Capítulo 2; En un sólo tacto.
M.
No sabía cómo reaccionar cuando sus ojos se posaron en mí, aunque estos parecían sin rumbo fijo. No sabía cómo explicarlo, pero parecía ver y no verme al mismo tiempo. Quise acercarme a ella, pero temía asustarla, así que me quedé de pie a unos cuantos metros alejada de su presencia.
Incómoda por el silencio miré a ambos lados intentando descifrar dónde estaba, pero sólo pude ver más y más vegetación.
—¡¿Señorita Mina?! —De pronto escuché que alguien gritó mi nombre a lo lejos.
Supuse que se trataba del joven Robert, y lo confirme cuando escuché aquella voz más cerca mío y el sonido característico de su voz resonó en mis oídos.
Me di la vuelta para intentar encontrarlo, pero no fue necesario, pues él ya se dirigía apresurado hacia mí. Le tomó unos cuantos segundos volver a su compostura característica y aclarándose la garganta me preguntó que si qué hacía aquí y por qué no había decidido esperarlo, que llevaba bastante tiempo intentando encontrarme y que era un milagro divino el haber decidido seguirme buscando, pues había considerado la idea de regresar; creyendo fielmente que tal vez yo, aburrida de esperar, había vuelto a la mansión.
Cuando terminó de interrogarme sin darme un sólo segundo para poder responder a sus miles de preguntas, miró detrás mío y abrió los ojos sorprendido.
—¿Chaeyoung? —dijo él pasmado.
No sabía cómo explicar aquella sensación que sentí cuando supe su nombre, pero lo único que pude pensar fue: "¿Con que así se llama aquella bella mujer?".
—¿Qué haces aquí? ¿No te dijo mi padre que no te alejaras tanto de la mansión? —interrogó a aquella joven, al tiempo que alejaba su atención de mí y la fijaba en ella—. ¿Con quién viniste? Es imposible que hayas llegado hasta aquí tú sola.
—¿Richard? —preguntó ella, a pesar de que sus ojos estaban puestos en él.
Su voz fue como un balde de agua fría sobre mí. Quise pensar que simplemente se trataba de mi mente jugando con mi razón de ser, pero era inevitable sentirme agobiada por el sentimiento.
¿Por qué me sentía así simplemente por escucharla?
—Lo siento, el calor del momento me arrebató la sensatez... Sí, hermana, soy yo —pronunció él con cariño. Se acercó a ella y tomó asiento sobre aquella manta, sólo para acercarse a ella y dejarla tocar su rostro.
¿Hermana? ¿Acaso no eran sólo tres hermanos?
Confundida por la situación, decidí romper la burbuja que los tenía encerrados a ellos dos con aquella extraña conversación.
—Disculpe, joven Richard, ¿puedo saber qué sucede aquí? —exclamé, más tímida que extrañada.
—Perdone usted, señorita Mina —mencionó, alejándose de su "hermana" y poniéndose de pie—. Creo que todos aquí estamos un poco confundidos con lo que pasa, y además, seguramente nuestros padres deben de estar preocupados por nuestro alargado regreso. Si no le molesta, me gustaría que regresáramos a la mansión y allí habláramos más cómodamente.
—Créame, no estaría yo más que agradecida si hiciéramos eso.
Río con las mejillas sonrojadas ante mi comentario, pero evitó continuar con la conversación y simplemente ayudó a su hermana a ponerse de pie.
La joven dama se mantuvo sujeta del brazo de su hermano en todo el transcurso, parecía confiar sin objeción a lo que él dispusiera, si es que decidía girar para un lado, ella lo seguía, si es que decidía detenerse, aunque con una paso de retraso, al final lo hacía. Me pareció extraña su completa disposición y el reparo de su inminente silencio, pero supuse que preferían no conversar frente mío, cosa que entendí, pues yo seguía siendo una completa extraña para ellos.
