Capítulo 5; Sólo mía.
M.
Cuando Oliver y Robert regresaron, nos encontraron acurrucadas la una con la otra. La señorita Chaeyoung se había dado cuenta de mis atenciones al percatarse de que sobre mis hombros ya no se encontraba el saco del joven Oliver que momentos antes me había dejado, sino que más bien, reposaba sobre la madera para que —en especial el suyo— no se ensuciasen nuestros vestidos. Chaeyoung supo agradecer mi acto permitiéndome compartir junto con ella el saco de Robert y así, preservar nuestro calor, además, según palabras de la misma: "Evitáramos enfermarnos".
Lástima que no ocurrió como ella quería.
Al regresar a la mansión Son pase más tiempo con la señorita Chaeyoung hablando y riendo, que con los mismos caballeros, pero no me arrepentí por mi decisión. Había pasado las horas más felices y gratificantes de toda mi vida. Por suerte, esa felicidad se extendió por unos cuantos días más (cuatro para ser exactos), cuando —de alguna manera a otra— por desgracia enfermé.
Era evidente el hecho de que contraería un fuerte resfriado por haber hecho ese supuesto acto de caballerosidad, que había permitido que el fuerte frío golpeará mi pecho y que las gotas de lluvia arroparán mi cuerpo, pero no me molesto la noticia, aunque sí la impertinente tos y el agotamiento desmedido que evitaba que pasará todo el día junto a la joven más pequeña.
Mis padres, por otro lado, se alegraron de que pudiera estar más tiempo en la mansión y era claro el motivo por el cual desbordaban semejante felicidad, no obstante, para su desgracia, dentro de mí no nacía el deseo de conversar con los varones Son, menos cuando el joven James regresó.
Fue por eso que me limité a usar al señor Patrick de escudo, pues evadía los encuentros procreativos alegando a la petición que tiempo atrás él mismo me había hecho. Por lo que al señor Patrick no le quedó de otra más que constatar a mis palabras la legalidad de los hechos y nos dejó los siguientes días a solas a Chaeyoung y a mí, para que yo practicara el piano y ella disfrutará de la música.
Lo que él no sabía, es que yo disfrutaba la intimidad de nuestras almas en esos momentos.
Volviendo a la situación pertinente, cuando al fin me hallé recuperada, evité extender mi estancia en aquel lugar, y no porque no quisiera estar más tiempo allí, pues aunque mi principal razón de permanecer ahí era la señorita Chaeyoung, esperaba que mis intenciones no fueran tan claras para los demás, por lo que tan pronto como el médico de los Son vino a revisar mi estado y proclamó mi mejora, exclamé que partiría esa misma tarde.
Todos, a excepción de James, sentenciaron mi acción, afirmando que bien les hacía mi estancia ahí y que no había razón suficiente para apresurar mi adiós, pero aún con total desagrado de parte de ellos, yo con completa cortesía sólo pude cumplir con mis palabras y antes de que cayera la tarde, partí —con cierta pesadez— de allí.
Aunque me recrimine mil veces de camino a casa el hecho de no haber pasado otra noche con los Son, entendí que debía ser cuidadosa con cada una de mis acciones. Aún así, me alegró muchísimo pasar aquellos fríos días junto con la señorita Chaeyoung, pues pude conocerla mejor, además de poder ser testigo de sus millones de encantos y de la sutileza de su personalidad, sin extenuar la belleza de su ser.
La frialdad de mi corazón se abrigó con sus suaves sonrisas y sus espontáneas manías, como tocar las cosas primero con su dedo meñique, arrugar la nariz al reír o cerrar los ojos al oler la comida. Sin embargo, aunque intenté engañar a mi mente sobre que todos esos actos eran tan simples como los que yo misma hacía, era evidente que las emociones que experimentaba al ser testigo de ellas, eran muy diferentes a las que yo estaba acostumbrada.
