Sueño ligero
Poco había descansado, mucho había quedado pendiente entre las sábanas. Había sido el mismo sueño, ese en que subía una alta torre y mientras subía veía un cuarto abierto. Con una zapatilla bajo un almohadón. Y cuando quería entrar ya era tarde, solo podía seguir avanzando. De esa torre amarilla su mamá la empujo hasta despertarla.
Había sido una lata. Coralina, la mayor no podría estar más avergonzada. Natty se había vestido a tirones y regaños. Su cabello aún estaba enredado con un pin de cereza cogiéndole de lado. También pequeños menesteres. Arreglitos faltantes que consumían minutos. Al cabo de un tiempo ya iban tarde. Se metieron en el auto, probablemente habría trafico. Algo paso, que Natty iba llorando. Coralina desde su asiento enfrente, la miraba desde el retrovisor, y se sentía abochornada por su culpa.
Llegaron al lugar, mini hacienda. Casi casa campestre con anchas puertas. Aparcaron, salieron. Eran cinco y llegaban más de cinco minutos para la hora de tarde. La señora madre dejo los presentes sobre la mesa de regalos. Y sus hijos, Pablo, Coralina y Natty. Se dispersaron como gorriones.
Durante el viaje Coralina se la había pasado recordando al joven del día anterior. Él la había elegido por compañera en varios juegos. Esperaba volver a verlo hoy, aquí.
Pablo quería adelantarse para hablar con la banda, unos muchachos que tocaban y cantaban populares y sonatinas para amenizar la boda. Ni tan populares eran, una boda así de barata no podría aparcar más. Pero Natalia lo detuvo, alzando sus ojos de pestañas largas, lo tomo del borde del saco insistiéndole. En un grito de contento Natty se metió dentro del saco jugando con las mangas que le colgaban de sus brazos acomodándose dentro. Pablo la dejo, frustrado. Y Natty fue bamboleándose, feliz como si estuviese todavía en su cama, se acomodo y durmió reclinada en el hombro de su madre hasta que termino el culto y la ceremonia.
En cuanto los novios hicieron los votos, los invitados se levantaron. Yendo hacia las mesas, para que se sirviese el almuerzo. Entonces Natalia cayo contra un asiento vacío. Viéndose separada de su madre, frente al bullicio de los comensales se sintió atontada. Y recorrió el salón con su mano izquierda rozando el muro. Vio a su hermano Pablo en las mesas de comida. Pensó en unírsele. Pero temiendo su rechazo, le siguió de lejos, tomando la dirección contraria. Con los ojos mirando bajo, y las manos metidas en los grandes bolsillos del saco azul de panna. Y así, se topo con Santiago. El muchacho a quién Coralina había esperado ver y había vivido un desencanto al no encontrarle. De algún modo toparon, sin chocar. Santiago se aturdió y ofreciéndole el plato con pastel que traía en la mano. Le dijo tomando voz grave:
-Toma, te lo doy -ella lo agarro con ambas manos y él se marcho con prisa. Natty bajo la vista, quedándose muy quieta. Hacia la generosa y dulce rebanada que ahora era suya ¿Qué me pasa?
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