Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 15 🌺

CAPÍTULO 15
🌷🍁🍂🌹🌺🌻🌼🌾🌵

Miro con atención el campo de deportes. Mis ojos vagan por donde el césped se extiende y veo a todos mis compañeros trotar por la cancha. Algunos rostros reflejan cansancio y otros apenas se inmutan de las ocho vueltas que han tenido que dar. Veo que Gia se dobla sobre sus rodillas deteniéndose para tomar aire unos momentos. Su cabello está atado pero unos cuantos mechones pequeños se pegan al sudor de su rostro. Sus mejillas están sonrojadas y sus ojos verdes piden un descanso a gritos que todos serían capaces de escuchar. Miro la silla que me sostiene, mis yesos inmóviles y la falda que cubre mi piel llena de cicatrices. La caída me rasguñó demasiado. Noto mi respiración regular y por unos momentos deseo poder darle a Gia el aire que le falta, pero ella hace como si nada necesitara y continúa la marcha antes de que noten siquiera que se ha detenido.

El profesor les dice qué hacer una vez que acaban las diez vueltas al campo y yo lo observo todo. Escucho que Archie le pide que por favor deje de llamarlo Archibald, dice que lo hace sentir viejo y él es la juventud personificada. El docente no le presta atención y Archie bufa, yendo hacia el lugar que le señala. Ve que lo estoy observando con ojos entrecerrados a la distancia y se emociona de repente, alzando la mano en mi dirección y saludándome como si fuera una especie de celebridad. Le saludo de vuelta, y los que están a su alrededor lo miran extraño por la energía que acumula después de correr tantos metros en quince minutos. Alguien lo codea y le hace prestar atención a lo que ocurre, ya que el profesor pide que se dividan en tres grupos tras dejar una pelota en el suelo. Cuando distingo que van a jugar al fútbol, la impaciencia me consume y lo único que llego a desear es poder estar en alguno de los grupos para jugar junto a los demás. Pero no. Estoy aquí, a un lado, en la maldita silla de ruedas, presentándome sólo para no obtener la inasistencia a pesar de no poder hacer más que observarlo todo con pesar.

Dos grupos se quedan allí, y el restante va a sentarse hasta que alguno de los dos gane y tenga con quién competir. Veo que Archie está en el equipo al que Gia se enfrentará. Algo me dice que ella es muy buena en esto, si tenemos en cuenta además la seguridad que se ve reflejada en sus ojos tras cada uno tomar una posición.

El partido comienza. Mis ojos cansados van tras la pelota en cada pase, sin embargo mi cabeza me hace perder pasados unos cuantos minutos. Pienso en aquella pelota, tan golpeada y tan dura, dirigiéndome hacia mí. Cierro los ojos con fuerza y la recuerdo encaminándose en mi dirección, sin titubear, sin ansiar detenerse antes, sin temor. La recuerdo y recuerdo el impacto. Veo, en mi mente, a una Kathleen echando la cabeza hacia atrás tras recibir el balón con su rostro y su piel cubierta de sangre después. Recuerdo su nariz lastimada, tan sangrante que parecería mentira, y tiemblo. Recuerdo cómo zumbaban sus oídos y el dolor que se extendía a partir de su tabique. Recuerdo que se sentía ahogada en su propia laguna roja, sin salida, con las heridas abiertas y de cara al sol. Recuerdo escucharla gritar y llorar. Recuerdo sus manos inquietas, no sabiendo qué hacer, y que por el rabillo del ojo vio a alguien acercarse. No tenía ni idea de quién era, no podía distinguirlo, pero su voz intentó tranquilizarla. La ayudó a ponerse de pie y la llevó a la enfermería en brazos puesto que ella lo único que veía era una nube bordó delante de sí que no le permitía distinguir nada con claridad. Se sintió débil y no supo cómo detener el dolor que le apretaba la nariz y no le permitía respirar más que con los labios pálidos entreabiertos. Sintió su cuerpo sentándose en algún lugar y una mano detrás de su cabeza que le negaba echarla más hacia atrás. Tosió. Tragó aire para no desvanecerse. Alguien le apretaba el puente de la nariz y sintió algo húmedo limpiándole la sangre caliente de su piel. Cerró con fuerza las manos sobre su regazo, para evitar tirarse de los pelos ante la punzante desesperación que se coló entre sus huesos débiles. De repente, sintió como si le hubiera caído un balde de agua fría encima y aquello se llevó consigo la nube tan amenazante y rojiza que amenazaba con dejarlo caer todo. Entonces vio.

