Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

Noche vieja, Phoenix

—... Yo no creía que se iba a enojar, fue una locura—contó Jane entre risas, sus primos se rieron con ella.

Era 31 de diciembre y aunque Jane hacía varios días se había mudado a Las Vegas, no podía faltar a la fiesta de año viejo que siempre hacían en su casa, era costumbre familiar y aunque la mayoría de las veces ocurría un desastre en esa fiesta todo estaba llendo bien hasta ahora.

La verdad, Jane estaba muy feliz de convivir tanto con su familia, literalmente era la única vez que hablaban en el año, de resto, ellos por su lado, su mamá y ella por el suyo. Nunca habían sido tan apegados y momentos así le encantaban. Y ahora debía aprovechar más esos momentos, lejos de su madre la extrañaría muchísimo pero era parte de vivir, alejarse del nido y volar sola.

Con ése pensamiento decidió ir a por su mamá, quería estar el máximo del tiempo posible cerca de ella. La encontró cerca de la mesa de los bocadillos junto con su tía Loraine, charlando animadamente sobre alguna cosa. Al llegar las risas aún no habían cesado así que tomó un panecillo de la mesa para hacer tiempo.

—Jane, querida ¿Que tal va tu nueva vida de independencia?— preguntó con ánimo su tía— Tú mamá me estaba comentando que te habías mudado a Las Vegas, sorprendente.

—Sí, la verdad pensé que me costaría un poco adaptarme pero fue todo lo contrario, me ha ido muy bien por allá— le sonrió, contenta porque alguien le haya preguntado por su vida.

—Si, si. Muy bueno que te hayas ido, la verdad yo pensaba que ibas a ser de esas chicas que nunca dejan de vivir con su madre ¿Sabes?— soltó una risa un poco borracha— Sobre todo si su madre es una madre solterona, cuando ocurre esas cosas las hijas también se vuelven solteronas y ambas, madre e hija terminan viviendo solas en una casa con muchos gatos mientras tejen— Carcajeó la tía, como si fuera dicho el más gracioso chiste pero las caras de Jane y su madre reflejaban incomodidad y enojo, una más que la otra.

Parece que la tía ya estaba un poco pasada de tragos, lo suficiente para que empezara a decir impertinencias, al parecer. Aunque no les sorprendía, la tía Loraine tenía la costumbre de hablar demás, pero la mayoría de las veces que lo hacía, se aseguraba de que las personas, víctimas de su lengua viperina, no estuvieran cerca.

—Si, ja, ja, ja... Bueno yo—

—Aunque, ¿Que se podía esperar de una mujer que salió embarazada a los 15?—la interrumpió—Obviamente que terminara sola y soltera era lo mínimo— La Señora Ashley le dirigió una mirada nada amigable a su hermana— Sólo bromeo, querida, no me mires así— la reprendió arrastrando las palabras.

—No me agradan tus bromas, querida. Ahórratelas— la sonrisa que le dió la mamá de Jane fue, a leguas, falsa.

—Como sea— rodó los ojos, tomando un trago. Su mirada aguda se clavo en la siguiente víctima, Jane—. Espero que tú idea repentina de mudarte a Las Vegas con tu "amiga"—hizo comillas en el aire. Jane ya intuía por dónde iría la conversación— no sea por ésa nueva moda de las chicas— su mirada era de real preocupación. Jane soltó un suspiro de fastidio.

—¿De que hablas, tía?

—Ya sabes— se acercó lo suficiente a la madre y a la hija para que se escuchara lo que diría— Chicas con chicas— susurró escandalizada.

—¡Oh Dios mío!— la señora Ashley le dirigió una mirada a su hija para que no empezara a hablar.— Por supuesto que no, tía— la sonrisa que le mostró fue casi igual de falsa que la de su madre hace unos instantes— Sólo quería independizarme. Igual que usted cuando se escapó con su novio por amor a los 13 años para luego salir embarazada, aunque lastimosamente perdió a su bebé por las drogas que... ¡Ups! Lo siento, tía, se me escapó.

—¡Faltan cinco para las 12!— exclamó cómo excusa para salir despavorida de allí.

El pellizco de su mamá no se hizo esperar.

—¡Auch, mamá!

—¡No vuelvas a decirle cosas así a tu tía!— le reprendió en un susurro.

—Pero ¡Se estaba comportando como una perra!

—¡Jane, ésas palabras! La verdad que hoy te estoy desconociendo. Las Vegas te ha cambiado demasiado— ésas palabras junto con la mirada que le dió su mamá hizo que su, de por sí, ya lastimado corazón se arrugara un poquito más.

—Perdoname, mamá. De verdad lo siento, me comportare, perdóname, por favor— pidió con un hilo de voz. Su mamá la ignoró.

—¡Tres!

—¡Dos!

Jane miró una vez más a su mamá con el corazón en los ojos, pero ella no volteó a verla, en cambio, se alejó de ella, dirigiéndose al círculo de familia que se había formado en el medio de la sala.

—¡Feliz año nuevo!—gritaron todos menos la rubia alejada del grupo.

Los abrazos empezaron a llegar, dar y recibir seguido de buenos deseos de año nuevo. Jane tuvo que acercarse al círculo para recibir su dosis de abrazos de año nuevo de su familia. Todos la abrazaron, sus primos, su abuela, sus tíos, los pequeños sobrinos, incluso la tía Loraine parecía haber olvidado lo ocurrido unos minutos antes para abrazarle y desearle cosas buenas para su año nuevo. Todos la abrazaron, todos, menos su mamá.

Cada que la rubia se acercaba a la señora Ashley para abrazarle, ella daba media vuelta y hablaba con otro, abrazaba a otro, se iba al otro lado de la sala, pero no la abrazó. Sus brazos se quedaron esperando el abrazo de su madre aquella noche, la última noche que la vería personalmente hasta que ocurriese alguna otra fecha especial.

Con los ojos llenos de lágrimas, Jane salió de aquella sala que sentía que la asfixiaba. Le dolía tanto que su madre la rechazase así, le dolía en el alma eso. Sobre todo de ella, que sabía por lo que ella había pasado, que sabía que era la única razón por la que ella aún estaba allí.

Sentada en las escaleras del porche de su casa, veía a sus vecinos abrazarse, algunos tan borrachos qué, más que a abrazarse, se sostenían entre ellos disimulando en un abrazo. Veía a las amigas de siempre, tomándose fotos, seguramente luego las subirían al Instagram con alguna frase bonita cómo: "Otro año más juntas". Si agudizaba más el oído, ignorando los ruidos de dentro de su casa, seguro escuchaba el sonido de la música de una fiesta a una cuadra de su casa. Fiesta con chicos que estudiaban con ella. Pero ella no iría allí, nadie iría a por ella y más nadie a parte de su familia la felicitaría ése año nuevo, igual que como ocurrió el anterior a ése, y el anterior a ése...

Porque así era su vida, solitaria, solo su mamá y ella. Ni siquiera se había dado cuenta de que había empezado a llorar hasta que un sollozo se le escapó. Odiaba sentirse así, vacía, sin rumbo, sola. Pero aunque le doliera admitirlo, se estaba acostumbrado a ése malestar que siempre se encontraba escondido en un rinconcito de su corazón, en ése momento había salido a flor de piel y sentía su corazón en completa bruma de soledad. Ése sentimiento la llevó a secarse las lágrimas con agresividad y tomándose el último trago de su bebida se levantó, dispuesta a hacer lo posible por arreglarse con su madre aquella noche, por su paz mental.

