No hay destino
No hay destino.
Aquel campo de espigas,
milenario,
de la infancia del hombre,
se agostó en el escarnio
de tantas multitudes.
Hoy, el vacío estelar
apunta a nuestros huesos,
señala al corazón
el polvo cósmico,
la negra noche,
la ausencia de caminos.
Cuando los horizontes
se compactan y crujen,
despreciando la sangre intercalada,
y una inmensa marea
nos arroja de vuelta
como a niños perdidos
en los antiguos bosques,
sabes que no hay destino
aunque lances los ojos
a todas las esferas.
La mirada terrena
eleva su plegaria
a la vela dorada
que rasga las estrellas,
más sin la paralela del Norte,
no hay templo,
ni una estatua yacente
que señale
la puerta sideral,
pues no hay destino alguno,
no hay destino.
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