— Te amo y no me importa si el miedo no me deja hacer más... simplemente quiero sentirlo y listo —dijo.

— Te amo —volvió a repetir el perezosito— No puedo dejar de pensar en ti. Sueño contigo —abrazó a su chica— Me encanta tu perfume —le dijo oliendo su cuello.

— Lo dices porque me lo regalaste tu —se rio Yuri.

— Amo tu sonrisa —le dijo despegándose de ella— Quiero que sonrías siempre. Quiero hacerte sonreír a cada segundo. Quiero hacerte feliz —Hye-won estaba hecha toda una mujer— No sé por qué, pero ese quiero que sea el sentido de mi vida, quiero hacerte feliz y quiero...

No pudo seguir hablando porque Yuri la había apretado contra la puerta para besarla, no con suavidad, sino con una pasión casi desesperada.

— Quiero hacerte el amor —Le dijo Hye-won apenas Yuri dejó que se separaran.

— Te deseo —le dijo Yuri.

— Dímelo de nuevo por favor —pidió la joven.

— Te deseo amor de mi vida, quiero que hagamos el amor —de esa forma le estaba agradeciendo por no haberse dado por vencida con ella.

Sin dudarlo, la joven agarró la mano de Yuri y la llevó hasta su habitación. Apenas entraron volvió a besarla y sin demora alguna puso sus manos por debajo de la remera de su novia para acariciar su espalda. Poco a poco Yuri fue cayendo en la cama.

Hye-won frenó el beso cuando se aseguró que Yuri estaba recostada. Agarró el rostro de su chica y miró profundamente en sus ojos— Dilo de nuevo —pidió— Quiero escucharte —agregó.

Yuri se demoró perdida en los ojos de la rubia— Quiero sentirte dentro de mí—susurró.

— ¡DIOS! —gritó la mayor de las dos. Hye-won había aprovechado lo distraída que estaba Lia por las caricias en sus pechos, y había metido una de sus manos bajo la ropa interior para acariciarle la entrada de su parte más íntima— ¡Hye-won! —Imploró, estaba siendo insoportable.

Se desesperó cuando la vio incorporarse delante de ella. Hye-won se apresuró para desnudarse, quería estar en igualdad de condiciones que su chica. Hye-won sonrió cuando vio a Yuri levantar una ceja al ver sus pechos desnudos. La rubia se acostó sobre ella logrando el contacto entre sus pechos.

— ¿Te gusta lo que ves? —le susurró al oído.

— Si —suspiró Yuri— Mucho —agregó

— ¿Todavía me quieres dentro de ti? —preguntó provocando.

— ¡Si! ¡Ahora mismo por favor! ¡Ahora amor! —No pudo terminar de suplicar. Hye-won entró en ella con un impulso decidido. Mucho esfuerzo no necesito por la humedad que tenía el centro de Yuri. Ambas parecieron congelarse, Yuri con la cabeza hacia atrás, la boca entre abierta y los párpados bajos y relajados. Hye-won con la espalda arqueada y el cuello en tensión— Te amo —Le dijo la joven para después empezar a mover sus dedos con ritmo. La fuerza que usaba, hacía que Yuri se fuera desplazando por la cama, la joven Chou Minatozaki estaba como loca. Para colmo, los gemidos de su chica parecían provocarla aún más. Empujó de nuevo hasta que un dedo no le pareció suficiente y al grito de "más" de su novia hizo que agregara otro más. Estaban tan pegadas que parecían una sola.

— Te amo —Esta vez fue la castaña la que lo decía— No te detengas —no tenía idea como sabía Hye-won lo que estaba haciendo, y para ser sincera, si lo había aprendido de la porno, en este momento estaba muy agradecida— ¡DIOS! ¡HYE-WON! —La joven seguía con toda su energía empujando sobre ella.

— Mírame Yuri —Pidió— Mírame —repitió. Hye-won seguía moviéndose en ella y Yuri hizo lo que pudo para no sacarle la vista de encima. Cada vez lo sentía más cerca.

Apenas Hye-won sintió el orgasmo de su novia, se enamoró de su cara, de sus gritos, de sus gemidos. Definitivamente podía acostumbrarse a esto.

— Eres espectacular —Le dijo la mayor— Eres... eres... ¡Dios! —no sabía cómo explicarlo— Eres todo —concluyó.

— No podía dejar de mirarte —le confesó Hye-won— tus gemidos me pusieron la piel de gallina. Cuando te sentí contrayéndote en mis dedos, me sentía en el cielo —todo era nuevo para ellas.

— Ryujin —suspiró Yuri de nuevo excitada— Te amo —se reincorporó en la cama para besarla

Cuando se separaron pudo ver el deseo en la joven Minatozaki. Había despertado un monstruo y Sana ya le había advertido de esto.

— ¿Vamos de nuevo? —preguntó la jovencita. Menos mal que el baño de Yuri tenía llave.



En la salida de la fiesta.

Por fin la morena había salido del gentío, de la estúpida fiesta, de la condenada marea de gente que se le quedó mirando cuando golpeo al estúpido doctorcito ese. Su mano estaba dolorida y en lo único que podía pensar era en su mujer consolando al cabrón ese. Se tuvo que apoyar un momento en una de las paredes de los edificios contiguos al lugar.

— ¡TZUYU! —Abrió los ojos para recibir la furiosa mirada de su mujer, lejos de acobardarse mantuvo los ojos sobre los de ella— ¿QUE DEMONIOS HACES? CASI LE PARTES LA NARIZ —no era momento para reprocharle eso.

— PUES QUE MAL, PORQUE SE LA TENDRÍA QUE HABER PARTIDO —contestó— Además te tiene a ti para que lo atiendas ¿Por qué no estás con él? Anda, ve y consuélalo —el veneno salía de la boca de la morena.

— No digas estupideces ¿Quieres? —Le contestó Sana— Era mi deber quedarme allí, pero apenas te vi salir corrí hacia acá —le daba explicaciones— Déjame verte la mano —intento agarrársela, pero Tzuyu no se dejó. Sana giró los ojos ante la testarudez de su mujer— QUE ME DEJES VER TU MANO TE DIGO —Sin esperar la agarró de vuelta.

— ¡Auch! —se quejó la morena cundo Sana la tocó.

— No seas exagerada —su esposa podía ser una chillona cuando quería— ¿A qué viniste? —le preguntó.

— No es obvio —Le habló sin mirarla— A buscarte —sentenció— A pedirte perdón. A decirte que tienes razón, que soy una estúpida por no pensar en cómo puede afectarte a ti que yo vea esas estúpidas películas y esas condenadas revistas —Sana escuchaba mientras examinaba la mano de su mujer y sonreía por lo bajo. Tzuyu retiró la mano rápidamente— Ya te puedes ir a seguir moviéndole el trasero al doctorcito —le dijo. Sana volvió a reír, iba a seguirle el juego a la celosa esa.

— De acuerdo. Me voy a moverle el trasero —Dijo— Después de todo no sacó la vista de él en ningún momento, estoy segura que le va a encantar tenerlo cerca de nuevo —Giró para marcharse, y Tzuyu la sujetó por la muñeca y la arrastró hacia el callejón de la vuelta, Sana lo permitió porque no quería, no deseaba separarse de su mujer. La sombra y la noche las cubrían.

— Detesto que ese tipo se crea con el derecho a mirarte, a tocarte, a siquiera pensar que puede llegar a tener una oportunidad contigo —le dijo la morena con rabia— ¿Con que derecho lo hace? —dijo fuerte.

— Basta Tzuyu, con ningún derecho lo hace —la calmó— En todo caso yo debería preguntarme lo mismo con esa tipeja de Soojin, nunca pierde oportunidad para tratar de seducirte —dijo.

— Sin embargo, no te afectó ni un pelo verme con ella —soltó la morena— Ya no te intereso —Sentenció Tzuyu.

Sana bajó la mirada sosteniendo la risa ante los pucheros de su mujer. Se enfocó en el escote de su chica. Se imaginó rozando los pezones erectos y marcados a través de la musculosa de Tzuyu, y a las palpitaciones de su pecho se le sumaron las de su parte intima, que se convirtieron en una filosa punzada cuando las manos de Tzuyu le rodearon el cuello y sus pulgares le ejercieron presión en la barbilla para exigirle que la mirara.

— Si te intereso —le dijo segura Tzuyu— te intereso porque te gusta verme así celosa y enojada, te gusta que me agarre a trompadas con cuanto tipo o tipa te mire o siquiera se atreva a olerte —le dijo.

