08
》Capítulo 08
Solía pensar que las cosas sucedían porque así debía de ser.
Toda mi vida descarté la posibilidad de que el futuro fuese en realidad algo manipulable y los viajes en el tiempo algo posible.
Me enseñaste que el presente podía cambiar con tan sólo chasquear los dedos, sentí miedo de equivocarme pero aún así te hablé.
Estaba seguro de que conocía los temas, las respuestas, había estudiado, aún así me sentía tan ilógico cuando me expresaba contigo.
Aquella tarde llegaste como lo habías prometido, como siempre prometías, comenzaba a serme normal verte aparecer en el sendero y entrar en la casa. A veces no hacía falta salir para hacer de la clase algo divertido o emocionante, en aquel momento mientras ambos mirábamos el techo de mi habitación acostados en mi cama, me hice preguntas que no sabía cómo responder, estaba destinado a perderme.
- No se trata del mundo. Las personas "hacen" del mundo lo que quieren ver. -me refutaste.
- Entonces, ¿el hombre vive como piensa?
- Uhm...¿Cuál era la otra opción?
- El hombre piensa como vive. -recalqué.
Suspiraste.
- Me rindo, mejor hablemos de la belleza... -sonreíste y me miraste en busca de algún signo de aprobación.
- Está bien -entorné lo ojos.
Volviste a observar arriba.
- Me parece curioso que lo que unas personas consideran horrible e inmundo sea para otros lo más encantador del universo.
- Elegiste uno difícil -opiné.
Reíste: - Pero es interesante, ¿no es así? Si fueramos capaces de ver con los mismos ojos que los demás, no existirían conflictos. Es imposible no amar la belleza, como el soldado encuentra algo hermoso en morir por su patria o el artista que encuentra belleza en pintar el infierno...
- Es que, Philip, es subjetiva, si la belleza fuese la misma para todos, todos se pelearían por poseerla. Tú lo dijiste, es imposible no amarla, entonces habrás de quererla para ti, es preciso que haya soldados pero también civiles a los que proteger, una patria por la cual librar la batalla, si todos encontraran la belleza en la guerra, ¿quién curaría a los heridos de esta? ¿Quién esperaría a ser defendido?¿Y de qué? Si batallar fuera un obsequio, todos anhelarían morir en sus brazos.
Hubo silencio ante mi argumento, me avergoncé por ir tan lejos y cuestionarte, pero debía de ser firme contigo, era tu amigo pero también tu maestro.
- Vaya... -soltaste al cabo- ¿Y no consideramos ya hermosas a las mismas cosas?
- Pues sí, pero también luchamos por lo que consideramos digno, los ideales del hombre van más allá de poseer lo hermoso, debe también poseer lo único, lo valioso, los bienes de otros.
- Somos horribles y malvados... -dijiste.
Reí.
- ¿Y puede alguien encontrar belleza en el mal? -interrogué.
Lo pensaste y me dijiste, que muchas veces confundiamos lo más hermoso con lo putrefacto, y que a veces aquello que es horrible por fuera en realidad es hermoso por dentro.
Yo hallé inocencia en tus palabras, puesto que no era eso lo que quería hacerte pensar... Sino en el amor que alguien puede entregarle a aquello que es imperfecto.
- Te hablaré de un libro de poemas... -respondí- Les fleurs du mal o Las flores del mal, del francés. Es una obra de Charles Baudelaire.
- ¿Qué tiene de especial? -me preguntaste.
- Que mientras todos escribían poemas acerca de la luna, las estrellas y la mujer más hermosa del pueblo... Este autor se dio la tarea de crear poemas dedicados a lo más insípido y repugnante que el ser humano imaginaba en la época.
- ¡Qué descarado!
- Qué valiente -añadí.
Te volteaste hacia mi y recostaste tu cabeza en la palma de tu mano con tu codo flexionado cual soporte. Me diste toda tu atención y yo a ti la mía.
