"Baby, I'm dancing in the dark with you between my arms
Barefoot on the grass, listening to our favorite song
When you said you looked a mess, I whispered underneath my breath
But you heard it, darling, you look perfect tonight"
La dulce y melosa voz de Ed Sheeran resonaba en la radio, recordando a todos los oyentes que aquel azucarado día era ni más ni menos que San Valentin.
A.J. soltó una maldicion y cambio de emisora, ¿Poque el universo se empeñaba en recordarle lo maravilloso que era el amor para todos, menos para él?
Soltó un largo suspiro y se encendió un cigarrillo, al tiempo que conducía su vieja camioneta. No, él no solía fumar (jugar a la lotería del cáncer no iba demasiado con él) pero mientras más se acercaba a la estúpida mansión de los De Simonne, más estúpido se sentía. Necesitaba relajar un poco su mente, y un cigarrillo no era una mala opción...
Él no iba a fiestas, nunca. Y mucho menos a ridículas fiestas de San Valentin. Y mucho menos a ridículas fiestas organizadas por alguien llamado Lisa Mcpatters. ¿Quien demonios podía tener un apellido tan pedante?
Maldijo en silencio y continuó conduciendo rumbo a su desesperación. Rumbo al destino que el mismo había forjado.
Para colmo de todos sus males, había tenido que dejar sola a su madre... Todo para acudir a aquella desastrosa cita falsa.
Tras tantos sacrificios, el universo, el karma, o lo que fuera, debería recompensarle con unos 89 años de feliz matrimonio junto Ágata...
A.J. siguió envuelto en aquellos ridículos pensamientos hasta que unos kilómetros después llegó a su temido destino.
Soltando un largo suspiro bajo de su vieja camioneta, no demasiado dispuesto a los acontecimientos que pudieran suceder aquella noche.
El sol había caído hacía ya unas horas, tan solo unos pequeños farolillos iluminaban el enorme jardín delantero de aquella enorme mansión. Parecía una especie de bosque fantástico. Demasiado excesivo para un chico que dormía en una destartalada caravana.
Cuando estaba encaminándose a la puerta del enorme casoplon de los De Simonne, una figura en aquella puerta atrajo su atención.
A.J. soltó una maldicion; era Ryan Foster. Habría reconocido aquella pose cargada de prepotencia a kilómetros.
Aquel maldito roba novias, estaba llamando a la puerta con lo que parecía un enorme oso de peluche.
Mierda, él lo mejor que le había regalado a Ágata, fue una de sus camisetas favoritas...
Los celos lo inundaron pero trato de controlarse.
Para colmo, él, iba a buscar a su nueva novia falsa sin un mísero y cursi regalo. ¿Que clase de idiota parecería ante los ojos de todos?
Dio una vuelta sobre sí mismo algo nervioso, mirando aquel enorme jardín delantero.
¡Bingo! Lo que parecían unas preciosas amapolas asomaban del suelo preciosas. Con gran rapidez arranco una del suelo sin ser visto.
Si, sabía que robar una estúpida flor a su novia falsa, para luego dársela, era un hecho raro y muy cutre, ¿pero menos era nada, no?
Sin darle más vueltas al asunto, se dirigió a la enorme mansión que yacía en frente.
Tras llamar un par de veces a la robusta puerta de madera, la madre de Ágata, Emma, abrió. La expresión de sorpresa en su rostro casi le hizo reír.
—Vaya, hola Cárter, cariño... ¿Que..que haces aquí?— dijo con tono un tanto incómodo.
Y no era para menos, pensó A.J., por encima del hombro de Emma pudo ver que allí, al fondo de la sala, se encontraba el gilipollas de Ryan Foster sentado al lado de Ágata(o más bien pegado), mientras reía de algo con el padre de esta. Todos iban perfectamente arreglados y actuaban de manera comedida.
Una estampa preciosa...estampa en la que él no entraba.
—He venido a buscar a Mackency. —Emma lo miro sorprendido, pudo notar como soltaba un suspiro de alivio al saber que no había acudido allí con la intención de reclamar a Ágata.
—Claro, pasa cariño. —le invito a entrar Emma, con tono de buena anfitriona.
Nada más entrar en aquella enorme sala, todos los pares de ojos se posaron sobre él. La cara del perfecto Ryan Foster había cambiado de manera radical a una estudiada pose de chulito.
Menudo gilipollas...pensó.
—¿A.J.? — dijo Ágata un tanto sorprendida levantándose de su asiento.
— Hey. — repuso A.J. un tanto incómodo mientras se pasaba una mano por su desastroso pelo.
Casi inmediatamente se reprendió así mismo, ¿"hey"? ¿Que clase de saludo era aquel? ¿Es que acaso ahora hablaba como un adolescente pasota?
—¿Cartter? ¿Que te trae por aquí?— intervino Joshep De Simonne, con falsa cordialidad, mientras lo estudiaba con la mirada.
Desde que meses atrás había conocido al señor De Simonne (como el novio de Ágata en aquel entonces), A.J. había sabido lo mucho que había desagradado a aquel elegante hombre de negocios.
En la cara de Joshep pudo observar como se preparaba para echarlo de aquel lugar sin miramientos.
— He venido por Mackency, ¿esta preparada? — dijo A.J. mientras la buscaba con la mirada.
— Esta arriba, no ha bajado en un buen rato. — intervino Emma, tratando de fingir que aquella situación no era incómoda.
—¿Mackency? —volvió a intervenir Joshep De Simonne. —Tenía entendido que no eras precisamente de su agrado... — ni del tuyo, pensó A.J.
— Le sorprendería la buena relación que mantenemos ahora, señor De Simonne. —dijo A.J. haciendo énfasis en la palabra relación.
La cara de Joshep se endureció. Y A.J. pudo observar como una de las venas de su cuello comenzaba a hincharse.
— Vaya A.J., que flor más bonita ¿es para Mackency? — intervino Emma en un vano intento por relajar la tensión.
A.J. miró la flor que acababa de arrancar minutos antes, y que ahora portaba en su mano. Mierda, la había arrancado tan fuerte que incluso tenía parte de las raíces... Joder, aquello era ridículo.
—¿Le importa si subo a buscarla? — pregunto A.J. tratando de huir de aquel incómodo salón.
El silencio se hizo en la sala, Joshep giro la cara y no respondió.
— Claro, sube cariño, seguro que le queda poco. — volvió a intervenir Emma, con cierta expresión de compasión.
A.J. sin pensárselo dos veces, subió las enormes escaleras de mármol que llevaban hasta las habitaciones, mientras maldecía por lo bajo.
¿De verdad pensaba que de aquella manera conseguiría reconquistar a Ágata?
Por lo bajo, A.J. pudo escuchar como las risas y conversaciones volvían al salón.
Joder, más le valía estar preparada a aquella cabeza hueca, o se iría sin ella.
Paseo por el largo pasillo que daba acceso a las habitaciones, en busca de la habitación perteneciente a la pequeña diva de la casa. ¿Cual de todas aquellas puertas sería? Aquello parecía un maldito laberinto...
Cuando estaba a punto de volverse loco, una luz atrajo su atención. Provenía de una habitación que se había quedado con la puerta semiabierta.
Con gran cuidado, A.J. se asomo.
El estridente rosa fucsia de las paredes le hizo saber que había llegado al sitio correcto.
Vaya, aquella habitación no era precisamente como él la había imaginado, más bien era todo lo contrario; un autentico caos.
Había vestidos y zapatos por todas partes, como si alguien los hubiera arrojado con fuerza al suelo. También había varios botes de helado Häagen-Dazs, sobre una de las elegantes mesillas abarrotada de cosas.
Una gran televisión de plasma encendida a todo volumen (mientras emitía lo que parecía una película), daba el estridente punto final a aquella estancia.
¿De verdad, aquel era el cuarto de la chica más popular del Instituto? Mas bien, parecía la habitación de alguien con síndrome de Diógenes, y muy poca vida social...
A.J. se acercó hasta el enorme televisión y la apago, preguntándose que demonios habría pasado allí.
—¿Quien narices se atreve a quitarme a Briggett Jones? — una voz refunfuñona salió de un pequeño bulto entre las mantas de gatitos de aquella enorme cama.
—¿Mackency? — dijo él, un tanto confuso.
—Pon a Bridgit Jones y largo de aquí.
A.J. soltó un largo suspiro y se preguntó que demonios habría hecho él en una vida pasada, para merecer aquel castigo...
Sin añadir nada, levantó de golpe las mullidas mantas que cubrían a aquella refunfuñona cabeza hueca.
Mackency, se incorporó, de golpe, y lo fulminó con la mirada.
—¡Pero como te atreves! Y..¿que demonios haces aquí? — dijo Mackency haciendo una mueca de espanto.
A.J. se cruzó de brazos y la observó. Llevaba puesto un ridículo pijama de unicornios, y un moño no muy bien hecho. Por no hablar de las comisuras de su boca cubiertas de chocolate.
Parecía una especie de niña psicótica algo enfadada.
—¿Que narices haces así? ¿Has olvidado tu brillante idea de que te llevara a una estúpida fiesta?
Mackency hizo una mueca de tristeza y se dio la vuelta.
—He cambiado de opinión, eres libre, puedes irte... — rápidamente volvió a esconderse bajo la tonelada de mantas de gatitos.
A.J. pensó en estrangularla con una de aquellas mullidas almohadas, pero reprimió aquellos instintos un tanto asesinos. No merecía la pena acabar en la cárcel por aquella descerebrada.
—No me jodas, he conducido media hora hasta aquí, sólo para llevarte a esa estupidez, de modo que vas a levantarte, y a vestirte con algo que no lleve ningún puñetero unicornio, y nos vamos a ir y a fingir que lo pasamos genial. —sin más dilaciones, volvió a quitarle las mantas, para a continuación alzarla entre sus brazos y sacarla de aquella cama
Mackency dio tal chillido, que por poco dejo sordo a A.J.
—¡Sueltame, maldito sarnoso! — le espetó mientras se liberaba de él. — ¿Es que acaso no ves lo sumamente mal que me encuentro?
A.J. comenzó a volver a plantearse el tema de la estrangulación...
— ¡¿Pero que demonios te pasa ahora?! — dijo A.J. perdiendo casi por completo la paciencia.
— ¡Me pasa que sois todos unos malditos capullos sin sentimientos! — en otro rápido movimiento Mackency volvió dentro de las mantas.
A.J. se rindió, no podía ni quería comprender de qué narices hablaba aquella maldita reina del drama. Soltó una maldicion y se dispuso a abandonar aquella infernal habitación, cuando unos leves gemidos atrajeron su atención.
Oh no, otra vez no...
Pesé a que el 90% de su ser le suplicaba que huyese de aquel infierno adolescente, dentro de él sabía que no podría hacerlo.
No podía dejar a una chica llorando aplastada por varias mantas de gatitos, ni aunque la chica en cuestión fuera la desequilibrada y clasista de Mackency De Simonne.
—Mackency...¿va..va todo bien? — dijo con tono seco al tiempo que se sentaba al borde de la cama con sumo cuidado.
—¿Tú que crees? —susurro una voz llorosa por debajo de las mantas.
A.J. suspiro, y pidió a Dios paciencia.
—¿Que ha sucedido...esta vez? — pregunto A.J con cierta resignación.
—¡¿Que que ha pasado?! — hoyo como se sorbia los mocos — Ha pasado que todo los de tu especie sois unos malditos traidores... ¡Un día! Un maldito día al año, era lo único que le pedía a mi padre...Desde que tengo uso de memoria siempre habíamos ido a desayunar cada San Valentin al Rey de las tortitas... Pero ese maldito traidor decidió romper aquella tradición ancestral dejándome plantada para irse con la maldita psicópata de Ágata...
A.J. casi se hecho a reír en aquel momento, de verdad había creado aquel drama, tan solo por que su padre no la había llevado a comer tortitas? ¿Que demonios le pasaba a aquel cerebro?
— ¿Y ya está? —puso los ojos en blanco — Ese es tu gran drama...¿unas tortitas? Por un momento había pensado que tu gato había fallecido...
—¡Dios A.J.! Que poca, o más bien nula sensibilidad tienes...¿No lo entiendes, verdad? Desde que ella está aquí, yo ya no existo... Tendría que haber sido a mi a quien llevasen a comer tortitas... Tendría que haber sido a mi a quien Ryan Foster le regalase flores y bombones... Y mirame, en vez de eso, estoy aquí, con dolor de estómago por comer miles de calorías a base de helado, sin una mísera flor o bombón, contándole mis penas al chico rarito del Instituto que tanto me desprecia.
Mackency, volvió a soltar un dramático suspiro, provocando que A.J. casi se echara a reír.
—Gracias por lo de rarito...— replicó él con pocas energías. — Bueno... Si te sirve de consuelo te he traído una flor. —repuso un tanto incómodo.
Mackency se destapó de golpe en aquel momento. Tenía la nariz roja a causa de llorar, y no podía estar más ridícula.
—¿En...serio? — dijo ella haciendo una mueca de desconfianza.
A.J. saco la mustia flor de la manga de su chaqueta y se la entregó con cierta resignación.
Mackency, la cogió entre sus dedos con rapidez.
Dios, aquella era la flor más fea y mustia que había visto en su vida, pensó esta.
Sin poder evitarlo, Mackency rompió a reír a carcajadas.
— Dios, es la cosa más fea que he visto en mi vida. Incluso tiene la raíz. ¿De donde demonios la has sacado?— siguió riéndose sin control alguno.
Si, definitivamente aquella chica estaba desequilibrada, pensó A.J. con resignación.
—Dejalo, ha sido una tontería traerla. — trato de arrebatársela, pero Mackency se lo impío con un rápido movimiento.
— Pero que rarito eres, A.J. Cárter. — dijo Mackency con una leve sonrisa, mientras se ponía en pie.
—¿Vamos, o no vamos a ir a esa estúpida fiesta?— repuso él, cada vez con peor humor.
—Sabes...que demonios, vayamos a la fiesta. Si esa estúpida se cree que me voy a quedar aquí lloriqueando, mientras ella me roba mi vida, esta muy equivocada — sin más dilación empujo a A.J. fuera de aquel caos al que llamaba habitación. —Dame 15 minutos. — dijo antes de cerrar la puerta de golpe en su cara.
A.J. suspiro y se recostó contra la ya cerrada puerta.
Que Dios le diera paciencia, por que como le diera fuerza, la mataría.
Hola mis pequeños y amados lectores<3
Lamento mucho haber tardado tanto tantisimo en subir el nuevo capítulo. Tuve varios problemas con mi teléfono, y lamentablemente este capítulo se borró un millón de veces :/ como habréis notado, es un poco más largo de lo habitual, espero no haberos aburrido >.< (por alguna extraña razón me salió extenso)
Bueno, espero que lo disfrutéis ^^
Hay algunos errores, puesto que no me ha dado tiempo a corregirlos( no quería tardar más aún) los iré corrigiendo a lo largo de estos días.
¡Bueno un abrazo enorme a todos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro