Las desventajas de no ser invisible.
Cleo:
Ahí estaba yo, Cleo Garfield, negociando un noviazgo totalmente falso para promocionar mi nueva película junto a Louis Miller, Ernest —Mi agente— me convenció de que era lo mejor para asegurar que el filme tuviera éxito.
Nada más mira el éxito que consiguieron Cole Sprouse y Lili Reinhart.
Esas habían sido sus palabras, aunque yo no estaba del todo segura de que la relación de Lili y Cole fuera puro marketing.
A los doce años empecé a interesarme en la actuación, a partir de ahí mis padres me inscribieron en clases de teatro y comencé a participar con papeles pequeños en producciones escolares.
¿Han oído el dicho que dice que «no hay papeles pequeños, sino actores pequeños»? Bueno, con algo de eso adquirí mi éxito cuando en mi segundo año de secundaria interpreté a una niña autista. Al principio estaba negada al papel porque no tenía parlamento, pero a la final decidí asumir el reto.
Le pedí a mamá que me llevara a su trabajo, ella trabajaba en un colegio para niños autistas, ví todo lo que hacían y cómo se comportaban. Siempre tenían la mirada perdida y nunca la fijaban, no socializaban con nadie, era como si vivieran en una burbuja.
El día que se presentó la obra, el director invitó a una amiga que resultó ser una exitosa productora de televisión. Ella pudo fijarse en Laia que protagonizaba la obra o en Bradley que la antagonizaba, pero no, ella puso sus ojos sobre mí y así fue como obtuve un papel la serie de comedia Los Ford como Cindy Ford. Era un papel secundario, ya que la historia se centraba más en Sandy, la hermana mayor de Cindy, pero no me importó, yo estaba feliz de obtener un papel.
Y ahora, a mis veintiún años, protagonizaba mi primera película.
—Cleo —La voz de Louis me sacó de mis pensamientos—, te toca firmar —Me pasó el lapicero y lo tomé dudosa.
—¿Estás seguro de que esto funcionará? ¿No crees que somos lo suficientemente talentosos como para que todos quieran ver la película sin necesidad de hacer esto?
—Mejor prevenir que lamentar —Concluyó con un encogimiento de hombros.
Yo firmé.
—El acuerdo está hecho —Dijo Ernest—. Vámonos, Cleo.
—Hoy voy a irme sola, si no te importa —Avisé y salí de la oficina.
Fui al estacionamiento y subí a mi deportivo blanco para irme. Claro, eso hubiera sido posible de no ser por la exorbitante cantidad de paparazzis y reporteros que se atravesaron frente a mi auto. En serio, ¿Qué clase de persona se quedaba esperando hasta las diez de la noche a que una persona saliera de un lugar? Ellos lo hacían.
—Cleo, ¿Puedes darnos detalles de la película? —Preguntó uno de ellos.
—Cleo, sonríe para la cámara —Decían los paparazzis.
En otro momento hubiera bajado de mi auto para contestar sus preguntas y posar para las fotos, pero no ahora que solo quería llegar a casa y descansar un poco. Tomé mis cosas y bajé del auto.
—Lo siento, pero hoy no puedo contestar sus preguntas, pues me encuentro indispuesta, tal vez mañana.
Comencé a caminar entre todas las personas sólo para darme cuenta de que me seguían y continuaban con sus preguntas y con sus fotos. Eran demasiados flashes que venían de demasiadas direcciones distintas.
Amaba mi trabajo y sabía que salir a la calle significaba tener que afrontar a los fans, reporteros, paparazzis y demás, no me molestaba nada de eso, podía responder sus preguntas y posar para sus fotos sin problemas, pero había días en los que sencillamente quería ir a casa dormir, porque a veces terminaba agotada luego de tantos compromisos en un solo día. Todo el mundo cree que los artistas tienen una vida fácil por el simple hecho de que tienen fama y dinero, y eso no era sí.
Sí, teníamos fama y sí, teníamos dinero, pero de vez en cuando necesitábamos tiempo para nosotros mismos, ya saben, quedarnos en casa siendo un desastre y comer papas fritas en el sillón.
Hoy fue uno de esos días para mí, en la mañana estuve en PopularTV para una entrevista, tuve que literalmente beberme la comida porque tenía una sesión de fotos y el resto de la tarde me la pasé en la oficina de Ernest para cuadrar lo del noviazgo falso.
—¡Suficiente! —Exclamé al darme cuenta de que no se rendirían— He dicho que hoy no responderé sus preguntas.
Terminé de decir ésto y corrí hacia el primer local que encontré abierto, que resultó ser un cafetín. Cuando se me presentaba el tipo de situación en la que nadie parecía entender la frase «hoy no responderé sus preguntas, mañana sí» solía esconderme en algún lugar, porque si les pedía que me dejaran tranquila amablemente, no lo harían, pero no me gustaba ser grosera con ellos, además eso me podía traer problemas.
Recosté mis manos en las puertas transparentes del cafetín mientras trataba de acompasar mi respiración por haber corrido.
—¿Quién eres tú?
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