Capítulo 10
Otro beso bajo la lluvia.
Cleo:
—¡Ven mañana por la sal!
Me desperté en la madrugada por el grito de Breeze.
—Breeze —La llamé con la voz pastosa por el sueño—. ¿Qué te ocurre? Son las cinco de la mañana.
—Hay ruidos en el techo, podría ser una bruja.
—Breeze, está lloviendo, por supuesto que hay ruidos en el techo. Es sólo agua —Dije—. Y hablando de agua, tengo sed.
Me bajé de la litera y caminé hasta la cocina por un vaso con agua.
—Cleo.
—¡Ah! —Se me escapó un leve grito que pude amortiguar con la palma de mi mano— Albert, ¿Qué haces despierto?
—Lo mismo podría preguntarte yo a ti ¿No crees?
—Vine a beber agua ¿Y tú?
—Me levanté para ir al baño y se espantó el sueño.
Me serví agua en un vaso y la bebí toda de un trago.
—Ven conmigo —Pidió Albert.
—¿A dónde? ¿Estás loco? Está lloviendo.
Albert subió las escaleras lo más rápido que le era posible sin hacer ruido y al rato volvió con dos impermeables, dos pares de botas para la lluvia y un paraguas. Él me entregó el impermeable de Minnie Mouse y un par de botas negras. Asumí que el impermeable era de una niña, no sólo por el estampado, sino también por el hecho de que me quedaba pequeño y no le cubría del todo.
El de él era de Mickey Mouse y tampoco le tapaba demasiado.
—A mamá le gustaba combinamos a mí y a Breeze cuando éramos niños. Si ella iba vestida de princesa, yo de príncipe, si yo iba de Superman, ella de Mujer Maravilla y así sucesivamente —Me explicó cuando estuvimos en el patio.
Estábamos bastante cerca el uno del otro, puesto que el paraguas también era algo pequeño.
»Quizás deba vestirme de Batman y tú de Gatúbela.
—¿Gatúbela?
—Catwoman.
—Tal vez lo haga —Respondí con una sonrisa—. ¿Cómo es la gente en Venezuela?
—Bueno, solo diré que si los venezolanos estuviéramos en la película Titanic nosotros seríamos los músicos. Ya sabes, imagina el Titanic hundiéndose y a sus pasajeros en una fiesta.
Los dos reímos.
—¿Cómo es la vida de famosa?
—Pues, la mía es...
¿Cómo era mi vida? Una vida basada en mentiras y estrategias para conseguir más rating y seguidores, una vida en la que tenía que poner mi aspecto físico en manos de otra persona que aseguraba «saber lo que las personas de esta generación quiere ver» sin importar si yo me siento cómoda o no. Mi vida era...
—Falsa —Respondí con la voz temblorosa.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Simplemente dejo que Ernest maneje mi vida a su antojo con el fin de conseguirme un lugarcito en la competitiva industria del cine.
Albert acercó tímidamente la mano que le quedaba libre y la entrelazó con la mía.
—No deberías dejar que hiciera eso, es tu vida y tú decides.
No sabía en qué momento exacto acabamos uno frente al otro, pero aproveché la posición para de ponerme sobre las puntas de mis pies y depositar un tierno y lento beso en sus labios, mismo que él correspondió un poco después debido a la sorpresa, o a los nervios, tal vez las dos cosas al mismo tiempo.
—¿No crees que es muy pronto? —Preguntó enmedio del beso.
—El tiempo es relativo —Contesté—. Muero porque me demuestres lo bien que se siente no tener que aparentar nada —Murmuré aún cerca de su labios.
Él me dió un beso más corto que el anterior y puso su mentón sobre mi cabeza.
—Eso sólo te lo puedes demostrar tú —Concluyó para seguir besándome.
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