Sentía que si no se arregablan ésa noche, no lo harían nunca, no habría oportunidad. Y no quería quedarse completamente sola en su vida.

Entró nuevamente a la casa, los niños correteaban por toda la sala, jugando al atrapado, los adultos estaban en un espacio de la sala, charlando entre risas, pero allí no estaba su madre. Tampoco encontró rastro de ninguno de sus dos primos, no sé preocupó por ellos, de seguro estaban planeando como salirse de fiesta sin que sus padres se den cuenta hasta mañana de que no estaban.

Así que se dirigió a la cocina, tal vez su madre estaba allí y si no lo estaba, aprovechaba y se servía más bebida, se convenció, pero era muy probable de que allí estuviera, los nervios volverieron, incluso sin que la tuviera de frente, su mente de empezó a imaginar miles de finales diferentes para ésa situación y sus ojos volvieron a humedecerse. Estando a milímetros de la puerta se detuvo, no quería que su madre la viera tan vulnerable, no la tomaría en serio. Tratando de calmarse antes de entrar, la escuchó hablar.

—No lo sé, chicos.—era su voz.

—¿Se habrá ido?— era su prima. ¿Dé quién hablarían? Se preguntó.

—Éso espero, se cree muy divertida con sus historias sosas— se burló su primo y luego se escucharon tres risas diferentes.

—Pobrecita, si aún está por allí podrían llevarla a la fiesta con ustedes— sugirió su madre.

—Y que nos vean entrar con Jane. ¡No! Que penoso sería eso—y con esas palabras de su prima, Jane soltó las lágrimas que antes trató de contener.

Sabía que allí no era una persona de presencia agradable, pero trató, con todas sus fuerzas intentó integrarse. Incluso había pensado que lo había logrado, pero al parecer se había equivocado, cómo siempre.

Los pasos que daban era llenos de dolor, había sido una mala idea ir ese día a casa. «No, ésa ya no es mi casa» se recordó. Éso tal vez le dolió incluso más que la actitud de su madre aquella noche, las lágrimas salían sin frenos y aunque trataba de tragarse los sollozos, algunos se escapaban.

Nadie en ésa casa le prestó atención cuando cruzó la sala con el rostro rojo por el llanto, cerró con un portazo que ni siquiera llamó la atención de los vecinos que aún charlaban a mitad de la calle. Tiró el vaso de plástico en el porche de la casa cuando se dió cuenta de que lo había aplastado en su mano. Entró en el carro de Claudia, su compañera de apartamento, encendió el reproductor, conectando su teléfono a el y dejo que una canción en aleatorio se reprodujera a volumen ensordecedor mientras conducía con un vacío en el corazón.

Las lágrimas ya estaban secas en su rostro, se sentía boba por creer que ésa vez sería diferente, al final, siempre terminaba igual. Con un vacío en el pecho y más sola que antes. Sacaba su dolor cantando a todo pulmón las canciones más deprimentes que su teléfono reprodujera, aunque ella sabía que solo era un alivio temporal, era cómo poner una curita a una herida de bala. La bala seguiría dentro de la herida, aunque ésta sanara por fuera.

Año nuevo, Las Vegas

En todos lados había música por doquier, ya que la gente celebraba la llegada del año nuevo, pero ninguna se podía comparar con la ciudad de Las Vegas, por dónde quiera que pasabas habían varios equipos de música, reproduciéndose canciones a un volúmen demasiado alto, si estuviera en Phoenix ya les hubiera llegado la policía.

En los pocos días que llevaba viviendo allí había salido con Claudia a recorrer los alrededores de dónde vivía para no perderse cuando en verdad necesitaran salir. Así que a pesar de estar rodeada de locales muy parecidos, sabía que estaba cerca de su apartamento. Lo confirmó cuando, mientras conducía con la música a menos volumen que cuando empezó, reconoció los nombres de algunos casinos/discotecas y hoteles.

Los nombres The Mirage, MGM y el New York-New York destacaban por sobre el resto de las luces, buscando llamar la atención de aquellos conductores dispuestos a pasar una noche de diversión y placer en la ya conocida Ciudad del Pecado. Jane sólo quería llegar a su apartamento y llorar hasta quedarse dormida, un plan deprimente para una joven de 18 años, pero ¿Que más podía hacer?

Cruzó a la derecha cuando el semáforo cambió a verde, ni siquiera mientras se alejaba del área metropolitana de Las Vegas se dejaba de escuchar música, se estaba adentrando a las calles de las residencias y conjuntos departamentales de la universidad de Nevada, allí había una contaminación sónica que ni la música, nuevamente a todo volumen, del carro podía ocultar. Los Universitarios tenían las fiestas montadas por todo lugar, Jane incluso tenía miedo de conducir a alta velocidad, no vaya a ser que un borracho saliera de alguno de esos patios y ella lo atropellara.

Miraba a todos esos chicos divirtiéndose y deseó ser como ellos, tener amigos con quién disfrutar, una vida que vivir, pero ni siquiera veía un futuro interesante que valiera la pena esperar. Tal vez si tuviera una de esas amigas molestosas que la obligaran a salir un día festivo o no festivo por la noche, toda su vida sería diferente y fantaseo con la idea de tener muchos amigos, salir de fiesta los fines de semana y simplemente la idea de poder llamar a alguien cuando estaba aburrida hasta que llegó a su apartamento.

Vegas Towers Apartaments leyó, cómo siempre hacía cuando pasaba por allí, como si esperase que en algún momento cambiaría lo que diría sin que ella se diera cuenta. Se estacionó en un lugar libre y luego de asegurarse de que el auto estaba bien cerrado caminó hasta la entrada del edificio.

El frío de la ciudad era mucho mayor que el de Phoenix pero no sé había dado cuenta de que el frío le había echo ponerse la piel de gallina sino hasta que cruzó la puerta giratoria del lugar que su cuerpo entró en calor nuevamente.

Suspiró tristemente, incluso allí estaba animado, habían jóvenes sentada en los sillones del vestíbulo mientras charlaban animadamente. Cuando fue a saludar a la chica recepcionista se dió cuenta de que tampoco estaba, que también se divertía con el grupo de chicos de los sillones «Incluso ella que se la pasa todo el día en la recepción tiene más vida social que yo» pensó resignandose a ésa realidad totalmente diferente a la que fantaseo hace unos minutos.

Miró el número en rojo que estaba a un lado del ascensor. El número 7 estaba allí, hizo una pequeña mueca que nadie notó y presionó el botón que llamaba al ascensor, pronto el número empezó a cambiar y mientras esperaba notó que allí en el marco de la entrada del ascensor había algo colgando, detallandolo con más precisión se dió cuenta de que era un muérdago y se sonrojó a la vez que miraba a los lados, por si había alguien detrás de ella, esperando también el ascensor pero no había nadie y Jane no sabía si sentirse decepcionada.

Finalmente el ascensor abrió sus puertas, ella entró sin apuros y apretó el botón con el número tres en él. El ascensor volvió a cerrar sus puertas y luego sintió cómo empezó a subir, se miró en el gran espejo detrás de ella y su rostro gritaba: E llorado durante tres horas seguidas, check. Sus mejillas, regularmente pálidas, aún conservaban un poco de rubor, sus labios estaban rojos y resecos y sus ojos ya estaban empezando a hincharse. Mañana tendría unas lindas bolas en lugar de párpados.

El Ti-lin del ascensor le avisó que ya había llegado a su piso. Con la misma prisa del comienzo, osea ninguna, avanzó hasta su apartamento. Sus ánimos estaban por el suelo y aún así arrastraba los pies, llevándoselos con sigo. La música a alto volúmen que resonaba en todo el lugar no ayudaba con su dolor de cabeza y metiendo la llave en la cerradura del apartamento 035 pensó en la chica que se encontraba allí dentro.

De seguro debe de estar echando humo por las orejas, si es que aún estaba despierta, se había quedado en el apartamento toda la navidad para prepararse para la Universidad, a diferencia de ella que desde el 24 en la tarde había partido hacia Phoenix para pasar Nochebuena y Navidad con su mamá cómo en cada año.

Para su sorpresa, cuando entró, en la pequeña salita del apartamento, sobresaliendo del espaldar del sillón se encontraba una cabellera marrón. La tele estaba encendida, unos asiáticos aparecían en primera plana y no fue hasta que Jane cerró la puerta con un poco más de fuerza que Claudia miró en su dirección y pegó el grito al cielo.

—¡Idiota! Casi me matas del susto— le tiró un cojín.

Jane sólo sonrió un poco luego de atajar el cojín en el aire. Claudia tomó el control del televisor y luego de apretar un botón, la película o serie que estaba viendo se puso en pausa.

—¿Que ocurrió? Te esperaba mínimo dentro de tres días— se acomodó en el sillón para verle el rostro a su amiga rubia, a quién se le borró la sonrisa.

—Hubo un pequeño cambio de planes—paso por su lado, soltando el cojín a un lado de la castaña en el sillón.

—Pero tú—

—No quiero hablar de eso, por favor.—la interrumpió.

Jane en verdad no quería recordar lo que ocurrió en casa pero al parecer todos se lo recordaban sin querer. Exhaló y fingió una sonrisa antes de voltearse hacia su amiga, se asustó un poco cuando la vió tan cerca de ella pero lo disimuló.

—¿Y eso que no estás dormida? Deben ser las cuatro de la mañana— cambió el tema pero Claudia vió el temblor en la sonrisa de la rubia.

—Estuviste llorando— susurró, Jane no descifró el sentimiento con el que su amiga expresó eso ya que inmediatamente de decirlo la abrazó fuertemente.

Y así nuevamente Jane rompió en llanto, le devolvió el abrazo con la misma fuerza, lo necesitaba y las lágrimas volvieron a ser libres, Claudia le acariciaba la espalda, consolandola. La diferencia de estatura era poca pero la suficiente para que Jane escondiera su rostro en el cuello de Claudia.

—Ya pasó, ya pasó— la tranquilizaba. Claudia no sabía lo que le había pasado allá pero odiaba al responsable sin siquiera conocerlo—. Yo estoy aquí, tranquila.— Esas palabras sólo hacía que Jane apretara más la camiseta de su amiga.

De momentos su llanto incrementaba pero poco a poco se fue convirtiendo en pequeños sollozos, cuando ya estubo más calmada, Claudia la alejó por los hombros, su rostro estaba rojo por el llanto y su cabello se le pegaba a él. Con una mano retiró los mechones que tenía pegados a la mejilla, el silencio reinaba en el apartamento, tal vez sólo sea que en su pequeña burbuja habían obviado el ruido del exterior, sólo sentían la respiración irregular por el llanto de Jane.

—Solo quiero aclarar que quién hizo que te sintieras así es un imbécil— le acarició los brazos, dándole un poco de calor.

Jane no podía admitir éso en voz alta pero sin duda alguna, una parte de su cerebro lo pensaba aunque ella no quería escucharla, era su familia, su mamá, ellos no...

—Se que quieres encerrarte en tu habitación a lamentarte, y estás en todo tu derecho— aclaró rápidamente—, pero no creo que éso te ayude mucho.

La mueca que hizo Jane a Claudia le causó mucha ternura.

—Pero yo sólo quiero llorar mientras como helado y escucho música triste.

—Nena, tal vez éste es el peor consejo que te dé pero ¡Tienes 18 años! Vives sin tus padres, es Año Nuevo— dijo mientras le acariciaba el cabello—, y ¿Sabes quién también es buena amiga de las penas?— Jane negó— El alcohol.

Definitivamente era un mal consejo, pero en ése momento Jane se lo pensó, el alcohol la haría olvidar y éso quería, un consuelo temporal, mañana no le importaría tanto y tendría el tiempo suficiente para superarlo aunque sea un poco.

—Sólo por ésta noche te dejaré ahogar tus penas en alcohol, porque éso es malo— le advirtió, desde fuera cualquiera diría que era una conversación madre e hija, incluso parecería de una adulta a una niña, pero Claudia sentía que Jane estaba pequeña, era un bonito sentimiento de protección hacia ella— Entiendes ¿No? Beber para olvidar es malo pero no voy a dejar que pases Año nuevo encerrada llorando. Basta con que yo no salga.

—Yo no quiero salir sola, Clau— gimió Jane. La idea la había emocionado un poco pero la idea de salir sola y quedarse así toda la noche le daba pavor, se hundiría en la miseria si se emborrachaba sola.

—Yo no puedo salir, en unas horas debo "levantarme" a estudiar nuevamente. La música no me dejó consentrarme hoy— se excusó.

—Pero—

—¡Venga! Diviértete por las dos ¿Si? Por favor— suplicó la castaña— Verás que encontrarás compañía, aquí no son tan malos— trató de convencerla.

—¿Vaaaale?— aún no estaba del todo segura pero su amiga insistía demasiado, no quería de desanimarla.

—¡Genial! Hay que ir a arreglarte—la empujó dentro de su habitación.

Claudia sentía que hacía lo correcto, no podía dejar que su amiga se lamentara toda la noche quién sabe de qué cosas se culparía a ella misma. Salir la ayudaría y aunque ella la quería acompañar no podía, ella también tenía 18 años, también era joven y quería disfrutar, pero era universitaria, su universidad era muy prestigiosa y debía estudiar para asegurar unas buenas notas.

Jane aún no estaba cien por ciento segura de salir aquella noche, pero le emoción de su amiga por arreglarla hizo que no pudiera decir nada, además mientras más se arreglaba iba agarrando un poco más de confianza en ésa idea. Después de lavarse el rostro y cepillarse los dientes, Claudia le lanzó un vestido que no estaba segura de cuál armario había sacado y le dijo que ése le quedaría bien mientras se dirigía a su cómoda a por el maquillaje.

Jane no se opuso a nada y al final el resultado le gustó, mirándose en el espejo de su habitación se sintió bien con lo que vió, el vestido morado oscuro que Claudia había elegido le quedaba muy bien, era verdad, no era muy ajustado pero lo suficiente para hacerla resaltar algunos de sus atributos y el maquillaje camuflaba los ojos un poco hinchados que le había dejado el llorar. Se acomodó un poco el cabello suelto y volteó cuando Claudia se acercó con un frasco de perfume.

