💎Crystal 07💎
Llevaba exactamente 40 minutos pegado al cristal del gran ventanal de su local, observando atentamente cada movimiento realizado por el dueño de sus suspiros y sueños recientes. Una sonrisa boba iba naciendo de sus labios, mientras el acelerado latir de su corazón estaba en sincronía con el nerviosismo que enviaba leves espasmos a su cuerpo.
—¿Cuánto más lo verás ahí como tonto? —la pregunta no le sorprende. De hecho, la esperaba, ya que ciertamente no le había quitado los ojos de encima.
—Una eternidad —respondió, suspirando ante la vista.
Rose rodó los ojos. —Deberías de buscar un lugar mejor —comentó la rubia—. Ahí con esa cara de bobo, asustas a la clientela.
Taehyung se mostró ofendido con aquel comentario, haciendo reír a la menor. De mala gana dejó de observar a aquel hermoso chico y se giró a encarar a una risueña chica, la cual, de buena e inocente no tenía nada, ya que siempre se estaba burlando de sus desgracias.
—Recuérdame una cosa, Rose —habló tranquilo —.¿Por qué diablos te di trabajo en mi panadería?
La menor sonrió de manera encantadora encogiéndose de hombros, luciendo inocente.
—Porque soy carismática y atraigo mucha clientela —respondió con aire orgulloso—. Además, le prometiste a Oppa que me darías trabajo.
Y ahí estaba la verdadera razón. Taehyung en su afán de ayudarle a su querido Hyung le había prometido otorgarle un trabajo seguro y estable a su pequeña hermana, la cual estaba decidida a trabajar donde sea para brindar apoyo financiero a la pequeña familia. Claro que su hermano no estaba de acuerdo, pero ante la necedad de la pequeña, no tuvo otra opción que ceder. No sin antes, hablar con su único y fiel amigo, con el fin de que éste acogiera a la menor en su negocio, y que, de esta manera, estuviera segura.
Lo que Taehyung no sabía era que Min Rose era una diablilla que le encantaba hacer travesuras.
—Solo de esa manera Yoongi Hyung estaría tranquilo —respondió, mientras empezaba a colocar pasteles de piña en las pequeñas vitrinas—. Además, siempre necesité a un asistente, así que no le había visto problema —siguió hablando—, no hasta que te conocí —murmuró ceñudo.
—Pero Oppa —puchereó—. ¿Por qué no te caigo bien?
El castaño suspiró. —No es eso, simplemente eres muy ¿Habladora? ¿Busca problemas? ¿Respondona? —no estaba seguro—. El asunto es, que tienes que aprender a ser más discreta.
—Lo dice el que babeaba por un chico en el ventanal del local —atacó la menor, riendo. Taehyung se ruborizó.
—¡No es cierto! —chilló—, solamente me pareció extraño verlo por aquí —comentó, fingiendo naturalidad.
—Uh, ¿Lo conoces? —preguntó Rose, luciendo genuinamente curiosa.
—Hace un par de días estuvo en el local en compañía de... —se detuvo abruptamente, recordando que el mismísimo príncipe había estado en su panadería. Pero eso era algo que la chica no tenía que saber—, de un amigo.
—Es un alivio —la respuesta de la menor, extrañó a Taehyung.
—¿Por qué lo dices?
La rubia apuntó con su dedo índice el exterior de la pequeña panadería, y el castaño juró desmayarse ahí mismo.
—Porque ahí viene.
Y que todos los cristales existentes en el reino le ayudaran a poder soportar el peso de aquella tierna sonrisa que lo había embobado desde el primer momento.
—Rose —llamó, cuando fue consciente que el pelinegro se había quedado viendo una tarta de chocolate—. Ve a ver si ya puso la marrana.
La pequeña frunció el ceño. —¿Qué?
Taehyung le dio leves empujoncitos para que caminara y por fin se fuera de ahí. Quería estar a solas con su futuro esposo por dos razones. La primera y más importante, quería saber cómo estaba el príncipe, ya que Yoongi había sido muy insistente en el tema y él de verdad quería ayudar a su amigo. Y segunda, no quería que Rose tuviera material para burlarse de él los próximos días.