En el camino a la mansión fue inevitable para mí que las dudas consumieran mi interior. Quería saber en ese instante lo que ocurría y cómo aquella pequeña mujer tenía la gracia de también ser su hermana, aunque claro, no es que no lo creyera, ella era tan divina y hermosa que inevitablemente uno entendía al final que, la herencia —aparte del dinero—, se veía reflejada en la belleza de sus genes.
La duda que crecía en mí era más bien en el cuestionable hecho de que nunca —ni siquiera en el baile— la hubieran presentado y de que, pese a su posición económica y social, sin extenuar el hecho de que fuera mujer, no hayan admitido que tenían una hija, al menos, que claro, no desearan que se casara o simplemente, que la relacionarán con la familia.
Pero, ¿por qué?
Ella era unos cuantos centímetros más pequeña que yo, su cabello era tan largo que llegaba hasta su cintura, era delgada, incluso podría asegurar que era muchísimo más que yo, aunque por lo sobresaliente de su esponjoso vestido me hacía dudar en momentos, sin embargo, lo delgado de sus brazos me lo confirmaba.
Entonces, pese a todo lo demás, cómo es que no querían presentarla al resto, en ese poco tiempo que la había conocido, sin extenuar su extrema timidez, podía decir que era sin duda una buena mujer para contraer matrimonio, era bella y rica.
No obstante, había algo en ella que me confundía de sobremanera, y eso eran sus ojos, aunque había que decir que eso era simplemente cuestión mía y que quizás, no era algo relevante para el resto, sí que generaba un conflicto en mí.
Sentí que comenzaba a callarme cualquier inquietud que tenía, pero en eso consistía mantener mi imagen, por lo que no creí prudente indagar sobre el tema. Algo que había aprendido en ese corto tiempo junto a ellos, es que había demasiadas interrogantes sobre su familia, las cuales no tenía el placer de expresar y también de resolver.
Cuando regresamos a la mansión, en vez de entrar por la puerta principal, recorrimos un corto sendero hasta llegar a la parte trasera de la propiedad. Sin duda pude notar que mi extrañeza era aparente para el joven Richard, pero él no se dignó en aclarar la situación, por lo que lo seguí sin refutar. Al entrar a la casa, dimos a parar en la cocina, por suerte, todos estaban demasiado concentrados en sus labores como para notar nuestra presencia.
—Señorita Mina, ¿podría ir a anunciar nuestro regreso y volver a mi lado? Si es que claro, no representa para usted una molestia —dijo el joven Richard, aunque parecía sereno al mismo tiempo parecía ansioso.
No quise negarme, aunque me pareciera un poco tonto, ya que estábamos a una puerta de poder anunciarnos los dos, aún así, acepte. Abrí la puerta y los ojos curiosos del resto fueron a parar sobre mí. Hice una cortés reverencia y exclamé que estábamos de regreso, preguntaron por el joven Richard, pero me limité a decir que me esperaba en el pasillo, pues aún queríamos retomar la conversación que habíamos dejado atrás en la finca. Ellos comprendieron y gustosos dejaron que me fuera.
Al cerrar la puerta y girarme, Richard me sonrió. Yo simplemente me limité a hacer lo mismo, por otro lado, la joven Chaeyoung simplemente se notaba distante, callada mantenía aún firme su agarre sobre el brazo del joven Richard. Él, por su parte, movió su cabeza en una señal para que lo siguiera y así lo hice.
Entramos a otra habitación, una no muy lejos de la sala, está tenía un enorme mural de ángeles tocando pequeños arcos, la cual se encontraba pintada sobre una de las paredes, del lado derecho se encontraba la única ventana, pero que llegaba desde el suelo hasta el techo; logrando así, dejar entrar la belleza de la claridad, y en el centro del lugar, un enorme comedor de madera se situaba imponente.
Llevó a su hermana hasta la silla de la cabeza y con cuidado, ella puso sus manos sobre esta. Me sentí aún más perdida al verla tocar con sus delicadas manos el respaldo de la silla, como si de repente estuviera reconociéndola, luego la jalo y se sentó en ella.
