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💎Crystal 06💎

Ambos jóvenes permanecían en silencio mientras sentían como los nervios hacían acto de presencia en sus cuerpos. Jimin se atrevió a levantar un poco su tímida mirada, pero solo bastaron segundos para que volviera a bajarla.

Kim Namjoon estaba sumamente molesto, y ambos traviesos lo sabían.

El peliazul sobaba sus manos con delicadeza, recordando aquel hermoso calor ajeno que cubrió cada centímetro de ellas. Una pequeña sonrisa involuntaria surcó su sereno rostro, y aunque sabía la gravedad de las cosas, y de que había roto muchas reglas, no se arrepentía. Después de todo, su corazón no había sufrido ningún daño, estaba feliz y lo único que deseaba era volver a ver a aquel tímido peligris.

Jungkook por otro lado estaba aterrado. Si su padre daba miedo en su versión serena, no quería conocer la molesta. dio un pequeño brinco involuntario en su lugar cuando Namjoon tomó su hombro derecho de manera firme. Sabía que estaba en problemas, pero no se arrepentía. Después de todo, no siempre tenía la diversión que había tenido en aquellas pocas horas. Y al ver la tenue sonrisa en el príncipe, supo que tampoco él se arrepentía.

Sonrió con travesura haciendo al general bufar.

—¿Saben lo que han hecho? —empezó el moreno—. Las reglas que nuestra deidad formó para mantener el orden en el reino fueron para cumplirse. El príncipe no puede bajo ningún motivo abandonar la seguridad del castillo —les recordó con el ceño fruncido—. Tú Jungkook —apuntó a su hijo—, tu deber es cuidar de su majestad. No exponerlo, ni mucho menos inculcarle ideas locas que pueden ser catastróficas para todos.

—Pero padre...

—¡SILENCIO! —el grito del general cayó todo lo que el pelinegro tenía para decir y estremeció el pequeño cuerpo del príncipe de manera poco agradable.

Jimin suspiró sintiendo como las pequeñas lagrimas se acumulaban en sus ojos. Sabía que el general tenía razón, lo que habían hecho era una completa insensatez y no pensaron en nada, ni siquiera en el reino. Sus actos fueron egoístas y había perdido por completo el conocimiento de su creación.

Porque la vida de él no le pertenecía. Su nacimiento tenía como único objetivo el bienestar del reino y sus habitantes. No tenía derecho a decidir, solo cumplir con lo que su madre había prometido a sus hijos milenios atrás. Un medio para un fin, el cual, no podía fallar.

Y había fallado. Había fallado desde que sus sentimientos se interpusieron con la razón, había fallado desde que despertó de su largo sueño por escuchar aquella voz, había fallado por permitirse conocer un mundo que desde un principio estaba prohibido para él... pero sobretodo, había fallado al creer que tenía los mismos derechos y privilegios que gozaban los humanos.

Descubrir...

Reír...

Molestarse...

Equivocarse...

Amar...

No. Él no podía hacer nada de eso, su propósito había sido claro desde un principio. Y quizá el único error que tuvo, fue haberlo olvidado.

Pero ya no lo haría. Desde ahora recordaría su verdadera y única misión, aunque, de manera extraña le doliera el corazón.

—General —la delicadeza de su voz, logró destensar un poco el ambiente—. Lamento mucho haber causado problemas. Sé la gravedad de mis decisiones y me haré responsable de cada una de ellas —El menor iba a protestar, pero solo bastó con la súplica de su mirada para que callara—. Solo le pido que por favor no responsabilice a Jungkook. Yo tuve toda la culpa al haber salido.

Namjoon suspiró pesado, no le gustaba ver al pequeño príncipe tan decaído, y sabía que la vida que el peliazul tenía era monótona y sin sentido. Pero todas las vidas del reino estaban en sus mágicas manos, y la misma vida del príncipe era delicada. El general no podía permitir bajo ninguna circunstancia que corrieran peligro. Aun si lastimaba a los que amaba, la seguridad de su majestad y de su hijo eran su principal misión. Y aunque tuviera que comportarse de manera egoísta lo haría, si con eso aseguraba la seguridad de sus pequeños.

—Por favor su alteza, no tiene que disculparse —la voz en el general volvió al tono amable y pacífico—. Solamente le pido que no vuelva a desobedecer las reglas bajo ningún motivo —observó a su hijo, quien le veía con decepción—. Fueron creadas para su seguridad, y para que su vida siga intacta.

Jimin sonrió con tristeza sintiendo como una pequeña lagrima azul resbalaba por su mejilla izquierda. Su pecho lo sentía pesado, y el cansancio ya le estaba afectando. Realizó una pequeña reverencia y se retiró a su habitación en completo silencio.

El general quedó con una sensación amarga en su pecho. Sabía que había sido duro con su príncipe, y que él no tenía ningún derecho de hablarle de aquella manera. Estaba dispuesto a seguirlo y disculparse por su comportamiento tan irrespetuoso, pero unos flojos aplausos detuvieron sus acciones, extrañándolo en el mismo momento.

Jungkook le veía con la molestia más pura reflejada en su rostro.

—Bien hecho padre —los aplausos no cesaban—. Realizaste tu función como alto general del reino sin importar los sentimientos.

El mayor frunció el ceño molesto. —Si tú te comportaras de manera responsable, y razonaras acerca del peligro que corrieron, yo no hubiese tenído la necesidad de realizar mi función como general.

—¿Y qué hicimos mal? —preguntó el menor con fiereza—, ¿Escapar y divertirnos?

—Desobedecer las reglas —respondió, ofendido por la falta de buen juicio de su hijo—. Se arriesgaron por nada que valiera la pena.

—¿Nada que valiera la pena? —preguntó incrédulo—. Padre, por si no lo notaste, hoy fue la primera vez en años ¿comprendes? Años, que vi a Jimin sonreír hermosamente. Corría y reía como un niño feliz —hizo una pequeña pausa, recordando con una sonrisa como su amigo corría en compañía de aquel joven de cabellos grises—. Por ese pequeño lapso de tiempo fue dichoso, y si tuviera que cumplir con todos los castigos que me impongas para que él vuelva a sonreír de aquella manera, ten por seguro que lo haría sin dudar.

—¿Y qué hubiera pasado después? —preguntó el mayor—. ¿Qué hubiera pasado cuando el corazón del príncipe colapsara? —Jungkook desvió la mirada, apretando con fuerza sus puños—. Dime hijo, ¿Qué hubieras hecho?

—Eso es algo que no lo sé —se sinceró—. De lo único que estoy seguro es de que nunca había visto a Jimin así. Tan feliz y reluciente.

—No se volverá a repetir —decretó el mayor—. El joven príncipe no puede salir. Ni siquiera era momento de que despertara, quizá lo mejor sea inducirle el sueño y que así pueda descansar.

—¡¿Por qué haces esto?! —se exasperó—. No sabes el verdadero daño que puedas causar. Padre, por favor déjale ser feliz —pidió con súplica.

—Lo lamento Jungkook. Mi deber es que permanezca a salvo.

El menor nunca había sentido tanta impotencia como en aquel momento. La respiración la tenía errática y ya no le preocupaba el hecho de ocultar las lágrimas que escurrían a través de sus mejillas. Le dolía, a pesar de que Jimin nunca se quejó por nada, el anhelo por conocer el exterior siempre estuvo presente en él, y ahora que había visto de mejor manera una pequeña parte de ese mundo quería conocer más. Jungkook lo sabía, y el hecho de que su padre lo prohibiera de manera rotunda y cruel le enfurecía y entristecía en partes iguales.

—Como usted diga, general —al mayor le dolió aquella simple oración—. Ahora, si me permite, me retiraré.

—Por favor hijo... —la súplica impresa en las palabras del mayor detuvo sus pasos—. Comprende.

—No puedo —respondió sin voltear—. Quizá si tú lo hubieses visto entenderías —encaró a su padre, cuando solo recibió silencio de éste—. Jimin fue feliz, olvidó por un momento sus responsabilidades y se permitió ser él mismo, y simplemente vivir.

Pero Namjoon simplemente no podía creer lo que su hijo le decía con tanta ilusión. —No hijo, la vida del príncipe solo está segura dentro de este palacio —suspiró con resignación cuando observó a Jungkook marcharse—. Este lugar es el núcleo de su existencia —el menor detuvo sus pasos, pero seguía dándole la espalda—. Aquí el príncipe puede vivir sin peligros.

—Te equivocas padre —la calma con la que el menor habló, inquietó al mayor—. Jimin en este lugar agoniza. Este castillo que tú dices es el núcleo de su vida, no es más que una cárcel y una tumba eterna —observó sobre su hombro al mayor—. La vida nació en sus ojos cuando salió de aquí, y murió cuando entró.

—Aquí vive... —susurró el general con la mirada perdida.

—No señor —Namjoon conectó la mirada con su hijo—. Aquí está muriendo.

Jungkook abandonó el salón dejando al mayor sumido en sus pensamientos. Namjoon suspiró pesadamente mientras sentía un leve malestar en su pecho. ¿Qué era aquello? ¿Arrepentimiento? ¿Culpa? No, no podría sentirlas si hacía lo correcto. Y quizá ese era el problema, el saber que muy en el fondo su hijo tenía razón.

Se encontraba sentado en el tejado de su casa mientras contemplaba la gloriosa luna. El silencio que había le agradaba, la acompasada respiración solo era un testigo más de su calma, mientras sus manos sobaban de manera suave su pecho. Y el suave viento su rostro acariciaba, sintiendo el balanceo suave de sus cabellos que brillaban bajo la mágica luz de la luna.

Había llegado a su hogar hace un par de horas. Su pequeña familia lo recibió como todos los días. Todo aquel amor y afecto que nunca le faltaba, compartiendo entre todos los pocos alimentos por los cuales luchaba día a día para que acompañaran la mesa.

Las cenas eran siempre su parte favorita. Su padre contando anécdotas de cuando él era un niño, mientras que su abuela contaba historias fantásticas de la magia lunar que rodeaba al reino, acompañadas siempre de canciones hermosas, las cuales eran cantadas de manera perfecta por su pequeña hermana.

Y en aquella cena no fue la excepción. Esa noche, la leyenda anfitriona fue de los sagrados cristales. Su abuela contaba que cada habitante nace con un cristal, el cual brilla mientras se permanece con vida, y que cuando el momento de morir llega, el cristal que nace con la persona desaparece para regresar a su lugar de creación.

Yoongi sabía que esa leyenda era verdadera. Todos los habitantes tenían en el pecho un cristal que simbolizaba su vida, y cuando una persona moría, el cristal desaparecía y volvía al gran palacio.

El cristal era el símbolo del alma, un regalo que la luna le dio a sus hijos y que los iluminaría en sus momentos de oscuridad. Le gustó saber que el príncipe tiene como misión el proteger cada uno de los cristales, así como darles vida y vitalidad, creando una estrecha conexión entre el alma y su guardián.

Sus ojos observaban a la luna mientras se preguntaba por qué él había sido diferente a todos los demás. ¿Cuál era la razón? Debía admitir que tenía miedo, se sentía vulnerable y quizá de alguna manera, indigno.

Porque sí. Yoongi era el único habitante en todo el reino que había nacido sin ningún cristal.

Toda su familia temía por él. El cristal te daba vitalidad y una larga y saludable vida, así que, al no tenerlo, no sabían que esperar en los próximos años. Y aunque a Yoongi nunca le había preocupado tanto, el hecho de que ahora conocía a aquel mágico ser y sabía que quizá todas las leyendas que lo rodeaban eran verdaderas, y que el estrecho lazo existía le entristecía. Él se consideraba una persona defectuosa y sin alma, y le dolía el saber que cuando muriera no podría crear una conexión con aquel hermoso príncipe al no poseer un cristal que albergara su alma.

Su vida era superficial. No tenía nada asegurado más allá de la muerte, tampoco contaba con la certeza de un buen desenlace. Lo único que tenía seguro, era el hoy, el presente y las oportunidades que tomaba, y si era sincero, con eso le bastaba.

Es por esa razón que siempre sonríe y vive sin limitaciones y miedos. No permite que ni el peor día arruine su humor, siempre ve una luz, aunque la sienta ajena y lejana. Quiere sentir todo lo que pueda, mientras vive la experiencia de una nueva aventura. Sintiendo como cada amanecer y atardecer son un logro para él.

Las dificultades son una prueba que vence con esfuerzo y una sonrisa, los malestares físicos desaparecen cuando al final del día ve la sonrisa de su familia. Y aunque no tenga nada que los demás consideren de valor, sí tiene el espíritu de hacer lo que muchas personas no son capaces de realizar.

Vivir, simplemente vivir y no caer en la monotonía y colores grises. Después de todo, no sabe cuándo será la última vez que vea el sol esconderse para nunca más volverlo a ver.












YOONGLH💙



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