CAPÍTULO 3 🍂
CAPÍTULO 3
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Mi madre Gillian me regaña cuando le pido si por favor puede prepararme un café. Dice que estoy con medicamentos y que no puedo ingerir cafeína. Yo pienso en que no sé cómo voy a atravesar el día si no tomo un poco de café. No he podido dormir en toda la noche. Ni siquiera tuve algo con lo que divertirme un rato, ha sido horrible. Mirar el techo hasta que escuchas movimiento en la casa porque se hicieron las ocho de la mañana, no es nada bonito. Mamá Bryoni ha ido a trabajar, por eso se levantó a esa hora y yo le pedí si me podía ayudar tras mi noche más exasperante de todas. De verdad, me arrepiento haberme despertado del coma porque tengo que enfrentarme a una mente perdida y no se lo deseo a nadie en el mundo. No conozco a nadie tampoco, pero de todos modos.
—¿Y qué haré con mi vida entonces, mamá? Suficiente sacándome el riñón, ¿y me quieren sacar el café además? Increíble —digo, simulando estar indignada.
Su mirada se enternece al escucharme llamarla mamá.
—Cariño, es para que te recuperes pronto. Si bebes, aunque sea un poquito de café, va a hacerte mal. Debes cuidarte mucho. ¿O es que acaso no quieres recuperarte? ¿O prefieres dejar los medicamentos y soportar el dolor?
Me encojo de hombros, y luego llevo la mano a mi cabeza. Cuando no colabora y me deja recalculando me hace sentir tonta, además de que ahora comenzó a doler un poco más.
—Sólo quiero que el sueño se vaya, o dormirme hasta mañana. ¿Hay forma de que eso pase?
Se mantiene pensativa unos momentos, sentándose en el sofá al lado mío. Pedí que me sentaran aquí, siento el cacharro un poco duro a estas horas de la mañana.
—Cuando mantenemos la cabeza ocupada, el tiempo tiende a correr más rápido. Cuando quieras darte cuenta, ya será hora de cenar y luego a descansar. ¿Qué te parece?
—Pues, no sé si hay forma de distraer a mi cabeza exactamente. Se pierde en los vacíos que tiene, por todos lados, todo el tiempo. Además, será peor si me quedaré aquí sola en la casa.
Frunce el ceño.
—¿Qué te hace pensar que te dejaré aquí, sola?
—Pues, tendrás que ir a trabajar, supongo. Como mamá.
—Tranquila, estaré aquí hasta que estés mejor y seas capaz de valerte por ti misma. En mi trabajo ya lo saben todo. Y mandan saludos para ti, por cierto. Aunque no recuerdes a mis compañeros. Ellos te conocen desde que eras una bebé.
Lleva la taza con el té a sus labios, y bebe un sorbo mientras la observo atenta. Su cabello es rizado, como el mío. Me gusta mucho. Y sus grandes ojos cafés me recuerdan algo, pero no logro darme cuenta a qué con exactitud. Son muy bellos también.
Me devuelve la mirada y me dedica una sonrisa.
—¿Hace cuántos años tienes ese empleo, entonces? Si me conocen hace tanto…
Esa pregunta tiene dos propósitos. El primero, calcularle aproximadamente cuántos años se supone que debo tener. El segundo, realmente tiene su pizca de curiosidad respecto al tema.
No tiene que pensar demasiado la respuesta, pero me mira por unos momentos como si estuviese preguntándose cuál es el límite de lo que puede decirme y dónde tiene que callar.
—Unos diecinueve años, me aceptaron allí gracias a tu madre.
Primer dato recolectado del día, y eso que son las nueve de la mañana. Sonrío, felicitándome mentalmente por mi pequeño logro.
—Oh, ¿de verdad? —Me las imagino a ambas, con unos veinte años, mirándose de reojo sin que la otra se diera cuenta siquiera, y abrazo un cojín con el brazo que puedo—. ¿Y hace cuánto la conoces a ella? ¿Obtuviste el empleo mientras eran novias, o lo fueron después? ¿Quién se declaró primero? ¿Ya se casaron, verdad?
Por un momento siento que la estoy abombardando con preguntas, pero no parece molestarle en absoluto. Me observa, percatándose de algo tras dejar de mirarme con aquella dulzura que desborda de sus ojos, y vuelve a beber de su té antes de empezar a responder.
—Nos comprometimos hace tres meses, cielo. Vamos a casarnos en otoño del año que viene.
Sin saber explicar por qué, los ojos se me llenan de lágrimas de inmediato y me invade la emoción. Olvido mis dolores, mis yesos tan molestos y exijo para mis adentros que me cuente más. Me gustaría mucho poder recordar esa noticia.