El joven Richard fue diferente conmigo y retiró la silla unos cuantos centímetros de la mesa para que yo tomara lugar, y aunque cohibida un poco por lo antes visto, me acerqué a él y lo hice. Él no tardó en hacer lo mismo, sólo que al frente mío, dejando a su hermana alejada completamente de nosotros.
—Seguro te preguntarás por qué no hemos hecho una presentación oficial sobre mi hermana, teniendo en cuenta que hace poco se realizó el baile donde nosotros nos presentamos a los lugareños —mencionó él con cautela.
—Creo que es mejor mantener mi línea, no quiero parecer entrometida al escucharlo.
Él me sonrió y negó suavemente con la cabeza.
—Por si no lo has notado, mi hermana es ciega...
—Oh.
Eso explicaría muchas cosas.
Giré mi cabeza y fijé mi mirada en ella. Tímida se encontraba jugando con los lazos de sus mangas. No parecía mirar en concreto algo —y ahora comprendía por qué—, pero tampoco carecía de expresión alguna. Aún así, no lograba entender cómo era que ella no podía ver, sus ojos no mostraban ningún rastro de enfermedad, o de las dichosas telas blancas que los adornan al llegar a cierta edad, mucho menos como aquellos hombres que regresaban de la guerra con algún problema visual.
Ella parecía tan sana que simplemente uno creería que sólo estaba siendo distraída, o que era lo demasiado tímida como para no poder mirar directamente a los ojos a alguien.
—Antes, cuando vivíamos al sur de Inglaterra y éramos más pequeños, tuvimos un viaje a Noruega por vacaciones, mi madre, que acaba de dar a luz a una pequeña niña dijo que deseaba visitar a unos familiares, tíos suyos, que vivían ahí, así que tomó su carruaje y viajó hasta su casa, sin embargo, de regreso al lugar en donde nos hospedábamos, unos ladrones interceptaron el carruaje...
—Eso parece ser un tema demasiado íntimo sobre su familia —dije interrumpiéndolo—. No sé si soy digna de su confianza para saber tales hechos.
—Creo que es evidente que si usted está en esta casa, es para unir lazos matrimoniales con cualquiera de mis hermanos, incluido yo. —Fue inevitable sonrojarme ante sus palabras, me sentí expuesta—. Si vamos a unirnos como familia, creo que es importante saber los secretos de la otra, y hasta ahora usted no me ha dado motivos para desconfiar de su persona.
—Me temo que entonces no hemos sabido expresar el hecho de querer sólo una amistad entre ambas familias —pronuncié con sarcasmo, y ambos reímos—, pero me honra con su sinceridad y le aseguro que de mí jamás saldrá una sola palabra de lo que usted me diga.
—No dudo que así sea, así que, si me lo permite, continuaré.
—Si usted así lo desea, no soy más que oídos —exclamé agradecida.
—Siendo sincero, no es un tema fácil de contar, pero ahora que conoce a mi hermana creo que es oportuno decírselo —guardó silencio por un momento y luego continúo—: El jinete intento de todo para evitar detenerse y que los robaran, más porque mi madre había decidido llevar a la recién nacida para que la conocieran mis tíos. El jinete sabía que podía ocurrir una tragedia si es que se detenían, como por ejemplo que secuestrarán a la bebé para luego pedir dinero a cambio, no obstante, y por desgracia, su buena obra terminó siendo todo lo contrario...
Aclaró su garganta incómodo, mientras apretaba sus manos.
—Siéntase libre de detenerse si así lo desea, yo nunca lo obligaré a continuar si usted no lo quiere —le hice saber con el mayor tacto posible.
Él simplemente asintió.
