El maravilloso destino me atacó por casualidad
24 De julio de 2016 05:34 a.m.
¿Qué si estoy preparada para irme? No.
Pero tengo que hacerlo.
Después de haber estudiado toda mi secundaria en casa y tras haber sido la culpable de una nueva discusión después de tantos años de paz entre mis divorciados (y con vidas rehechas) padres, logré mi cometido: tomarme un año sabático para recorrer el mundo antes de empezar a estudiar en la universidad.
—¿De verdad quieres irte, Savanah? Aún podemos enviarle una carta a la universidad de Colorado para que acepten que inicies la carrera a comienzos del otoño, tal y como lo habíamos planeado.
—Tal y como habrás planeado tu, madre —le respondí a mi progenitora—. Mamá, ya te lo dije: quiero y necesito recorrer el mundo antes de la importante decisión de elegir a que me quiero dedicar el resto de mi vida, además, ya lo habíamos hablado, me hiciste estudiar en casa porque tenías miedo de lo que me fuera a ocurrir en la escuela local y a cambio yo...
—Miedo que no fue infundado, hija, ¿o acaso debo recordarte la historia del chico que vivió en esta casa antes de que nos mudáramos?
—Edward Swayze —aclaré— y no, no necesito que me recuerdes nada —dije con una falsa firmeza, a pesar de que ya habían pasado tres largos años, todavía me dolía el tema de Edward.
—De acuerdo, Savanah, como quieras —dijo mi madre alzando las manos en señal de rendición—. Solo espero que me llames cuando llegues a tu destino y…
—¿No vas a acompañarme al aeropuerto? —pregunté, frunciendo el ceño en una clara expresión de confusión.
—No puedo, hija. Creo que no debo recordarte que John obtiene su Doctorado hoy en la tarde y quiere que lo acompañe, de hecho, también quiere que tu lo hagas.
—Como sea —dije poniendo los ojos en blanco. No era como si detestara a mi ex profesor devenido en mi padrastro, o que este no intentase por todos los medios de hacer hasta lo imposible para encajar en mi idea de lo que debía ser mi familia, vamos, ni siquiera podía reprocharle que fuera un mal tipo o que hiciera infeliz a mi madre como desafortunadamente si lo era con mi padre, pero igual, siento que es mi tarea el no ponerle tan fácil la entrada a mi familia—. Te llamaré en cuanto llegué a mi hotel.
Tomé mi equipaje y subí a mi taxi, la próxima actualización la haré cuando llegué al país del tango y donde nacieron los mejores futbolistas del mundo.
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24 De julio de 2016 08:05 a.m.
Estoy esperando en el aeropuerto y aún tengo en la cabeza la conversación con mi madre y sobre todo, no he podido sacar de mi memoria a Edward Swayze.
Luego de recibir aquel mensaje donde me agradecía por haberlo ayudado a volver a casa, traté por todos los medios de comunicarme con él pero se me hizo imposible pues, un par de meses después su hermana me dijo que su gemelo se había vuelto a ir de casa y dijo que esa vez "sería para siempre".
No volví a contactar a Cathie desde entonces, ni siquiera volví a leer las viejas entradas de ese blog, vamos, ni siquiera respondí a los comentarios que dejaron en esos posts... todo lo relacionado a Edward Swayze lo guardé en un cajón...
Lástima que mi mamá tuvo que traerlo a colación... Dios, que complicado es esto del amor...
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28 De julio de 2016 09:17 p.m.
Ya llevo más de cuatro días acá en Buenos Aires y no he salido de mi hotel... definitivamente fue muy mala idea de mi parte traer la melancolía de pasajero...
No. No voy a dejar que me gane la tristeza... estoy escuchando las preciosas melodías de un tango venir de la esquina de Florida y Lavalle, unos gráciles bailarines de esa sensual música están danzando a la salida de mi hotel, voy a bajar a verlos, con suerte eso elevara mi ánimo.
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29 De julio de 2016 04:38 a.m.
Salí a la calle como conté en mi anterior entrada y, cuando la pareja que allí danzaba terminó su número, la mujer nos dirigió unas palabras al público allí presente.
"Hola, me llamó Deborah y pertenezco a una de las mayores academias de baile de la ciudad. Como habrán sido testigos, el tango no es solo un baile, es una historia en la que con cada paso se cuenta una historia de amor y de desamor, de abandono y de pasión, de deseo y de desesperación. Por eso, si vos has tenido estas sensaciones alguna vez, alzá la mano, acércate y bailá un poco con nosotros. No importa si no sabés bailar, la emoción y lo que llevás dentro hará la tarea por vos".
Todas las personas a mi alrededor se miraron las caras las unas a las otras, debatiendo en su interior si serían capaces de hacerlo.
No sé si fue mi amor por esa música que aprendí a amar desde niña y asistía a aquella academia de baile, no sé si fue la necesidad de esa adrenalina que suprimiera mi tristeza de un plumazo, no sé si fue simplemente la lástima que me causó como los compañeros del grupo artístico de la chica la miraban con el ceño fruncido, regañándola por ese acto aparentemente improvisado de su parte, pero lo único que sé es que alcé la mano y di unos pasos hasta acercarme a donde estaba de pie Deborah, mirándome con el agradecimiento apoderándose de su ser.
Allí estuvimos las dos, en el centro de ese círculo que se había formado entre los asistentes al espectáculo, esperando a que un chico se acercara.
-Vámonos, Deborah -le gritó el chico que minutos antes fungía como su pareja-. Es obvio que nadie quiere bailar con... disculpá, ¿cómo te llamás vos? -me preguntó.
-Savannah Wilson -respondí.
-Bueno, eso, nadie quiere bailar con la preciosa Savannah Wilson. Te volviste a equivocar con este truco sin sentido -la riñó delante de todos, haciendo que el resto de sus compañeros y hasta algunos de lo transeúntes se burlasen de ella.
-Se equivocan -soltó una grave voz viniendo del medio del gentío-. Yo ansío bailar con Savannah Wilson desde hace tres años.
No sé qué fuerza me hizo alzar la vista en ese instante, lo que si sé es que jamás esperé que mis ojos se toparan con lo que ví.
Un chico alto, pelirrojo y con los más atrapantes ojos azules. Un chico llamado Edward Swayze estaba caminando en mi dirección y segundos después me tomó de la cintura, listo para bailar conmigo.
Todos mis conocimientos de baile se fueron al traste cuando pegó sus labios a mi oído y soltó un suspiro de alivio, de esos que das cuando llegas a casa tras un ajetreado día.
-Amor, ¿dónde estabas? -pregunté-. Estuve buscándote por tanto tiempo...
-Lo siento, cielo, estuve ocupado, aunque si te soy sincero, ahora no sé ni en que.
Me abandoné en sus brazos y dejé que él me guiará en un improvisado baile que estaba muy distante de la perfección de los bailes con la que nos habían deleitado los bailarines profesionales pero que, tal y como dijo Deborah, estaba cargado de emociones.
Cuando la música se terminó, nos escapamos de todas las miradas curiosas y nos refugiamos aquí, en mi habitación de hotel, donde solo la luna fue testigo del encuentro de nuestras almas ávidas de deseo del uno por el otro.
No sé si fue el destino o fue la casualidad. Lo único que sé es que ya debo apagar la laptop pues él me está buscando, tanteando el colchón. Si se da la oportunidad, otro día les contaré lo que fue de él en todos estos años, nos leemos.
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Número de palabras: 1300
Canción: destino o casualidad - Melendi.
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