—Ay mamá, eso es tan… tan… Oh, me pone muy contenta. Es bueno saber que al menos no olvidé ninguna boda, sino que aún no ocurrió. Prometo que gritaré y comeré mucho en la fiesta.
Me río bajito, y ella me sonríe llevando una mano a su anillo inconscientemente.
—Cuando lo viste y escuchaste todo, te habías puesto a llorar ahí mismo. Y eso que es muy difícil conmoverte hasta el punto de las lágrimas, Kath.
—Oh, no hablemos de Kathleen ahora —le reprendo, y le pido un sorbo de su té. Una vez que bebo, continúo—. Vamos, sigue contestándome, necesito saberlo.
Suelta una carcajada, y dejando la taza sobre la mesita de café, sigue:
—Ella se confesó primero, yo no tenía suficiente valor. En aquel entonces, mis inseguridades me tapaban demasiado y no era capaz de hablar cuando lo necesitaba o actuar cuando debía. Recuerdo que cuando me lo dijo, yo me sentía como gelatina. Ni siquiera sé si le pude responder algo coherente. Tal vez me fui corriendo, lo que sería bastante probable. Sonrío, imaginándolas de nuevo. Mamá retoma—. De hecho… nos conocimos allí. En mi trabajo actual. Ella es la hija de la rectora de aquel colegio, ¿sabes? En aquel entonces Bryoni estaba en el gabinete psicopedagógico.
Me pierdo en su respuesta. Frunzo el entrecejo, notando que hay algo que me estoy perdiendo en el medio o posiblemente haya algo que no lo haya entendido correctamente.
—Espera… —le pido, interrumpiéndola—. ¿Cómo pudiste conocerla allí? Si dijiste que conseguiste el puesto gracias a ella. No lo entiendo.
Asiente lentamente con la cabeza, recuperando la taza. Le da un sorbo y me la extiende.
—Todo esto tú ya lo sabes, ¿si? Claro que no lo recuerdas, pero quédate tranquila que desde pequeña tú siempre lo supiste. —Me mira expectante, tal vez creyendo que voy a interferir de nuevo diciendo algo como “¡Sí, sí! Tienes toda la razón, lo recuerdo como si hubiese pasado ayer” pero solo la contemplo más confundida—. Biológicamente, yo soy tu tía materna, Kath.
Me quedo recalculando por unos segundos, viéndome a mí en ella; por nuestros rasgos parecidos, y ante mi desconcierto creo que se siente un tanto nerviosa. Sólo la recuerdo a ella, diciéndome “Hola cielo, aquí está tu madre. Tranquila” una vez que desperté algo ida en el hospital mientras hablaba en coreano, y tras abrir los ojos y verlo todo terminé desesperada intentando arrancarme el suero de mi brazo.
Froto mi frente, frustrada porque las fichas no se unen tan fácilmente.
—Creo que no estoy entendiendo mucho… ¿Tu hermana quién es?
—Se llamaba Emmaline. —Sonríe de lado—. No has llegado a conocerla. Falleció tras el parto, y era madre soltera. Yo soy menor que ella por dos años. Vivíamos juntas, y me consiguió trabajo cuando me recibí de profesora. Ella lo era, también. De historia.
Parpadeo un par de veces, dándome cuenta a dónde hemos llegado. Mi mente se demora unos segundos en absorber toda la información, pero una vez que me recompongo, le sonrío y hago la taza a un lado. Busco su mano, y le doy un apretón.
—Gracias —consigo susurrar apenas, y veo sus ojos cristalizados—. Por cuidar de mí, en primer lugar. Y por estar ayudándome a encontrarme de vuelta. Mamá no quiere hablarme mucho sobre la Kathleen que yo no conozco… La entiendo, supongo, pero es muy frustrante para mí.
—Lamento si no tenía que hablar demasiado, pero creo que nadie merece ser privado de la verdad. Y sé que ahora tú la quieres más que nadie… Te comprendo, créeme. Yo también fui alguien a quien no conocí; es lógico que busques respuestas por cada rincón. Pero tu mamá está muy preocupada por ti, y quiere cuidarte. Tal vez de una forma un tanto diferente a como lo haría yo, pero eso no quiere decir que ella esté equivocada. De cierta forma, yo también prefiero que recuerdes lo más posible tú sola. Pero ya que hablamos sobre el tema, no creo que sea justo tener que mentirte. Sólo… intenta no preguntar mucho, ¿sabes? En especial a ella. Todo a su tiempo, linda. Muchas respuestas terminan llegando cuando menos lo esperas. —Lleva una mano a mi mejilla, acariciándome con sus dedos—. Mírame a mí… Las preguntas me pesaban en la espalda tanto como no tienes idea… Conocí a Bryoni, y tras un tiempo, supe que ya tenía todas las respuestas. Lo que no me venía venir… es que después hayan cambiado todas las incógnitas. Siempre habrá alguna pregunta dando vueltas en tu cabecita, Kathleen. Pero no te conformes con sólo contestarlas.
Quiero llorar una vez más, aunque me niego a hacerlo y trago las lágrimas brindándole una última sonrisa. Dejo mi mano sobre la suya, y en voz baja le pido que me abrace con cuidado. Estos fueron los únicos minutos en los que me he sentido acompañada, acompañada de verdad. Sin tantos huecos, sin tanta incertidumbre, sin tantas palabras intentando ser ocultadas, sin tanto silencio. Y se lo agradezco, una vez más. Mamá acaricia mi pelo, y entre sus brazos sólo puedo desear que Kathleen siempre haya visto a su madre como una mujer maravillosa.
—Creí que mamá B era la psicóloga —suelto, rompiendo el silencio, y su pecho vibra cuando la oigo reír.
—Y lo es —responde, apartándose—. Pero al fin y al cabo, la vida siempre te enseña. No sólo los libros que estudias para un título. Tu mamá me enseñó demasiado en todos estos años, también. Ambas aprendimos mucho de ella.
—Espero poder ver todo lo que aprendí de ella pronto. No quiero perderme de esas cosas. Apuesto a que dice cosas maravillosas como lo haces tú.
Se ríe por lo bajo, antes de responder que, aunque no le crea, no estoy perdiéndome de todo lo que creo estar perdiéndome. Que, a veces, sólo es cuestión de saber abrir bien los ojos sin negarse a ver la realidad. Yo le digo que muy probablemente tenga razón.
Durante los siguientes minutos me vienen a la mente muchas más preguntas, aunque simples y fáciles, que creo que sí será capaz de respondérmelas. Al fin y al cabo, pienso que no perderé nada (además de unos cuantos pelos, tengo la costumbre de tirar de mis mechones para que las ideas me vengan más rápido, aunque siempre fallo).
Tras unas cuantas horas y haber acabado el almuerzo, estoy exhausta. Mis hombros duelen, mis párpados caen y sufrí calambres en las piernas más de tres veces. Lo único que me pudo decir es que tengo dieciocho años, aunque no me quejo. No saber mi edad era el colmo, ¿no lo crees?
Ella me acompaña a mi recámara porque quiero intentar dormir y tener éxito esta vez. Puesto que estoy con la misma ropa desde que salí del hospital, me siento pegoteada e incómoda. Necesito usar ropa más suelta ahora, especialmente hoy que hace un poco más de calor. Después de todo, creo que no me he equivocado y sí estamos en primavera. Mi madre dice que buscará las prendas por mí, y yo le digo que no es necesario. Me ayuda a levantarme de la silla frente al ropero. Reposo mi peso sobre la otra pierna y reviso entre la ropa como si estuviese buscando algo que sé que encontraré. Encuentro un pijama banco con detalles en color pastel, y lo tomo. Como estoy de pie llego a leer algunas notas adhesivas que ayer no he podido, aunque ninguna me dice nada. Supongo que tendré que empezar a buscar por otro lado.
Me guía hacia la cama, y me ayuda a cambiarme de ropa mientras mis ojos amagan con cerrarse. Antes de irse, me dice que si necesito algo sólo tengo que llamarla. Le contesto que no se preocupe, que voy a estar bien.
Con los cojines debajo de mi pierna izquierda y el brazo sobre mí, cierro los ojos. Tengo la ventana al lado, la cual permite entrar la luz del sol y la claridad me molesta un poco. Me estiro, con la intención de correr las cortinas, pero me detengo. Los vidrios están sucios, tienen dedos marcados. Supongo que si no sé qué hacer para despejarme tendré que empezar a limpiar un poco.
Froto la tela de la cortina contra la ventana, pero no sale. Inclino la cabeza, pensando que tal vez se haya ensuciado del otro lado del vidrio, y observo por unos segundos con la mirada fija aunque con ojos algo somnolientos. Las marcas parecen letras, e intento buscarles un poco más de forma. Cuando la encuentro, se atora el aire en mi garganta. Parpadeo, creyendo que he leído mal, pero las mismas palabras siguen apareciéndose bajo mi mirada:
I wanna reset.
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