—Iban todos haciendo una carrera a grandes velocidades, pero ellos fueron más inteligentes y supieron que, asustando a los caballos, el carruaje perdería el equilibrio y el jinete tendría obligadamente que detenerse, pero por desgracia no sucedió así. Los caballos terminaron zafándose de las monturas y del mando del jinete, así que él carruaje al final terminó saliéndose del camino; dio varias vueltas sobre el suelo y luego terminó en un zanja atorado.
—Oh, Dios... —exclamé completamente horrorizada.
—Como seguramente podrá haberlo sospechado, mi madre no sobrevivió al accidente, es por eso que no nos acompaña esta mañana ni tampoco lo hizo el día del baile —dijo melancólico, mientras sus mejillas se sonrojaban y sus ojos se humedecían—. Los ladrones pudieron hacerse con el botín y tomaron todas las joyas que traía puesta mi madre, por otro lado, mi hermana sufrió un fuerte golpe en la cabeza que, si bien, no nació siendo ciega, a unos cuantos meses de nacida, se terminó convirtiendo.
Sentí mi corazón agitarse ante sus palabras, no sabía si sentirme triste y desconsolada, o tal vez actuar de forma neutra para poder ofrecerle un hombro al cual poder llorar.
—Mi padre no quiere que la gente se entere que tiene una hija con discapacidad, solamente la familia lo sabe, y no, antes de que lo piense, no es porque él no la quiera por como es —aclaró de inmediato—. Para él ella es su mayor adoración y sabe que cualquier hombre que se le acerque sólo la querrá por su dinero, además, de que ningún hombre podrá cuidarla como él y nosotros lo hacemos. Ella es la cabeza de esta casa.
—Me alegra escuchar eso...
De repente la puerta se abrió de golpe, todos dimos un respingo del susto y nos giramos asustados.
—Mi señor, la señorita Chae... —calló de inmediato aquella mujer que acaba de entrar a la habitación, y más al notar a la joven sentada en la mesa.
—Así que fuiste tú —dijo Richard con altanería.
—Lo siento, mi señor, no pretendía desobedecer ninguna regla, pero la señorita escuchó...
—¿Escuchó o le dijiste?
Guardó silencio aquella mujer por unos cuantos segundos, que seguramente para ella, fueron eternos.
—Le dije —al final admitió—. Sabe que ella y yo no tenemos secretos, así que cuando escuchó sobre un gran banquete para la hora del desayuno y la limpieza exhaustiva de los alrededores, fue imposible para mí no decirle sobre la situación que acontecería para esta mañana. No quería estar encerrada en la habitación y me pidió llevarla a la finca para leer tranquila.
¿Leer? ¿Cómo es posible ese suceso?
—No te preocupes, Victoria, sólo la próxima vez avísame, y por favor, no se alejen tanto de la mansión, podría ser peligroso —sentenció menos recto que al principio, pero con suficiente autoridad para que aquella mujer comprendiera.
La señora avergonzada se inclinó una tras otra hasta salir de la habitación.
—¿Ella es su institutriz? —exclamé extrañada, pues nada en su forma de ser y de vestir lo representaba.
—No, mi hermana no tuvo una —reveló y fue inevitable no sorprenderme. Nunca había conocido a una mujer que no hubiera tenido una—. Usted entenderá que, debido a la condición de mi hermana no ha sido necesario prepararla para el matrimonio, en cambio, la señora Victoria se encarga únicamente de ella, desde su comida, ropa, libros y paseos.
—Claro, lo entiendo, pero creo que, si ella así lo quisiera, podría casarse, siempre se puede encontrar a un buen hombre que la quiera tal y como es, y no dudo que la cuide como se debe —mencioné segura.
Él no respondió, pero asintió dándome vagamente la razón.
¿Acaso habían experimentado alguna mala situación referente a la condición de su hermana?
Otra duda que tendría que esperar para poder obtener una respuesta.
Pese a que su situación era poco común, no creía del todo de que, por ser ciega, alguien no llegara a amarla. Al verla sólo podía pensar en cuán indefensa era ante el mundo, pues nunca le habían dado la dicha —aún si fuera mala o no—, de conocerlo. Si bien, a veces queremos proteger a quienes amamos, la sobreprotección puede llegar a ser contraproducente. No imaginaba lo que pasaría con ella cuando su padre falleciera y sus hermanos se casaran.
—¿Puedo pedirle un último favor, señorita Mina? —dijo el joven Richard, sacándome de mis conflictivos pensamientos.
—Por supuesto —contesté sin dudar.
—¿Podría no decirle a nadie sobre mi hermana? —imploró preocupado—. No digo que se lo oculte a su familia, pero sí a los demás... Chaeyoung no está muy acostumbrada a las personas y le cuesta relacionarse con el resto, prefiere leer y cantar antes que convivir con los demás, y no quiero que se sienta abrumada por lo que aconteció hoy, además, aún no le hemos dicho que alguno de sus hermanos puede terminar dando sus votos.
No esperaba para nada un favor así, pero no podía negarme, él tenía sus razones y seguramente, también toda su familia.
—Su familia tiene mi completo silencio, joven Richard —le aseguré, y me sonrió ante mis palabras.
Aún ante la cantidad excesiva de información que ahora me comprometía, sentía que era necesaria para poder empatizar con ellos. No obstante, todavía me encontraba molesta por el hecho de tener que casarme; sin embargo, al menos ahora sabía la clase de hombre que eran todos ellos, y si bien, no eran perfectos, ¿quién sí lo era en esta vida? No podía juzgar sus métodos y menos sin una madre que les enseñara a cuidar de una mujer. Comprendía al menos que aún ante el sobresaliente instinto protector que tenían, también como hombres, hacían lo que sus ideales les decían que era correcto de hacer.
Después de esa extensa conversación, regresé a la sala junto con el resto, por su parte, el joven Richard optó por quedarse con su hermana y acompañarla, yo no pude estar más de acuerdo y, aunque no tuve el atrevimiento de conversar con ella, con mirarla fue suficiente para mí.
Al terminar la visita y volver a casa, le conté a mis padres sobre lo ocurrido en la mansión de los Son y lo acontecido en su finca. Sabía que hablar con ellos era seguro y más sobre estas cosas. Si había aprendido sobre la confidencialidad eterna y el absoluto silencio de mis palabras, además de mis fieles promesas, no se debían a más que a mis propios padres. Los valores que me habían inculcado se habían tatuado en mí tanto como una herida a la piel.
Ellos, al igual, supieron comprender la situación y optaron que si había la suficiente confianza para revelar tales hechos del pasado de su familia, era mejor ser discretos con ello y así fue, el secreto quedó enterrado entre nosotros.
Los días pasaron volando después de esa visita, pero la imagen del encuentro con la señorita Chaeyoung permaneció eterno en mi memoria. Era tan extraño sentir tan vivido el momento en que mis ojos se fijaron en ella. Todavía se sentía tan irreal cuando al irme a dormir su imagen celestial se aparecía en mis sueños. No comprendía a qué se debía tal hecho, y me pareció impropio seguir buscando una respuesta. Preferí entonces callar esas ajenas inquietudes y continúe mi vida con normalidad.
Fue así hasta que llegó el día de la cena en mi hogar. Quizás mi casa no era tan grande como la de ellos, pero la mansión Myoui era una de las más bellas de todo el centro de Inglaterra. Con ocho habitaciones, cuatro salas de estar, tres comedores y dos cocinas, mi hogar era tan grande como el propio ayuntamiento de la capital. Su interior era clásico, una casa pasada por generaciones, heredada por mi abuelo paterno y pasada a mi padre, seguía un linaje poderoso. Los muebles, el tapizado y el suelo, cada parte estaba tan bien conservada que podía hacerse pasar por una construcción de la época actual.