Después de aquella revelación sincera que tuve en aquel día lluvioso, ya no pude sacarme de la cabeza a la señorita Chaeyoung. Ella estaba en todos lados. Absolutamente en todos.
Estaba en mi cabeza cuando comía, cuando tomaba una ducha, cuando leía un libro, cuando miraba por la ventana, cuando suspiraba, cuando reía, cuando me enfada y no dudaba en que cuando llorará también pensaría en ella, pero esos días nunca tuve motivos suficientes para derramar aunque sea una lágrima, sin embargo, más pronto de lo que creí terminé descubriéndolo.
No obstante, la impertinencia de su ser no acabó en esas simples instancias, pues cuando tocaba el piano su presencia era inminente y aún no estando satisfecha con ello, su imagen me acompañaba inclusive en los sueños.
En aquellos días que no pude verla, me plantee la idea de intentar borrar aquellos persistentes sentimientos; asustada por ellos, mis lágrimas rodaron sobre mis mejillas antes de irme a dormir, pues sabía que, como tan pronto cerrará los ojos, ella estaría ahí, con sus encantadores ojos y su preciosa sonrisa, y me atormentarían hasta el punto de no dejarme descansar.
Adolorida por mis propios pensamientos, evité volver a tocar el tema, inclusive conmigo misma, no obstante, mi corazón no queriendo hacerle caso a mi razón, me aventuro en más de una ocasión a escribir una carta confesando mi sentir. Aún así, sabía bien que esa no era la manera indicada, pues aunque se la entregará, alguien más tendría que leerla y si yo lo hacía, seguiría siendo una cobardía misma por no expresarme con sinceridad, sino escritos con oraciones banales.
Y ella no se merecía eso.
Las semanas pasaron y antes de darme cuenta, septiembre llegó y con él, también los últimos días del otoño. No sólo la caída de las hojas vinieron tomadas de la mano junto con ellos, sino también la "temporada social". El cual era un periodo anual en el que tradicionalmente la élite inglesa mantenía eventos sociales como bailes, banquetes vespertinos y cenas, las cuales se hacían noche tras noche y tenían lugar en la capital.
Por lo que mi familia y yo estuvimos viajando con regularidad y encontrándonos con los Son —a excepción de Chaeyoung— en cada oportunidad que se tenía.
Para nuestro último día en la capital, algo que nunca me imaginé que ocurriría terminó pasando, pues como si la vida decidiera torturarme con más pasión, la señorita Chaeyoung cruzó la puerta enganchada del brazo de su padre y acompañada de sus tres hermanos mayores. Esa misma noche la dieron a presentar como la menor de los Son —y aunque no explícitamente—, también explicaron la condición de ella, además, alegaron que esperaban el momento indicado para presentarla y hoy era justo ese día.
Aunque, si bien, la presencia de ella fue sorpresiva para todos, no lo fue tanto para mí, sino más bien fue verla como justo ahora lo hacía, pues ya era consciente de lo que sentía y el tornado que formó dentro de mí me desestabilizo tan duramente que tuve que disculparme con los demás invitados y apresuré mis pasos fuera del lugar para tomar aire fresco e intentar tranquilizarme.
Necesitaba calmarme en todos los sentidos. Necesitaba volver a ser la misma Mina de antes, la que nunca perdía la compostura, pero tuve muy mala suerte con respecto a eso también.
—¿Señorita Mina? —escuché la voz del joven Oliver detrás de mí llamándome—. ¿Se encuentra bien?
Me giré para verlo y le sonreí nerviosa.
—Por supuesto, ¿por qué no lo estaría?
—Bueno... La vi partí muy consternada cuando llegamos, me preocupaba que algo malo le estuviera pasando, disculpe usted si no ha sido correcto seguirla.
—No, para nada —lo tranquilicé—. De repente me sentí un poco mareada y decidí tomar algo de aire fresco, pero ya estoy bien, creo que ha sido el exceso de viajes, no he podido dormir bien.
—Entonces, sí pasaba algo —me dijo y lo miré resignada, aunque había mentido, al final había afirmado sus preocupaciones.
—Me sorprendió ver a la señorita Chaeyoung aquí esta noche, ¿puedo saber qué los ha hecho cambiar de opinión sobre presentarla al resto? —dije cambiando de tema, aunque indirectamente, siguiendo la línea de mi propio interés.
—Tú lo has hecho —reveló y lo miré confundida—. Tus atenciones y tu buena relación con ella hicieron que mi padre se preguntará si acaso todos aquellos que no comparten nuestra sangre también reaccionarían como tú lo haces y la tratarían como tú, pero era evidente que no, porque tú tienes una forma especial de relacionarte con ella.
—¿Y entonces? —pregunté sin entender.
—Se dió cuenta que Chaeyoung merecía experimentar todas las emociones que él mismo sintió en algún momento. Supongo que la felicidad que expresó contigo alimento su querer porque ella pudiera hacer una vida propia, pero sobre todo, fuera una persona normal y la tratarán como tal, como tú también lo habías hecho, que nunca mostraste diferencia con ella.
—Es porque es igual que el resto, no obstante, ella es especial a su manera —confesé sin poder evitarlo—. Estoy segura que conocerá gente que la comprenda y la trate como yo, aunque también habrá quienes no lo hagan, aún así deberá aprender a cómo tratar con ellos. No dudo que la alegría de la vida sepa besar su corazón, así que le deseo mucha suerte y me alegro por la decisión que tomó su padre.
—No esperaba más de usted, señorita Mina —mencionó enternecido, no obstante, tan pronto como guardo silencio, se removió incómodo y luego continúo hablando—: Si no le molesta, ¿podría hablar con usted unos instantes más?
—Por supuesto —dije, aunque carecía de gusto y por alguna extraña razón, sentía un mal presentimiento.
Se quedó en silencio por unos instantes y luego expresó sobre su varonil rostro una amable sonrisa, que se extendió tanto, permitiéndome, por primera vez después de tantos meses de conocerlo, ver una sonrisa tan expresiva de parte de él.
—Olvídelo, creo que es mejor que regresemos adentro. Hace demasiado frío aquí y me temo que podría enfermarse, además, mi padre desea saludarla —exclamó con cierto nerviosismo y con el mismo, me invitó a seguirlo.
—De acuerdo, pero... —lo miré indecisa sin saber si sí decir lo que realmente pensaba. ¿Acaso había intentado confesarse?—. Eres muy amable, Oliver, eres un hombre extraordinario, estoy segura que esta noche habrá muchas mujeres queriendo bailar usted.
Y aunque no lo había intentado, esperaba que mis palabras fueran lo suficientemente claras para detenerlo de volverlo a hacer, o al menos por ahora.
Él me sonrió con las mejillas sonrojadas y luego exclamó débilmente:
—Aquí hay solo una.... —Por desgracia, no pude escuchar el resto de sus palabras, pero con su caballeroso acto de abrirme la puerta, supe que no repetiría aquellas palabras nuevamente—. Vamos.
Asentí.
Al regresar al salón y dirigirme a la mesa, encontré a mis padres compartiendo lugar junto con los Son. No me sorprendió para nada ese hecho, pero por alguna razón, deseé que no fuera así y que en realidad, estuvieran a unas cuantas mesas alejados de nosotros.
Por desgracia, mi infortunio no terminó ahí, pues la señorita Chaeyoung se encontraba sentada justo al lado de mi asiento. Ante ese hecho mi corazón latía de una manera descomunal y alarmante mientras más avanzaba hacia ella, me sentía tan abatida por el enjambre de pensamientos negativos que habitaban en mi cabeza, los cuales ponían en juego mis sentimientos y mi razón, que pronto mi nerviosismo desenfrenado fue sustituido por dolor y desdicha.