Me veo tragar saliva, con la nariz tapada, y separé mis labios una vez más en aquel recuerdo para permitirme respirar. Estando en la camilla de la enfermería, me incliné hacia adelante contra mi voluntad y él me lo impidió. Sus ojos, fijos en los míos, prometieron no dejarme caer. En silencio se lo agradecí, aunque con la cabeza dando vueltas sobre mis hombros amagando con marearme por completo. Pero no sucedió. Me sostuvo, me tomó de las mejillas enfocando su mirada turquesa en la mía, y dejé de ver completamente ese rojo para darle paso a aquel azul tan deslumbrante y cargado de luz. Lo veo tratándome con una delicadeza que no sabría cómo describir con claridad. La cabeza de aquella Kathleen dejó de retumbar y se concentró en aquella mirada para evitar perder la tranquilidad ante aquel derrame y, con ello, producir otro permitiendo que la cordura se ahogue entre las olas.

Me hace sentir extraña. La imagen de mi cabeza, me refiero. Llevo una mano a mi nariz sana, inconscientemente, y niego con la cabeza. Aquella reproducción no se detiene, y mucho menos acaba donde yo quería que se detuviese.

—¿Cómo estás? ¿Te duele mucho? —preguntó, en voz baja, pero lo suficientemente alto como para que la Kathleen de allí y yo podamos escucharlo a la perfección.

La noto dudar.

—Sí...

Diviso la mueca que se formó en su rostro tras escuchar mi pobre exhalación y su preocupación logra llamar un poco mi atención. Lo veo apartar mechones de mi pelo y siento las cosquillas yo misma, aquí en el campo de deportes y no en aquella enfermería. Allí carraspeé, lo que me hizo doler un poco la cabeza.

—El enfermero tuvo que salir unos momentos —dijo—. Cuando regrese le diré que te dé medicación, ¿qué te parece?

Kathleen no es capaz ni de asentir con la cabeza. La noto perdida, su cabeza vuelve a zumbar y se queda dura procurando que así todo le deje de doler. Deseo haber podido ayudarla.

La imagen se desvanece en mi mente y vuelve a recomponerse una vez que me ayudaron a tomar una pastilla para el dolor y se aseguraron de que mi nariz estaba bien. Ambos dijeron que lo mejor iba a ser que me quedara quieta un rato y que, una vez que me sintiera algo mejor y con más seguridad, fuera a mi casa. Yo obedecí.

—No se nos hará una costumbre, ¿no? —inquirió tras unos instantes donde sólo miré un punto fijo de la pared, y dirigí la mirada hacia él. Lo contemplé un tanto confundida al no saber de qué está hablando realmente—. Terminar aquí, digo —aclaró—. En la enfermería.

Escucho cómo algo dentro de la cabeza de aquella Kathleen hizo clic al comprender, y ella murmuró en respuesta:

—No lo creo, sólo es cuestión de que no me distraiga.

—Y tengas cuidado —agregó.

Le di la razón, intentando no prestarle atención al dolor de mi nariz para no perder la paciencia y que regrese con ello la desesperación. No queriendo pensar en aquel tema, viéndolo desordenarse el pelo, le pregunté:

—¿Cómo va la nueva canción?

Desde mi lugar en la silla de ruedas el aire se atora en mi garganta. Abro los ojos de par en par, con el corazón en la boca, y decido prestarle atención a lo que viene a continuación.

Levin me miró fijamente, inclinando la cabeza, y una pequeña sonrisa tiró de las comisuras de sus labios sin que me lo esperara.

—Muy bien, gracias por preguntar.

Veo que Kathleen esperó a por algo más, aunque Levin no hizo más que observarla con curiosidad. Observarme con curiosidad, mejor dicho. Lamento mi narración tan desastrosa pero a veces me cuesta creer que la protagonista de las películas que se reproducen en mi mente soy yo, lo siento.

Allí, carraspee la garganta una vez más. Apreté el puente de mi nariz y él con delicadeza apartó la mano de mi cara.

—No te toques, por si acaso —pidió—. ¿Te sientes mejor? ¿El remedio está haciendo efecto?

En mi realidad, parpadeo numerosas veces procurando quitarme aquella imagen de la cabeza que sólo consigue confundirme más. Sin embargo, no lo consigo y a continuación escucho mi propia voz diciendo que me siento algo mejor pero que él no debería preocuparse tanto en aquel momento porque lo peor ya había pasado. Me sorprende la serenidad que empapa aquellas palabras y, por lo que veo, a él también. Me sonrió un poco. A los pocos segundos, alguien entró corriendo por la puerta de la enfermería. Al principio no me doy cuenta de quién es, hasta que distingo a Gia. Estaba pelirroja.

—¡Leen! —le escucho decir, en una exclamación ahogada—. ¡¿Cómo estás?! ¿Qué te pasó? Había ido al baño y cuando regresé...

Su voz no se oyó más una vez que su mirada recayó en mi rostro y lo vio todo. Tragó saliva, acercándose despacio, e intentó simular una sonrisa supongo que para no preocuparme. Tras ello, el recuerdo se desvanece como aquella nube color bordó.

Regreso al presente. Tengo que parpadear un par de veces para adaptarme a la realidad y nada cambió. Los dos equipos siguen en la cancha, jugando, inmunes a mí, y noto mi respiración un tanto acelerada. Llevo una mano a mi pecho y siento cómo choca mi corazón contra mi mano. Inhalo y exhalo por la boca lentamente, deseando que no ocurra ahora, y para mi suerte nada malo sucede.

Mi punto de visión va de un lado a otro, una vez más. No sé qué estoy buscando, pero busco algo que me diga algo. Necesito respuestas. La encuentro a Gia, corriendo hacia la portería. Lo veo a Archie, trastabillando y cayéndose al suelo. Alguien lo ayuda a ponerse de pie. Es Levin. Se me detiene el corazón unos segundos, aunque lo aparto de mí para no prestarle tanta atención. Vuelvo a mirarla a ella, con su cabello negro atado que logra ondearse con el viento, y que a la par de su movimiento se balancea más rápidamente que cuando se detiene. La miro tanto como puedo, pero nada me viene a la mente tras mi llamado. Los recuerdos sólo se muestran cuando quieren aparecer.

Pasada una media hora, miro cómo se acerca a mí con una botella de agua entre sus manos. Está intentando quitarle la tapa. Bebe, avanzando sin detenerse mientras tanto, y se posiciona delante de mí con una gran sonrisa.

—¿Quieres? —me ofrece, extendiéndome la botella. Yo acepto porque el recuerdo me dejó con la garganta seca, aunque no le digo nada aún. Respecto a ella, temo contarle y que vaya corriendo hacia mi hermano para contarle todo. Tengo que tener una conversación seria con Gia en estos días, ¿sabes?

Ella me llevará a casa, le dijo a mi mamá que no tiene problema. Aunque se la ve cansada y necesita descansar, no se toma mucho tiempo en tomar nuestras cosas y dirigirnos hacia la calle.

—¿Ni siquiera quieres tomar algo de aire?