Con pequeñas maldiciones y pataletas infantiles la rubia abandonó el local, internándose en la cocina. El castaño respiró profundo un par de veces, y luego giró con una sonrisa, sonrisa que flaqueó un poco al ver aquellos ojos tan expresivos y profundos que le veían entre la curiosidad y timidez.
—H-hola —se maldijo al escucharse tartamudear. Aclaró un poco su garganta para poder proseguir—. Jungkook ¿Cierto? —el pelinegro asintió—, bueno ¿En qué puedo ayudarte?
El recién nombrado apuntó la apetitosa tarta de chocolate que se mostraba en aquella vitrina. —Quisiera llevar esa.
Taehyung sonrió, aun sintiendo los nervios a flor de piel. —Excelente elección. No es por presumir, pero mis tartas de chocolate son las mejores del reino —y quizá solo fue un poco presumido.
Jungkook elevó una ceja divertido. —Las que se hacen en el palacio son exquisitas —comentó, sus ojos analizando cada facción del contrario—. ¿Estás seguro de poder superarlas?
El castaño sonrió arrogante. —Completamente seguro.
—Entonces que así sea —resolvió el hijo del general—. Al inicio del festival lunar se hace un banquete en honor al príncipe —de su abrigó sacó una hermosa tarjeta con la luna dibujada en ella, con detalles en celeste y plateado—. Usarás esto para que te dejen entrar.
—¿E-entrar? —Taehyung no podía creerlo—. ¿Al p-palacio?
—Dices que tus tartas son las mejores del reino, y mi príncipe solo merece lo mejor —resolvió el pelinegro—. Veremos si eres capaz de hacer lo que tanto alardeas.
—Pero nadie del reino puede entrar al palacio —recordó el castaño—. ¿Seguro que no me meteré en problemas? Lo último que quiero es pudrirme en un calabozo —dramatizó.
—No pasará nada. La tarjeta que te di lleva el sello del príncipe y la insignia del general —respondió—. No habrá ningún problema.
Y solo entonces fue que Taehyung sonrió abiertamente. —¡Ahí estaré!
Jungkook le devolvió la sonrisa, mientras le pagaba con una generosa cantidad de monedas por la tarta. Pero cuando estaba a punto de salir, se le ocurrió una gran idea, y aunque no iba dentro de lo permitido por su padre, sí sabía que haría feliz al príncipe, y solo eso le importaba.
—Una cosa más —comentó, obteniendo la atención del castaño—. Se necesitará mucha leña en el banquete, así que no olvides llevarla —dicho eso, salió y se encontró con su padre en la pequeña plaza.
Afortunadamente, Taehyung había captado aquella indirecta.
—Son tres monedas de bronce y una de plata.
El herrero observó el cargamento de leña detenidamente. Había recibido la carga exacta y de buena calidad. Troncos gruesos y secos que arderían con facilidad en el fuego. Sonrió conforme, de todos los leñadores del pueblo, solo el pequeño Min era capaz de cumplir y entregar en tiempo y forma.
—Muy bien Yoongi. ¿Quisieras ganarte un par de monedas extras?
El peligris asintió emocionado. Entre más dinero ganara, mejor viviría su familia.
—¿En qué puedo ayudarlo, señor?
—Arrinconar la leña dentro del taller, tengo un par de pedidos pendientes y si lo hago por mi cuenta me llevaría tiempo valioso —explicó—. ¿Puedes hacerlo solo?
Yoongi sonrió, por supuesto que podía. Asintió y se puso manos a la obra. Realizó pequeñas cargas, de cuatro a cinco troncos por carga y las apiló con cuidado en el lugar indicado.
—¿Cómo puedes conseguir leña de tan buena calidad? —preguntó el mayor, mientras revisaba una espada—. En esta temporada es realmente difícil conseguir leña, peor aún, siendo cargas tan grandes.
—Solo es tener perseverancia y buscar —respondió mientras seguía con su tarea de apilar la leña—. La temporada ha detenido a muchos leñadores, pero a mí no me detendrá —aseguró—. El sur todavía tiene mucha leña que ofrecer, así que no se preocupe por sus pedidos.
—¿El sur? Esas tierras son salvajes y engañosas muchacho —el mayor mostraba verdadera preocupación—. No deberías ir solo por esos lados.
—No voy solo. Rocío me acompaña —respondió, dejando el último tronco perfectamente acomodado, para luego sacudirse las manos—, él es suficiente compañía.
El herrero sonrió divertido al saber que el leñador se refería al caballo que siempre caminaba consigo. Sacó del bolsillo de su chaqueta una pequeña bolsa de tela marrón y se la extendió al joven sudoroso frente a él.
—Ten —puso la bolsa en ambas manos contrarias—. Te lo has ganado.
Yoongi parpadeó confuso mientras abría la pequeña bolsita. Un jadeo de sorpresa nació de sus labios cuando sus ojos vieron cinco monedas de bronce y una de oro ¡De oro! El peligris solo una vez en su vida había visto las monedas de oro, más nunca había ganado alguna, y que ahora le hubieran pagado con una, era una satisfacción que no creía merecer.
Frunció el ceño con un pequeño puchero adornando su confundido rostro. Él vendía leña, y la leña no valía oro. Lo correcto era no aceptar aquel pago tan excesivo.
—Agradezco su hospitalidad señor Jang, pero no puedo aceptar la moneda de oro —sacó la brillante moneda, y sintió que no era correcto tomarla con sus manos sucias.
El mayor bufó molesto. —Nada de eso jovencito, te la has ganado a pulso. Tu trabajo es digno y siempre cumples con cada pedido —su mirada se suavizó al ver los ojos llorosos del menor—. Pequeño Min, te has ganado ese oro, así que utilízalo como mejor creas conveniente.
Yoongi sorbió por la nariz con la cabeza gacha. Sus manos aferradas fuertemente a aquella hermosa moneda que atesoraría por siempre.
—Muchas gracias, señor.
Con una última sonrisa de agradecimiento, el joven peligris emprendió camino hacia su hogar. En el mercado compró dos patatas y se dio el lujo de llevar unas cuantas uvas también, sabía que a su abuelita le encantaban.
—¡Oppa! —el grito agudo de su pequeña hermana detuvo sus pasos.
La rubia jadeaba por el cansancio que había sufrido al correr tras su hermano. Cuando estuvo frente a él, sonrió con emoción mientras le mostraba diez monedas de bronce, su primera paga de la semana.
—Oppa, si tenemos suerte, en pocos días quizá podamos comer un poco de carne —el entusiasmo en la menor, enterneció a Yoongi.
Revolvió los cabellos dorados de su hermana, sintiendo como esa felicidad y entusiasmo le era traspasada.
—Estoy seguro que sí, pequeña —sonrió mostrando sus encías—. Y si tenemos más suerte, quizá un poco de vino deleite nuestro paladar.
La menor chilló de emoción. —¡¿En serio Oppa?! —Yoongi asintió, recibiendo gustoso el abrazo emocionado de su hermana—. ¡Es maravilloso! Siempre quise emborracharme.
—¡Oye! —reclamó el leñador—. No te emociones tanto —observó una canasta de tamaño mediano que la rubia llevaba en sus manos—. ¿Qué llevas ahí?
La menor removió la bonita servilleta de cuadros rojos y marrones, mostrándole con orgullo a su hermano el delicioso pan que había conseguido.
—Tendremos delicioso pan de trigo para la cena —anunció con suficiencia—. Y para el postre, pasteles de canela que yo misma hice —contó con orgullo.
—Moriremos esta noche —se burló el mayor, riendo a carcajadas por la cara de indignación de su hermana—. No pongas esa cara, así te ves fea.
Rose puchereó, pero, aun así, una pequeña sonrisa nació mientras ambos se dirigían a su pequeño hogar. Juntos y felices al saber que se tenían a ambos y que serían la fortaleza y fuente de confianza del otro para mantener a flote su pequeño y humilde hogar. Porque para ellos no había algo más importante que la unión y amor por la familia.
YOONGLH💎
2/2.
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