Hice una pequeña reverencia hacia todos los presentes en la mesa, sin exclamar una sola palabra y después, tomé lugar. El señor Patrick intentó conversar conmigo en distintas ocasiones fijando su vista en mí para que yo lo notara, pero mi mirada desconsolada y mi cabeza gacha, evitaban que cualquiera se volviera tan insolente como para romper mi tortuoso silencio durante toda la velada. No supe si agradecer ese hecho o sentirme peor por como me estaba comportando, pero sin duda, por un momento quise evitar ser aquella mujer que siempre aparentaba rectitud a donde fuera.
De repente, llegó la hora del baile y todos se levantaron para salir a bailar; aunque sabía bien que todos los hijos del señor Patrick me esperaban para pedir mi mano y sacarme a bailar, en cuanto todos fijaron su vista en mí y notaron mi nulo interés en levantarme, supieron de inmediato que no daría un paso fuera de mi lugar pese aunque intentarán insistir.
Nadie exclamó nada, fue entonces que entendí que mi vacilante ánimo había sido notorio y no insistirían en obligarme a salir en lo que restaba de la velada.
Por obviedad, la señorita Chaeyoung tampoco se levantó del asiento, momentos atrás la había escuchado conversar con su padre de que ella podía aguardar en la mesa, que no necesitaba preocuparse por ella, que viera por él y sus necesidades, por lo que al final las dos terminamos a solas en la mesa.
Fervientemente esperaba que ella no supiera que yo estaba allí, justo a su lado, y confiaba en ese hecho, pues no había pronunciado palabra alguna en toda la noche y mucho menos, nadie había exclamado mi nombre o había, siquiera, hablado conmigo, pero antes de darme cuenta y ser consciente de ello, la delicada y cálida mano de Chaeyoung ya se hacía deslizando por sobre la mía y acariciaba con sentimiento mis inertes dedos.
—Aunque no diga ni una sola palabra, sé que está aquí, señorita Mina. Su presencia e inclusive, su aroma, es imposible de no reconocer para mí —exclamó Chaeyoung con sutileza, dejándome helada sobre el asiento.
Mis ojos se expandieron alarmantes mientras un asesino escalofrío erizó mi piel al instante, contuve irracionalmente la respiración y me giré asustada para verla. No podía creer que ella supiera que yo estaba ahí, justo a su lado, pero sobre todo, que aquella confesión saliera de su propia boca.
—¿Por qué no me has hablado en toda la noche? —preguntó perdiendo las formalidades—. ¿Estás bien? ¿Te sientes mal? ¿O acaso, cometí algún error que pudo haberte lastimado?
Es por ti que estoy así, pero sé que no es tu culpa.
Su cálida mano sobre la mía ablando mi corazón y enterneció mi alma. Era difícil evitarla, y seguro, ante sus ojos —si es que acaso podría llamarlo así—, mi actitud era irracional e irrespetuosa.
—Si me permite confesarle, durante estas semanas sin verle anhelé apasionadamente su compañía —reveló sin más, y aunque quizás ella no era consciente de lo que sus palabras provocaban en mí, aquello dicho había logrado derribar mi armadura contra ella—. ¿Por qué no me escribió? Aunque no pudiera leer su delicada letra, siempre la señora Victoria pudo haberlo hecho por mí.
Justo eso era lo que no quería.
Ante mi silencio, la señorita Chaeyoung intentó apartar su mano de la mía, pero ante ello, con un rápido y cuidadoso movimiento, terminé tomándola de nuevo y entrelazando sus dedos con los míos.
—Usted jamás haría algo para lastimarme —pronuncié por fin.
Porque siendo sincera, eran mis propios sentimientos quienes me atormentaban y me herían.
Pude verla sonrojarse abruptamente ante mis palabras y mi acto desvergonzado, y aunque me encontraba nerviosa por ellos, a pesar de la seguridad con la que los había hecho, junto a su lado parecía que cualquier cosa era demasiado insignificante como para ponerle la debida atención necesaria, por lo que mi cuerpo fluía sin frenos e ignoraba completamente lo que mi cabeza decía querer.