Lo que me responde es que, si se detiene por mucho tiempo, supone que le costará más retomar y no nos podemos atrasar demasiado para ir hacia mi casa si no queremos que los que me esperan pierdan la cabeza. Yo le contesto que a mi parecer se preocupan mucho más de lo necesario. No la veo puesto que estoy de espaldas a ella, pero la imagino enarcando una ceja.

—Casi te moriste, Leen. ¿Tú crees que no tenemos motivos para estar tan preocupados?

Me encojo de hombros.

—Los tienen, pero a veces siento que exageran un poquito. Que estén tanto encima de mí me asfixia, ¿sabes? Les he dicho que quiero respirar en paz. A veces puedo cuidarme sola.

—Como bien has dicho, a veces…

Frunzo la nariz y, tras ello, no me doy cuenta de lo que hago hasta que siento las yemas de mis dedos fríos sobre mi piel. Está sana. Me pregunto cuánto tiempo estuvo doliéndome después del impacto. Y cuándo fue, también…

Una idea me ilumina y, sonriente, me dirijo hacia mi amiga una vez más:

—Pelirroja te ves muy bonita.

La silla se detiene mientras escucho un grito ahogado, apenas perceptible, escaparse de sus labios. Me mantengo derecha a pesar del dolor de espalda, sin darme la vuelta por más que desee leer su expresión ante lo que acaba de escuchar.

—¿Qué…? ¿Yo, pelirroja…? ¿Acaso…?

—Sí —respondo, segura de todo lo que voy a decir, interrumpiéndola—. Lo recordé. ¿Es genial, no crees? Mientras jugaban al futbol.

Aclara su garganta, retomando la marcha.

—Claro que es genial… Pero, ¿qué recordaste?

Noto que titubea y su nerviosismo se palpa en el aire. Me gustaría saber por qué. Tal vez por no haber podido estar allí conmigo, por si me ocurría algo malo mientras tanto. Pero no tiene nada de qué preocuparse, me lo he tomado bastante bien a decir verdad.

—Me habían dado un pelotazo —digo sin dar más vueltas—. Tú fuiste a verme a la enfermería, y estabas pelirroja. ¿Por qué te lo quitaste?

Suelta un suspiro, probablemente de alivio.

—Sólo me aburrí —se limita a responder, y la imagino encogiéndose de hombros. Dobla en una esquina cuando el semáforo está en rojo—. Tal vez dentro de unos meses vuelva a teñírmelo, pero me gusta mi color natural. ¿Recordaste algo más?

Miro a mi alrededor mientras avanzamos. Distingo a un perrito a la distancia, y me distraigo durante unos momentos. Cuando caigo en la realidad una vez más, le digo:

—Oh, no. Sólo que me habían golpeado y que me llevaron a la enfermería. ¿Fue hace mucho? ¿Tú sabes?

Frena cuando nos encontramos con otro semáforo. Yo aguardo a por su respuesta.

—Hace un par de semanas, no recuerdo muy bien en realidad.

Bien, eso significa que debería recordar pronto cosas que ocurrieron cerca a lo del campo de deportes, ¿no crees? En teoría, mientras más reciente es, el recuerdo está menos enterrado y es más sencillo dar con él.

Bueno… mi mente puede llegar a ser la excepción a veces, pero convengamos que la esperanza es lo último que se pierde, ¿verdad? Espero recordar algo más hoy, porque sólo me topo con piezas de rompecabezas diferentes. ¿Qué hacía Levin conmigo? No nos veíamos como personas realmente cercanas, pero vamos, tampoco es como si nos tratásemos de desconocidos allí. No cualquiera se preocupa por ti y te lleva en brazos a la enfermería deseando que no te sigas desangrando. Ni te cuida. Ni te trata con tanta suavidad y delicadeza, ni su tacto te da hormigueos en la piel, ni te mira tan fijamente, tan sinvergüenza.