Estaba a punto de recitarte un poema, se supone que los poemas deben decir cosas bellas, deben llegar a tu corazón y hacer que chispas iluminen tus ojos, no estaba seguro de si el que había elegido era el correcto para provocar aquello, es más, estaba seguro de que no lo haría.
Conocía tus buenos sentimientos y te creía capaz de encontrar belleza en lo que la carecía... y es por eso que te mostré aquella parte sensible de mí.
- " Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia, la culpa, la vergüenza, el hastío, los sollozos y los vagos terrores de esas horribles noches que al corazón oprimen cual papel aplastado?
Ángel lleno de gozo, ¿sabes lo que es la angustia?
Ángel de bondad lleno, ¿sabes lo que es el odio, las lágrimas de hiel y los puños crispados, cuando su infernal voz levanta la venganza y el capitán se erige de nuestras facultades?
Ángel de bondad lleno: ¿sabes lo que es el odio?"
Tu mirada se iba perdiendo en mí y me sentía poderoso, había algo que cambió en aquel momento, cuando acabé de recitar el poema y tus ojos seguían conectados con los míos... Algo que fue reemplazado por el vínculo inmutable de nuestros corazones acelerándose, porque sí, por primera vez pude escuchar el tuyo ir tan rápido como el mío. Y te elevaste un poco sobre tus brazos hasta quedar sobre mí, mirándome cautivadoramente y acercándote cada vez más.
Jamás me había sentido tan vivo, jamás había sentido tantas emociones en un sólo momento. Y no podía dejar de pensar en todos los posibles finales y consecuencias, pero tus labios se juntaron con los míos, mis ojos se cerraron con fuerza y mis manos fueron a parar a tu espalda.
Me besaste.
Y la vida, que antes carecía de un perpetuo sentido, pareció al fin tener coherencia. Podría jurar que cada célula de mi cuerpo grabó la sensación de tenerte tan cerca en su interior y entonces sería incapaz de soltarte.
Los movimientos de tus labios sobre los míos fueron delicados, a diferencia de mí, tú sabías lo que hacías, fuiste mi primer amigo y también mi primer beso.
Sentía que se me escapaba el oxígeno, cuando entreabría mis labios, tú deslizabas tu lengua entre ellos, casi no podía soportarlo. Mis suspiros adornaron el ambiente, exhalé y tú volviste a tomar la iniciativa, acortaste la distancia entre nuestros torsos y sentí tu cuerpo contra el mío...
No conocía nada que se le pareciera al acto de unirnos en aquel ósculo, de tenerte entre mis brazos y ser igual a ti.
Un tú, sin experiencia.
Colocaste tu mano derecha en mi mejilla y sentí aquella calidez inundarme desde la punta de mis pies hasta el rostro, un cosquilleo se apoderó de mis entrañas, fui testigo de la energía que emanaban nuestros cuerpos.
Y continuamos entrelazándonos.
Cuando te separaste de mí me sentí pequeño, como si después me arrojarías lejos y te parecería menos interesante. Pero sólo me sonreíste y acariciaste mis mejillas sonrojadas.
Mis labios estaban algo inflamados y apenas podía sentirlos, aún procesaba lo anteriormente sucedido...
Sentí que no sabía nada hasta que te conocí, que todo lo que creía conocer era en realidad un universo desconcertante y fatuo.
Me miraste, trataste de decirme sólo con tus ojos que ya nada importaba, que sólo me necesitabas a mí y yo, que en ese momento aún no había comprendido qué significaban todos esos sentimientos, sólo pude traducirlos en una oración.
Me había enamorado de ti.
De tus virtudes y defectos, de cada error y cada victoria, cada pedazo de ti abrazaba uno mío y hacía doloroso el acto de decir adiós, incluso si te vería al día siguiente, y el que sigue, porque así es como creí que sería, como me había acostumbrado a que fuera.
Tú y yo, en el silencio del bosque, escuchando el río y el latir de nuestros corazones. No sé si fui el único que pensó así, pero no me arrepiento de haberte amado.
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¿Ahora sí?
"Ahora soy propenso a la miseria, déjame tomar tu mano, sólo si prometes no irte..."
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