Sana profundizó la mirada y esta vez no evitó que su sonrisa saliera— Me encanta —confesó.

Tzuyu sonrió también— Solo con mirarte me pongo como loca, no te das una idea de lo mojada que me pone volver a tocarte... Dios mío, Sana, me vuelves loca —suspiró cerrando los ojos— Fue una semana eterna, te extrañe demasiado — Tzuyu se inclinó para besarla, pero Sana corrió la cabeza. Tzuyu intentó atrapar los labios de nuevo, pero Sana volvió a esquivarla.

— No —susurró la rubia— no quiero —Quería aguantar, quería hacer sufrir a su mujer la espera que ella también tuvo que sufrir.

— ¿Por qué no? —le susurró la morena, y sus manos se ajustaron a la cintura de Sana y le pegaron la pelvis a su centro— ¿Ya no te excito? —preguntó.

— Un poco nada más —mintió haciéndose rogar. Tzuyu lo sabía.

— ¿Acaso quieres que vaya a llamar al imbécil del doctor ese? —dijo provocando la morena.

— Deja —Sana intentó soltarse de su mujer— Ya lo voy a buscar yo —le dijo.

El mecanismo de Tzuyu se volvía a encender. Aprisionó a Sana contra la pared, le envolvió la cintura con su brazo izquierdo y le sujetó la mandíbula con la mano derecha haciendo que sus labios sobresalieran.

— Ni se te ocurra —le advirtió, Sana que seguía echándole leña al fuego, su voz salía distorsionada.

No se trató de un beso, sino más bien de un asalto violento en el que la boca de la rubia desapareció dentro de la de Tzuyu. Literalmente se la devoró, e inició un juego suave que camuflaba la fiereza que logró que Sana abriera sus dientes y la dejara entrar. Se produjo un cambio en la respiración de ambas cuando la lengua de Tzuyu penetraba la boca de Sana iniciando una lucha con la lengua de la fotógrafa. Tzuyu le hurgó cada recoveco que le confería la autoridad de ser dueña de esa mujer. Le succionó la lengua como lo hubiera hecho con un pezón y se introdujo profundamente en su boca hasta saber que la ahogaba. Supo el instante en que Sana se rendía y se entregaba a ella, y la bestia volvió a ser dueña de su ser cuando las manos de su rubia le atraparon la nuca. La reacomodó en sus brazos, y le besó en el cuello, y le dibujó las líneas de las orejas con la punta de la lengua hasta que la boca de Sana salió a buscar la de ella.

El ruido de los autos que pasaban por allí, las voces de gente cercana e inclusive la música que se alcanzaba a oír de la fiesta, no bastaban para silenciar los gemidos de Sana ni la respiración agitada de la morena.

Tzuyu metió su mano por abajó del vestido de Sana y la deslizó bajó la ropa interior de algodón hasta lograr apretarle el trasero, no pudo evitar pensar lo cerca que había estado el doctorcito de el trasero de su mujer, de SU trasero. Odio a Sana con la misma intensidad que la amaba por permitirle a ese imbécil que la mirara. Hundió la mano en la hendidura de su trasero y la acarició una vez más, una y otra vez, hacia atrás y hacia adelante, con suaves tirones. Sana se convulsionó contra el pecho de Tzuyu, había sido atacada por una descarga eléctrica, echó la cabeza hacia atrás, gritó y, de manera mecánica, como si estuviera por caer de espaldas se agarró con una mano del cuello de su mujer y con la otra logró clavarle las uñas en la espalda. Tzuyu agarró la mano que estaba en su nuca y la empezó a besar, a calentarla, a rozarla con los labios.

— ¿Qué fue eso? ¿Un orgasmo? —le preguntó Tzuyu orgullosa.

Sana asintió apenas, agitada, pasmada, aturdida a causa del placer. Tzuyu le tocó la palma con la punta de la lengua y Sana retiró la mano para ponerla en el hombro de su mujer.

— Júrame —Le exigió la morena— que solo conmigo has temblado así.

Como Sana se había quedado en el silencio, con los ojos cerrados, lo labios empalidecidos y su respiración cambiante, Tzuyu continuó bajando su mano hasta alcanzar el centro húmedo de la rubia. Sana hizo hacia atrás su cabeza hasta dar con la pared y se quejó débilmente. Tzuyu, sin pestañear, soltó una risita sarcástica y la penetró con el índice y mientras dibujaba círculos con el pulgar sobre el clítoris hinchado de su rubia.

