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Hora de acostarse

Ese diminuto valle, mitad valle, medio pradera. Le albergo asilo durante su sueño. La muchacha dormía, con sus manitas entumecidas mediando entre su cabeza y la roca que hacia de almohada. El zurrón que traía colgado resbalándose de su falda. Tiraba desde su forro negro. Libretas livianas y de hojas espesas. Con grabados salidos de pomos de lápices de color y carboncillo se escurrían por sus rodillas hasta la húmeda hierba. 

Al despertar y ver el reguero de hojas y materiales, la joven se asusto. Tembló, cogiéndolas todas y temiendo el viento se hubiese llevado alguna. Paso las hojas como páginas una a una, luego con rapidez. Deteniéndose en el medio para continuar más despacio. Hasta que hayo de una hoja blanca y grumosa. Las líneas grises, que se ondeaban en aquel rostro. Debía ser un príncipe, por el borde de sus ropas y sus ojos serenos. Había ocurrido la semana pasada, Tropezó con la esquina de la mesa. Y de la libreta salto el dibujo. Cayendo luego la libreta al suelo, pero sin abrirse. Su pequeña prima cogió la hoja - ¿Quién es? - pregunto con el dibujo en la mano - ¿te gusta? - volvió a preguntar. Y la joven se turbo, apenas logro tartamudear. 

  - Al final - pensó Natalia - ¿Cómo es posible que piense en estas cosas? Se puso en pie, el frío del lugar la volvía en sí. ¿Qué es el amor, que igual que ayer solo anda buscando desesperadamente donde crecer? Incapaz de mantener a quién se ama ¿No soy más que eso? Una centella que se conserva con los ojos cerrados. Una caricia que no aprisiona, porque no se desea poseer lo que ya es de uno. ¿pero yo que tengo? Sueño - y volvió a mirar la piedra donde se había acostado. Se imagino dormir de nuevo, enterrarse en medio de hierbas color guisante y roquitas al fondo, rodeándola. 

Dos, hasta tres lagrimitas cálidas le bajaron por su mejilla. Y descendió a casa. Llegando se despidió, dando las buenas noches. Subió las escaleras, se puso el piyama y abrazando la almohada susurro:

-Ven, ven, realmente...te necesito.

Y ya no era a un particular a quién hablaba. Susurraba, porque lo necesitaba. A alguien.


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