El pasado puede definirse como un conjunto de sucesos que tuvieron lugar en un tiempo anterior al de ahora. Algunos pueden considerarlo como algo malo, algo oscuro o algo que lo único que causa es el deseo inquietante de querer revertir el tiempo y cambiarlo. Pero déjenme decirles que no siempre es así. A veces el pasado es algo que nos alegra, que nos da melancolía y nostalgia, que nos hace sentir esas inmensas ganas de regresar a él, de regresar a vivirlo nuevamente...

Sí, el pasado existe y nos toca a todos constantemente. Y para entenderlo aún mejor, hay que hablar del presente. ¿Qué es el presente? Es un momento tan efímero, tan corto. No importa lo que hagas, si dices "Hola" y luego "¿Cómo estás?", mientras pronuncias la pregunta el "Hola" ya es pasado; por eso el presente es tan corto y casi nulo. Pero este tiempo, el presente, depende totalmente del pasado.

El pasado, sea bueno o malo, es aquello que repercutió en tu vida para que hoy seas lo que eres. Y que tu persona actual sea buena o mala, depende completamente de ti. Y eso, ahora, DaByul debía saberlo perfectamente; más ahora que los recuerdos le pesaban y le atormentaban, acumulándose todos juntos en su mente. Así que sí, el pasado es lo que forma tu presente, lo que lo crea y le da cuerpo. Y el presente depende de ti, también.

Así que de nada sirve arrepentirte de tu pasado, si no, debes modificar el presente que este mismo te dejó. Y para eso, hay que identificar qué sucesos anteriores te llevaron hasta dónde estás hoy. Y eso es lo que DaByul estaba haciendo ahora mismo... Recordando y analizando todo lo que le había pasado y así descubrir...

...la razón de su problema.

Cuando cumplí mis cinco años, todo era alegría, todo era cariño y amor. Al menos de parte de mi familia más cercana, como mis padres, mis abuelos y mis tíos. Bueno, no todos mis tíos... Siempre hubo alguien que me mostraba signos de carecer de cariño hacia mí. No era algo tan directo, pero se sentía. Sin embargo, con cinco años, ¿Cómo se supone que debía actuar? Tan solo era una niña que lo único que deseaba de mis familiares eran juguetes... Simplemente lo ignoraba y seguía con mis juegos de niña pequeña. Pero la pregunta aquí es, ¿Quién era esa persona? ¿Quién era ese "alguien" que mostraba su desprecio hacia mi?

La respuesta a eso es... Jang Young Nam. Mi tía, en otras palabras.

Siempre fue seca, era de ignorarme, de simplemente pasar por alto mi existencia. Pero al cumplir los seis años, todo cambió. De por sí mis abuelos y el resto de mis tíos me querían y me llenaban de regalos, de cariños y mimos. Siempre fui una niña querida y respetada, y la verdad es que yo no lo notaba, solo recibía todo con alegría y me sentía feliz. Pero al parecer, a mi tía nunca le gustó eso. Y para mi cumpleaños número seis...

...Ella ya había decidido empezar con la tortura.

Las heridas que me hizo desde niña hasta ahora, tengo que aclarar que no son físicas, si no completamente psicológicas. Nunca me puso una mano encima, sin embargo, cada palabra hiriente que ella dejó salir de su boca me dañó más que cualquier golpe que ella pudiera haberme dado. Aunque no lo crean, a veces el daño psicológico es mucho más importante que el físico. Y ella amaba hacerme sentir inferior, cuando todo el mundo luchaba por hacerme sentir afortunada y feliz. Y eso tarde o temprano, comenzó a molestar.

—DaByul, no comas tanto. Ya estás lo suficientemente gordita. Deja comer a tus primitos, por favor. —Habló mi tía, en plena festejo de mi sexto cumpleaños. Yo recuerdo que solo la miré y me fui a jugar con aquellos niños que ella quería que comieran también. Esos pequeños ni tocaron la comida, y ella solo lo había hecho por envidia. Me odiaba por ser una niña feliz.

Ella tuvo problemas con su marido, lo engañó cruelmente y el hombre la perdonó muchas veces hasta que se cansó, y se marchó con la promesa de seguir viendo a sus hijos (la cual cumplió) pero jamás volvió a restaurar su relación con YoungNam. Desde ese momento, todo cambió para mi tía. Ella se volvió una mujer bastante oscura, negativa y de esas típicas mujeres a las que se les denominan "serpientes" o de aquellas que aman plantar cizaña. Y obviamente que de alguna manera sus hijos absorberían la energía negativa que su madre expulsaba constantemente. Eso solo hizo que sus hijos fuesen bastante malcriados y que mi familia no les gustara tanto su presencia.

Y toda esa rabia que ella tenía, la desquitó conmigo, la niña que sí era querida. Todos sus comentarios, aunque fuesen mal intencionados (y yo sabiéndolo) comenzaron a afectarme. Sobre todo esa vez cuando recibimos una visita repentina de ella. Como algo normal, le invitamos de comer, incluso eran unos panecillos que yo había preparado esa tarde, así que se los serví a ella. Yo ya tenía alrededor de diecisiete, dieciocho años. Y cuando fui a tomar uno de los panecillos que yo había preparado, ella simplemente dijo...

—Vaya, DaByul, estás más gordita. ¿Pensaste en empezar a adelgazar?

Yo recuerdo haberla mirado, luego dirigir mi vista al panecillo que mi mano estaba agarrando y por último haberlo soltado, sintiéndome incómoda. Y ese fue mi peor error... Darle importancia a un comentario suyo... Porque los días pasaron, y yo comencé a cuidar lo que comía, a fijarme en si me convenía hacerlo o no. Y todo siguió empeorando poco a poco...

"—¡Oh, querida! ¡Con esa ropa se te ven los rollitos!"

"—¿Te animas a salir a la calle con eso? ¡Qué valiente!"

"—No te preocupes, a las gorditas también las quieren."

"—¿Algún hombre encontrará atractiva a una chica gorda como tú? Seguro que sí, mi amor. ¡A no deprimirse!"

Y todo hubiese sido más tranquilo si no se me hubiese pasado por la mente el mirarme al espejo.

A ese maldito espejo...

En mi mente era un monstruo ese reflejo que se me aparecía en frente. ¿Era yo esa cosa que se veía? Definitivamente lo era. Era yo, y todos mis defectos comenzaron a resaltar en ese reflejo. Esa persona que tanto odiaba, era yo. Me había convertido en lo que pretendía no convertirme. Y me siento culpable por ello, porque yo podría haber decidido no hacerle caso a eso... No es por justificarme ni nada, pero cuando te bombardean con cometarios tan hirientes como eso, peligra tu salud mental, y si se agota, ya no hay defensas propias que te levanten de ellos; y terminas cayendo en creerlos....

Por eso, por eso yo...

—...Estoy así. —Concluyó diciendo Han DaByul.

La doctora Kim YongSun la observó con su rostro completamente afligido. DaByul tenía sus ojos cansados, estaban rojos por haber llorado y rogado por la venida de Kim hace solo un par de horas. Sí, la médica había ido en plena madrugada ya que había sido llamada una vez más en la noche, y ahora estaba junto a ella, escuchándola pacientemente, siendo fiel a su palabra de "vendré cuando sea que me necesites", siendo su fiel compañera hasta el final... El silencio en la habitación se hizo presente, pero curiosamente no era un silencio incómodo, sino todo lo contrario: un silencio restaurador.

DaByul había logrado sacarse un peso de encima, había logrado liberarse de una carga que le había carcomido durante muchísimos años. Lo había logrado. Y a pesar de que ahora se sentía agotada mentalmente, ya se sentía más aliviada. YongSun alzó su mano y acarició los cabellos de su frágil paciente, sonriéndole con esa sonrisa cariñosa que inspiraba total calma y tranquilidad. La mirada de DaByul se levantó y se posó en la de su médica.

—Lo hice... —Susurró DaByul con una voz tan delicada que parecía que pronto se quebraría. YongSun le mostró sus ojos brillantes, algo aguados por la emoción y una sonrisa tan grande y brillante que estremeció por completo a la joven Han.

—¡Lo hiciste, Han DaByul! ¡Lo has logrado!

Amanecía; el sol se ponía con suavidad y delicadeza, dando un hermoso amanecer que el doctor Park JungSoo pudo apreciar con mucha admiración. Él se preparó un café para seguir haciendo su papeleo correspondiente a su paciente más importante, y bueno, ahora era su único paciente: Choi SooBin. Ya era la segunda vez que volvía, y esta vez se esperaba que fuese un periodo de tiempo más corto y menos oscuro que el anterior... Su pequeño cristal ya había sufrido mucho para volver a esas horribles etapas que se suponían ya estaban superadas...

Para cuando quiso pestañear, ya era hora de despertar a su pequeño y dulce paciente. Se levantó acomodando su escritorio, y salió de su oficina con su hermosa bata blanca, dirigiéndose a esa habitación del fondo en donde su pequeño cristal residía. Sacó esa llave plateada que tenía y abrió la puerta con sumo cuidado de no hacer ningún ruido que despertara sorpresivamente a su pequeño. Luego la cerró detrás de él para después acercarse al pequeño bollito que estaba bajo las sábanas. Sus manos acariciaron al bulto durmiente que al sentir la mano de su doctor acariciarle la espalda, se estremeció y salió de su escondite secreto.

—Hola, pequeño cristal... —Susurró el hombre mirando los ojos adormilados de SooBin. Éste lo miró curioso, como todas las hermosas mañanas.

—Hola, doctor... —Habló el pequeño con una vocecita dulce.

—¿Cómo estás? ¿Te sientes bien?

SooBin asintió arrugando un poco su naricita para luego bostezar como un bebé y estirarse con pereza.

—Bien, me alegra escuchar eso, porque adivina qué... —Dijo el doctor con una sonrisa divertida que puso a SooBin muy atento.

—¿Qué? ¿Qué sucedió~? —Preguntó un tierno Choi SooBin.

—Un niño que yo conozco estuvo muy estable este último día y tengo una hermosa recompensa para él... —Dijo JungSoo con misterio, pero un misterio juguetón que logró hacer sonreír emocionado a SooBin—. ¡Salir al jardín! Pero... ¿Sabes cuál es ese niño?

SooBin ensanchó su sonrisa dejando a la vista sus pequeños hoyuelos.

—¡Soy yo~! —Exclamó contento y JungSoo asintió con una sonrisa dulce, para luego dar pequeños y sutiles aplausos.

—¡Exactamente! Ahora prepárate, pequeño cristal. Luego de desayunar...

El pequeño chico lo miró entusiasmado.

—...Saldremos al jardín.