La fotógrafa gimió, más bien parecía un lamento, no podía resistirse a su mujer y, su pelvis inició un vaivén sobre la mano de la morena. Sollozó cuando Tzuyu detuvo los masajes para hablarle de nuevo sobre los labios.

— ¿Quién te calienta como yo? —la increpó, y, con tal de que siguiera frotándola le confesó la verdad, cayendo fácilmente en la lengua de Tzuyu.

— Nadie —contestó honestamente Sana.

— ¿Hay alguien que te haya tocado así? —otra pregunta que generaba más desesperación.

— POR FAVOR —Suplicó, y Tzuyu volvió a penetrarla con los dedos y a besarla, hasta que sacó la lengua de su boca y la mano de su centro para causarle a la rubia una nueva frustración.

— ¿Quién es la única que te calienta? —insistió.

— TU —Respondió sin dudar.

— Dilo de nuevo, con mi nombre ¡DILO! —presionó.

— Tu Tzuyu, tu eres la única que me calienta —dijo como pudo.

— Otra vez —volvió a pedir.

— Chou Minatozaki, tu eres la única que me pone así —le aseguró.

Sana no era consciente del chantaje que estaba viviendo, solo quería que Tzuyu volviera a tocarla otra vez

— ¿Qué significo para ti Sana? —le preguntó la morena más tranquila, mientras arrastraba su boca por el rostro de su chica, aun por la nariz donde depositaba pequeños besos para marcarle su contorno.

— Eres todo para mí —le dijo.

Los labios de Tzuyu se separaron en una sonrisa triunfal, le gusto que lo dijera así. Retomó las caricias y el movimiento de sus dedos dentro de ella con lentitud intencionada hasta conducirla a la desesperación.

— ¡POR FAVOR TZUYU! —hablaba una desesperada Sana.

— Si mi amor, si —Tzuyu no la iba a hacer esperar más.

No tuvo mayor dificultad en aliviarla. En pocos segundos Sana perforaba el silencio del callejón con chillidos agudos y sostenidos que Tzuyu deseaba que llegaran hasta los oídos del estúpido doctor ese.

Sana quedó quieta, con su frente apoyada sobre el lado del corazón de Tzuyu. La firmeza del cuerpo de la morena y la dureza de sus músculos eran reconfortantes. Las manos de la morena que la mantenían en pie, aun la excitaban solo con transmitirle calor y poder. No quería mirarla a la cara, aun después de años de matrimonio y de millones de cosas vividas, aun le daba vergüenza haber hecho estas cosas en un callejón.

— No vuelvas a decirme que no te excito —no lo podía soportar.

Sana no podía hablar, prefirió dejar suaves y delicados besos en el hombro de su mujer que le transmitiera todo lo que quería decirle. Sin perder tiempo, la morena alzó a su mujer y se la llevó hasta su auto. Aún no terminaba.



Al Día siguiente.

Tzuyu estaba encerrada en el baño de su habitación esperando a que alguna de sus hijas se despertara para venir a rescatarla cuando su celular empezó a sonar "perezosito llamando".

— Hola Hye —Contestó— ¿Llegaste a casa? Porque necesito que me saques del baño —le dijo.

— Hola mami —Respondió— lo siento mucho pero no voy a poder ayudarte —le dijo.

Tzuyu frunció el ceño— ¿Y por qué no? —le preguntó, no quería pasar mucho tiempo encerrada.

— Porque para eso, primero vas a tener que venir tu a sacarme del baño de Yuri —confesó

— ¿En serio? —Tzuyu sonrió orgullosa de su hija.

— Sip —contestó riendo la jovencita— Y ¿Soy o no soy? —le preguntó a su madre curiosa.

— Si perezosito... definitivamente eres LA HEREDERA —confirmó.

Mientras madre e hija seguían esperando por su rescate, Sana recibía un mensaje de Yuri "Gracias por recomendarme las pastillas. No puedo ni caminar".

Yuri recibía la siguiente respuesta "Ve acostumbrándote. Una vez suelta, la bestia no para. Y al parecer la mini bestia tampoco".

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