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💎Crystal 36💎

Los pensamientos de todo el trabajo hecho en su vida le han abarcado de manera sorpresiva. A Jimin le llegan recuerdos de su alma de príncipe; todo lo bueno y malo que hizo por el reino que lo vió nacer, así como las acciones mismas que le ayudaron a crecer hasta convertirse en el joven seguro que ahora es.

Pocas horas lo separan del final definitivo; no sabe si triunfará o se perderá en el camino, de lo único que está seguro es de querer intentarlo y no rendirse nunca, porque aquello es lo que verdaderamente ha querido desde el principio.

Yoongi a su lado piensa lo mismo. Ambos nacieron y crecieron compartiendo un mismo propósito, más nunca llegaron a pensar que existía aquella pequeña parte en su interior que estaba completamente desligada del sentir ajeno, apegándose con una fuerza abrazadora a sus propios sentimientos.

Y solo cuando lo descubrieron, fue que supieron que reinar ya no se sentía lo mismo.

La vida de un príncipe que ha guardado en su interior el poderoso don de la vida y la muerte es solitaria, y hasta cierto punto lamentable. Muchas privaciones y falta de vitalidad a sus emociones que poco a poco se marchitaban; aquella responsabilidad agobiante que les hacía creer que realmente vivían para los demás. Sin ningún propósito propio, sin ningún sueño por cumplir.

Los años pasaban y no veían cambios en ellos. La misma rutina, el mismo lamento; tan solo con pequeños sueños sirviendo de consuelo, los cuales se esfumaban al despertar como el polvo mismo con el viento.

Ahora, que están a poco tiempo de conocer un significado nuevo del vivir, es que Yoongi y Jimin por fin lo han comprendido.

Su error no fue amarse, sino caer en un sentimiento cargado de resignación, que les dejó empolvarse en las profundidades agobiantes del palacio brillante del reino mágico.

Lo entendieron, y esa es la única razón que necesitan para seguir adelante con la decisión tomada.

—¿Estás bien? —Jimin volteó para mirar a Yoongi. Los ojos grises lucían preocupados.

Sonrió con cariño. —Estoy bien.

La mano del peligris buscó la suya con desespero. Ambas se entrelazaron, suspirando ante el tacto cálido que solamente su amado podía ofrecer.

Aquella noche era tranquila; las luces de todos los cristales que rodeaban al reino brillaban en hermosura, mientras que ellos permanecían en lo alto del balcón, disfrutando de aquel momento que quedaría guardado en sus mentes como uno de sus últimos recuerdos juntos en el palacio de Cristal.

—Déjame tomar la esencia del árbol —pidió Yoongi y Jimin sonrió porque ya esperaba aquella petición.

Había dos maneras para renunciar a los dones. Una de ellas era tomar la esencia que se extraía del gran árbol que estaba en el jardín de los cristales, esa forma era la más efectiva, más se corría un gran peligro pues existía la posibilidad que la luna extrajera el alma de la vida combinada con el don, provocando la muerte inmediata a quien lo tome.

La otra forma que existía era que la guardiana LeeHi extrajera la vitalidad del don con ayuda de su magia. Sin embargo, se requería de mucha energía y concentración, por ende, solo sería posible hacerlo con uno de los príncipes, mientras que el otro se arriesgaba a tomar la esencia del antiguo árbol.

Y Jimin quería tomar ese riesgo, en lugar de su amado.

—Quedamos que lo haría yo —respondió Jimin, luego de un largo momento de silencio.

El peligris frunció el ceño. —Tú lo decidiste solo.

—Yoongi —la voz del peliazul era tranquila, a comparación de la agitada del hijo de plata—. Estoy preparado, por favor no me subestimes.

La mueca del mencionado fue una perfecta combinación entre el miedo y el desacuerdo. Su corazón sentía miedo de lo que le pudiera pasar a su amado, mientras que su mente le reprochaba mil veces aquella decisión que había tomado.

Prefería mil veces vivir encerrado en las paredes inmortales y silenciosas de aquel lugar, a vivir una eternidad de un espejismo de libertad con la ausencia dolorosa de su príncipe.

Llevó una de las pequeñas manos contrarias a sus labios y la besó con ternura; Jimin miró el acto en completo silencio, soportando lo más que pudo las pequeñas lágrimas al ver como su amado ya se encontraba llorando.

—Por favor, amor mío —suplicó entre sollozos, el peliazul apretó los labios—. Déjame tomar el riesgo.

Jimin acunó el rostro del hijo de plata entre sus pequeñas manos; ambos pares de ojos se encontraron bajo el manto brillante de la noche, compartiendo un último beso cargado de amor, entrega y afecto.

—Tú ya tomaste el riesgo una vez —musitó Jimin con las frentes juntas—. Ahora es mi turno para arriesgarme por nuestro amor.

Y entonces Yoongi lo abrazó con todas sus fuerzas, sus brazos brindándole aquel calor protector que ambos anhelaban, mientras sus labios expulsaban palabras de devoción, pureza, esperanza y amor; compartiendo un momento íntimo colmado de sentimientos.

Así permanecieron hasta que la entrada de la madrugada y la alineación de las lunas en el firmamento anunció que había llegado el momento.

Taehyung permanecía en silencio mientras que Jungkook caminaba de un lado hacia otro con impaciencia. NamJoon estaba con ellos a pedido del castaño, quién sabía que la presencia del general era indispensable para que el pelinegro no perdiera la poca tranquilidad que le quedaba.

—Tengo miedo —manifestó Jungkook por quinta vez en lo que iba de la noche.

NamJoon asintió. —Recuerda que hay asuntos más importantes que el miedo.

—Nos hemos preparado bien para esto —animó Taehyung con una pequeña sonrisa nerviosa—. Yoongi y Jimin confían en nosotros, lo haremos bien, Kookie.

El hijo del general dejó escapar todo el aire retenido en pequeños suspiros entrecortados. Quedaba menos de una hora para que la ceremonia diera comienzo, y él nunca imaginó que se encontraría tan nervioso.

Y tenía miedo, un profundo miedo de que las cosas salieran mal y perderse en el camino.

NamJoon, quién sabía bien cómo estaba su hijo, decidió contarle aquella pequeña información que había tenido celosamente guardada hasta que llegara el momento indicado. Sin embargo, dadas las circunstancias, sabía que no debía esperar por más y darle a su hijo la noticia que le daría un poco de felicidad.

—Cuando todo termine y seas el nuevo guardián del don de cristal, me iré a Oriente a vivir con el príncipe SeokJin —reveló, con una pequeña sonrisa cargada de timidez.

Jungkook olvidó el miedo que sentía y miró a su padre con ojos engrandecidos y una amplia sonrisa ilusionada.

—¿Hablaste con él? —preguntó feliz, logrando contagiar a Taehyung.

El general rascó su nuca sintiéndose nervioso bajo el escrutinio de ambos jóvenes; aunque tampoco fue razón suficiente para ocultar la inmensa felicidad que estaba sintiendo desde que su príncipe amado cedió por completo.

—Con el príncipe Jimin siendo libre, ya no hay una razón de peso que me mantenga aquí —habló, y Jungkook estuvo de acuerdo—. SeokJin lo sabe, por eso tampoco pudo negarse.

El pelinegro corrió a abrazar a su padre. —Me siento muy feliz por ti —sus palabras eran sinceras—. Eres un general leal y un gran padre, por supuesto que mereces ser feliz.

—Si no fuera por los príncipes, jamás lo hubiera conseguido —admitió el moreno—. Todo es gracias a ellos.

Y sin importar el tiempo que pasara y las circunstancias en las que estuvieran, NamJoon siempre se referiría a Jimin y Yoongi como lo que siempre han sido y siempre serán.

Príncipes.

Cuando Jimin y Yoongi ingresaron al lugar, la guardiana ya les estaba esperando en compañía de Jungkook y Taehyung.

Al ser una ceremonia importante y delicada, solamente los participantes tenían el derecho de estar presentes, dejando a los demás con una sensación inquieta y llena de incertidumbre al no saber lo que podría pasar.

LeeHi hizo una profunda reverencia a los príncipes; frente a ella estaba una mesa alargada donde yacía la copa que contenía la esencia del árbol de la vida, en compañía de un libro que estaba abierto y del cual una potente luz de colores azul y plateado salía hasta iluminar el alto cielo.

Jimin y Yoongi caminaron hasta colocarse frente a la mesa, siendo rodeados por Jungkook y Taehyung; quedando el pelinegro al lado del hijo lunar, y el castaño al lado del hijo de plata.

—Estando aquí, bajo el brillo mágico de ambas lunas presentes es que me veo en la obligación de preguntarles —la voz de LeeHi se escuchó serena y clara—. ¿Están participando voluntariamente en la ceremonia de intercambio de dones?

—¡Sí! —respondieron los cuatro a la vez.

Los ojos de la mujer se fijaron en ambos príncipes. —Sus majestades, ¿Están completamente seguros de querer continuar?

—Lo estamos —respondieron ambos con la misma seguridad que mostraron desde el principio.

—Es necesario que sepan que una vez iniciemos, no habrá marcha atrás —advirtió la guardiana con total seriedad—. Sabiendo esto, ¿Desean continuar?

Jimin y Yoongi compartieron una mirada antes de responder, sus ojos demostrando completa valentía y seguridad; sin el mínimo ápice de duda o temor.

—Estamos seguros de continuar —dijeron a la vez.

LeeHi asintió, extendió sus manos por encima del libro y en ese mismo instante una luz potente nació del pecho de cada uno de los príncipes. En Jimin el azul brillaba con máxima potencia, mientras que en Yoongi se hacía presente el blanco inmaculado, con leves destellos brillantes y plateados.

—La sagrada luna de plata está despierta y presente entre nosotros, mira a tu hijo divino y otórgale la libertad que su corazón tanto ha anhelado —la potente voz de la guardiana provocó que el infinito cielo se llenara de un brillo potente.

Yoongi jadeó al sentir una extraña sensación en su interior. Era pesada y le quemaba con fuerza, más la soportó lo mejor que pudo; un hormigueo lo cubrió de pies a cabeza, mientras veía con sus propios ojos como una luz brillante salía de su pecho hasta golpear el árbol de la vida con una fuerza escalofriante.

De ahí nació un gran y hermoso cristal de color plateado; el peligris miró con asombro la luz brillante que tenía, la cual rodeó el cuerpo de un concentrado Taehyung.

—El cántico —pidió LeeHi, y en ese mismo momento el castaño inició a recitarlo, en perfecta sincronía con Jungkook.

Las cadenas que lo ataban a una gran responsabilidad desaparecieron. Yoongi miró su poder exteriorizado en aquel hermoso cristal que ahora yacía plantado al lado del gran árbol de la vida; una sonrisa se formó en sus labios al saber que era completamente libre de él, y que el significado de su existir estaba a punto de ser descubierto.

—Oh sagrada luna azul; deidad suprema y de gran bondad, señora de la creación bendita de la humanidad. Te pido que te hagas presente para que reconozcas a tu único hijo y lo liberes de todo tu poder.

La guardiana tomó la copa de la esencia del árbol y se la tendió al peliazul.

El pánico inundó a Yoongi cuando el cielo se tornó de un profundo azul, el cual rugió en compañía de un rayo.

—Jimin...

—Te amo —las palabras del hijo lunar lo detuvieron—. No importa lo que pase, quiero que siempre recuerdes lo mucho que te amo.

La luna azul presente brilló de manera diferente; todos los cristales existentes en el reino despertaron, siendo ésta una señal clara de que algo grande se acercaba.

Las alertas de la guardiana se encendieron, aquel panorama no deparaba nada bueno.

—¡Deténgase, príncipe! —exclamó, en el mismo momento que supo lo que ocurriría.

Pero ya era demasiado tarde, pues Jimin había bebido hasta la última gota contenida en la copa.

Los poderes que estaban ocultos en el interior del peliazul se dispararon a gran velocidad. Todo su cuerpo fue cubierto por una luz de un potente azul, la cual brilló con fuerza, aquella misma que se utilizó para derribar a todos los presentes.

LeeHi, Yoongi, Taehyung, Jungkook; todos ellos cayeron unos cuantos metros lejos debido al fuerte torbellino que se había formado donde estaba el hijo lunar.

—¡Jimin! —Yoongi intentó correr hacia donde estaba su amado, pero fue rápidamente detenido por la guardiana.

—¡Es peligroso! —exclamó ella—. ¡Es la magia pura del príncipe la que se ha desatado!

Un poderoso estallido de magia sacudió los cielos y la tierra, acompañado del grito desgarrador que expulsó Yoongi, con todas las lágrimas dolorosas y amargas que cubrieron su rostro sin descanso.

Porque en su mente pudo escucharlo con claridad, aquellas palabras que su amado le transmitió antes de entregarlo todo, para que él mismo gozara de la vida que ambos soñaron.

"Me desvanezco, nunca seré el mismo"

Y Jimin cumplió con su palabra. Absolutamente todos los presentes lo supieron cuando la magia quedó tranquila y los cristales volvieron a su estado original de paz.

Casi nada cambió cuando la ceremonia acabó. La magia antigua aceptó a los nuevos guardianes, los cuales liderarían el reino de Cristal por toda la eternidad.

Y cuando toda la luz se extinguió fue que la realidad golpeó el corazón de Yoongi.

Porque ya no quedaba nada donde una vez estuvo su príncipe amado, salvo un pequeño cristal de color celeste, tan hermoso y delicado que le hizo llorar cuando lo tuvo entre sus manos.

—Te amo, mi príncipe —fueron las palabras de un humilde leñador, a su príncipe soñado.

Su Âmes Soeurs.



















💎FIN💎










YOONGLH💙

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