Cogió su móvil y marcó el número de Luis. El pitido no llegó a sonar dos veces cuando ya escuchaba su voz al otro lado de la línea.

-Hola Alexandra, ¿Qué tal estás?- Él nunca decía su nombre completo.

-Qué raro suena que me llames por mi nombre concreto, siento que he hecho algo malo cuando alguien lo utiliza.- Rio tímidamente- Estoy muy feliz, y por cómo suena tu voz creo que tú también. ¿A dónde has ido?

Él respiraba atropelladamente, tomando grandes bocanadas de aire. Además se escuchaban los pasos de su trote.

-Baja al portal, acabo de llegar.

Ella bajó rápidamente y vio a Luis esperando encorvado al otro lado de la puerta de cristal.

-¿Has venido corriendo?- Él no habló, simplemente asintió con la cabeza mientras se erguía y su respiración volvía a la normalidad. Sacó del bolsillo un pequeño objeto rectangular envuelto en papel de regalo. Luego se lo tendió.

-No es una gran cosa, pero creo que te gustará. Es algo especial para mí.

Ella abrió el envoltorio descubriendo un libro de poemas que Luis siempre solía leerle en las aburridas tardes de verano. Ella sabía lo mucho que el libro le gustaba a Luis y lo importante que era para él. Esbozó una gran sonrisa y le abrazó con todas sus fuerzas.

Él estaba igual de feliz y sonriente.

-Te quiero- Ambos lo dijeron a la vez, y apretaron un poco más el abrazo.