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CAPÍTULO 12 🌻

CAPÍTULO 12
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Miro sus labios. Sonríe, como si sintiera el peso de mi mirada sobre ellos, de una forma que sólo aquella persona es capaz de hacer y sus ojos están cerrados ante mi tacto. Yo observo cada facción de su rostro, luciendo como una boba, y cuando entreabre apenas sus labios me desconcentro por completo. Sé que me dijo algo, pero no estoy segura de qué ha sido.

Sacudo la cabeza.

—Perdón, estaba ocupada mirándote, ¿qué decías?

Su risa se oye ronca, y busca mi mano con la suya mientras yo sigo sin sacarle los ojos de encima.

—Sólo preguntaba en qué estabas pensando, estás muy callada y eso es raro en ti.

Me aclaro la garganta, sin saber muy bien qué decir. Una vez que creo haber encontrado la respuesta, le sonrío a pesar de que no sea capaz de verme. Acaricio con las yemas de mis dedos sus rosadas mejillas.

—Pues, pienso en que eres la persona más bonita del mundo.

Mi pecho se sacude en cada intento de recuperar mi respiración y siento que acabaré ahogándome en las olas de mi propio llanto. Keane toma mis manos, mirándome fijamente mientras me mira derramar aquellas lágrimas y no me pide nada. Solo me observa, sosteniendo mis manos con fuerza, y siento el sabor a la sal en mi boca.  Cuando me eché a llorar en medio del pasillo Gia se asustó al punto de las lágrimas, como yo. Y quiero pero no hay forma de poder explicárselo a ninguno de los dos. Lo saben, saben que he recordado algo, pero ninguno de los dos se anima a pregunta y agradezco que no lo hagan.

Pienso que mamá está por venir. Pienso en que debo mantener la compostura, aunque eso signifique tener que mentirle. Si lo saben no me dejarán regresar, y eso no es lo que quiero.

—No... no le digas a mamá... —le pido a mi hermano, suplicante, entre mis sollozos y veo sus ojos cansados a través de las lágrimas. Una de sus manos me suelta y enjuga las lagunas de mi rostro a pesar de que no he dejado de llover.

—Tranquila... —es lo que me responde, y se levanta puesto que estaba de cuclillas y me rodea con sus brazos—. No voy a decir nada. Si quieres hablar sobre eso después, yo te escucho...

Se lo agradezco en voz bajita y tomo una gran bocanada de aire antes de eliminar mis lágrimas por completo. Le sonrío, para meterme en el papel, y obtengo una mirada triste de su parte.

—Hey, no es nada —le digo, intentando que aquella expresión abandone su rostro—. Estoy bien, ¿ves? Siempre consigo estar bien.

No obstante, de mis palabras surge el efecto contrario y veo cómo poco a poco su mirada se cristaliza. La aparta, mirando el techo y parpadeando numerosas veces. Volteo hacia mi izquierda, donde se encuentra Gia, y limpia los restos de sus lágrimas con la manga de su camisa. Le sonrío también para convencerla de que no es nada importante. Ella parece creerme un poquito más, o lo está disimulando muy bien.

Veo a mamá caminar por el pasillo en nuestra dirección. Aquí se encuentra la sala de profesores, y al vernos frente a la puerta frunce el entrecejo y me recorre con la mirada asegurándose que estoy entera.

—Sólo querían enseñarme el lugar —respondo a aquella pregunta casi inexistente, y asiente con la cabeza lentamente. Keane no la mira, sino que en su lugar se dedica a examinar sus zapatos. Ella se despide antes de ingresar por la puerta, y yo les pregunto si podemos seguir. Él me dice que no. Gia no opina nada al respecto, y yo intento cruzar los brazos sobre mi pecho pero al tener el yeso se me hace un poco difícil.

—Por favor, tengo que conocer la escuela. ¿Qué pasaría si me pierdo?

Me responde, con voz monótona, que no es como si pudiera perderme si no hay forma de trasladarme sola. Admito que eso me ha dolido un poco, porque estoy constantemente dependiendo de otra persona, pero no replico porque tiene razón.

Me llevan de regreso al salón. En unos minutos comenzará el último período. Aparte de lo que ya sabes, no he recordado nada más.

Una vez que logran ubicarme en mi lugar, Keane sale del aula sin mirar atrás y me siento un poco culpable por lo que ha ocurrido. Sin embargo... yo no decido cuándo voy a recordar. Yo no pretendo que se moleste conmigo o se ponga mal porque yo logro estar mal durante unos momentos. Yo sólo necesito encontrarlo todo y me gustaría compartirlo con él solamente si no significara lastimarlo hasta el punto de que necesite huir de mí o algo así. Si se tratara de algo que realmente él tenga que saber sí se lo diría...

—Kathy, ¡amiga mía!

La nube de mis pensamientos se esfuma de repente al oír su voz hablándome. Archie me devuelve la mirada, está ingresando por la puerta con un cuaderno bajo su brazo. Camina hacia mí, y le escucho murmurar a Gia por lo bajo algo pero no distingo las palabras. Una vez que logra ubicarse a nuestra altura, con una gran sonrisa, pregunta:

—¿Sabías que todos andan hablando sobre ti? ¡Ya eres famosa! Nadie creyó que regresarías tan pronto.

Su amigo rodea sus hombros con su brazo derecho, me sonríe mirando hacia nuestra dirección, y tira de Archie diciéndole que ya se puso bastante insoportable. Los sigo con la mirada y el muchacho lo saca del salón. Yo me encojo de hombros y miro el asiento vacío de Archie. Desde donde me encuentro veo el pupitre escrito con lápiz, curiosa, y el chico que toma asiento delante de él me descubre viéndolo todo. Su mirada tan, tan azul permanece sobre la mía por un largo rato y siento que está leyendo todas las letras que yo no he podido desenterrar todavía. Me mira, poniéndome nerviosa porque no me dice nada, y veo una pequeña sonrisa asomarse por las comisuras de sus labios. Me pregunto si tengo algo en la cara, o si le debo algo.

Alzo mi mano derecha lentamente, hasta saludarlo moviendo mi mano apenas. Él me imita, luciendo más animado que yo, y cuando quiero darme cuenta su mirada recae sobre el libro que sus manos sostienen y deja de mirarme para seguir con su lectura.

Yo aclaro mi garganta, y volteo a ver a Gia. Ella no se ha perdido de nada y me observa de forma extraña durante unos instantes. Yo planeo preguntarle qué sucede, pero sacude la cabeza y dice que ahora tendremos literatura. Saca lo que voy a necesitar de mi mochila y lo deja sobre mi pupitre por quinta vez en el día. Yo se lo agradezco una vez más.

Es entonces donde el receso acaba e ingresan todos mis compañeros, Archie de lo más sonriente y encaminándose en mi dirección. Su compañero de banco se lo impide antes de que pueda siquiera pensar en abrir la boca.

Momentos después, veo ingresar a mamá y cerrar la puerta tras su espalda. Abro los ojos, sorprendida, y una vez que se ubica frente a todos y saluda, le es inevitable no enfocarse en mí para corroborar que no he perdido ningún yeso en los últimos diez minutos.

Comienza pasando asistencia y pide los trabajos que había que hacer para hoy. A mí me dice que lo haga para la semana que viene. Es sobre un libro, tengo que leer y hacer un ensayo sobre algún tema que se mencione en la historia.

Todos entregan sus ensayos en folios y lo dejan sobre el escritorio donde va sentado el profesor. Archie dijo que no ha podido imprimirlo pero que trajo un pendrive por si mamá se lo aceptaba. Ella dijo simplemente que podría habérselo enviado por e-mail. Yo me pregunto si querrá que se lo mande por e-mail también o es válido dárselo tras que me obligue tomarme todos mis medicamentos.

La clase avanza hasta que se hace la hora de volver a casa. Mientras Gia guarda sus cuadernos y el libro de lectura en la mochila, yo intento imitarla respecto a mis cosas. Abrir el cierre de la mochila es la tarea más complicada de todas. Tironeo todo lo que necesito y, cuando escucho un estrépito de algo caerse al piso, tiemblo ante el susto. Empujé la mochila sobre la mesa sin darme cuenta que tenía mis cosas allí arriba.

Veo las intenciones de mamá G por acercarse, pero en su lugar se adelanta el chico de ojos turquesas ya que el libro fue a acabar cerca de sus pies. Recoge todo, en silencio, y me extiende de a una cosa así puedo guardarlo. No aparto mi mirada de la suya mientras tanto y se me está a punto de caer la mochila. Algo me dice que a él debería recordarlo por algún motivo, aunque no comprendo por cuál.

—Muchas gracias —digo, intentando sonreír sin que se noten las tantas preguntas que revuelven mi cabeza y que se me escaparían si no fuera porque mi mamá está aquí, a dos zancadas. Quiero cerrar la mochila con una mano creyendo que sería más fácil que abrirla, pero no puedo.

—Puedo ayudarte, permíteme intentarlo.

Sus ojos me preguntan, como si hablaran más que su boca, y yo dejo la mochila amarilla a su disposición. No le toma ni tres segundos. Cuando creo que va a extendérmela, la agarra de las correas con su mano izquierda y me extiende la otra.

—Déjame presentarme. Me llamo Levin. Levin Dyer.

Me enseña su sonrisa y escucho, aunque de manera apenas perceptible, un suspiro apesumbrado de parte de mi amiga. Por el rabillo del ojo noto que cuelga su bolso en su hombro y termino concentrándome en Levin. Le devuelvo la sonrisa, tomando su mano.

—Gracias por darme la idea de atropellar más gente con mi carrito, Levin.

Se ríe, sus ojos volviéndose más pequeños, y suelto su mano dejándola sobre mis piernas luego. Devuelve mi mochila, dice que espera verme mañana y que todo de mí sane pronto. Veo cómo sale del salón desordenándose el pelo, y volteo hacia mamá.

—¿Nos vamos? —inquiere, llevando su mirada de una a otra.

—Claro —digo yo, y Gia es la encargada de guiar mi silla sin emitir una palabra.

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