Justo cuando el reloj apuntó cuarto para las seis, uno de los sirvientes se acercó apresurado para informar la pronta llegada de los Son. Todos en la casa nos asomamos por una de las ventanas para visualizar el carruaje, el cual, aún en la lejanía pudimos verlo atravesar el enrejado y continuar el camino. Por suerte en la casa todo estaba listo, las cocineras sólo estaban a un solo llamado para recibir a los invitados con un enorme banquete, sin embargo, manteniéndonos firme a nuestras costumbres y al contrario de ellos, queríamos conversar primero con ellos para formar un ambiente agradable antes de pasar al comedor.
Cuando por fin se estacionaron frente a la entrada, salimos para recibirlos y aunque —sobre todo yo—, no esperábamos la extraña presencia de nadie más que no fueran aquellos cuatro caballeros, la primer persona en bajar y siendo ayudada por uno de los dos jinetes que dirigía el carruaje, fue nada menos que la señorita Chaeyoung; la cual, con extrema delicadeza bajó del carruaje, al tiempo que dejó a todos anonadados por su sorpresiva presencia.
Mi corazón latió con frenesí al notar su delicada figura siendo adornada por un hermoso vestido color verde; con un exterior acompañado del tabardo, cortado como un poncho pero con los lados cerrados por costuras. Los heraldos que llevaba eran una versión del tabardo con mangas que solo cubrían la parte exterior de los brazos, y el pecho era decorado con un pequeño y ajustado escote.
Mis mejillas se sonrojaron a una veracidad tan brutal que tuve que desviar la mirada al sentirme expuesta por mi propio cuerpo. Mi padre, que se encontraba al lado mío, me preguntó sobre mi extraño comportamiento, pero yo sólo pude excusarme en que tal vez había pescado un resfriado, pues de repente sentía mi cara arder, como si de un incendio involuntario hubiera tenido lugar sobre mis mejillas.
No pude moverme cuando los hermanos Son y el señor Patrick bajaron del carruaje y comenzaron a saludar a todos, inclusive su hermana, que, aunque torpemente, ayudada del menor de los Son, logró dirigirla para posicionarla frente a cada uno y así, ella poder extenderle su mano en señal de saludo, no obstante, cuando llegó mi turno, no pude evitar sentirme asustada ante los desenfrenados latidos de mi corazón y los desordenados pensamientos que comenzaban a nublar mi mente.
—Un gusto, soy Son Chaeyoung —se presentó, al tiempo que me hacía una pequeña reverencia y luego extendía su mano—. Escuché que serás próximamente mi cuñada, así que es un honor conocerle, espero que nos llevemos bien.
Ese comentario sin duda me sorprendió, no esperaba que tan pronto le dijeran sobre aquellos planes, pensaba que querían ser más cuidadosos, pero seguramente desde aquel último día que nos vimos, habían sucedido demasiadas cosas, que sería vergonzoso de mi parte asegurar algo ahora.
No quise dejarla con la mano extendida, así que, aunque me encontraba inexplicablemente nerviosa, la tomé. El tacto de sus dedos sobre mi piel me dejó en blanco. Agradecí en ese momento que ella fuera ciega, pues estaba segura de que, si me miraba a los ojos aunque fuera unos cuantos segundos, podría llegar a descubrir los insolentes sentimientos que se apoderaban de mí en ese momento.
—El gusto es todo mío, soy Myoui Mina —me presenté con el mayor de las atenciones—. Preferiría que me vieras como una amiga y no como una posible cuñada, y sí, yo también espero que nos llevemos bien. Muy bien.
No quise abrir paso a mis pensamientos, pero su presencia frente a mí borró cualquier estado de control, así que sólo me decidí a dejarme llevar. Sería la primera vez que conversaría con ella, que la conocería y me sentía ansiosa por ello. No sabía muy bien por qué me sentía tan abrumada en su presencia, ni por qué mi cuerpo reaccionaba así ante ella, pero tampoco quería saberlo. Todavía tenía mucho tiempo para descubrirlo, por ahora, sólo deseaba saber más de ella y esta noche esperaba hacerlo.
Recuerden votar y seguirme, se los agradecería mucho. Besos.
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