—¿No desea bailar? —pregunté intentando desviar el tema.
—Sería apetecible si pudiera ser testigo con mis propios ojos de lo que ustedes llaman "bailar" —exclamó sarcástica—. Y aunque fuera el caso, no sé bailar y también, no hay ningún caballero con quién quiera hacerlo.
¿Quién habló de hacerlo con algún hombre?
—Me parece que ha entendido mal... A lo que me refiero, ¿es si usted quisiera bailar conmigo?
—¿Nosotras? —dijo confundida y después soltó una sutil risa—. ¿Alguna vez ha visto bailar a dos mujeres en alguno de estos eventos?
Es cierto, pero...
—Siempre puede haber una primera vez.
—No dudo que sea capaz de hacerlo, señorita Mina, y me honra al invitarme, siendo que muy seguramente muchos hombres esperan ansiosos su entrada al salón y su disposición a bailar, pero me temo que cortare con dulzura sus alas y declinare su invitación, pues soy demasiado tímida para semejante acto y por desgracia, aparte de ciega, Dios me ha dado dos pies izquierdos.
Reí ante lo último, aunque disimule lo mejor que pude.
—¿Cortar mis alas? Es halagador también de su parte, pero me temo que no soy ningún ángel —pronuncié divertida.
—Es cierto, no es un ángel, usted es Cupido...
No pude responder a sus palabras, por lo que desvíe la mirada, al tiempo que oculte un arrasador sonrojo que cubrió y empañó mis expresivas mejillas. Sabía que ella era ciega y por obviedad, no podía ver, pero de alguna forma, sentía como si ella pudiera leer entre líneas mis palabras y viera dentro de mí.
—Se me da muy bien bailar y más enseñarlo —dije recuperando la compostura, al tiempo que sujetaba con más fuerza su mano.
—No lo sé, una vez lo intenté y déjeme decirle que realmente soy muy mala en ello, aunque no mentiré al decir que no me causa curiosidad ver si está vez puedo llegar a ser un poco mejor.
—Entonces, ¿por qué mejor no vamos afuera? Nadie la verá aparte de mí y le aseguro que será un baile inolvidable. Le enseñaré con la mayor delicadeza que una dama puede poseer.
Por unos instantes Chaeyoung dudó ante mi proposición, pero sabía bien que en el fondo, muy seguramente, había un atisbo de querer siquiera intentarlo aunque fuera una sola vez. Por lo que tan pronto como sus dudas se aclararon, gustosa acepto.
Por suerte, al salir y andar, alejados de la aristocracia convivida en el salón, encontramos refugio en el enorme y bien cuidado jardín trasero. Apenas era visible el rocoso sendero de piedras, pues la única luz que nos acompañaba era la que salía de los ventanales del salón y de la propia luna que nos guiaba sobre nuestras cabezas.
Cuando me hallé lo suficientemente lejos y pude encontrar entre la oscuridad suelo firme, solté la mano de la señorita Chaeyoung y me posicioné frente a ella.
—¿Alguna vez ha imaginado lo que es bailar? —pregunté rompiendo el silencio.
Aunque esperaba una respuesta con vaga profundidad, su silencio pasivo me inquietó de sobremanera. Antes de volver a intentar hablar, cambió su expresión a una pensativa y luego soltó una cautelosa risa.
—Seguro que si le hiciera cerrar los ojos y le diera la gran tarea de imaginar una forma abstracta que yo misma describiera, muy probablemente la idea de la misma forma sería muy diferente de la de usted y la mía, así que tendré que decir que no a su pregunta.
—Tiene razón, evitaré hacer preguntas irracionales desde ahora —exclamé avergonzada y la escuché reír nuevamente.
—Para nada... Prefiero que me pregunte cualquier cosa a que no lo haga. Su tortuoso silencio me hace sentir como si cayera al vacío. Es una sensación que no me gusta, así que le pido que no lo haga de nuevo.
—No lo haré, se lo prometo.
Verla bajo la luz de la luna, con ese semblante preocupado y a la vez dulce, me provocaba un dolor indescriptible sobre mi pecho. Como si habitará dentro de mí un incendio, que en vez de motivarme y extasiarme, ardiera y quemara, de tal forma que sólo pudiera sufrir en el acto.
—¿Sabe? Puedo sentir cuando alguien me observa... —exclamó haciéndome recapacitar. Temerosa desvíe con velocidad la mirada, aunque era demasiado tarde para eso—. Siempre me siento incómoda cuando alguien lo hace, pero es gustoso saber que su mirada sólo provoca regocijo dentro de mí.
—Quizás no se de cuenta, pero sus palabras tienen un efecto dominante en mis emociones —pronuncié nerviosa, sin embargo, recuperé la compostura y de inmediato me acerque a ella para tomarla de la mano y sujetar su cintura—. Le sugiero que cuide sus palabras, cualquiera podría malinterpretarlas.
Soltó un sorpresivo jadeo cuando mis dedos se deslizaron sobre su cintura y consecuentemente, su torso terminó uniéndose junto al mío.
—¿Malinterpretar? —dijo Chaeyoung divertida—. Me parece que ya lo ha hecho.
Fruncí el ceño confundida, pero evité seguir con el tema.
—Entonces, ¿bailamos? —exclamé con anhelo.
—En esta posición, creo que sería injusto si no lo hiciéramos.
Sonreí, y aunque un poco tímida por el atrevimiento, me acerqué aún más a ella. Tanto, que pronto pude sentir su aliento chocar sobre mi cuello. La diferencia de estatura jamás había cruzado mi mente, pero ahora aquí y teniendo en cuenta lo que íbamos a hacer, era evidente que el hecho comenzaba a interferir con mis propios pensamientos e incluso, mis acciones.
Con los ojos deseosos y la mente nublada, con el corazón revoloteando y las manos sudadas, con la respiración agitada y con la garganta seca, la instruí delicadamente en cada paso. Tomé su mano, tomé la otra, delinee su cintura, acaricié su espalda, me enrede en sus brazos, apacigüe sus dudas, calle sus inquietudes, divertí a sus emociones, contagie mis sonrisas, calenté sus manos, entrelacé sus dedos, susurre sobre su oído y por último, incontrolablemente, pese a todo, bese su mejilla.
Una vez terminamos y nos separamos, su imagen jadeante del esfuerzo dado, había provocado sensaciones irreconocibles sobre mi cuerpo. Me sentía con ansias de más, aunque no entendía bien cuál era la meta que deseaba alcanzar. Ya había estado con ella, lo que realmente quería... La había visto, habíamos hablado y justo ahora, incluso, había bailado con ella, pero entonces, ¿qué más deseaba?
Era evidente, la quería sólo para mí, y hacer con ella todo eso cada día.
Nunca antes había amado, ni siquiera había experimentado el sentimiento de querer, más allá de aquel que se ciñe y se moldea con la familia y amigos, pero aquel que hería y te volvía irracional, aquel que te quitaba el sueño y te hacía anhelar, aquel que te volvía egoísta y te ardía en la piel, aquel que está experimentando, jamás me había ocurrido antes.
Incluso yo, quién siempre había tenido a quién fuera detrás de mí por mi aprecio, ahora rogaba que la mujer frente a mí, con todos los encantos que había demostrado frente a ella, pudieran haber logrado cautivarla —o aunque fuera un poco—.
—¿Señorita Mina? —mencionó Chaeyoung confundida ante mi largo silencio.
Aunque nunca había conocido tal sentimiento de una mujer a otra en toda mi vida, y estaba segura que jamás lo haría, impertinentemente y arriesgándolo todo, lo quería conocer. En ese instante, mientras la veía bajo la luz de la luna, con ese semblante sereno y sus ojos atrayentes, como aquel día en que por primera vez la vi, pude recordar aquel banal, pero significativo pensamiento...
"Quién fuera ella, le había otorgado sin querer mi propio apodo, porque como Cupido, me había flechado y me había hechizado por completo."
Antes de siquiera darme cuenta, mi corazón había controlado mi voz y había abierto las puertas que deseaba mantener siempre cerradas y encadenadas hasta el día de mi muerte. Hoy, aunque temerosa, quería serle fiel a mí misma, aunque las consecuencias fueran más grandes que mi propia voluntad.
—Señorita Chaeyoung, permítame confesarle una cosa...
—¿Acaso soy muy mala? —exclamó angustiada.
—Para nada, es más bien, algo mío.
—Oh, entonces, adelante... —dijo confundida.
—Hace más de medio año que la conozco y aunque ciertamente usted nunca me ha dado vagas esperanzas, sepa que dentro de mí se alberga un gran bosque de recuerdos sobre usted y un mar de sentimientos, los cuales no puedo seguir ignorando por más tiempo. He intentado conciliar mis emociones en distintas cartas para hacerle saber lo que siento, pero no hay mayor cobardía que esa para tal suceso, así que heme aquí confesando ante usted mis cultivados sentimientos.
—Señorita Mina... —pronunció anonadada.
No podía mentir al decir que no me inquietaban sus pensamientos sobre mí, porque estaba aterrada de que justo ahora ya no podía cambiar mi sentir.
—Por favor, hágame el honor de apreciarlos, pero aún así, no se sienta presionada al creer que deben ser correspondidos. Mi admiración hacia usted no tiene límite, así que si no acepta mis sentimientos, no crea que he de repudiarla. Al contrario, usted sabe lo que vale y yo estoy aquí para confirmarlo, así que la entenderé completamente...
Me sentía tan embriagada ante mi confesión, a tal punto que ya nada se veía claro a mi alrededor, nada que no fuera ella y mientras mis palabras salían de mis temblorosos labios, analizaba cada una de sus expresiones y acciones y aún así, pese que intentaba conciliar una respuesta, ella misma era una gran incógnita que no tenía forma de resolver.
Sin embargo, yo quería ser esa persona que pudiera encontrar la respuesta de su ser. Quería ser quién la transportará a un mundo nuevo con la simple danza de mis dedos sobre el teclado. Quería besar sus pálidas mejillas y calentar sus frías manos. Quería apaciguar sus inquietudes y resolver sus dudas. No podía callar mi corazón, pero al menos quería que el susurro de mi alma hablara con la suya y entendiera que dentro de mí habitaba el mismo amor que tenía ella con la lectura.
Me interesaba, me entretenía, me extasiaba, me atraía. Me hacía sentir tantas cosas.
—No obstante, sepa y entienda que las emociones que he experimentado con usted van más allá de un regocijo impropio. Mi corazón sincero cubre con pasión todos los recuerdos que tenemos juntas, y aunque pueda no entenderlos, e incluso, quizás tampoco yo, sí sé una cosa... Y es que me he enamorado irremediablemente de usted, mis ojos la han visto así incluso antes de que mi corazón lo supiera.
Nunca antes había deseado con semejante fervor ser aquello que odié durante tantos años y que me juré jamás ser. Está noche deseaba más que nada en este mundo ser Cupido y poder así, flechar su corazón para enamorar su alma.
Para que fuera sólo mía.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
Bueno, hasta aquí llegan las actualizaciones de esta historia, espero que les haya gustado lo que leyeron, todo esto es completamente de mi autoría; me sirvió mucho para mantenerme al día y también me ayudo para no olvidar algunas reglas gramaticales y ortográficas. Esta historia es lo último que he escrito, no tuve ayuda de nadie, así que esta puro y libre, por lo que no descarto que haya varios errores por ahí. Como sea, les agradezco a quienes llegaron hasta aquí. Besos.
-MigadePan.
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