—Este perfume me recuerda a ti, echatelo— se lo dió.

—Vale.

Le gustaba el olor también, la hacía sentirse suave «¿Era extraño eso?» pensó por un momento pero no le dió importancia. Le tendió el frasco a Claudia pero ella negó.

—Te lo regalo.

—Gracias.— le sonrió.

—¿Tienes bolso? Puedo prestarte uno también y—

—¡No! Lo siento— se disculpó de inmediato—. Me llevaré solamente el teléfono, no te preocupes por eso.— trató de calmarla un poco.

—Si, pero ¿Dond—

—Mira— su mano subió hasta llegar a la parte del escote del vestido y colocó el teléfono en la copa de su brassier— ¿Ves? No se cae— dió una vuelta para comprobarlo— Y en el otro el dinero— se colocó varios billetes doblados a la mitad en el otro lado.— Estoy lista ¡Nos vemos luego!

—Cuidado con quién te juntas, no todos los desconocidos son malos pero tampoco te fies mucho, pendiente del teléfono y no bebas cosas de extraños.

Claudia le decía algunas precauciones que debían de tomar durante todo el camino desde la habitación de Jane hasta la puerta del apartamento, Jane sonreía internamente, se sentía querida por Claudia aunque a veces sentía que exageraba. Salió lo más rápido que pudo del apartamento, se sentía un poco atosigada por su amiga.

Afuera el ruido de la música era mucho más fuerte o quizás fue que volvió a notarla. Aún así no le prestó mucha atención a éso ni tampoco a las personas que se le quedaban viendo desde las puertas de sus apartamentos muestras ella pasaba, estaba más ocupada pensando en dónde ir y ése pensamiento le llevaba, aunque ella no quisiera, al hecho de que estaba sola nuevamente. «Deja de pensar en eso, pareces disco rayado» se repetía también.

Entró al ascensor pero ésta vez presionó el botón que la llevaría al vestíbulo del conjunto. Inconscientemente se balanceó al ritmo de la música del ascensor, cuando él Ti-lin volvió a sonar ella tomó aire y salió a paso determinado.

Mirada al frente y con el mentón en alto era sólo la fachada, en aquél momento sólo quería esconderse del mundo, salir corriendo o alguna cosa, pero no que alguien la notara, no sóla. Se sentiría intimidada.

Sus pensamientos se cortaron cuando chocó contral alguien, ni siquiera se había dado cuenta de que se había encorvado hasta que chocó y se encontró en ésa posición. Se enderezó nuevamente, llevando sus manos hacia detrás de ella.

—Lo siento, no ví.

—No te preocupes, yo tampoco me fijé— se disculpó una sonriente recepcionista— ¡Espera! —rió— ¡Tu eres la chica!— volvió a reír, señalando a Jane.

«Alguien ya está un poco ebria» notó Jane pero aún así rió con la chica sin saber hacia dónde mirar.

—¡Si! Soy la chica, al parecer.

—Ni siquiera pareces tu, estás muy bonita— halagó, aunque Jane no sabía si en verdad era un halago, pero le siguió la corriente.

—Muchas gracias, ya sabes, una vez al año no hace daño— Rió junto a la chica recepcionista de su broma. En ésta vida nadie sobrevivía si no sabía reírse un poco de si mismo.

—Oye ¿Quieres ir con nosotros? Vamos a The Light.—Ofreció y Jane casi la abraza, ésa chica era su salvadora, agradecía haberse distraído ¡No estaría sóla el resto de la noche!

—Claro— aceptó sin dudarlo, apretando los labios para ocultar una sonrisa.

La chica recepcionista la tomó de la muñeca y casi la arrastró hasta el grupo de amigos, todos mayores que ella, dedujo. Cada quien iba con pareja, la única que al parecer iba sola era la recepcionista y ahora ella.

—Ella me acompañará, es mi amiga de aquí—informo nada más llegar.

—¡Genial! Podemos irnos entonces—festejó uno y luego todos le siguieron, incluyendo a su "acompañante".

Tal vez Jane no encajaba del todo allí pero al menos no estaría sóla, era su único consuelo. Le ofrecieron una cerveza y la tomó, dándole un trago de inmediato, encendiéndose nuevamente, había llorado todo el alcohol que había tomado esa noche, necesitaba más si quería olvidar.

Una botella se la bebió en dos tragos y no pasó mucho tiempo para que le pusieran otra nuevamente sin chistar. Ésta vez tomó con más calma pero con más rapidez que los demás. Avanzaron hasta el aparcadero y cada pareja se fue en un auto diferente así que la recepcionista se subió con ella al auto de Claudia.

—¡Baja las ventanas, tengo calor!— gritó la chica un poco emocionada, Jane no se negó y cuando el auto prendió bajó las ventanas.

La música volvió a sonar y la chica le subió todo el volumen que el auto podía dar a Freak My Shit de New Boyz. Los otros salieron primero y Jane los seguía de cerca. Avanzaban rápido y nadie bajó la velocidad cuando pasaron por las calles de las fraternidades en donde la chica sacó la cabeza por la ventana y gritó algo que Jane no alcanzo a escuchar, la recepcionista era... Muy alegre por así decirlo «Y tan tranquila que se ve detrás de la recepción» pensó Jane pero no dijo nada.

No tardaron mucho en llegar a la calle, a la velocidad que iban en realidad tardaron demasiado, todo estaba iluminado y a simple vista parecía un museo, los demás entraron al parking privado del lugar y estacionaron, era bastante concurrido, se notaba por la cantidad de autos que habían allí. Jane se estacionó igualmente y la chica salió rápidamente de auto.

—¡Apresurense!— gritaron los otros desde la salida.

—¡Esperennos!— empezó a correr la chica y Jane rodó los ojos, pero igual corrió.

Creía que el comportamiento de la recepcionista era un poco bobo cuando se trataba de esos chicos pero se tragó sus pensamientos nuevamente, cuando llegaron hasta ellos, uno de ellos rodeó los hombros de la recepcionista con el brazo y caminó con ella así y con otra chica tomada de la mano. Jane ni siquiera quiso pensar en la forma en la que la recepcionista miró al chico ése.

Definitivamente ellos no eran su tipo de grupo pero que más daba, ya estaba con ellos. Pasaron la entrada del lugar y se encontraron con un gran espacio, al fondo había una gran pared con vidrios negros que decía en grande Light y poco antes había una pequeña recepción, un chico estaba dentro y ellos se acercaron.

—Identificaciones— pidió aburrido el chico.

Jane no se preocupó, busco su teléfono y debajo del protector había puesto sus dos identificacioness, la verdadera y la que decía que tenía veintiuno para las salidas. Tomó la falsa y se guardó el teléfono antes de que llegara su turno, cuando le tocó mostró la pequeña tarjeta y luego de recibir una segunda mirada del chico de la recepción los dejaron pasar. Jane respiró de alivio. Ya estaba dentro y aunque ya la había usado otras veces, siempre temía que en alguna la descubrieran.