Oh, aguarda. Levin es así de por sí. Es un sinvergüenza. Me mira como si lo supiera todo, como si tuviera la capacidad de sacarme hasta la piel con sólo mirarme con aquellos ojos tan azules y tan intimidantes cuando se lo propone. A veces, cuando los recuerdo, me asustan. Dicen más de lo que su propia boca es capaz de pronunciar. No todo el que anda sin rumbo fijo se pierde. No todo cielo está sobre nuestras cabezas.

Cierro los ojos con fuerza. Pienso en él una vez más, acompañándome en la biblioteca y me pregunto por qué me mintió. Dijo que no éramos cercanos. Aunque… después de todo, tal vez tenga un poquito de razón. Es decir… podemos ser solo conocidos, ¿verdad? Ser sólo conocidos no es lo mismo a ser cercanos. Aunque mi recuerdo me enseñe una cosa totalmente diferente, haciéndome confundir porque es su pasatiempo favorito, sería malo de mi parte desconfiar. Intentó ayudarme, tres veces. Una me la contó, la otra la presencié, y la otra la recordé. ¿Qué gana mintiéndome? Nada.

—¿Falta mucho para llegar a mi casa? —pregunto, de repente, cuando retoma la marcha.

—No realmente, ¿por qué? ¿Te duele algo? ¿Es hora de tus medicamentos?

Cuadro los hombros y echo la cabeza hacia atrás por unos segundos.

—No… —respondo—. ¿Podríamos pasar por el parque antes? ¿O estás agotada?

No lo duda en absoluto.

—Claro que podemos, Leen. Pero tendré que avisar esta vez.

Llegamos tras unos minutos. Me lleva hacia la sombra, bajo un árbol, y ella toma asiento en el suelo después de sacarse el celular del bolsillo. Veo que teclea algo, supongo que escribiéndole a mi mamá, y lo guarda momentos después. Me sonríe. Toma de su botella una vez más y vuelve a ofrecerme, pero yo me niego.

—¿Por qué quieres estar aquí? —inquiere—. ¿Lo recuerdas?

Dejo escapar el aire, y miro las flores que nos rodean sin decirle nada. Noto que ella cree comprenderlo. Necesito estar tranquila antes de entrar a mi casa, que todos se me tiren encima, y soportar estar entre tantas paredes hasta mañana. Tengo que pensar, en silencio, todo lo que ha pasado el día de hoy. Tal vez no sea algo a lo que deba darle tantas vueltas, pero a veces es necesario frenar y contemplarlo todo sin correr ni negarte a detener la marcha. Metafóricamente hablando, porque bien sabes que yo no puedo correr.

—¿Me ayudarás? —pregunto, en voz baja, sin despegar la mirada de los colores que tenemos alrededor. Sonrío a penas, sintiéndome cerca de Kathleen al saber que a ella le gustaba estar aquí. Al no obtener una respuesta, volteo hacia Gia quien se ve algo confundida.

—¿Con qué quieres que te ayude?

—A encontrarme.

Ambas hacemos silencio durante un momento. Miro mis yesos, nuestro uniforme, el césped que se extiende debajo de nosotras y regreso a sus ojos verdes. Me observan expectantes, sabiendo después de todo que me falta dejar ir algo más que estoy omitiendo. Tras suspirar, agrego:

—A encontrarme sin recurrir a Keane. Sólo tú, y yo. Quiero que me ayudes. Eres mi amiga después de todo, ¿verdad? Tú dijiste que eres mi mejor amiga. Y te necesito.

La veo dudar. Ella ve la impaciencia en mis ojos, y traga saliva. Juega con la botella mientras tanto no pudiendo dejar las manos quietas, y cierra los ojos con fuerza antes de soltar un gran suspiro. Me mira fijamente, apretando los labios, y muy lentamente, de manera apenas perceptible, la veo asentir. El corazón empieza a latirme con fuerza. Esperanzada la espero, espero a que diga algo, y chasquea la lengua antes de soltar:

—¿Qué es lo que quieres saber, Leen?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro