El estreno.

Cleo:

Treinta y uno de agosto. Día del estreno de mi nueva película. Y ahí estaba yo, en la peluquería con mi estilista personal que me había hecho un hermoso peinado. Me hizo ondas en el cabello y recogió mi flequillo hacia atrás. Y sin embargo yo me sentía vacía, sentía que me faltaba algo.

Dina volvió con una lata de fijador y la roció sobre mi cabello.

—Estás lista, Cleo.

—Muchas gracias, Dina. El dinero ya está en tu cuenta.

Salí y fui hacia mi casa para terminar de arreglarme.

Saqué de la guantera la hoja donde estaba escrito mi discurso de agradecimiento y lo repasé un poco cuando llegué al penthouse. Si se trataba de discursos, necesitaba aprendérmelo de memoria, sino me quedaría estancada en una sola frase sin saber qué decir. Lo mismo sucedía con las exposiciones en el colegio, tenía una compañera llamada Allison, ella nunca estudiaba para las exposiciones y exámenes, simplemente leía el contenido cinco minutos antes de iniciar y aprobaba.

Un día le pregunté cómo lo hacía y ella respondió que durante las clases tarareaba cualquier canción, Say my name, por ejemplo; luego, el día de la evaluación tarareaba la misma canción y se acordaba de todo. Lástima que eso nunca funcionó conmigo.

Repasé unas veces más el discurso, hasta asegurarme de que me lo sabía al derecho y al revés, después fui a mi clóset a sacar mi vestido. Era azul eléctrico y tenía un cinturón de pedrería, me lo pondría con unos tacones transparentes. Intenté encontrar la corbata que había comprado para Albert con la esperanza de sentirlo un poco más cerca, pero no la encontré por ninguna parte.

Cuidadosamente me di una ducha —Para no arruinar el peinado— y comencé con los detalles finales de mi outfit. Me hice un maquillaje no muy recargado y finalicé con un delineado de zorro.

Internamente rogaba porque Albert fuera al estreno porque quería verlo ahí. Esperaba importarle lo suficiente como para venir a verme.

Escuché la bocina del auto de Ernest, me asomé y efectivamente era él, me venía a buscar para que llegáramos los tres al estreno. Tomé mi cartera de sobre y me fui.

—¿Nerviosa? —Interrogó Louis.

—Nerviosa, ansiosa, aterrada, emocionada ¿Ya dije aterrada?

—Cálmate, Cleo. Lo harás genial.

Ernest condujo hasta el evento, había mucha gente, fotógrafos, paparazzis y reporteros, eso sin contar el resto de las personas ajenas al mundo del espectáculo que estaban en el lugar.

Cuando Louis y yo nos bajamos del auto de Ernest nos reunimos con el resto del elenco para las fotos grupales. Después de eso se dió inicio al evento, el equipo de producción pasó al podio que había cerca de la pantalla para dar su discurso.

—Cleo, ¿Tienes algunas palabras para tus fans antes de que empiece la película?

Asentí, me acerqué al podio y tomé el micrófono.

—Ante todo, muchas gracias por apoyarme y creer en mí, sobre todo en estos meses que han sido algo difíciles... —Iba a seguir, pero mi mirada se desvió al público y lo ví.

Era Albert, venía con Lex y Breeze, y estaba usando la corbata que compré para él. Sin dejar de mirarlo suspiré y proseguí:

—Difíciles porque dejé que alguien manejara mi vida a su antojo y volviera de ella un espectáculo de circo. Mi cabello nunca fue largo, solo eran extensiones —Volteé a ver a Louis— y mi relación con Louis solo se trata de una estrategia de marketing —Ernest me dió una mirada de reprimenda, pero lo ignoré—, porque amo a otra persona, una persona que me hizo entender que esta es mi vida e independiente de si soy una figura pública o no lo soy, yo decido sobre ella. Esa persona es Albert Blue, sí, el chico que atiende las mesas en el cafetín de la esquina. Esa es la persona de la que yo me enamoré y me alegra mucho que haya decidido venir, aún cuando las cosas están turbulentas entre nosotros —Terminé mi improvisado discurso que nada tenía que ver con el anterior y tomé asiento.

Me sorprendí bastante de que saliera tan espontáneo, porque, como ya mencioné, era muy mala en esas cosas. En fin, es la fuerza del amor.

—Louis, mi bolso está debajo de tu asiento —Le dije tratando de alcanzarlo.

—Yo no soy Louis.

Me erguí con brusquedad al oír la voz de...

—Albert, ¿Qué haces aquí?

—Louis me cedió su lugar —Señaló a Louis que me guiñó un ojo desde arriba—. También te amo, Cleo. Y me di cuenta de que me comporté como un imbécil por no escucharte y entender tus razones, y aquí estoy, asumiendo mi error y esperando sinceramente que puedas perdonarme.

—Te perdono solo si tú me personas.

—Entonces creo que ya estoy perdonado.

—¿O sea que quieres estar conmigo?

Él no dijo nada, en lugar de eso simplemente asintió, se acercó lentamente y me besó mientras escuchábamos los aplausos de la audiencia de fondo.

Ya dejé de temer, Albert.

Yo creo en ti, Cleo.

—¿Algún día me vas a decir qué significa sifrinita? —Pregunté cuando nos separamos.

—Algún día, sifri, algún día.

Él rodeó mis hombros con su brazo y nos dispusimos a ver la película.

Gracias por cumplir tu promesa, Albert, porque ya no siento miedo de ser yo misma.

Fin.

Hola, queridos lectores *se suena la nariz*, tengo algunas cosas que decir, pero no las diré aquí, vayan a la nota final 💙.