El chico presionó un botón debajo del escritorio y luego la puerta del lugar se abrió sola. Todos hicieron una bulla de felicidad y casi corrieron para entrar. Jane se tomó su tiempo, ellos se adelantaron y sus ojos de abrieron en sorpresa, admirando el lugar. Era mucho más lindo de lo que imaginó.

Una luz azul iluminaba al gentío que bailaba delante de varias pantallas las cuales todas juntas formaban unas figuras que se movían a corde el ritmo de la música. Pasó entre las personas hasta toparse con unas escaleras al final de la pequeña pista de baile, subió por ellas hasta llegar a un escalón largo, a sus lados habían espacios para sentarse a beber allí pero en ninguno estaba el grupo de chicos. Siguió subiendo y volvió a caer en otro escalón largo, allí si estaba el grupo sentados en los sillones a su izquierda. Se acercó e inmediatamente la recepcionista se sentó encima de ella.

—¡Ronnie te amo!— gritó y creo que sólo ella pudo escucharla debido a el volumen de la música.

«Así que Ronnie era el chico» pensó mirando cómo ella lo señalaba con la botella, diciendo alguna cosa que ella ya no escuchaba, de seguro ya estaba tan borracha que ya ni sabía lo que decía.

Jane quería estar como ella así que tomó otra botella y se la bebió de dos tragos nuevamente. En medio de ellos había una pequeña mesita con dos vasitos de shot, un limón y una botella de tequila. No lo dudo y llenó los dos. Los chupitos de bebían de un trago así que así lo hizo, ni siquiera probó el limón. Se mareo un poco al primero y vió borroso con el segundo pero no le importó.

—¡Así se hace!— la alentó la recepcionista después de verla beberse los shots. Le pasó otra botella de cerveza.

Le sonrió en respuesta y luego de recuperarse se empezó a mover al ritmo de la música. No sabía cuál era pero tenía un buen ritmo. Daba saltitos en su puesto mientras los otros hacían sus cosas. No les prestaba mucha atención, sólo estaba con ellos para no estar sola.

—¡She say: Do you love me?, I tell her: Only partly
I only love my bed and my momma, I'm sorry!— gritó toda la multitud en un momento de la canción.

—¡Amo ésa canción!— afirmó a gritos aunque ni siquiera supiera qué canción era. —¿Cómo se llama? —nadie respondió. Ni siquiera la molesta recepcionista.

Se dió cuenta de que no estaba encima de ella, miró a todos lados buscándola, era la única que le hablaba aunque sea un poco en ése lugar pero no la encontró. Todos los del grupo se estaban besando con su compañera pero una a Jane un poco bebida no le importó éso así que separó a la primera pareja que encontró a su lado.

—¿Y la recepcionista?— aún no averiguaba su nombre.

—Pierdete.

—Vale.

Nadie sabía dónde estaba, se lamentaba. Volvía a estar sola pero quería otra cerveza y también quería ir al baño. Se levantó de golpe y casi se cae, beber tanto sentada y de la nada levantarse era mala idea. Volvió a intentarlo y ésta vez logró dar un paso, la cuestión era salir de allí, su ebriedad era más que cuando entró así que en ése momento la parecía un verdadero reto salir de entre una mesita y un sillón, pero lo logró.

Veía un poco borroso los escalones pero no falló ninguno, quién dijera lo contrario era porque le hacían falta lentes, poco a poco se fue estabilizando y caminando con mayor soltura de una casi ebria.

Entró al baño de chicas, hizo sus cosas y luego de lavarse las manos volvió a salir. No quería volver al grupo de los besuqueos. Así que su mejor opción era la barra, porque estaba bebida pero no lo suficientemente ebria para sentarse con otros desconocidos. La barra estaba un poco sola así que no tuvo que esperar mucho para que un guapo bartender se acercara a ella.

—Identificacion— pidió el chico. Jane lo miró mal «¿Cree que estaría allí si su identificación no dijera que tenía veintiuno?»

—Cerveza— pidió. El chico alzó una ceja.

—No tenemos eso.

—Imposible— rodó los ojos.— Dame cualquier cosa que me pueda emborrachar— volvió a pedir.

El chico detrás de la barra sonrió, le había echo gracia la chica rubia así que le dió uno de los tragos más pedidos del club. Cuando volvió, Jane miró la bebida azulada con aburrimiento y se la bebió de un trago.

—Venga, más lento— no pudo evitar decir el bartender cuando la vió beber.

—Otro.

—Que maleducada, señorita...— dejó el espacio para que ella dijera su nombre.

Una táctica que solía usar él, pero ella no le prestó ninguna atención y le dió una mirada más ostil.

—Otro.

—Vale, voy— rió levantando las manos.

Le sirvió otro vaso de la bebida morada y se inclinó en la barra. Quería saber el nombre de la maleducada chica rubia que ésta vez tomaba la bebida más lento. Sonrió nuevamente por eso.

—¿Cómo te llamas?

Jane no respondió, lo miró, detallandolo. Tal vez el alcohol no la ayudaba mucho pero igual podía deducir lo guapo que era y le gustaba el toque de malo que le daba el piercing que tenía en la ceja derecha.

—Yo Russell ¿Tu?— volvió a intentar, recordando que ella le había hablado con pocas palabras.

—No te interesa mi nombre, dame otro— le pasó el vaso por segunda.

Y así lo hizo, ésta vez él la detalló a ella cuando volteó a ver a la gran pantalla delante de él. Su cabello rubio le llegaba hasta los senos y su boca era pequeña, caprichosa. Definitivamente era del tipo bonita.

— Ten— ella tomó el vaso, llevándoselo a la boca para darle un trago— ¿No me dirás tú nombre?— Jane negó, su mirada verdosa estaba encima de él— Parece que lo único que respondes son las preguntas— Ella se encogió de hombros, la mirada de él bajó hasta la clavícula de ella.— Adivinare y tú me dirás si voy bien. A ver ¿Universitaria?

La sonrisa que trató de esconder bebiendo un trago la delató, tomó éso como un sí y sonrió. Había logrado algo, ella había llamado su atención y no sabía si era su cabello rubio y sus ojos esmeralda lo que más le gustaban de ella hasta ahora.

—Eso ya me dice muchas cosas— admitió cerca de ella para no tener que gritar— Vives en el Towers ¿No?— Jane rodó los ojos pero no respondió, para él estaban siendo muy fáciles las preguntas pero ella tenía que consentrarse en su bebida para no quedarsele viendo como una boba— Lo supuse. Niña pija de la UN.

—¿Que te hace pensar que soy de aquí?— Russell volvió a sonreír, la había echo decir más de una palabra.

—Ah ¿No? ¿Y de dónde, entonces?— la retó, parecía simplemente hacerse la interesante pero a él ya le había interesado antes de que ella se pusiera en ese plan.

—Phoenix.

—¡Peor! Puros aburridos viven allí.

—Yo no soy aburrida— ya estaba empezando a afincarse en la "r".

—Pruebalo— susurró en su oído cuando ella volvió a tomar de la bebida.

—Apostemos— ofreció alzando una ceja— ¿Que quieres perder?— provocó.

—¿Que me quieres dar?— el dedo de Russell se movió casi por inercia hacía la barbilla de la chica, levantándole el rostro.

Ambos se quedaron viendo durantes unos instantes que para ellos parecieron minutos, el verde de sus ojos miraban directamente al marrón de los de él con una provocación implícita, la mirada de él era retadora. La tensión entre los dos era palpable, pero la conexión se rompió cuando ella mordió su labio y la mirada de él voló hacia allá sin poder evitarlo.

Boquita de caprichosa, era pequeña, rosadita y suave a la vista, perfecta para devorarla hasta hacer que quedara hinchada y roja por las succiones y el deseo que habría en el beso.

—¿Y que haces tan lejos de Phoenix?— su mirada no se despegaba aún de su boca y quiso lamerla cuando ella se remojó los labios.

—Sólo quiero olvidar. ¿Y tú?— soltó sin pensar y casi quiso pegarse por la idiotez que acababa de preguntar.

—Un favor— éso la sorprendió, no lo esperaba.— ¿Que quieres olvidar? ¿Problemas en la universidad? ¿Alguien?— necesitaba saberlo y su cerebro no quería escuchar la palabra ex, éso sería un bajón monumental.

—Aun no voy a la universidad— soltó—. Estoy en un año sabático. Otro, por favor— le tendió el vaso.

—Dieciocho, lo supuse.

—¡Mierda!

En realidad sí lo sospechó, ella no se veía de veintiuno y por eso le pidió la identificación, ya habían ocurrido casos así. Pero no esperó sentirse tan decepcionado por su edad. Supuso que era menor, pero no pensó que apenas tuviera dieciocho años.

—Supongo que en Phoenix te dijeron que la edad mínima para beber legalmente es veintiuno.

—Bueno, entonces hasta aquí llegué contigo.— se levantó del banquillo. El mareo volvió pero esta vez lo disimuló.

—¿Conmigo? ¿Tienes un plan, niña?

—En realidad sí— asintió repetidas veces—. Buscar a algún idiota que me brinde bebidas hasta que esté lo suficientemente borracha como para follar con él y no recordar nada mañana.

Jane ya ni pensaba sus palabras y Russell escupió el agua que estaba bebiendo. «¡Joder! Que directa» pensó secandose la boca.

—Bien.

—Bien.

Estaba ebria, era un hecho, lo suficiente para que lo que sea que estaba pasando con el bartender no le importara, lo suficiente como para sentarse en un nuevo grupo de desconocidos.

Russell la vió alejarse tambaleandose y negó con una mueca en el rostro mientras secaba con un trapo el vaso dónde la rubia había estado bebiendo «Lastima, pensé que ella y yo...» pero no terminó el pensamiento, no se lo permitió. «¡Tiene dieciocho!» se recordó. Volvió a dirigirle una mirada, ella estaba  inclinada, charlando con dos chicos que estaban más interesados en verle el escote que en lo que ella les decía. Rodó los ojos «Malditos pervertidos» aunque se llamaría hipócrita ya que admitía que en un momento de la conversación, si es que se podía llamar así, que tuvieron también dirigió su mirada hacia ése bonito escote que tenía el vestido por el cuál no se podía ver mucho pero la daba un toque sensual a su figura «Aunque se vería mejor sin él».

Le dió una última mirada antes de voltearse a guardar el vaso en el estante detrás de él. «Ni siquiera se su nombre» se lamentaba pero su mente volvía a gritarle «¿¡Para qué quieres saberlo!? Tiene dieciocho y está borracha» se revolvió el cabello mirando la botella de vodka delante de él cómo si ésta le estuviera recordando éso. Era demasiado joven para él, no solía meterse con chicas tan jóvenes pero sin duda lo abrumaba el hecho de que ella le llamaba mucho la atención.

Y luego estaba su estado de ebriedad "Sólo quiero olvidar", recordó lo que le dijo. «¿A quién quieres olvidar, niña?» ésa pregunta le había pasado por la cabeza cuando ella dijo éso y a pesar de que se lo preguntó, ella no respondió. De todos modos era una perdida de tiempo interesarse en ella, su moral no lo dejaba meterse en las bragas de una chica en estado de ebriedad.

Volvió a voltearse y sus ojos fueron directamente al último lugar en dónde había visto a la rubia, encontrandola bebiendo de una botella, sentada en las piernas de uno de los chicos. Su mirada cambió a una asesina que estaba directamente en la nuca del chico. «Al parecer iba a cumplir su plan». No pudo evitar pensar en lo que hubiera pasado si él no le hubiera quitado la bebida ¿Hubiera terminado follando con ella? Era muy probable que sí, siempre y cuendo su moral no se entrometiera.

Para su desgracia el vidrio que hacía la división de dónde acababa la escalera y empezaba el pequeño espacio donde estaban ellos sentados era transparente y él podía ver perfectamente cómo las manos del chico estaban despreocupadamente en la cadera de ella y su ojos no apartaban la vista de esa mano confianzuda que cada vez que ella hacía algún movimiento bajaba un poco más. Si las miradas pudieran herir, él seguramente ya no tendría mano.

¿Russell era posesivo? Jodidamente sí, y aunque ni siquiera podía decir que conocía a la chica, tenía un sentimiento que odiaba que él la tocará así, tal vez porque era envidioso y en ése momento quería ser él el que la tuviera así. Estaba dispuesto a mandar a la mierda su "Es muy joven" sólo si podía tenerla encima de él mientras se comían la boca.

Por eso, cuando el chico que estaba haciendo de violinista entre la bonita rubia y el chico al que quería lastimar seriamente se levantó y se dirigió hacia la barra, osea, directamente hacia él, vió la oportunidad de mandar un mensaje.

—¿Podrías darme dos botellas de vodka?— preguntó nada más llegar.

—¡Claro!— sonrió con malicia mientras buscaba las botellas, cuando las tuvo en la mano se las acercó, pero no se las dió— pero ¿Podrías hacer un favor?

—Vale— musitó el chico, que sólo quería estar alejado de la parejita el mayor tiempo posible.

—Vale, mándale éste mensaje a tú amigo— le hizo unas señas para que se acercara y el chico lo hizo dudoso. Russell lo tomó fuertemente de la camisa— Dile a ése hijo de puta que si no quiere quedarse sin manos es mejor que las vaya quitando del culo de la rubita y que le diga a ella que por favor venga, porque él no querrá que yo la vaya a buscar—lo soltó dándole un empujón.

—O-ok.

El chico tomó las dos botellas de vodka casi esperando que el bartender le hiciera algo a él también pero viendo que no, salió lo más rápido que pudo de allí hasta llegar a su amigo. Russell vió como el miedoso se acercaba al oído de su amigo quién soltó a la rubia cómo si quemara e incluso le dió un pequeño empujón. Casi se salta la barra sólo para golpearlo.

Ella le dijo algo, enojada y el chico gesticuló señalándolo con enojo mezclado con miedo, ella volteó a verlo con el enojo plasmado en sus facciones pero Russell ni se inmutó, desde la barra la saludó con los dedos. Ella se volteó nuevamente hacia el chico y le sacó el dedo del medio en toda la cara mientras le decía algo, seguramente un insulto y Russell sonrio, burlándose del chico.

Sus ojos volvieron a ella cuando salió del espacio de ellos aquella noche y caminó hasta el con una mano en la cintura, se veía muy sensual y no se cansaría de repertirselo. Iba a mandarle una carta de agradecimiento a quién sea que haya hecho ése vestido que hacía que las piernas de ésa chica se vieran tan espectaculares.

—Pero ¿Se puede saber que te pasa, idiota? No me dejas beber y además me jodes la follada de ésta noche— se cruzó de brazos, tenía el ceño fruncido.

Y aquí un momento del cuál se quejó hace unos minutos, su mirada bajó hacia el bonito escote corto que ella tenía, le gustaba y no sabía por qué, estaba acostumbrado a ver escotes pronunciados pero tenía un gusto culposo por el escote corto de ésa chica.

—Puedo olvidarme de que no tienes veintiuno y seguir bebiendo con tu servidor— ofreció con coquetería, le salía sólo el ser coqueto con ella pero ella no se la pondría fácil y lo supo cuando la vió levantar una ceja, provocadora.

—Lo pensaré.

Y en verdad lo hizo, dudó mirando el banquillo entre si sentarse o hacer lo otro que le pasaba por la cabeza. Russell se mordía el labio en la espera «¿Y sí se negaba?» éso le joderia el orgullo. Se sentía cómo si hubiese apostado todo lo que tenía en una partida y aún había una gran probabilidad de que el oponente le ganase. Y cuando ella pareció haberse decidido por sentarse, de un momento a otro salió corriendo hacia el baño de chicas.

Él estaba sorprendido «Pero ¿que mierda?» pensó mirando por dónde ella había ido. Se lo pensó un poco pero aún así la siguió, la puerta la había dejado abierta.

—¿Te encuentras bien? ¿Vas a vomitar?—preguntó desde fuera. Aunque haya dejado la puerta abierta debía respetar la privacidad del baño de chicas.

—Creo que vomitaré— no sé sorprendía, había bebido mucho y por lo poco que había visto, también había mezclado diferentes tipos de bebidas— ¿Podrías entrar a ayudarme con el cabello?

Entró, no tuvo que pensarlo, cerró la puerta detrás de él pero la sorpresa se la llevó cuando la chica lo tomó por la corbata del uniforme del club y lo acercó tanto a ella que se sentía embriagado por su olor.

—Ya no me siento mal— murmuró ella a centímetros de su boca— ¿No te gustaría formar parte de mi plan de ésta noche?— Y él sabía a qué plan ella se refería.

Su olor lo tenía un poco drogado pero no sé quejaba, le encantaba y a pesar de que lo tomó por sorpresa que ella tomara la iniciativa así, rápidamente tomó las riendas del asunto. Y sí que mando completamente a la mierda su moral cuando la tomó por el cuello para besarla cómo si no hubiera un mañana.

Y tal vez así era, él no sabía si la volvería a ver para repetir y tenía que aprovechar aquella oportunidad de tener a la chica que lo había vuelto loco ésa noche. Las manos de ella estaban en el pecho de él mientras que las de él ya estaban en su espalda. El beso era hambriento, Jane podía asegurar que era el beso más apasionado y salvaje que le habían dado en su vida y no era solamente por el hecho de que sus bocas se comían como si cada una fuera el oxígeno del otro sino también por las fuertes mordidas que él le daba a su labio inferior.

Los sonidos que hacían al besarse eran casi obsenos, la lengua de él saboreaba cada rincón de la boca de ella, el beso era húmedo y sus respiraciones eran irregulares. A Jane, ése besó la había excitado en sobremanera y cuando sintió las manos de él apretarla más contra él, ella aprovechó la oportunidad para rodear la cintura de él con sus piernas, sintiendo un bulto en el pantalón del chico en el acto. Una mano de él descendió desde su espalda hasta su muslo, se separaron para respirar dejando un hilo de saliva que aún los unía.

—Voy a hacer que te corras sin follarte— y ella le creía, sí con un beso podía hacer todo el desastre que había causado en su sistema.

Él volvió a besarla, acercándose a los lavamanos para sentarla allí, sus manos estaban ahora en su cintura y las de ella se aferraban a su cabello fuertemente, a él le encantaba éso aunque ella no lo sabía. Russell apretaba su cintura y éso hacía que el deseo que estaba que estaba sintiendo se acumulara en un lugar que estaba húmedo y palpitante. Él pasó su lengua por los labios de ella y aquel lugar palpito más fuerte, en la posición en la que estaban podía sentir cómo el bulto entre los pantalones de él crecía y ella buscando más placer apretaba su sexo cubierto por la tela de la braga contra el de él. Gimió sintiendo como el pantalón la tocaba en los lugares indicados

—No, niña. No te follare— murmuró él y ella jadeó en protesta. Éste mordió su labio con rudeza y éso a ella le encantó.

—Fo-follame— gimió y él gruñó contra su oreja, el plan que tenía sería difícil de realizar si ella pedía así.

Mordió el lóbulo de su oreja y ella ahogo un gemido mordiéndose los labios hinchados por los besos que él le dió. Su pecho se hinchó «Yo le dejé los labios así y aún faltan los otros» con su lengua hizo un recorrido desde su mandíbula hasta su clavícula dejando besos casuales que la hacían estremecerse mientras sus manos subían, delineando su figura hasta llegar a sus pechos los cuales apretaba por encima de la tela del vestido.

Russell lamía el cuello de ella mientras por encima de la tela pellizcaba los pezones hasta dejarlos duros, quería desnudarla allí mismo para chuparselos hasta que estuvieran rojos y con las marcas de que él estuvo deleitándose con ellos pero el sonido de una llamada lo desconcentró.

—Ignoralo— pidió Jane cuando vió que él se había detenido, ni siquiera le prestó atención a su teléfono y maldijo el no haberlo dejado en silencio cuando lo dejó allí.

Russell asintió, sus hombros subían y bajaban con cada respiración acelerada que daba y sudor empezaba a correr por su frente, se acercó nuevamente a su boca y luego de darle un beso cargado de deseo a Jane, sus manos se posaron en sus mulos y bajó con lentitud, no despegaba la mirada de la de ella, por si en algún momento se arrepentía pero Jane no lo hizo. Su respiración también era acelerada y las manos de él en sus mulos le hacían sentir un cosquilleo que iba directo a su entrepierna. Russell subía las manos con lentitud, saboreando el momento mientras disfrutaba de la mirada oscurecida que ella le daba, podía ver el deseo en sus ojos y le encantaba ser el causante de ello. Subió el borde del vestido hasta que mostró parte de su abdomen plano y desde dónde estaba podía apreciar lo húmeda que ella estaba.

Se lamió los labios y Jane encontró ése gesto demasiado vulgar para ser tan simple pero la mirada que él estaba dando era salvaje y coqueta.

—¿Que tenemos aquí?— llevó sus dedos hasta su centro y ella tuvo que morderse el labio para callarse el gemido.— Están tan húmeda— la voz de él ya estaba tan ronca y sensual. Jane estaba en las nubes con sólo eso y sus dedos apretando su centro de placer.— Disfrutaré comerme ésto— afirmó quitándole las bragas.

Cuando las bragas estaban lejos de su bocadillo él atacó, su boca fue directo a aquél botoncito de placer que las volvía locas, Jane ya no se callaba los gemidos y éstos eran melodía para los oídos de Russell que creía que explotaría allí abajo pero se comía la vagina de Jane como un profesional, su lengua lamía todo lugar de ella, quería darle placer y ése era el suficiente consuelo para él. Su lengua dentro de ella y su dedo índice haciendo círculos en su clítoris fue suficiente para que las piernas de Jane temblaran.

—Correte— gruñó Russell con la cara hundida entre las piernas de Jane y así lo hizo como la niña obediente que era.

Podía sentir cómo él lamía con desesperación todo de ella y absorbía todo su orgasmo con deleite. Chupo una última vez su clítoris antes de salir de entre sus piernas, ella incluso se estaba preparando para una segunda ronda pero éso fue todo, lo supo cuando volvió a su altura para besarla, su boca tenía un sabor salado debido a ella y aún tenía ganas de sentirlo dentro de ella.

—¿Es todo?— protestó cuando él se alejó de su boca.

—Dije que no iba a follarte y ya te corriste, supongo que sí— se encogió de hombros, su respiración aún era irregular y sentía mucha incomodidad entre sus pantalones pero no lo haría.

Russell metió su mano dentro de ellos y trató de acomodarse el pene en una posición no tan incómoda hasta que el asunto se le bajara y cuando volvió a ver a la rubia, ella miraba con lujuria ésa parte de su anatomía.

— Yo podría ayudarte con eso— se lamió los labios y lo miró, él tuvo que mirar a otro lado o la volvería a coger, pero su moral había vuelto y no podía hacerlo.

Aunque se veía tan sexy con el cabello mojado por el sudor y despeinada, los labios aún estaban rojos  y sus mejillas estaban sonrojadas por el orgasmo que él le había hecho tener. Se aclaró la garganta.

—¿Tienes dónde ir esta noche?

Jane se desánimo sabiendo que ése era el final y asintió. El puchero que hizo le pareció encantador a Russell y bajandola del lavamanos, le tendió el teléfono que estaba detrás de ella, no sin antes ver la hora.

—Te llevo, ya terminó mi turno— murmuró— ¿Dónde te quedarás?

—En el Towers, tengo una amiga allí— tomó el teléfono de las manos de él y lo escondió entre sus pechos. Un poco más abajo, en la unión entre copa y copa del brassier, desabrochó las llaves del auto y se las tendió al chico.

Casi rió por el lugar en dónde las había guardado y se preguntó cómo no las había sentido cuando tocaba ésos lugares, pero se quedó con la duda. Tomó la llave y la mano de ella. Jane se dejó hacer, le había bajado un sueño que no sabía de dónde había salido y su parte conciente agradecía que el chico no fuera un idiota o un secuestrador. Aunque de éso no estaba del todo segura, lo único que podía hacer era confiar.

Russell la sacó del baño y caminaron hasta la salida que estaba cerca de allí ya que la entrada y la salida del club eran por puertas diferentes. Subieron unas escaleras y salieron directamente al parking del lugar, le hubiera preguntado a la chica cuál era su auto pero debido a su estado prefirió presionar el botón de la llave hasta que alguno sonara, y así hizo hasta que finalmente un auto pequeño de color vinotinto sonó.

La llevó casi cargada hasta allí y abriendo primero la puerta del copiloto, la sentó en ése puesto, le abrochó el cinturón de seguridad y luego cerró la puerta. Rodeó el auto y entró en el puesto del piloto, enterró la llave en la cerradura y luego de girarla el auto prendió.

Salió del parking y fuera ya había sol, eran las siete treinta de la mañana cuando reviso la hora en el teléfono de la rubia. Le resultaba gracioso que aún no supiera su nombre pero ya le había hecho un oral, muy descuidado de su parte. También le preocupaba que ella le diera la llave de su auto a cualquiera, pero en ése momento sólo se enfocaba en llevarla al Towers. Por las calles se escuchaba música a bajo volumen y en el auto había silencio, Russell estaba mejor así.

Llegó al Vegas Towers luego de unos minutos de salir del club, no quedaba muy lejos de allí pero él tampoco iba rápido. Estacionó en el parking de ése lugar y luego de cerrar su lado del auto, fue a por el del copiloto, la rubia se había dormido pero lastimosamente él debía despertarla, no sabía ni su piso ni su apartamento.

Abrió la puerta y tomándola por las axilas la sacó del auto. Ella no pesaba nada así que para él no fue problema. Cuando la colocó en tierra firme murmuró algo inteligible para él y sonrió como un idiota por eso. Le acarició el rostro.

—Hey, niña— le escondió un mechón de cabello detrás de la oreja—, venga, despierta— pidió en susurros pero ella no reaccionaba. El mismo mechón que había puesto detrás de su oreja lo tomó entre sus dedos y sin pensarlo mucho le dió un tirón.

—¡Au, au, au, au, au!

—¿En qué piso vives?— preguntó rápido.

—Tercer piso, 035.

Russell se agachó, subiendo sus piernas hasta tenerla entre sus brazos en modo princesa. Caminó con ella así todo el trayecto, no había ni un alma por aquellos lares, la recepción estaba vacía y cuando estaba en el ascensor contaba los segundos que faltaban para llegar al tercer piso. Finalmente cuando llegó buscó y encontró rápidamente el apartamento con el número 035 pintado en la puerta. Bajó a Jane de sus brazos con sutileza y observó que la llave del auto tenía dos llaves así que la que no parecía de auto la metió en la cerradura de la puerta y ésta cedió cuando le dió una vuelta.

—Fue fácil.

Volvió a cargar a Jane y entró en el apartamento. Estaba poco iluminado debido a que las cortinas del balcón estaban echadas pero aún veía por dónde iba así que éso no le preocupaba. La salita era pequeña pero bonita aunque éso no era lo importante, tomó el pasillo que llevaba a la cocina y a las dos habitaciones. Una estaba semi abierta, echó una mirada dentro y pudo notar un bulto en la cama individual que estaba dentro. Por lógica de descarte, la otra habitación era la de la rubia, por lo que abrió la puerta intentando que la chica entre sus brazos no se cayera y lo logró.

No pudo detallar nada, estaba los suficientemente oscuro como para no poder detallar sin tener que quedarse un rato más allí. Así que solo la acostó en la cama y salió de allí, cerrando luego de salir. Pensó que había sido una misión exitosa hasta que.

—¿Jane? ¿Eres tú?— murmuraron desde la otra habitación.

«Así que Jane ¿Eh?» pensó, pero no respondió nada. Obviamente él no era Jane y la voz lo delataría, además, no sabía sí la rubia, que ahora sabía se llamaba Jane, quería que su amiga supiera que un chico la trajo borracha a casa. La otra chica tampoco volvió a preguntar y pasado el susto, salió también del apartamento dejando la llave encima de la mesita de la sala antes de salir.

Esperaba volver a verla algún día, aunque si era de Phoenix y estaba en un año sabático probablemente no la vería hasta dentro de un año nuevamente, éso si ella decidía estudiar en la Universidad de Nevada. Y él esperaba que sí, porque quería volver a encontrarsela algún día.

El recuerdo de ésa noche se paseaba seguido por su cabeza en su camino a casa, aún podía oler su perfume y en verdad deseó volversela a encontrar en algún momento de su vida. Esperaba que sí y tal vez el destino tenía éso en sus planes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro