Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cry, Love, Fight.

En los primeros años del siglo XXI, estalló la tercera guerra mundial. Aquellos que sobrevivieron, sabían que la humanidad no soportaría una cuarta guerra; simplemente ya no podían confiar en su propia naturaleza volátil.

De modo que crearon un nuevo brazo de la ley, el Clérigo Grammaton, cuya única tarea es buscar y erradicar la verdadera fuente de la crueldad de la humanidad contra el hombre: su capacidad de sentir.

Pasos pesados resonaron en las habitaciones vacías, lentos pero que demostraban ser completamente seguros. Las tablas de madera bajo aquellas botas crujían y, a pesar de que al fondo habían gritos de lucha y disparos, parecía que en esa habitación lo único que sonaba era el camino que ese hombre estaba haciendo.

Llegó a una habitación completamente vacía, con solo muebles viejos cubiertos con mantas polvorientas y lo que parecía ser una chimenea antigua. El hombre, sin embargo, se detuvo en el marco de la puerta y luego de pasar su mirada una sola vez por todo el lugar, alzó su mano enguantada; su dedo índice apuntando al suelo en el centro de la estancia.

—Es ahí —indicó Min Yoongi, su voz sin emociones y su rostro estoico. Su cabello azabache cubría parcialmente sus ojos oscuros y vacíos. Se mantuvo en su posición hasta que un grupo de hombres armados entraron a la habitación en la que se encontraba y con rapidez descubrieron lo que se escondía bajo el suelo que el Clérigo apuntaba.

Obras de arte.

Un hombre más, el encargado del reconocimiento de la autenticidad de dichas piezas, se acercó y apuntando hacia la pintura de encima con su dispositivo, confirmó que era la obra original. La popular (y ciertamente infame para ellos) Gioconda, mejor conocida por historiadores como Mona Lisa. Yoongi simplemente hizo un sonido de entendimiento y, con un asentimiento se dirigió hacia el equipo especializado en eliminación de objetos prohibidos que lo acompañaba.

—Procedan con la eliminación de inmediato —Min dio la orden; al instante un soldado con un lanzallamas inició la incineración de las piezas sin siquiera pensarlo dos veces. La pintura al óleo pronto ardió en llamas y transfirió el fuego a las que estaban bajo suyo.

Según los murmullos del reconocedor, las otras pinturas parecían ser copias de piezas que antes habían sido ya quemadas, como La Noche Estrellada, La Metamorfosis de Narciso, Guernica y otras más.

Yoongi no pudo apartar su mirada de aquella escena tan devastadora para algunos, pero tan liberadora para ellos; todos aquellos elementos que ponían en peligro el bienestar de la nueva sociedad estaban siendo eliminados gracias a su trabajo duro. Estaban cada vez más cerca de alcanzar a la sociedad perfecta, solo hacía falta un poco más.

Con las manos a sus espaldas, observó una vez más el rostro ardiente de aquella mujer en la pintura y, aunque algo no le sentó bien de pronto, lo ignoró y dando media vuelta se retiró de aquel cuarto.

Dejó todo en manos del equipo que le acompañó, sabiendo que eran capaces de cumplir al pie de la letra las órdenes del Grammaton. Emprendió entonces su camino hacia fuera de aquel edificio abandonado, ahora silencioso y lleno de cuerpos sin vida de rebeldes que protegían aquellos objetos.

Su trabajo ahí estaba finalizado.

Caminó hasta la zona segura donde estaban los autos, subiendo al suyo y arrojando sus guantes ensangrentados en el asiento del copiloto. Se tomó un momento para limpiar sus armas de cualquier salpicadura que hubiesen sufrido, observando por su retrovisor como el procedimiento de erradicación continuaba.

Su reloj de muñeca sonó entonces, interrumpiendo su silencio. La pantalla le recordaba que era momento de su primera dosis de Prozium II en el día.

Con agilidad, cargó la dosis y tranquilamente la aplicó en su cuello, suspirando al saber que estaba, una vez más, fuera del peligro de aquella enfermedad tan peligrosa que casi erradica al mundo en la anterioridad. Podía sentir la medicina haciendo el efecto deseado en su cuerpo cada vez que se la inyectaba, eliminando cualquier indicio de la aparición de los horribles síntomas descritos en los libros de historia y salud.

Con la finalización de la Tercera Guerra Mundial, los pocos sobrevivientes de aquel conflicto comenzaron a buscar formas de prevenir un cuarto enfrentamiento, porque estaban seguros de una cosa: la humanidad no sobreviviría a otro suceso como ese.

La Tercera Guerra fue un evento catastrófico como menos; en comparación a la primera (que fue a base de combates cercanos y armas de pólvora) y la segunda (que fue con armas de largo alcance, misiles y la pequeña participación de bombas atómicas), esta fue un evento violento, sangriento y que probablemente muchos nunca llegaron a imaginar en sus peores pesadillas.

Armas atómicas, bombas que causaban masacres, misiles, armas biológicas. Todo aquello siendo producto del hombre para destruir al hombre. El suelo se vio bañado en sangre, entre otras cosas que es mejor no mencionar.

Por tanto, para los sobrevivientes era imprescindible encontrar una forma de detener el deseo creciente de destrucción en el hombre. Así que luego de análisis y estudios, se llegaron a dos conclusiones: el poder brindado a los hombres debía limitarse y sentir era un factor clave en la toma de decisiones de las personas.

Y se descubrió, finalmente, que si una persona no sentía nada, no desearía poder ilimitado, no desearía ganar, no recurriría a la violencia para arreglar los problemas; así que, eliminando los sentimientos iban a matarse a dos pájaros de un tiro.

Finalmente fue con esa idea en mente que se decidió crear el Estado libre de Libria. El Tetragrammaton se convirtió en el eje de esta nueva realidad, liderado por Padre. Padre era la autoridad suprema, el salvador de la humanidad, quien cuidaba de todos a pesar de que únicamente se dirigía a ellos mediante mensajes a través de una pantalla, siendo solo una voz sin rostro. Sin embargo, era en quien todos creían y confiaban, porque Padre era bueno.

Él es considerado el pionero de aquella sociedad perfecta. El hombre que trabajó duro para llevar al mundo a un estado de paz. Promovió su ideología anti-sentimentalista que se extendió a todo tipo de personas, desde sacerdotes y abogados, hasta militares y médicos, y pronto iniciaron los cambios que en definitiva llevarían a la realidad el nuevo ideal, un mundo pacífico y sin emociones.

Fue así que la idea de un tratamiento médico pronto surgió entre científicos, quienes comenzaron investigaciones para crear medicamentos capaces de tratar y curar la peor enfermedad de todas: las emociones.

Prozium fue la primera versión, aplicada a numerosos sujetos de estudio y con un funcionamiento de 40 a 50% únicamente. Había una alta probabilidad de volverse loco y una poca de deshacerse de los sentimientos. Según los estudios, lo ideal era consumirla cada seis horas y monitorear cada dos semanas los avances. Está de más decir, los pacientes fallidos acabaron siendo eliminados para evitar el pánico en masa; al lado con eso, la investigación continuaba para buscar una mejor opción, más segura y viable, que garantizara la protección contra dicha enfermedad.

Así nació finalmente Prozium II, que es la versión actual. Utilizada en forma de suero inyectable, con dos dosis programadas al día, ha suprimido con completa efectividad los síntomas de la enfermedad. Aunque su falta de consumo puede llevar al decaimiento progresivo de la salud, volviendo a sentir pronto malestar.

Por ellos, los científicos esperaban llegar al día de la erradicación total de la enfermedad, pero todo ello seguía siendo investigaciones en curso, abierta a cambios o mejoras; de todas formas, por el momento la población vivía de forma tranquila sus vidas monótonas.

Sin embargo, aún cuando los librianos vivían mejor que en la anterioridad, los rebeldes sobraban por todo el Abismo y era tarea de los clérigos erradicarlos junto a los objetos que tanto protegían.

Justo como la misión que Min Yoongi acababa de terminar.

Observó una vez más la escena lejana en su retrovisor y finalmente emprendió su camino de vuelta a la ciudad.

El sol ya estaba en su punto más alto en el momento en que salió de las ruinas del Abismo, indicando que eran cerca de las 9:30 a 10:00. Las carreteras por las que circulaba estaban desoladas, por lo que el recorrido de varios kilómetros que duraría dos o tres horas se reducía a una hora y media.

Llevaba una de sus armas en mano para disparar a cualquier rebelde que pudiese cruzarse en su camino e intentar atentar contra él como ya lo habían hecho antes contra otros clérigos.

Los rebeldes no eran más que un grupo extenso de sentimentales violentos que se oponían a las reglas de Libria y, sobre todo, a la utilización de Prozium II. En pocas palabras, representaban un verdadero peligro para la tranquilidad que promovía Padre.

Los rebeldes eran una amenaza para la paz de la sociedad.

Habían nacido en el mismo momento en que Libria comenzaba a formarse. Comenzaron como un grupo pequeño de personas que se opuso al plan de exterminio de sentimientos del Tetragrammaton, haciendo protestas insignificantes frente a los grandes números que creían en cada palabra que el nuevo estado decía.

Y cuando el ideal se convirtió en realidad y Prozium comenzó a circular, se convirtieron en verdaderos enemigos y terroristas, exponiendo a las personas a las obras de arte, libros, canciones y terminando por arruinar su psique hasta que no quedaba nada de ellos.

Así había comenzado el plan de erradicación de estos elementos que, tal y como los rebeldes lo habían demostrado, atentaban contra la tranquilidad e integridad de la humanidad.

Fue ahí que finalmente se estableció el trabajo de los rebeldes dentro de la sociedad. Evitar que ocurrieran los procesos de incineración a toda costa, pues los fundadores de esta grupo apreciaban con mucho ímpetu cada una de estas piezas.

La mayoría de ellos fueron sobrevivientes de la tercera guerra y nunca ingierieron una sola dosis de Prozium. Actualmente, a las líneas rebeldes se les han sumado muchos desertores que han causado muchos más problemas para el Estado.

Por tanto, se comenzaron a desarrollar planes de eliminación parcial y total de las ideas que contradecían al Estado. Empezaron por la expulsión de rebeldes de Libria, quienes se asentaron en las ruinas de las antiguas ciudades, mejor conocidas como Abismo.

Pero aquello no fue suficiente, concluyeron. Se necesitaban medidas aún más extremas para acabar con la propagación de sus mensajes.

Y esa era precisamente la tarea encomendada a los clérigos que eran entrenados en el Grammaton como maestros de Artes Marciales, con el objetivo primordial de eliminar.

Lo que antes se conocía como asesinos o sicarios, ahora eran llamados clérigos. En otras palabras, eran quienes se manchaban las manos por el bien de la sociedad.

Hace ya varios años habían comenzado con los procesos de erradicación rebelde: asesinatos en masa de personas enfermas.

Sus acciones habían dado resultados positivos, por supuesto, y se habían convertido en los héroes de la población.

Los clérigos mantenían la paz y el orden.
Tal y como Min Yoongi lo hacía.

El clérigo finalmente llegó a la ciudad, observando el dispositivo que le avisaba la solicitud del Grammaton para reunirse con él. Por tanto, condujo hasta dicho edificio, aparcando con tranquilidad en uno de los muchos espacios en el sótano.

Dejando sus armas en el auto, bajó y a paso tranquilo y constante se dirigió hasta el elevador que le llevaría hasta el piso más alto del edificio, donde le esperaban.

Min Yoongi era, para los clérigos, un joven prodigio. A sus veintitrés años ya había liderado con éxito más de quince misiones de erradicación y había superado en fuerza, agilidad y destreza a todos sus colegas.

Por ello, las tareas que se le eran encomendadas en la actualidad, a sus veintinueve años, eran usualmente bastante importantes y se llevaban bajo el mayor de los secretos posibles.

Justo como la que le estaban a punto de dar en ese momento.

—Señor Min, debido a que usted es nuestro mejor Clérigo, hemos decidido encargarle esta misión de suma importancia, que debe mantenerse en secreto.

Anunció el secretario de Padre, una vez Min salió del ascensor, encontrándose de frente al hombre sentado en el escritorio. Era el encargado de anunciar tareas ultra importantes para los clérigos, usualmente misiones anti-terroristas o parecido. Yoongi estaba consciente que era un tema importante del cual hablar. Asintió mientras se planta a frente a él: espalda recta, manos a sus espaldas.

El hombre frente a él observó su rostro estoico, analizando por un momento su postura. Luego de ello, acomodó los lentes que caían por el puente de su nariz y aclaró su garganta antes de hablar.

—Hemos recibido múltiples reportes de un numeroso grupo de rebeldes alojados al sureste del Abismo, aparentemente refugiándose en uno de los antiguos museos de la ciudad. Muchos librianos que viven en la frontera con dicha zona, afirman que dicho grupo ha estado recolectando discos musicales, libros y pinturas, procediendo luego a esconderlos por diferentes zonas en lugar de dejarlas en su alojamiento. Se rumora que ya llevan al menos tres meses haciéndolo —pasó la página y observó por unos segundo al clérigo antes de volver y seguir compartiendo la información del reporte—. La misión de ubicar y eliminar estas piezas ya ha sido asignada y está siendo llevada a cabo mientras hablamos. Ahora bien —el hombre alzó la mirada de los papeles que leía finalmente, cerrando el archivo con la información—, es de suma importancia atraparlos y eliminarlos lo más pronto posible, o continuarán causando disturbios que molestaran a nuestra gente y pronto incluso podrían realizar ataques terroristas una vez más. Esa es su tarea, señor Min. Y debo recordarle, debe ser realizada en completo secreto.

La mirada vacía del hombre pareció transmitir algo que le incomodó por un momento, como un rayo de emociones negativas que atravesó de pronto su campo de visión.

Yoongi simplemente asintió, acercándose para recibir la carpeta con información esencial y, luego de una pequeña reverencia, dejó finalmente la sala.

Con pasos un poco más apresurados que antes, llevó una mano a su pecho, sintiendo su corazón latir extrañamente, más acelerado de lo que era normal y natural.

Una vez estuvo en la seguridad del elevador, observó el archivo en su mano, leyendo el confidencial en el frente. Era otra misión solitaria.

Leyó un poco de forma superficial, hasta que llegó una vez más al sótano del Grammaton.

Caminó a paso constante hacia su auto, que era igual a todos los demás. Una vez dentro observó sus municiones y todo aquello que necesitaba para una misión, sopesando la idea de irse de una vez a esta. Sin embargo, al recordar la falta de más dosis de Prozium II, decidió que lo mejor era pasar a su casa a re-abastecerse.

El viaje en auto fue, igual que siempre, silencioso y está vez bastante corto. En cinco minutos estaba ya frente al complejo de departamentos donde vivía. Se hallaba en el centro de la ciudad: un edificio alto, imponente y aburrido, como todos los demás.

Entró al parqueo y con maniobras sencillas se acomodó en su puesto de siempre. Observando a su alrededor, metió todas sus armas en la maleta y la tomó en un agarre fuerte, con su otra mano el archivo era sostenido contra su pecho.

Con movimientos que parecían mecánicos, bajó del auto y se encaminó a su departamento, en el último piso.

Con ayuda de un elevador llegó en segundos a su piso y con pasos firmes que resonaban contra el suelo de mármol, se dirigió hasta la puerta de su apartamento.

El hogar que le esperaba era como cualquier otro, frío y solitario, siendo la mejor muestra de su vida como clérigo.

Con un suspiro, dejó la maleta al lado de la puerta, las llaves de su auto en el recibidor y finalmente se deshizo de su gabardina negra salpicada con sangre, dejando debajo unos simples pantalones negros junto a una musculosa del mismo color. En silencio y con paciencia, se dirigió a su baño y comenzó a limpiar su cuerpo con un paño húmedo. Las gotas rojas se tornaban en trazos rosas y terminaban desapareciendo de su pálida piel.

En el espejo, le devolvía la mirada aquel rostro serio con el que había convivido toda su vida; ojos de un color marrón tan oscuro para asemejar un abismo, sin ningún brillo y mucho menos alguna emoción. Cejas que se escondían bajo el cabello que caía en pequeños rizos sobre su frente. Una nariz respingada, mejillas pálidas, labios delgados y en tonos rosas suaves y un pequeño lunar en su pómulo.

Verse a sí mismo a los ojos le transmitió un sentimiento que sólo podía describir como incómodo y aquella pintura quemándose le vino de pronto a la cabeza. ¿Por qué aquella mujer, a pesar de lucir seria tal y como él lo estaba, parecía transmitir algo que le era difícil explicar? Como si sus ojos hablaran. No lo entendía y tenía miedo de estarse volviendo loco.

Apretando el lavabo con sus manos soltó entonces un suspiro, reprimiendo asustado -sentimiento que ni pudo discernir en ese momento- el repentino jalón en su vientre que le hizo querer mover los músculos de su cara.

Se enjuagó el rostro con agua fría, intentando quitar la sensación de escozor repentino en sus ojos. Con el cabello ahora húmedo cubriendo sus ojos como cortinas, ocultando la verdad que aquellas ventanas parecían querer revelar, observó seriamente el reloj en la pared.

Se percató de que casi era hora de su segunda dosis del día. Probablemente aquel malestar se debía, entonces, al hecho de que el efecto se estaba perdiendo; eso, combinado con la exposición que tuvo a aquellos elementos peligrosos durante el día, terminó siendo la explicación que se dio como la causa de sus síntomas.

Sin esperar a que su reloj le avisara que era hora de inyectarse, ya que sentía su garganta cerrarse, su pecho doler y sus manos temblar, tomó la herramienta y sin pensarlo dos veces lo disparó a su cuello, respirando aliviado cuando supo, una vez más, que estaba a salvo. Incluso si ese sentimiento duró a penas segundos, pues el Prozium II empezó a erradicar todo a su paso en el instante en que ingresó en su cuerpo.

Gracias a aquel suero, dejó todos los malestares atrás. Volvía a estar sereno, volvía a no sentir nada.

Finalizó de limpiarse con más calma, decidiendo aprovechar el poco tiempo libre del que dispuso para afeitarse incluso.

Ya limpio y más tranquilo, decidió comenzar a empacar todo para salir a primera hora del día siguiente. Cosas importantes como dos cambios de ropa, un poco de comida, municiones y, sobre todo, seis dosis de Prozium II; solo tenía esperado gastar tres días para deshacerse de aquellos rebeldes, siendo pesimistas. Así que serían más que suficientes.

Estaba confiado en su capacidad como el mejor Clérigo que Grammaton tenía.

Todo fue amontonado dentro de una maleta de tonos grises y, teniendo todo listo, caminó hacia la pequeña cocina de su lugar, preparando un té en silencio junto a unas tostadas que le servirían de cena. Incluso si a penas eran pasadas las 16:00.

Con su comida ya lista, se sentó en una silla a leer el documento brindado por el jefe mientras bebía de su té.

Para él era primordial entender a lo que se enfrentaba y una vez con la información procesada, podría crear al menos cinco planes distintos que evaluaría y dependiendo de cuál tuviera mayor posibilidad de éxito, elegiría al final el que ejecutaría.

Sin embargo, una vez comenzó a leer a profundidad el documento, se dio cuenta que definitivamente no sería un caso tan sencillo como otros lo habían sido.

La información era casi inexistente, notó. El documento afirmaba que era un grupo rebelde con un líder invisible realmente poderoso, quien controlaba la mayor parte del Abismo actualmente (dato que, sorprendentemente, no era puesto como una suposición). Según espías, el hombre era meticuloso y solo un número reducido de personas enfermas sabían sus planes a futuros cercanos y lejanos. Probablemente los colegas con los que empezó su equipo.

Incluso si numerosos clérigos se habían podido infiltrar exitosamente en sus filas, la información recabada era prácticamente nula. Nada salía de su círculo de confianza y nadie entraba a este.

Lo que sí estaba confirmado era que eran un grupo encargado de varios delitos mayores, entre ellos tráfico de obras de arte y ataques terroristas que rompían la psique de varios ciudadanos sanos.

Además de eso, esa fracción rebelde era la presunta responsable de la desaparición de al menos tres clérigos de alto rango, quienes se presumen muertos incluso si los cuerpos no han sido hallados.

Son, en pocas palabras, verdaderas amenazas para la paz de Libria.

—No les durará mucho más el reinado —murmuró entonces Yoongi, con un tono aburrido mientras daba el último sorbo a su té.

Cerró el archivo y dejó la información dentro de su mochila. Eran aproximadamente las 18:30, así que luego de asegurarse una vez más de que todo esté listo, finalmente decidió descansar su cuerpo antes de la misión.

Apagó las luces y pronto durmió con tranquilidad una noche más, libre de los sentimientos abrasadores que amenazaban con enfermar a las personas.

El día siguiente llegó rápido para Yoongi, quien despertó antes del amanecer.

Luego de un baño con agua fría y un desayuno sencillo, se encontraba haciendo los últimos preparativos para finalmente partir. Vestía uno de sus pantalones negros usuales, una camiseta de algodón negra, manga larga y con cuello alto y sus botas negras, todo acompañado de su infaltable y característica gabardina gris. En sus piernas y caderas se acomodó cuatro armas, dos en cada pierna, y en su hombro cargó su katana, la cual usaba solo cuando era extremadamente necesario; era demasiado sangriento para su gusto.

Unos guantes de cuero negro fueron lo último que se colocó y, con su vestuario listo, se dirigió hacia su auto. Arrojando su maleta en el asiento de atrás, emprende finalmente camino hacia su destino, siguiendo las indicaciones del dispositivo en el auto.

Es a eso de las 4:45 cuando se encuentra ya camino a las afueras de Libria.

Según lo informado, se encontraban dentro de un llamado Museo al sureste del Abismo. Esperaba encontrar ahí al líder y ser el primero a quien matara, porque sabía que eso causaría un disturbio interno que le facilitaría todo. Los rebeldes eran así de desastrosos siempre.

En unos treinta a cuarenta y cinco minutos llegaría a la última zona segura en el sureste, por lo que debía dejar ahí su auto y continuar a pie su viaje. Mientras más se alejaba de la ciudad, más paisajes hórridos se atravesaban a la visión, aunque a él no le provocaba nada.

Cadáveres, obras y edificios calcinados, terrenos secos y solitarios, recuerdos de lo que un día había sido el mundo. Casas cayéndose a pedazos, con vidrios esparcidos a su alrededor y manchas con pinturas de aerosol.

El camino hacia el Abismo se volvía cada vez más y más enfermo con el paso de los minutos. Kilómetros de personas que murieron calcinadas protegiendo sus objetos preciados, autos aplastados y juguetes rotos por el piso. Todo aquello le recordaba a Yoongi el duro trabajo de la humanidad para llegar a la paz en la que vivían.

Minutos pasaron y varios kilómetros más fueron recorridos cuando finalmente visualizó la reja que separaba a Libria, la zona libre de enfermedad, del Abismo, donde vivían los rebeldes.

El Abismo era, en pocas palabras, un basurero. Restos de lo que una vez fue una ciudad gloriosa, terminó siendo destruída en parte por la Tercera Guerra Mundial. Fueron las misiones anti-rebeldes las que acabaron por dejar en completa ruina la zona.

Incendios provocados, fuego abierto con armas que destrozaron monumentos; era como una recreación de lo que fuera la tercera guerra, con sangre derramándose en los suelos de las ciudades, tiñendo todo de rojo.

El Abismo era, por ello, una zona peligrosa y prohibida para los civiles.

Detuvo su auto bajo un pequeño techo en medio de un campo de pasto seco al borde del alambrado. Hurgando en su maleta, sacó las municiones necesarias, al igual que se aseguró de que sus armas estuviesen cargadas. Con paciencia y en silencio acomodó las bandoleras con balas a través de su pecho y por dentro de su gabardina. Finalmente, una vez fuera del auto se colocó a la espalda su katana.

Con todo listo, tomó dos dosis de Prozium II, se inyectó una de inmediato (pues no quería verse en la situación de necesitarla en medio de un enfrentamiento), y guardó la otra con cuidado en un bolsillo de su gabardina. Con todo su armamento listo, cruzó la valla saltando sobre ella y con pasos ruidosos en medio de tanto silencio, comenzó a caminar en medio de lo que parecía ser la calle principal de una antigua ciudad, buscando en Museo que servía como base para el equipo de rebeldes.

El aire era pesado debido al polvo acumulado además de un hedor que se elevaba desde el suelo lleno de cosas que antes, probablemente, fueron personas y ahora sólo eran restos casi hechos polvo. A pesar de que era de mañana, el cielo se veía cerrado, de un tono gris opaco. La polución claramente afectando toda la atmósfera.

Siguió caminando por varios minutos en línea recta bajo las luces parpadeantes que iluminaban pobremente desde sus postes, viendo su reloj de vez en cuando para asegurarse de que fuese a llegar a la hora deseada.

Toda el área se veía despejada, lo que le extrañó levemente, pero no llamó demasiado su atención. No es como si realmente pudieran emboscarlo sin pagar las consecuencias.

Sus pasos ruidosos en medio de las ruinas se atenuaron a medida que se acercaba a lo que parecía haber sido una plaza central. Una fuente estaba justo frente a él, con una estatua rota en la punta. Había una pequeña capa de agua al fondo y todo lo que antes había sido mármol, ahora estaba cubierto de musgo en cada centímetro y, si se acercaba, lo suficiente, el olor putrefacto del agua estancada llegaba a las fosas nasales.

Alrededor de esa fuente, solo había varios restos de lo que fueron antes edificios extravagantes; algunos aún se alzaban bastante alto, pero los grandes trozos de concreto arrojados en todos lados indicaban que habían sido -probablemente- rascacielos.

Luego de analizar un poco más los alrededores, y sin encontrar nada lo suficiente sospechoso, caminó con tranquilidad hacia la salida más amplia, que parecía guiar a una zona turística.

Al menos eso parecía indicar el cartel oxidado que se hallaba doblado sobre sí mismo a la entrada de este camino. Bajo sus pies, algo comenzó a crujir y luego de observarlo por un instante, lo reconoció como trozos de varios materiales distintos, desde cristal, mármol y porcelana, hasta barro y piedra.

Probablemente, un indicativo de que el Museo estaba cerca. Siguió caminando con lentitud y finalmente, a su izquierda, reconoció el imponente edificio que seguía en pie totalmente.

Como ese museo, habían muchas obras arquitectónicas que resistieron la guerra y siguen en pie; hubo otras que al final sucumbieron, pero sólo porque grandes bombas fueron alojadas dentro de ellas que, claramente, las llevaron a su destrucción.

El museo tenía una arquitectura barroca, llena de ostenticidades que llamaban a la vista de inmediato. Incluso con el descuido y el pasar de los años, seguía ahí de pie, brillando entre medio de tanta mugre.

Incluso se hallaba limpia de obscenidades escritas en las paredes, como si ese fuese un lugar sagrado. A pesar del color amarillento que demostraba lo viejo de la pintura, todo parecía seguir igual.

Min Yoongi analizó sus alrededores, buscando ojos observándolo, armas apuntándolo o algo parecido. Se tomó su tiempo para realizar esta tarea con un silencio total.

Sus instintos siempre habían estado por encima del resto, por lo que no le era difícil reconocer cuando había una amenaza a sus alrededores.

Había sido entrenado de formas violentas y estrictas, que le garantizaba la supervivencia en casi cualquier situación. Era un maestro en el uso de la katana y las armas de fuego, incluso podía atacar en la oscuridad, así que realmente se creía invencible.

Cuando no notó nada sospechoso, decidió finalmente ingresar al lugar. Eran ya las 6:00 y estaba dando finalmente por iniciada su misión.

Con su arma bien acomodada en su mano, lista para ser disparada, entró al lugar; la puerta anunció con un quejido su llegada, por lo que su posición de defensa llegó al instante.

Lo primero que notó fue la desaparición repentina del hedor del exterior. El museo olía a cítricos; Yoongi no pudo identificar cuáles específicamente. Además, estaba completamente aseado por dentro.

A diferencia de otras bases rebeldes, que estaban cubiertas de polvo y tenían fachada de abandonadas, esta brillaba en cada rincón. El suelo casi podía reflejar su rostro claramente.

El interior confirmaba lo anterior dicho, era una construcción barroca. Había piezas de arte colocadas de forma aleatoria y las pinturas de las paredes parecían estar bien cuidadas.

Con pasos más sigilosos, avanzó. Sus suelas provocando un leve chillido debido al roce contra el piso encerado.

Su alrededor estaba pobremente iluminado, con sólo la poca luz del exterior resaltando ciertos puntos del interior. Por tanto, decidió detenerse un momento y revisar dos o tres veces sus alrededores, en busca de alguien al acecho.

Sin embargo, por primera vez sus ojos no fueron lo suficientemente ágiles para captar el borrón que se movió en zigzag hacia él desde la oscuridad.

Solo pudo notar que había fallado cuando un dolor nadó desde su nuca al resto de su cuerpo e inmediatamente todo a su alrededor se tornó completamente negro.

¿Crees que no vaya a despertar?

Va a despertar.

¡Pero ya van casi doce horas!

Yoongi escuchaba los murmullos apenas entendibles a su alrededor. El dolor en su cabeza persistía y se le hacía demasiado difícil abrir los ojos.

Sin embargo, logró interpretar que hablaban de él.

Es tu culpa por golpearlo tan fuerte.

No es mi culpa que sea un debilucho.

Min frunció el ceño ante el último comentario; un sentimiento extraño recorrió su pecho al escuchar aquella expresión. Y claro, no ignoró la sensación de ardor en su pecho que le generaba incomodidad. ¿Qué es esto? Se preguntó entonces, sin ser capaz de siquiera reconocer la sensación de molestia.

Tú eres el bruto, Jungkook.

Yoongi terminó por estar de acuerdo. Su cabeza daba testimonio de ello.

Luchó por un momento más, intentó acabar de espabilar. Pero todo era en vano, sus ojos se negaban a responder y la incomodidad recorriendo todo su cuerpo le tenía demasiado confundido.

Fue hasta que notó que no podía mover sus brazos o piernas, que sus instintos de supervivencia se activaron y finalmente sus ojos se abrieron de golpe, enfocando rápidamente a dos hombres conversando enfrente suyo.

—¡Oh! Mira, despertó —habló el que parecía más joven. Yoongi se sintió inquieto al no reconocer la calidez que transmitía su voz, era algo nuevo para él. Eso y la mueca dibujada en los labios del joven (una sonrisa)—. Clérigo Min, es un gusto tener su visita.

—Te dije —respondió el otro con brazos cruzados, observándolo aburrido. Aún así, expresaba demasiado con cada centímetro de su cuerpo. A Yoongi le daba la misma sensación que aquella pintura quemada el día anterior.

—¿Quiénes son ustedes? Suéltenme.

—No se va a poder —mencionó el más bajo, con un tono que Yoongi no pudo reconocer (una vez más) pero que era de burla. Parecía que se divertía con la situación—. Fuiste tú, hombre clérigo, quien entró a nuestro territorio.

—Ustedes son unos criminales. Vine aquí a matarlos.

—¿Sí? ¿Y cómo resultó eso? —preguntó mientras jalaba una silla y se sentaba frente a él. El más alto soltó risas bajas ante el comentario del otro, sonido que sorprendió a Yoongi.

—Suéltenme.

—No.

La sonrisa juguetona en el joven no pasó desapercibida por el Clérigo, quien sintió una punzada en su pecho, tan dolorosa que le desconcertó al punto en que bajó por completo su guardia.

—Mira, deja me presento —habló una vez más el chico, cruzando una pierna sobre la otra y apoyándose en el respaldo de la silla, que crujió un poco por lo vieja que era—, mi nombre es Jeon Jungkook, soy el líder de este equipo y estás bajo mi custodia hasta que decida que me has sido lo suficientemente útil.

La información recibida le permitió aclarar su mente lo suficiente y ser capaz de analizar sus alrededores finalmente.

Era una pequeña habitación, unos seis o siete metros cuadrados, completamente vacía pero bien iluminada.

Los jóvenes frente a él vestían de forma excéntrica, están demasiado enfermos, pensó Yoongi. El que estaba sentado frente a él vestía un pantalón de mezclilla rasgado color azul cielo, una camiseta vieja y agujereada blanca, una camiseta cuadriculada alrededor de su cadera y una chaqueta de varios colores. Su cabello se veía bastante rebelde, pero bien acomodado dejando su frente a la vista.

El otro, a diferencia de él, tenía prendas un poco más simples. Camiseta y pantalón negro, con una chaqueta negra y detalles brillantes. Lo más llamativo siendo probablemente la cinta de cuero que cruzaba su torso y acababa rodeando su cuello. Su cabello era corto, por lo que se veía un poco alborotado.

Yoongi finalmente reconoció su rostro, por lo que no pudo evitar soltar un jadeo sorprendido y moverse desesperado en el amarre.

—¿Kim Namjoon?

El hombre rió roncamente y movió su mano en forma de saludo.

—Soy yo.

—¿No estabas muerto?

—Para nada —negó, acercándose al otro chico y apoyando una mano en su hombro—. Jungkook acabó salvándome y decidí quedarme a su lado.

—Todos dijeron que habías muerto... —farfulló, una ola de emociones le hizo estremecerse por completo y le robó un quejido que denotaba su incomodidad.

—Eso quisieron hacerles creer. Soy un desertor —admitió—. Al igual que Jung Hoseok y Kim Taehyung.

—¡¿Ellos también?!

El más alto solo asintió, permitiendo que el hombre -que ya hacía evidente su abstinencia- procesara la nueva información recibida.

—Y ¿tú eres el líder? —volvió a preguntar con su mirada puesta en Jungkook. Su garganta de pronto estaba seca y sus manos comenzaban a temblar.

—Lo soy —sonrió amablemente y le analizó por un momento antes de seguir hablando—. Necesito algo de ti, Min Yoongi.

—¿Cómo sabes...?

—Namjoon, Hoseok y Taehyung —respondió al instante, sabiendo la pregunta que se avecinaba. El mayor asintió con entendimiento y, sintiéndose repentinamente cansado, decidió rendirse por el momento. Si ninguno de los otros tres clérigos había muerto, quizás él tampoco lo haría.

De pronto, una reacción incómoda con respeto a la muerte le hizo sentir sobrecogido: miedo.

—Bien, el día de ayer fuiste tú quien dirigió la misión que terminó quemando a la Mona Lisa, ¿no? —el Clérigo solo asintió— y quien te mandó aquí te dio la orden de matarnos, ¿correcto? —volvió a asentir—. ¿De qué crímenes se nos acusan, Señor Min?

—¿Por qué tendrías que secuestrarme sólo para saber eso? —murmuró con la mirada en el suelo. Jungkook rió, genuina diversión en su tono.

—Sabes bien que los demás clérigos no saben nada, solo tú. Somos casos confidenciales.

Yoongi volvió a alzar su mirada para verlo, ponderando sus posibilidades. Mordió su labio hasta hacerlo sangrar, imaginando con temor lo que le sucedería si Grammaton llegaba a informarse de la filtración de información.

Además, si lograba desatarse y conseguir sus armas, definitivamente podría...

—Ni lo pienses tanto, no tienes posibilidad —volvió a escuchar la voz jovial de aquel chico. Un pequeño clic se escuchó y alzó su mirada, encontrándose con una escopeta antigua (le calculaba ser del 2018 como mucho) en manos de Jungkook. Claramente estaba cargada y lista para ser disparada.

El miedo de morir en ese momento fue mayor. Así que habló.

—Terroristas. Tu grupo está catalogado como terroristas; entre los crímenes enlistados están tráfico de objetos prohibidos, ataques a multitudes, asesinatos, intentos de asesinatos, secuestros —Jungkook sólo asintió a la información dada.

—Otra solicitud, señor Min —mencionó mientras soltaba la escopeta, dejándola reposar de forma vertical a su lado—, defina, por favor, ataques a multitudes.

—Exponer a civiles a obras de arte, música y textos literarios que acaben por desencadenar un decaimiento en su salud y finalicen en el rompimiento de su psique. Corrupción de la mente, en otras palabras —mencionó de forma mecánica. Sus ojos oscuros y vacíos observaban con curiosidad cada una de las acciones de ambos chicos.

El joven, Jungkook, soltó un suspiró y pasó una mano por su rostro, mientras ahogaba una risa que de diversión nada tenía.

Un pinchazo en su vientre lo demasiado fuerte superó su fuerza de voluntad y terminó por exteriorizar su pregunta, cargada de curiosidad.

—¿Qué es lo que tiene?

—Se llama frustración, Yoongi.

—Frustración... —repitió en voz baja, buscando en la base de datos que es su cabeza si acaso había aprendido algo sobre eso.

Ujum —mencionó Namjoon—. La frustración es una reacción emocional que se crea cuando un individuo no puede satisfacer las expectativas que se ha propuesto ante una situación concreta. Este sentimiento negativo, aparece por el hecho de no recibir lo que esperábamos.

—¿No esperaba esa respuesta?

—No esperaba que el Grammaton fuera tan mierda para decir eso de nosotros, Señor Min —respondió entonces Jungkook, suspirando con pesadez y observando por sobre su hombro a Namjoon—. Cómo sea, eso es todo por ahora. Sin embargo, tengo una propuesta.

Entregó finalmente el arma al más alto y Yoongi pudo respirar con un poco más de tranquilidad, incluso si el solo hecho de sentirse así le hacía sentir enfermo.

—¿Podrían darme mi dosis? Ya me he pasado del tiempo y me siento enfermo.

—Son síntomas de la abstinencia, se te pasará —dijo Jungkook, sonriendo con suavidad—. No podemos permitir que vuelvas a consumir eso. Justo de eso trata mi propuesta —aclaró su garganta mientras sacaba del bolsillo de su chaqueta la dosis que habían tomado de su gabardina—. Te ayudaremos a superar tu adicción por esta medicina y, a cambio, te unes a nosotros.

Sus ojos se abrieron en sorpresa y miedo. No podían quitarle su medicina, no podían enfermarlo, no podían volver uno de ellos.

—Me niego.

—Entonces serás un prisionero.

—¡¿Qué?!

Jungkook suspiró, fingiendo tristeza. Como si de verdad le doliese decirle aquello a Min. La verdad es que siempre disfrutaba de molestar a personas como él.

—Verás, Señor Min. Eres un clérigo, mi enemigo. Has visto mi rostro, conoces mi base. No puedo dejarte ir con esa clase de información a Libria. Así que, o sufres de tu abstinencia o te recuperas de tu adicción con nuestra ayuda.

—Deberías aceptar —intervino Namjoon—, sirve de mucho.

Yoongi negó varias veces. Jamás iba a volverse como ellos. Violentos asesinos, llenos de odio y deseosos de poder.

—Me niego —repitió—. Si dejo mi Prozium II, las emociones vendrán. Y estas son una enfermedad, son la causa de la casi extinción de la humanidad.

Jungkook, que parecía ya acostumbrado a tener charlas como esa, simplemente suspiró con una suave sonrisa dibujada en sus labios. —Desátalo, Nam.

Ordenó y el joven de inmediato obedeció. Yoongi, creyendo que ya era libre, se puso en pie y comenzó a caminar hacia la salida.

—¡Eh! Espera —dijo Jungkook, sacando de la bolsa interior de su chaqueta un revólver—. Toma.

Yoongi, dudoso, la tomó y verificó que tuviera balas, como ya era costumbre. Cuatro estaban acomodadas una después de otra en el tambor.

—Como ves, está cargada —indicó Jungkook, aún sentado en una posición relajada. El clérigo asintió—. Bien, entonces si quieres salir de aquí, debes matarnos primero —Yoongi -extrañamente- se horrorizó con la orden.

—¿Qué? —cuestionó en voz baja.

—Lo que oíste. Eres un asesino experto, así que espero no tener que explicarte la mejor forma de matarnos. Tienes cuatro balas, así que úsalas sabiamente.

Con un asentimiento, tanto Namjoon como Jungkook se colocaron frente a él, el más joven aún cómodamente sentado. Yoongi intentó ocultar su duda y alzó el revólver frente a él, apuntando a la cabeza de Jungkook.

—Anda, dispara.

Los ojos de Jungkook brillaban, Yoongi notó. Eran de un color gris, como el cielo, pero más bonito. Y parecía no odiar la idea de morir, ¿por qué parecía que él era quien odiaba eso? Su mano comenzó a temblar, como si fuese la primera vez que tomaba un arma (no, joder, ni siquiera la primera vez que tomó un arma tembló como lo estaba haciendo en ese momento).

Jungkook, notando su temblor, se puso en pie y avanzó hasta que chocó contra el cañón del revólver, que ahora apuntaba a su pecho.

—Vamos, hazlo —insistió una vez más—, estamos perdiendo tiempo valioso aquí, Señor Min.

Yoongi, luego de unos segundo más de sostener en alto el arma, desistió y acabó por bajarla. Jungkook sonrió, tomó entonces el revólver y lo guardó nuevamente dentro de su chaqueta.

—¿Quieres escuchar mi teoría acerca de lo que acaba de suceder? —preguntó el joven, acariciando su hombro para intentar calmar el temblor que, sin saber, se había apoderado de su cuerpo. El clérigo, aún confundido, solo pudo asentir.

—Será mejor que tomes asiento, Yoongi. Esto será largo —aseguró Namjoon, todos retomaron entonces sus posiciones. Jungkook volvió a mostrar la dosis de Prozium II en su mano, sosteniéndola entre sus dedos pulgar e índice.

—Imagino que tú ya has de saber las consecuencias de saltarse una dosis de tu medicina —mencionó Jungkook; más que una pregunta era una afirmación, pero de todos modos asintió—. Bien, entonces sabes que todo eso extraño que estás sintiendo, son las emociones reprimidas aflorando. Probablemente se te haga bastante abrumador, pero mediante tu cuerpo vaya desintoxicándose, todo irá mejorando.

Jungkook aseguró, lanzando al suelo la medicina para verla esparcirse por el suelo. Yoongi solo pudo observar aquello con sorpresa.

—Ahora bien, con respecto a tu incapacidad de dispararme... —Jeon hizo una pausa para ordenar sus pensamientos y pensar correctamente en las siguientes palabras que diría—. Las emociones no son una enfermedad, Señor Min. La forma en que las manejamos es el problema —afirmó para empezar—. Fueron sus emociones las que le impidieron hacerme daño, por lo que usted no está moralmente corrupto. Si usted no pudo matarme estando en abstinencia de su medicamento, significa que es una buena persona.

—Pero, ¿y las guerras de antes? ¿asesinos seriales? ¿abusadores?

—Claro, todo eso existía en ese entonces, pero ¿realmente estamos en un mundo mejor? El Grammaton entrena asesinos y les da el nombre de héroes. Se prohíbe la libertad de expresión, se ha convertido a la población en adicta a una sustancia de dudoso beneficio —los ojos, aquellos grises brillantes, se conectaron con los suyos color marrón opaco—. Quiero que sepas algo... Tu amada medicina no cura ninguna enfermedad, simplemente controla tu mente.

Yoongi comenzó a sacudir su cabeza, negándose a seguir escuchando. Su Libria, el Estado por el que había trabajado duro, por el que había derramado sangre, por el que había manchado su manos... Era imposible. Él no era un asesino, él era un defensor de la paz.

—Es imposible, Libria es un Estado libre...

—Libria no es un Estado libre, es totalitario. No es correcto obligar a todos a vivir bajo las mismas condiciones inhumanas —Jungkook se inclinó hacia él, tomando y apretando sus manos que temblaban demostrando su miedo—. Probablemente le sea difícil entender, pero las emociones son las que construyen a una persona. ¿Sin ellas, qué más somos sino un simple cascarón vacío?

—¡NO! —gritó de pronto, asustándose a sí mismo—. Ustedes son los malos, son rebeldes, quieren arruinar nuestra paz, quieren destruir nuestro estado, quieren arruinar la tranquilidad de los civiles, quieren provocar una cuarta guerra mundial...

Comenzó a balbucear. Jungkook solo lo observó con leve preocupación, ¿cuán roto ha de estar?

—Nosotros no somos rebeldes, clérigo. Somos guerreros de la libertad —agregó con un tono de voz suave, queriendo calmar los crecientes nervios del adulto—. ¿Qué dice, señor Min? ¿Nos ayudará en nuestra rebelión?

—¿Rebelión?

—Planeamos tomar control de Libria y liberar a todos los civiles del control de Tetragrammaton.

Yoongi se mantuvo en silencio y Jungkook entendió que, muy probablemente, necesitaba tiempo para procesar toda la información que acababa de recibir. Así que se puso de pie y, dejando al clérigo al cuidado de Namjoon, se retiró del cuarto.

—Deberías considerar unirte —mencionó Namjoon luego de unos minutos de silencio—. Realmente necesitamos a alguien con tu posición que se infiltre en nuestro nombre.

—¿Por qué quieren rebelarse?

—Sentir es increíble, Yoongi —admitió el más alto—. Si decides tomar la mano que Jungkook te ofrece, podrás desintoxicarte. Una vez limpio, no habrá malestar al reír o llorar; aún es extraño para mí hacer cualquiera de esas cosas, pero entiendo su concepto y a veces he tenido la necesidad de hacerlo. Se siente fenomenal. Jungkook tiene razón, el problema es el manejo de las emociones —se sentó en la silla en la que anteriormente estaba el joven líder y le miró, sus ojos color miel expresando amabilidad y dulzura, como si hablara con un niño—. A mí me dijo algo que me marcó mucho, no es justo castigar a la humanidad completa por culpa de los crímenes de hombres locos de poder. Y es la verdad, fuimos reprimidos como si fuésemos nosotros los culpables de lo que los desquiciados del pasado hicieron. Así que, considera la oferta, piénsalo bien y definitivamente debes avisarlo cuanto antes.

Las palabras de Namjoon fueron lo único que rondó en su cabeza por el resto de la noche. Los rebeldes, muy amablemente, le proveyeron de una habitación, ropa cómoda e incluso lo alimentaron.

Y así terminó el primer día de su misión.

Las mañanas llegaban un poco más tarde para el grupo. Eran las ocho de la mañana y Yoongi no había notado mucho movimiento por ningún lado; le habían dado desayuno, ropa y le habían permitido ducharse, pero no había tantos tipos rondando de un lado a otro como lo vio en la noche. Tampoco se le había permitido salir de la habitación, por lo que llevaba horas sentando en la mullida cama, aún pensando en lo que iba a hacer.

Tenía hasta el día siguiente para completar la misión sin generar sospechas por parte del Grammaton; por tanto, lo ideal era darle su respuesta en ese mismo día.

—Me convertiré en enemigo del Grammaton —murmuró, observando las palmas de sus manos. Se sentía extraño. En otras instancias, probablemente hubiese parecido impacible y les hubiese disparado a quemarropa.

Pero ahora, sin el suero recorriendo su cuerpo entero y entorpeciendo las sensaciones, todo se sentía abrumador. Había terminado por identificar la incomodidad en su estómago y pecho como el miedo y ansiedad. Pero también había algo más.

Un sentimiento que le hacía sentir ligero, tranquilo. Era como encontrar una vela en un cuarto oscuro.

—Sentir no es tan malo —admitió en voz alta, observando a su lado su amada gabardina. Sus ojos se dirigieron luego a su propio cuerpo, vestía ropa colorida que lo ayudaba a encajar con todos los demás.

Sí, quizás unirse a ellos no sería tan malo.

Dos toques en su puerta avisaron la entrada segundos después del líder.

—Señor Min, buen día —la sonrisa que le mostró volvió a abrumarlo por unos segundos, aún más que ayer. Parecía que entre más tiempo pasara sin el medicamento, más sensible se volvía.

No halló tan desagradable esa sensación.

—Buenos días.

—Puedes dirigirte a mí como Jungkook. Venía a escuchar tu decisión —avisó, sentándose en la silla apoyada contra la pared al lado de la puerta. Esta vez vestía ropa holgada y de colores neutros que, sorpresivamente, resaltaba su atractivo.

—Es difícil para mí, ¿sabes?

—Me alegra escuchar eso.

—¿Eh?

Jungkook rió entre dientes y se aclaró luego la garganta. Cruzó sus piernas y brazos, inhalando antes de finalmente hablar.

—Estás sintiendo. Cuando estabas drogado, te lanzabas al peligro sin medir riesgos, consecuencias y sin creer que era difícil. Probablemente el único sentimiento que permaneció en ti todo el tiempo fue el orgullo.

—¿Orgullo? ¿Qué es? ¿Cómo se siente?

—Es un sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida. Se siente como... —se queda un momento en silencio, luchando por hallar una forma de explicar. Yoongi incluso pudo escuchar un murmuro, del cual pudo distinguir algo como "malditos clérigos insensibles, ¿qué se supone que haga?".

Escuchar aquello desencadenó una serie de sensaciones físicas que acabó en algo parecido a un saliendo de entre sus labios. Cubrió su boca sin saber que fue aquello.

Jungkook lo observó sorprendido por unos segundos, sus ojos abiertos de par en par. El joven parpadeó dos veces, manteniendo su mirada en la de él y luego comenzó a reírse.

—¿Qué fue eso?

—Quisiste reírte. Como yo lo estoy haciendo ahora. Usualmente es una reacción a algo que te resulta divertido, aunque puede ser también por nervios —¿Reacción a algo divertido? Sí, le había divertido su comentario—. Con respecto al orgullo, físicamente se siente como un cosquilleo cómodo en todo tu cuerpo; quizás tus ojos lagrimeen un poco y, he leído, que lo describen como si tu pecho se inflara. También puede significar tranquilidad por haber alcanzado lo propuesto.

Asintió. Entendiendo esa explicación, aunque le avergonzó un poco reconocer esas reacciones físicas en sí mismo cada vez que terminaba alguna masacre de rebeldes.

—Entonces, clérigo. ¿Ya decidiste?

Su cuerpo volvió a reaccionar de forma extraña, es como si se endureciera (no era tenso, más bien firme). Sus ojos se entrecerraron, incluso sus cejas se movieron un poco y, aunque él nunca había realmente movido los músculos de su cara de esa forma, halló comodidad en hacerlo.

—Me uniré a ustedes —afirmó. Sus labios tiraron hacia ambos lados cuando vio la satisfacción en el rostro del otro—. ¿Qué debo hacer?

—Durante la tarde tendremos una reunión con todos los altos mandos. No te preocupes, ninguno de ellos es un espía de Grammaton. Los imbéciles piensan que fingen bien pero son demasiado malos —contó, una media sonrisa burlona en sus labios. A Yoongi le impresionó la facilidad con la que esa cara expresaba todo, la mayoría de cosas que él ni siquiera conocía como para intentar identificar.

—Tengo una serie de preguntas, entonces. ¿Puedo?

—Claro, si estaremos colaborando naturalmente debemos conocernos entre nosotros. Personalmente, sé mucho de ti, así que pregunta.

—¿Cómo te convertiste en el líder? Eres muy joven. Supongo que tuviste alguna razón muy especial para decidir armar un grupo tan grande. Además de eso, ¿cómo se volvieron una organización tan fuerte?

—¡Oh! Buenas preguntas —el joven miró al techo pensativo mientras tarareaba un poco, intentando ordenar su línea de ideas para que el mayor entendiera todo de forma correcta. Era un dolor de cabeza tener que explicar todo otra vez (como pasó con Namjoon) así que se tomaría su tiempo y hablaría una sola vez.

Yoongi se tomó ese tiempo para observarlo. Su piel era bastante pálida, aunque menos que la suya; ambos eran así probablemente porque no existía mucha luz solar.

Tenía una mandíbula marcada, labios de un tono rosa potente, pestañas lacias y largas. Y esos ojos grises que, a pesar de que eran grises como el cielo, brillaban demasiado.

—Bien, para empezar, tengo veinticuatro. No estoy tan joven —aclaró, obligando a Yoongi a que arrancara su vista lejos del cuello blanquecino que poseía—. Yo nací aquí, entre las ruinas del Abismo. Mi madre era una ciudadana de Libria. Trabajaba como enfermera de campo, por lo que viajaba en las misiones de clérigos y los sanaba cuando finalizaban. Fue en una misión grande en la que el equipo que acompañaba falló, que todo le salió mal —bajó su pierna y ambos pies se clavaron con fuerza en el suelo. Sus manos se entrelazaron entre sus piernas y las apretó con fuerza—. Se inyectó su última dosis, esperando que fuese suficiente para esperar a que la rescatarán. Pero eso no pasó, al menos no de quien lo esperaba —aclaró, su mirada clavada en el piso—. Mi padre y ella se conocieron y luego de ayudarla a desintoxicarse, se enamoraron. Se convirtieron en una pareja, tan formal como se podría en un basurero como este.

» A los dos años nació su primer hijo, mi hermano mayor. Tres años después nací yo. Tanto mi padre, mi hermano y yo éramos personas limpias, mi madre era una recuperada y vivíamos en paz, escondidos en sótanos de casas abandonadas —Yoongi escuchó aquel sonido por primera vez, no sabía que era, pero lo que le transmitió activó sus alertas—. Estábamos en unas casas cerca de un viejo centro comercial, donde un grupo de viejos clérigos asesinó a diestra y siniestra sin razón. Al final, colocaron bombas a lo largo de unas dos cuadras y lo siguiente que supimos mi hermano y yo, es que la casa colapsó sobre nosotros y nuestros padres hicieron un último esfuerzo para sacarnos de ahí con vida.

» No recuerdo mucho de los últimos días, porque yo era un niño de ocho años llorando sin parar. Mi hermano, que seguía siendo un niño también, me cuidó y nos llevó a un refugio —alzó la mirada y Yoongi apreció los hilos de agua -lágrimas- que recorrían sus mejillas—, sin embargo él estaba muy mal herido también. En cuanto estuvimos seguros colapsó y murió sin siquiera dejar que nadie le ayudara un poco. En ese refugio conocí a mi primer aliado, Jimin. Él y yo crecimos juntos y cuando yo cumplí quince y el dieciocho vinimos aquí a sentar una base —limpió una vez sus mejillas, dejándolas un poco manchadas por el llanto—. Fue gracioso, se supone que Jimin sería el jefe, pero no resultó así.

» Nuestro primer miembro fue Kim Seokjin, un científico desertor que creó nuestro suero desintoxicador. Para ese momento tampoco estábamos demasiado interesados en nombrar a un líder, ya que éramos solo los tres. Pero consideramos por un tiempo a Jin porque él aportó mucho con su suero. Con eso pudimos atraer a más miembros, todos desertores que deseaban ayuda con su recuperación. Fue a los tres años que llegamos a tener ciento y tantos miembros y se volvió esencial tener un jefe —comenzó a reír ante el recuerdo que cruzó su mente—. Para ser sincero, fue demasiado estúpido. Ninguno lo dudó dos veces en nombrarme a mí. Quizás porque era el más fuerte.

—Entiendo, todos te respetaban ¿no? Como a Padre.

Jungkook hizo una mueca ante esa mención.

—Algo así, pero mejor. Confiaban en mi juicio, pero no confiaban ciegamente como ustedes con ese tipo. Creyeron que yo era la mejor opción para decidir los próximos movimientos de nuestro equipo —no pasó desapercibida para el clérigo la sonrisa cariñosa que el hombre portaba en sus labios—. Habíamos sido por tres años un hogar. No nos movíamos a ojos del Grammaton para evitar traer malas situaciones. Simplemente nos cuidábamos entre nosotros, los ayudábamos a recuperarse, a entrenar y demás. Fue luego de que me convirtiera en el líder que comenzamos nuestras operaciones externas.

» Al principio fue algo tan sencillo como la recuperación de ciertas piezas de arte bastante valiosas. Seguimos con música, instrumentos, películas, libros. Llegamos incluso a guardar mangas, comics y blu-rays de anime —su tono divertido hizo sonreír a Yoongi, como si entendiera de que hablaba y le causara gracia—. Luego de eso fuimos aumentando gradualmente la dificultad de las tareas mientras aumentábamos en número. Hace tres años, cuando Kim Taehyung llegó a nuestra base moribundo, volviéndose loco por su falta de Prozium II, llorando y riendo, fue que finalmente tomé la iniciativa y comencé con el plan de rebelión.

Jungkook se puso de pie y caminó hacia él, sentándose a su lado. La cercanía y la calidez no le molestaron en absoluto.

—Es injusto lo que hacen con ustedes, señor Min.

—Puedes llamarme Yoongi —se halló a sí mismo diciendo. Sus mejillas de pronto las sintió más calientes y la intensa necesidad de esconderse bajo la cama le recorrió como una ráfaga de viento que provocó un escalofrío. Jungkook sólo río y asintió.

—Bien, Yoongi. Como decía. Es injusto. La razón por la que nos culpan a nosotros de destruir su psique al mostrarles piezas de arte o cualquier otro estimulante, es porque su psique ya está demasiado fracturada y la súbita habilidad de sentir, combatiendo contra las restricciones del control mental, abruman tanto a una persona que la vuelve un desastre de sollozos y risas. Aunque cada reacción es diferente, todos terminan sintiéndose perdidos. El suero de Jin ayuda a disminuir ese dolor y malestar abrumador y, en cambio, hace que el reingreso de sentimientos sea gradual.

El clérigo pudo entender de lo que hablaba al instante. La sensación de sofocarse cuando el Prozium dejaba de surtir efecto, el dolor en su pecho, las sensaciones extrañas y abrumadoras. Y el alivio luego de que bebiera lo que sea que le dieron ayer por la noche.

—¿Se administra vía oral? El suero.

Ujum. O puede ser vía intravenosa, cualquier forma es efectiva. Tambien ha hecho píldoras, pero esas tardan más en surtir efecto.

Yoongi asintió. Su silencio indicando a Jungkook que probablemente estaba procesando toda la información recibida.

—Bien, te dejaré para que descanses un poco tu cerebro antes de que explote —bromeó, poniéndose de pie y palmeando su espalda con suavidad—. Al mediodía Jimin traerá tu almuerzo y a las dos treinta Namjoon vendrá por ti para llevarte a la reunión. Nos vemos hasta entonces.

Una vez Jungkook se retiró, Yoongi se lanzó a la cama con un suspiro pesado. Sus manos tomaron con fuerza la tela de su camiseta, justo sobre su pecho, intentando descifrar lo que tanto le molestaba en esa zona en ese momento.

Desearía saber mucho más acerca del mundo de antes, pero lo único que le llegaron a enseñar fue sobre lo prohibido y peligroso. Por ejemplo, conocía los colores, pero porque era desencadenantes para la enfermedad.

Conocía que las emociones eran malas, y conocía las más comunes, pero no sabía nada acerca de lo que provocaban a nivel físico. Así que todo lo que comenzaba a sentir le provocaba un leve cosquilleo y hacía que su mente trabajara de más.

Yoongi había nacido en un mundo donde el Prozium II ya existía, así que su vida entera fue medicado. Conocía a superiores en el Grammaton que nacieron antes de que se aprobara la segunda versión, y ya que la primera era inestable y peligrosa, no fueron atendidos hasta ya bastante mayores.

A diferencia de personas como Jungkook o los más viejos de Libria, su vida había sido siempre de color gris. Aburrida y solitaria.

—Nunca lo había pensado de tal forma hasta este momento —farfulló. Soltó un resoplido y cerró los ojos—. Nunca le importé a mis padres. Probablemente no se hubiesen interpuesto si alguien hubiese intentado matarme. No tuve una vida feliz como Jungkook —pasó un antebrazo frente a sus ojos, queriendo deshacerse del picor que sentía en ellos—. Sin embargo, he vivido más tranquilo que él.

Fue con esa comparación entre ambos que se dio cuenta de la verdad: Padre no ayuda a nadie más que así mismo.

Sus puños se cerraron ante el pensamiento, mientras suaves quejidos escapaban su garganta y los hilos de lágrimas recorrían sus mejillas, justo como vio a Jungkook hacerlo antes.

—Me arrepiento tanto de lo que he hecho —arrepentimiento. No estaba seguro de lo que significaba, pero sabía que era el concepto correcto para relacionar a lo que sentía.

Tanta sangre manchaba no solo sus manos, sino su cuerpo entero. Fue por eso, porque sentía que debía redimirse, que decidió entrar al movimiento y serles tan útil como pudiera.

Iba a salvar a Libria. Esta vez sería en serio.

Yoongi observaba las paredes a medida que avanzaba detrás de Namjoon. Tenían pinturas que reconocía de la lista de objetos prohibidos buscados, junto a fotografías de todas las personas que conformaban el equipo rebelde.

Él también era parte de ellos ahora.

—Vas a conocer a todos los altos mandos. En la reunión usualmente somos unos doce entre capitanes y vice-capitanes —mencionó de pronto, Yoongi sintió su mirada de reojo sobre él.

—¿Tú también eres parte de ellos?

—Por supuesto. Luego de dos meses de recuperación me nombraron Capitán de una nueva división. Aunque igual que Jungkook, estoy oculto de los demás. Lo mismo con Taehyung y Hoseok —se detuvieron frente a una gran puerta metálica, que se notaba vieja y desgastada. Detrás de ella, se escuchaban pequeños murmullos—, como somos presuntos muertos y hay espías entre nuestras filas, lo mejor es ocultarnos de ellos.

Y dando por terminada la conversación, ambos entraron. Era una sala bien iluminada y ordenada. En ambas paredes laterales habían dos libreras llenas y en frente una gran pantalla junto a un panel de control. Había numerosas mini pantallas que mostraban distintas cámaras a lo largo de todo el Abismo.

En el centro, había una mesa redonda con once personas y dos sillas más. Todos callaron al verlo. Yoongi reconoció ahí a Jimin, el chico que le dio de comer, a Hoseok y Taehyung.

Yoongi se sentía observado por todos, pero notó que no le causaban las sensaciones de alerta que sentía cada vez que estaba frente al secretario de Padre.

—¡Ah! ¡Yoongi, Namjoon! Llegaron —ambos clérigos dirigieron su mirada hacia Jungkook, justo frente a ellos. Sonreía de forma brillante igual que siempre—. Vamos vamos, tomen asiento. Debemos empezar con esto lo más pronto posible.

Ambos obedecieron y terminaron sentados uno al lado del otro. Con eso, la reunión finalmente dio inicio.

—Bien, ya se los había comentado pero deseo anunciarlo formalmente —comenzó Jungkook—, Min Yoongi aceptó unirse a nosotros, por tanto, podemos dar comienzo a la ejecución del plan de rebelión —aseguró, a lo que todos animaron y aplaudieron con emoción—. Espero que tu estadía aquí halla sido buena hasta ahora, Yoongi.

—Quitando el hecho de que me obligaste a matarte, todo bien —masculló, haciendo reír a Jungkook.

—¡Genial! Ya andas haciendo bromas.

—Jungkook, ¿cuántas veces te hemos dicho que no hagas cosas tan estúpidas?

—¡Fue la última vez!

El chico al lado de Jungkook, quien lo había regañado, solo suspiró en derrota y movió su mano para señalarlo a él, desinteresado.

—Cómo sea, prosigue.

—¡Bien! En pocas palabras, Yoongi, el plan es tejer una telaraña en la que atraparemos a esos insectos y ¡BAM! —dijo mientras golpeaba la palma de su mano contra la mesa— los haremos papilla.

Todos en la mesa lo observaron incrédulos, aburridos o sorprendidos de lo tonto que podía llegar a hacer.

—¡¿Ahora te crees el hombre araña, baboso?! —gritó el que estaba a su lado, tomando su cabeza con su mano y apretándola.

—Auch, auch, auch —se quejó. Sin embargo Yoongi notó que no hizo nada por apartarlo—. Dije en pocas palabras, no es tan simple —aseguró y finalmente fue liberado—, lo que necesitamos de ti, Yoongi, es simple pero muy importante: debes mentirles.

» Escucha bien, vas a regresar de tu misión con prisa porque ya no tienes dosis de Prozium. Informarás al imbécil de tu jefe que aniquilaste a la mitad de mi gente, pero que logré huir a otra base —de su chaqueta, Jungkook sacó un papel doblado viejo y lo colocó sobre la mesa, extendiéndolo—. Le entregarás esto. Le dirás que saqueando nuestra oficina abandonada encontraste este mapa donde se ubica nuestra segunda base de emergencia y que probablemente estaremos ahí —deslizó el papel hasta que pudo llegar a manos del clérigo—, pedirás un día para curar tus heridas y prometerás que vas a partir al siguiente hacia nuestra segunda base. Dirígete a ella y nosotros te recogeremos de ahí.

» Lo siguiente es lo más importante. Nosotros enviaremos a los espías a una falsa misión de contrabando de piezas importantes y ellos, como siempre, informarán al Grammaton. Eso los mantendrá alejados de aquí un tiempo —los ojos grises de Jungkook lo observaron y acabó sintiéndose desnudo. Solo pudo asentir, imaginando que deseaba una confirmación de que entendía su plan—. Ahora, viene lo más importante. Tenemos falsos informantes que alertan al pueblo cerca del borde, así que los enviaremos a que expandan el rumor de nuestro deseo de revelar una verdad que su Padre esconde; eso será suficiente para que se movilicen a querer reprimirnos. Al mismo tiempo, moveremos pequeños grupos aliados que harán misiones de contrabando que requerirán atención de otros clérigos.

» Con eso puesto en marcha antes de que regreses de tu segunda misión, asegúrate de sembrar una semilla de duda en ellos. Debes mentirles y seguirles mintiendo. Di que somos más poderosos, que tenemos armas peligrosas, que nos movemos en silencio, que somos asesinos despiadados y que yo personalmente te aseguré que iba a matar a tu Padre. Seguramente te mandaran a acabar conmigo. Aprovéchalo y ven a nosotros. Para ese momento, la red de mentiras mantendrá a la mayoría de clérigos lejos del Tetragramaton y podremos avanzar a Libria.

La sonrisa orgullosa en Jungkook no pasó desapercibida para nadie; era un líder increíble, con una mente brillante y capacidades físicas aún mejores.

—Eso sí es un plan, idiota —felicitó el joven a su lado, una media sonrisa en su rostro.

—¡Mingyu! Deja de ser malo conmigo —regañó con una mueca en sus labios.

—Jungkook hace un puchero. Así se llama ¯mencionó Namjoon en su oído, quien notó la curiosidad en su expresión ante las acciones del líder.

—Bien, entonces Yoongi ¿todo claro?

—Por supuesto. Cuenten conmigo.

—¡Genial! Con esto podremos dar por iniciado el plan. Este mapa es lo único que necesitas, es auténtico.

—¿Eso estaría bien?

—Por supuesto. Es una base abandonada, no hay ni uno de mis hombres ahí, por lo que estará bien si lo entregas —aseguró con una sonrisa tranquilizadora y luego chasqueó los dedos, como si recordara algo—. ¡Cierto! Seokjin tiene un regalo para ti.

Alzó una ceja con duda, asintiendo y buscando entre los hombres al famoso Seokjin.

—Soy yo, Kim Seokjin.

—El científico.

El hombre asintió y levantó de su regazo una caja negra.

—Ten. Son dosis de mi suero, tienen el mismo recipiente y color que las Prozium, por lo que puedes usarlo para engañar a los idiotas esos.

Jungkook rió por las palabras de Jin.

—Gracias.

—¡Bien! Con esto concluimos esta reunión. Gyu, Seok, asegúrense de juntar a los espías y darles la información propicia lo más pronto posible. Tenemos provisto llegar a Libria en tres meses como máximo, así que empecemos a trabajar desde ya.

Los despidió a todos y pronto se quedaron junto a él solamente Namjoon, Taehyung, Hoseok, Seokjin, Jimin y, por supuesto, Yoongi.

—Yoongi, te presento a tus compañeritos desertores —Min se preguntó cómo es que Jungkook no se cansaba de estar sonriendo todo el tiempo.

—Ese es el nombre más estúpido que nos has puesto, Jeon —se quejó Hoseok, quien habló por primera vez en todo el rato.

—Eso es cruel, Hoseok-hyung. Es lo que son.

—Algún día enserio voy a matarte —masculló el ex clérigo.

—Como sea —dijo Jungkook, moviendo su mano para restarle importancia—, Seokjin es un científico, como te dije. El pobre se volvió moralmente loco luego de descubrir los secretos del Prozium.

—¡Linda descripción! —el sarcasmo claramente obvio en el tono de voz del adulto hizo reír al líder.

—Namjoon fue enviado para eliminar a uno de nuestros equipos de traslado de arte, pero tiene manos de mantequilla y perdió su última dosis de Prozium así que se puso loco —el gruñido del hombre al lado de Yoongi lo hizo temblar levemente—; Taehyung llegó riendo y llorando porque se quedó varado aquí luego de una misión y estaba en abstinencia. Me asustó tanto que lo noqueé de un golpe en su cara mocosa y fea.

—¡Soy mayor que tú!

—No te quita lo mocoso y feo —su tono desinteresado hizo reír a Yoongi levemente. Jungkook solo observaba sus uñas como si nada—. Hoseok se desmayó por el hambre en medio de una pelea, Seokjin lo inyectó con su suero y lo jaló a nuestra base.

—No lo hagas sonar como si fuera débil —pasó una mano por su rostro, exasperado—. Encontramos un lugar seguro aquí con este odioso, por eso nos quedamos a su lado.

—Yo soy el que más tiempo lleva como desertor —intervino Jimin—. Mi madre fue asesinada por un clérigo en nuestro departamento en Libria y terminé huyendo hasta llegar al Abismo. Unos desconocidos me acogieron, cuidaron y poco después conocí a Jungkook.

—Todos vienen de ese lugar, tal y como tú Yoongi. Y son mis hermanos, mi familia. Así que espero sepas que tú eres también parte de nuestra familia ahora —todos le observaron con suaves sonrisas en sus labios. Nadie lo juzgaría por lo que había hecho. Estaba siendo aceptado y se sentía extremadamente genial.

—Gracias —fue lo primero que logró decir—, no voy a decepcionarlos. Pelearemos juntos por nuestra libertad.

Eso sonaba como un buen plan.

El resto de su tiempo en la base rebelde pasó deprisa. Convivió con ellos y también afinó detalles del plan hasta que se sintió seguro de que su actuación sería lo suficientemente convincente.

Lastimosamente, la tarde del día siguiente llegó con demasiada prisa y era primordial para él regresar a Libria y hacer su parte del trabajo.

Se observó en el espejo de cuerpo completo mientras abotonaba su gabardina. Era extraño volver a verse en esas prendas cuando había estado experimentando apenas ayer con los colores. Ahora el gris se sentía incómodo sobre su piel, que brillaba más con prendas coloridas.

—Yoongi, ¿estás listo? —la voz de Jungkook sonó a través de la puerta. Acabó de acomodar su uniforme de clérigo, que ahora lucía demasiado triste, y abrió la puerta, captando al instante los amables ojos grises de Jungkook. Simplemente asintió y tomando la bolsa que le habían prestado, siguió en silencio al joven líder.

Yoongi notó que comenzaron a dirigirse a una zona que no había visitado en su poco tiempo ahí. A la entrada de una gran puerta gruesa de hierro, los esperaba Mingyu y a quién conoció como Dongmin, con escopetas cruzando por sus pechos. En una de sus manos, tenían la katana de Yoongi junto a una bolsa que, imaginó, eran sus armas vacías.

Los cuatro cruzaron la puerta y, una vez Mingyu se aseguró de que estuviese bien cerrada, comenzaron a avanzar por un largo pasillo bastante oscuro, únicamente iluminado por las linternas que los dos cargaban. Las paredes era de ladrillo o algo parecido y el olor a humedad era extremadamente potente.

—Lamento el mal aspecto —intervino Jungkook, encendiendo el cigarrillo que tenía presionado entre sus dientes—. No soy fumador —aclaró—, hago esto para camuflar el olor a mierda del lugar —Yoongi asintió, sin saber bien que decir.

—¿Dónde estamos? —preguntó en cambio. No se quejaba, por supuesto; habían cosas que olían definitivamente peor.

—Son caminos subterráneos que nos conectan con diferentes puntos del Abismo. Te llevaremos hasta la base que tenemos a unos tres metros de la entrada a la zona segura para que regreses a tu auto lo más pronto posible.

Un asentimiento fue lo que respondió y el resto del camino fue en silencio, solo el eco de sus pasos y los breves momentos en que los murmullos entre Mingyu y Dongmin, que discutían sobre el cruce que debían realizar.

Fue cuestión de minutos para que los cuatro llegaran a su destino. Mingyu se encargó de abrir la puerta que daba directamente a unas gradas.

—Iré a dejarlo, esperen aquí —indicó Jungkook mientras Yoongi recibía sus armas. El propio líder se armó con dos revólver en cada costado de su torso, una navaja en su muslo y una katana un poco más pequeña que la de Min en la espalda.

Jungkook guió el camino, ambos subieron durante un minuto hasta que se toparon con una puertezuela en el techo. Con un poco de esfuerzo y algunos crujidos de por medio, Jungkook la abrió y ambos siguieron subiendo. Yoongi reconoció la zona a la que llegaron como el sótano de alguna casa abandonada.

Caminaron hacia las pocas gradas al fondo de la habitación y finalmente llegaron a una sala de estar común y corriente, polvorienta y con nada más que unas cuantas sillas en el medio.

—Hasta aquí te acompaño, Yoongi —se detuvo justo en la puerta de entrada—; una vez salgas de aquí, camina hacia la izquierda y sigue recto. Pronto hallarás la reja donde dejaste tu auto —el joven extendió su mano hacia él y ambos la estrecharon. La calidez que Jeon le extendió a Min le causó un pequeño temblor por todo el cuerpo—. Espero nos veamos pronto.

Asintió, incapaz de hallar las palabras para dejar al chico. Sentía que no quería dejarlo.

—¡Ah, por cierto! —recordó el de ojos grises. Rebuscó por su bolsillo del pantalón de mezclilla ajustado que vestía hasta que logró pescar lo que buscaba. Le extendió a Min un celular—. Tiene la forma de contactarnos directamente, por si algo sale mal, asegúrate de avisarnos. Mucha suerte.

Y con esas últimas palabras finalmente se separaron.

Yoongi caminó unos cinco minutos antes de finalmente llegar a su auto, donde comenzó a esconder todo lo que le serviría para contactarse con ellos; además, se deshizo de sus dosis de Prozium y con todo ya listo, se observó al espejo, borró cualquier rastro de sentimiento y emprendió el camino de regreso a Libria, repasando en su mente las palabras exactas que le diría al Secretario de Padre.

—Así que, ¿solo completó la mitad de la misión? —ya estaba ahí, de pie frente al hombre. La presión que transmitía se había intensificado ahora que era capaz de sentir. Aún así, había logrado mantener su rostro estoico frente a aquel demonio.

—Así es, señor. Mis dosis de Prozium II se acabaron, por lo que tomé la decisión de volver. Sin embargo, en la base que saqueé encontré un mapa que marca el otro lugar en donde probablemente encontraré al líder.

El poderoso hombre se mantuvo en silencio por unos instantes, finalizando por asentir. Yoongi casi quiso suspirar de alivio.

—Bien, en dos días retome la misión y asegúrese de no volver si no es con la cabeza de ese líder terrorista. O no vuelva en absoluto.

Yoongi solo asintió una vez, realizó una reverencia y finalmente se fue. Con eso, la primera tira de hilo se conectaba y tensaba; pronto, esos tipos se verían atados de pies y manos y, en su estado más vulnerable, serían derrocados del poder.

Por primera vez, la llegada a su casa le resultó triste; luego de estarse divirtiendo con Jungkook y su gente, el vacío le incomodaba demasiado, el silencio de pronto le parecía muy ruidoso y la soledad le dolía como no tenía idea. Se había vuelto un ser necesitado de atención.

Con un suspiro comenzó a acomodar todo en su apartamento: tiró las dosis de Prozium y acomodó el suero de Seokjin como si fuera su medicina. Además de eso, no tuvo que hacer mucho más que esconder el dispositivo para comunicarse luego de confirmar rápidamente que el primer paso había sido cumplido con éxito.

La noche la pasó en su cama, que se hallaba inusualmente fría a diferencia de la cama en la que había dormido las dos noches anteriores. De pronto era demasiado incómodo para él estar en un lugar tan emocionalmente vacío como ese, aun más luego de disfrutar personalmente de la calidez de estar rodeado de personas.

Pasarían dos días, uno más del planeado, y podría volver a ver a aquel grupo de personas brillantes en medio de tanta oscuridad.

Reconoció lo que sentía como emoción.

Los siguientes dos días y noches las pasó en su casa, preparándose para la misión mientras mantenía su atención en los movimientos del Grammaton. Al menos para él, no parecía muy sutil lo que habían comenzado a hacer.

Grupos de cinco o seis clérigos se movían constantemente a diferentes puntos del borde con el Abismo, bien armados y tan de incógnito como se pudiera. Además, el rumor de nuevos movimientos de rebeldes comenzaba a esparcirse por toda la ciudad.

Por tanto, no le fue raro recibir un memorándum del secretario de Padre, dando la orden de aniquilar tan pronto como se pudiese al líder de los rebeldes. Debía asesinar a Jungkook.

Aquella orden lo molestó demasiado y el deseo de destruir en ese mismo instante toda Libria bulló ardientemente en su interior. Pero todo tenía su momento, él se aseguraría de dar lo mejor de sí para salvar a su gente.

Mientras colocaba la mochila en su hombro, listo para irse, tuvo que suprimir una risa ya que notar los cambios entre el Yoongi de hace unos días y el actual le causaba diversión. Los sentimientos de verdad son capaces de cambiar a una persona para mejor, o algo así.

Verificando una vez más que todo estuviese en orden, se despidió de aquel lugar vacío y solitario.

Finalmente dejó su hogar, listo para enfrascarse en una "misión especial". Quería volver a ese grupo de risueños, compartir con ellos y disfrutar a su lado el sentir.

El camino a su auto fue inusualmente más rápido. Dentro soltó un suspiro, sonriendo con levedad ante la emoción que bullía en su interior.

Le fue difícil, pero pudo ponerse la máscara de seriedad y salir de esa forma de Libria, sabiendo que habrían numerosos clérigos vigilando los alrededores.

Por eso, condujo en silencio a todo momento, topándose con varios clérigos a lo largo de su camino tal y como se imaginó, por lo que no podía simplemente tirar su máscara. No aún. La única forma de sobrevivir y poder ser de utilidad para Jungkook era resistir un poco más; y un poco más.

Durante el tenso viaje hacia el límite entre el Abismo y Libria, se mantuvo en silecio, quieto a la espera de no levantar ninguna sospecha. Pronto alcanzó la zona por la que saldría en esta ocasión, haciendo uso del espacio especial para que ellos aparcaran sus autos.

A su alrededor había un grupo de clérigos de bajo rango que mantenían un control en la reja. Con movimientos lentos y firmes se encargó, como siempre, de tener todo en orden; esta vez, incluso su maleta fue bajada del auto ahora vacío.

Con un simple asentimiento lo dejaron pasar, ya que lo reconocieron como uno de los tres clérigos de mayor rango. Había uno debajo de él y otro sobre él, otros dos monstruos descorazonados que mataban a diestra y siniestra. Justo como era él antes.

Cruzó la reja y caminó sin prisa, firmemente hacia la base indicada en el mapa, tomando una de sus armas en mano para disimular un poco al sentir la mirada penetrante de los demás clérigos en él. Probablemente el Grammaton ya estaba paralizado en ese momento y sospechaban de todos, cualquier amigo de habían convertido en un enemigo.

La situación actual era un todos contra todos.

El camino fue largo, lleno de escombros como siempre. El olor putrefacto y la presencia aleatoria de varios clérigos por la zona, probablemente esperando a que alguno saliera de sus refugios para matarlos a la primera oportunidad.

Ya no había un freno a las acciones violentas del Grammaton.

Una media hora después finalmente llegó. Pudo visualizar a Jungkook a lo lejos, observando a su alrededor buscando enemigos justo detrás de un muro. Sintió una serie de disparos y, cuando observó su confirmación, avanzó de prisa hasta ellos.

—Me alegra que volvieras bien —fue lo primero que dijo Jungkook, ambos bajando unas gradas que llevaban a una antigua bodega subterránea de aquella supuesta fábrica—. Este lugar se ha vuelto un centro turístico de clérigos —bromeó.

—El plan resultó mejor de lo esperado —murmuró como respuesta, observando la forma en que el joven se peinaba el cabello mojado en sudor hacia atrás. Jungkook procedió a tomar un cigarrillo y en silencio lo prendió.

—Así es; el viejo imbécil de Padre, como le llaman, sabe que es un estafador; por eso parece perro con la cola entre las patas —Yoongi observó, algo aturdido (y encantado) la forma en que Jungkook aspiraba de su cigarrillo y lo dejaba salir lentamente entre aquellos labios esponjosos y carnosos.

—Es sorprendente que pueda reaccionar de esa forma.

—El tipo no es tonto, Yoongi. Según la información con la que Seokjin vino, no consume el Prozium.

Eso tenía más sentido. Quizás por eso permanecía oculto de toda la gente; de todas formas, tenían a los clérigos que actuaban como sus perros en todo momento.

—¿Qué fue lo que hicieron ustedes?

Jungkook rió entre dientes cuando llegaron al final de aquel gran pasillo en la bodega. Pateó un barril lejos y abrió la compuerta oculta bajo este. Bajaron y pronto se hallaron con un pasillo subterráneo como la vez anterior, el olor del tabaco cubriendo una vez más el hedor.

—Ya sabes, corrimos el rumor de que dentro de poco secuestraríamos sus pantallas y revelaríamos el mayor secreto de Padre. Eso mantendrá al viejo a raya por unas semanas.

—Eso fue inteligente. Pero, debo decirte, las cosas también se han complicado por eso —anunció finalmente, sin poder apartar sus ojos de la imagen tan poderosa e imponente que Jungkook presentaba incluso si sólo era fumando y caminando.

Jungkook detuvo sus pasos, sus hombros tensos de pronto. —Elabora.

—El secretario me pidió volver con tu cabeza o no volver en absoluto.

—Vaya, eso si es problemático —rió. Yoongi sintió fastidio por un momento, las ganas de golpearlo como veía a Mingyu hacerlo le llegaron de pronto.

—¡Por supuesto que lo es, no es para reír! —gritó, un poco alterado con su reacción tan despreocupada.

—No te preocupes, si no quieren que vuelvas sin mi cabeza, simplemente no volverás —dijo obvio, sonriendo felizmente.

Ambos retomaron su camino, mientras Yoongi lo observaba con lo que podía reconocer como incredulidad.

—¿Sí?

—Ajá.

—¿Y cómo harás eso?

—Matándote, por supuesto.

—Oh, bie... espera, ¡¿QUÉ?!

El grito de Yoongi, seguido de la carcajada de Jungkook retumbaron en el estrecho pasillo. La vergüenza de Min al haber gritado de esa forma se presentó como un pequeño tinte rosa en sus mejillas.

—Es decir, les haremos creer que estás muerto. Mandaré a algunos a que armen alguna escena o algo.

Eso terminó por relajarlo, al menos un poco. Por el momento, al menos no deseaban ejecutarlo.

Siguieron su camino en silencio, el olor del tabaco rodeándolos. Yoongi sabía lo alejada que estaba una base de otra, por lo que estaba consciente de que la caminata sería larga.

Casi una hora después, finalmente llegaron a otra puerta de metal. Jungkook apagó su cigarrillo (que ya era el tercero o cuarto) contra la pared.

—Me cuesta creer eso de que no eres fumador —mencionó Yoongi, haciendo que Jungkook le sonriera inocentemente. Luego de eso, abrió la puerta para ambos y Yoongi reconoció al instante, frente a él, a los mismos chicos que lo acompañaron.

—Llamen a una reunión de inmediato, hay decisiones importantes que debemos tomar —ambos asintieron a la orden de Jeon, tomando camino justo delante de ellos, a toda prisa—. Vamos, hoy tenemos una habitación solo para ti.

—¿Cómo es que tienen tantos recursos?

Jungkook lo observó de reojo por unos momentos, resoplando luego. —Supongo que puedo decirte. No somos solo rebeldes sin control, Yoongi; somos comerciantes, hacemos negocios —menciona con un tono tranquilo, calmado y desinteresado. Min sintió su cabeza doler de solo intentar descifrar la realidad tras esas palabras.

—Comerciantes mi trasero. Suenan a estafadores —Jungkook se detuvo a observarlo, parpadeando varios instantes antes de comenzar a carcajearse con ganas.

—Dios, ¿quién te enseño esa expresión?

—La escuché de Jimin.

—Por supuesto que fue Jimin —comentó, con un tono de molestia falsa en su voz—. Podría decirse que somos estafadores, traficantes, comerciantes y negociantes. Aunque solo estafamos a idiotas.

—Adivino, ¿espías?

Ding ding ding. Cuando reconocemos a alguno queriendo comprar piezas originales, negociamos unos cuantos millones y una vez tenemos el dinero, les damos una falsificación hecha por nosotros. ¡Somos artistas también! —Yoongi sonrió ante eso, imaginándose a ese grupo de agradables tipos pintando cuadros hermosos. Les quedaría bien.

—Me gustaría aprender a pintar.

—Por supuesto que puedes. Jihyo es la instructora de pintura para los nuevos. ¡Te falta conocerla! Ella es parte de nuestros altos mandos pero, ya que yo soy el líder, me detesta y desobedece todo el tiempo. Es una mujer fuerte, de todas formas —tararea, caminando entre los pasillos de habitaciones hasta detenerse frente a una puerta pintada de azul y negro—. Esta es tu habitación.

Con cuidado abre la puerta y sonríe ante la imagen que lo recibe. Es, de alguna forma, aún más acogedora que la de invitados que tuvo la vez anterior. Quizás, muy probablemente, porque ahora tiene todo del color que más le gustó: azul.

Paredes azules claro, un armario azul-negro, cobertores azul marino, piso blanco con pizcas de azul rey.

—¿Cómo hicieron esto en tan poco tiempo?

—Tenemos un equipo especializado en eso, pueden montar una habitación como esta en veinticinco minutos. Anda, deja tu maleta que tenemos algo que conversar.

Obedece tal y como se lo piden, ambos saliendo rápidamente de la habitación para dirigirse a la misma sala de reuniones de antes. Justo como en la ocasión anterior, todos están ya ahí esperando por ambos en un desastre de murmullos.

—Comencemos tan pronto como sea posible —anunció Jeon, caminando hacia su puesto en la mesa—. Como sabemos, el Grammaton ha caído redondo en nuestras mentiras, así que todo está yendo aún mejor de lo planeado. Es por eso que ahora quieren mi cabeza —anunció sin titubeos. Nadie reaccionó mal, nadie se alteró. Como si, tristemente, estuvieran acostumbrados a eso. Y era así, Yoongi lo sabía.

—¿Eso complica algo?

—El problema es que Yoongi tiene un ultimátum. O que llegue con mi cabeza, o mejor que no vuelva.

—Eso se soluciona —mencionó Mingyu—. Lo matamos y ya.

Jungkook comenzó a reírse con fuertes carcajadas, casi luciendo como un desquiciado. Aunque su risa era adorable y contagiosa.

—¡Lo mismo le dije! Así que, en cuatro días iremos a la superficie, tiraremos su ropa ensangrentada en su auto y lo prenderemos en fuego —aseguró al grupo de personas. A Yoongi le sorprendió lo rápido que cubrió el fallo en el plan.

—Debemos ser precavidos, hay muchos clérigos alrededor.

—Son de bajo rango, una patada y se mueren —mencionó Jungkook desinteresado, asintiendo a sus amigos como confirmación para que comenzaran a elaborar el plan—. Con esto concluimos; recuerden que hoy nos deshacemos de los espías, a partir de la media noche no aceptaremos más gente en nuestras bases.

Todos asintieron en obediencia y se retiraron a continuar con sus deberes. Yoongi se quedó con Jungkook, sin saber muy bien que hacer.

—¿Qué quieres hacer? Para ser sincero, yo paso supervisando o venciendo a los novatos para obtener algún tipo de lamentable sentimiento de superioridad —habló el joven, caminando hacia él. Casi parecía una clase de dios con esa sonrisa amable pero, de alguna forma, burlona, ojos claros y brillantes y una vestimenta que resaltaba su atractivo natural.

—Yo solo pasaba entrenado.

—Por supuesto.

Jungkook rodó los ojos con diversión, dirigiéndose hacia la puerta.

—Como eres un rebelde oficial, necesitamos instruirte. Vamos, estos días me dedicaré a educarte tanto como mi poco conocimiento del mundo antiguo me permita.

Yoongi, como el crédulo que se había vuelto, creyó en él. Oh, cuanto se arrepentía después.

Los días en la base, para Yoongi pasaron bajo una preparación rigurosa, junto a reuniones diarias llenas de reportes de clérigos rondando sus cuarteles.

Lo más importante fue, probablemente, el momento en que Yoongi presenció, oculto detrás de unos escombros gigantes, como Jungkook hacía su viejo auto explotar mientras reía de forma maníaca (para ser sincero, no parecía actuado).

De todas formas, aunque aquello le perturbó un poco, no se permitió juzgarlo. Él también era raro por sí mismo.

Además, luego tuvo que defender a Jungkook, encapuchado y casi oculto, de los disparos de los demás clérigos. Claramente, Jeon reía como un completo loco mientras eso pasaba.

Sin embargo, aunque Jungkook pareciera un completo loco, podía confirmar que era una buena persona. En los últimos días, durante tres semanas completas, le había enseñado su poco conocimiento sobre el mundo antiguo.

Recuerda algo por parte de Hoseok y Namjoon, parecido a un "te arrepentirás", pero no le tomó mucha importancia en ese momento. Quería aprender.

Empezaron con algo tranquilo, música. Exploraron todos los géneros y subgéneros, todas las épocas y éxitos de cada año.

Al final, Yoongi se halló a sí mismo amando el hip-hop.

La semana siguiente, entraron a un terreno un poco más extenso, arte. Conoció tantas obras que ya ni siquiera recordaba, pero que le habían provocado un desastre de sensaciones desconocidas que, contrario a lo que parecía, no le molestaban en lo absoluto. En todo caso, su ceño fruncido era por la frustración de no poder discernir siempre lo que sentía.

Por esa razón, Jungkook había comenzado a enseñarle cinco emociones al día.

Además de conocer las obras y los movimientos artísticos, también aprendió a pintar. Más o menos, pero descubrió que nadie podría compararse a Jungkook y, ahora, él era el peor pintor de entre todos.

Un título que no lo tenía orgulloso.

La tercera semana, entró a un nuevo mundo con un millón de cosas extrañas: los libros.

Desde libros moralmente cuestionables, como Lolita o La Naranja Mecánica, pasando por libros de reflexión como El Alquimista o La Cabaña, de terror como El Resplandor o cualquier libro de Lovecraft, de romance como Yo Antes de Ti o Lo que el viento se llevó, clásicos como Cien Años de Soledad o Como Matar a un Ruiseñor, fantasía como Harry Potter y Cazadores de Sombras, ¡Incluso mangas, manhwas y manhuas!

Pero lo que le traumó de esa semana de aprendizaje fue, sin lugar a duda, la carpeta de Jungkook en una computadora con fanfictions de moral gris: parafilias, violencia, incluso algunos con un extraño "Paloma muerta. No comer" entre sus etiquetas.

Esa semana lo dejó bastante perturbado.

Ahora estaba en su cuarta semana de aprendizaje, llevaba casi un mes con ellos y ya se casi se sentía normal, había encontrado su lugar en el grupo.

Pero, como que se arrepentía un poco por creer en las palabras de Jungkook. En realidad tenía un VASTO conocimiento del mundo antiguo. Esa semana, Jeon la declaró como su favorita: anime. El lunes vio TRES animes shōnen distintos en un mismo día, no lo dejó dormir hasta que los terminó.

El segundo día, Jungkook le obligó a ver BL (el cual disfrutó, pero no lo diría. Eso no quitaba que Boku no Pico fuera traumante).

El tercer día empezaron con los que Jungkook denominaba como clásicos de última generación. Vio Boku no Hero Academia, Kimetsu no Yaiba, Tokyo Revengers, Jujutsu Kaisen, Shingeki no Kyojin y Haikyuu ese y el siguiente día.

El quinto día, casi termina llorando por sus decisiones estúpidas. Jungkook le dio a escoger entre cinco animes clásicos antiguos: Inuyasha, Evangelion, Sakura Card Captor, Pokemon y One Piece. ¿Y cuál eligió? ¡One Piece!

Ahora estaba ahí, dos de la madrugada viendo apenas el capítulo 54, llorando internamente porque se había comprometido a ver un anime de más de 1000 capítulos. Estaba cansado y solo quería huir de las garras del lindo, adorable, atractivo y malvado Jungkook.

Aún recordaba las palabras del chico mientras le ponía el primer capítulo:

¡Me alegra que escogieras este! Son unos mil quinientos capítulos, un día tiene veinticuatro horas, una hora son tres capítulos si te salta el opening y el ending, por lo que verás 72 capítulos por día. Con eso, en unos veintitantos días lo terminas. ¡No te preocupes, tenemos tiempo!

Él quería huir. Solo quería aprender.

Dos meses y medio de su estadía en la base rebelde pasaron rápidamente; en el exterior, los clérigos se mostraban cada vez más desesperados por encontrar a Jungkook, quien había matado a su mejor soldado.

Lamentablemente, ellos era demasiado estúpidos y Jungkook demasiado inteligente para dejarse atrapar.

Todos reían mientras imaginaban la desesperación que el Grammaton estaría sintiendo en ese momento. Yoongi, una vez acabó One Piece, terminó huyendo de las enseñanzas de Jungkook, quien solo se mantenía molestándolo de vez en cuando.

Dentro de la base todos estaban preparándose, la tranquilidad rodeándolos mientras disfrutaban de sus últimos días viviendo como criminales. Dos semanas pasarían volando y el día de la rebelión ya estaba programado.

Yoongi, por su parte, seguía siendo silencioso, andando siempre al lado de Jungkook, casi parecía su guardaespaldas. Pasaban la mayor parte del día juntos, jugueteando y riendo como niños, algo que contentaba el corazón primerizo de Min.

Y como el débil que era, con sus sentimientos hechos un desastre, no le fue difícil comenzar a tener reacciones diferentes a las normales al estar junto al menor.

Su corazón latiendo más rápidamente, el cosquilleo en su estómago, el calor en sus mejillas. Incluso había tenido su primera erección hace apenas dos o tres días, lo cual fue extremadamente vergonzoso considerando que Jungkook lo notó, lo molestó por unos cuantos minutos y lo felicitó.

¿Por qué ese idiota lo felicitaba?

Estaba seguro de que había hecho eso a propósito, quitándose la camiseta y modelando su cuerpo sudado y bien trabajado, con músculos perfectamente esculpidos y piel suave y mordisqueable...

A veces de verdad quería golpearlo un par de veces por jugar con su estabilidad de esa forma, pero luego deseaba solo profesar torpemente todo su amor y pedirle que lo amara una vez alcanzarán ese nuevo mundo anhelado por todos.

Por dios, había sido un soldado, un asesino frío, un hombre sin ninguna clase de sentimientos. Y ahora se comportaba como precoz enamorado. Era un precoz enamorado.

Pero... Es que Jungkook era fascinante. Todo de él le gustaba demasiado y, aunque fuera vergonzoso, todo lo que el joven le hacía sentir lo ponía feliz. Era como haber encontrado un oasis en medio de un horrible desierto árido, bajo un sol de mediodía (o al menos eso había leído en su momento).

De cualquier forma, Jungkook se había convertido en el pilar de su vida y ahora sentía que no podría vivir sin la cantidad de sentimientos indescriptibles que causaba en su interior.

Incluso había hablado con Namjoon, que era el único desertor con pareja (una chica linda que identificó como Junyeon), para pedir su opinión acerca de lo que sentía. Había explicado de la forma más clara posible todos y cada uno de sus síntomas.

Y luego de recibir la confirmación de sus sospechas, definitivamente se sentía más dispuesto a inclinarse frente a él y rogarle por, al menos, una pizca de su amor.

¿Se vería lamentable? Muy probablemente. ¿Le importaba? En absoluto.

Además, sabía que muy disimulado no era. Era como un Sanji traído a la vida real. Siguiendo a Jungkook cada día, ofreciéndole su alma, vida y corazón, besando el suelo por el que caminaba.

Cumpliendo cada uno de sus deseos y obedeciendo cada una de sus órdenes.

En ese momento, estaba entrenando como Jungkook se lo había ordenado (claramente). Con su adorada katana rebanaba palos de bambú clavados en el suelo de una extensa sala de entrenamiento. Había terminado hace poco sus prácticas de puntería y había decidido perfeccionar su técnica de corte, aunque mucha mejora no necesitaba y tampoco planeaba usarla a menos que fuera estrictamente necesario.

Sin embargo, incluso si estaba trabajando duro, su mente sólo tenía una cosa en mente: su confesión. Sabía que era poco tiempo junto al joven, pero su repentina recuperación trajo de golpe tantas cosas que en todos sus años de vida nunca había siquiera oído que existieran.

Era solo un tipo enamorado de la primera persona que le mostró una hermosa realidad, diferente a la suya y definitivamente mejor.

Con un último movimiento, cortó unos diez o doce palos de una vez y decidió acabar por el día. Ya casi era hora de cena y nunca se perdía lo que cocinaba Johnny, el chico designado a la cocina.

Johnny, junto a su asistente Mark, eran los mejores cocineros que le habían alimentado en su vida entera. Gracias a ellos había probado cientos de platillos deliciosos y extraños que nunca pudo imaginar que existieran.

En su tiempo viviendo en la base, había notado la cantidad de labores existentes y conoció a cada persona que las realizaba. Costura, diseño de interiores, cocina, medicina, obtención de armas, negocios, obtención de mercancía, tráfico, entrenamiento. Y el líder, claramente.

Realmente le sorprendía todo lo que Jungkook había creado. Y le sorprendía aún más saber que todos respetaban, apreciaban y querían a Jeon como familia.

Jungkook había hecho eso, crear un hogar para todos.

Luego de secarse un poco de sudor y dejar la sala limpia y ordenada, finalmente tomó camino hacia el salón que tenía la función de comedor. Luego de dos semanas viviendo ahí, ya se había acostumbrado al laberinto que habían construido durante varios años. Era un gran refugio subterráneo.

Con estructura de hierro, pasillos largos, salones grandes e incluso siendo de dos pisos, aquel lugar parecía un paraíso de alegría.

Yoongi sonrió cuando finalmente su nariz percibió el delicioso olor a comida casera. Eso, junto al bullicio general en el comedor, causaron que un sentimiento cálido se asentara en su pecho. Entró sin llamar la atención y se apresuró a tomar el asiento que, con mucho cariño, Jungkook siempre guardaba para él. Justo a su lado.

—¿Fue un bien entrenamiento? —preguntó el joven como saludo. Yoongi sólo asintió, acomodándose en la mullida silla.

Frente a él ya se extendía un banquete en el centro de la mesa. Carne, vegetales, arroz y ensalada, todo para agarrar tanto como quisieran.

Luego de agradecer por la comida, todos comenzaron a engullir aquel manjar, llenando de cumplidos al cocinero.

La cena ocurrió tranquila, sin nada importante para mencionar. La comida hecha por Johnny, como siempre, estaba deliciosa y la comodidad que sentía junto a sus compañeros le hacía sentir pleno.

Fue cuando todos comenzaron a dirigirse a sus habitaciones o sus puestos de vigilancia, o bien ayudar a limpiar el desastre luego de la cena, que Yoongi se armó de valor para hablar de sus sentimientos con Jungkook.

—Hey, Jungkook —jaló la manga de su camiseta. Su voz temblorosa delató sus nervios, pero aclaró su garganta para fingir que estaba bien.

—¿Uhm? ¿Qué necesitas, Yoongi? —preguntó ladeando la cabeza con una sonrisa amable.

—Yo... Quiero hablar contigo.

El menor solo asintió y se dejó guiar por él una vez se despidió de todos los restantes dentro del salón, ambos entraron pronto a una sala de descanso que había en un pasillo cercano a las habitaciones.

—Sabes que siempre soy directo —mencionó una vez cerró la puerta del lugar detrás suyo
Jungkook asintió mientras se acomodaba en el sofá—, así que no le daré tantas vueltas al asunto. Me gustas, o eso creo.

Su voz sorpresivamente sonó firme, pero sus mejillas sonrojadas delataron su nerviosismo.

Jungkook parpadeó dos veces, pareciendo procesar la información. Aquellos ojos grises y brillantes lo observaron unos segundos más antes de comenzar a reír y asentir.

—¡Por fin lo notaste! —su sonrisa es encantadora e inigualable y definitivamente tiene a Yoongi a sus pies.

Yoongi no piensa mucho lo que dice y tampoco se ofende, porque sabe que era demasiado obvio para disimular al menos un poco sus sentimientos.

—Lo siento, ¿bien? Soy nuevo en esto de sentir —se quejó, cubriendo sus mejillas con las palmas de sus manos.

—Está bien, bobo, no hay problema —aseguró, inclinándose a besar su mejilla—. Te instruiré en temas de amor.

Yoongi lo amaba, sí, pero le daba un poco de miedo su forma de enseñar.

Y así comenzó otra larga travesía de aprendizaje.

Si todos los demás notaron los cambios en su relación (que eran demasiado obvios) decidieron no decir nada por el bien de sus cabezas, que podían volar fuera de sus cuerpos a manos de Yoongi.

Así que los besos compartidos entre el jefe y el desertor, las sonrisas, los sonrojos y las caricias eran totalmente ignorados. Cada quien tenía derecho a amar a quien quisiera.

La noche antes de la rebelión.

—Bien, así que ¿todo está ya listo? —preguntó Jungkook a su grupo más cercano. Faltaban apenas horas para el ataque y estaban corroborando que todo siguiera bajo el plan del líder.

Las armas listas, posiciones y obligaciones listas, municiones listas, entradas listas. Y, sobre todo, los clérigos atrapados en su trampa.

—Todo en su lugar —aseguró Namjoon, el principal encargado de las armas y municiones—. Ya todos tenemos al menos tres armas y una gran cantidad de municiones.

—Los grupos también ya están ordenados —siguió Mingyu—, Taehyung y yo nos encargamos de instruirlos en sus funciones respectivas. El de asalto, el de defensa y el que estará cubriendo el perímetro están listos y tienen claro su papel.

—Los grupos pequeños que son aliados tienen a los clérigos ocupados lejos del límite. En cualquier caso, probablemente nos encontremos con uno o dos clérigos camino a Libria y al menos una decena en la entrada.

—Por mi parte, el gas ya está almacenado y confirmamos que todo el mecanismo funciona a la perfección —aseguró Seokjin, el encargado del proceso de desintoxicación masiva que se llevaría a cabo en medio de la rebelión.

—Perfecto, entonces. Terminamos aquí la reunión. Descansen y preparanse, porque mañana lucharemos.

Todos gritaron una afirmación y solo la pareja-no pareja quedó en el lugar.

Jungkook caminó hasta la silla del mayor y se colocó en su regazo, ambas piernas a cada lado de su cadera y los brazos rodeando su cuello.

—¿Cómo te sientes, Yoon? —susurró cerca de su cuello, besando luego esa zona de piel descubierta.

—Emocionado y nervioso. Confío en que podremos hacer las cosas justo y como lo planeaste, así que solo espero que pronto podemos vivir en libertad —aseguró con una sonrisa, inclinándose a besarlo en los labios mientras sus manos se posaba firmemente en sus caderas.

Jungkook soltó una pequeña risita en medio del beso y continuó con la tarea de besarse por varios minutos más, en los que la efusividad con la que lo hacían aumentaba.

Jeon terminó por jadear en los labios del inexperto Yoongi, quien recibió en cambio una erección creciendo en sus pantalones.

—Debemos acabar nuestra última noche como rebeldes de la mejor forma —mencionó Jungkook cuando las manos de Yoongi tomaron su trasero con fuerza.

Ambos se besaron una vez más antes de salir de aquella sala rumbo a la habitación del líder tomados de las manos, riendo y murmurando sus propios secretos de amor.

Esa noche, al mismo tiempo en que se despedían de su vida como rebeldes, consumaban su amor entre sábanas; aquella gran prueba de lo que ganaron al ir en contra del gobierno. Soñando que pudiesen seguir viviendo así de forma libre.

La mañana llegó inuasualmente temprano. Todos se ducharon con un orden y coordinación admirable, y en una hora y media, sorprendentemente estaban ya todos preparados.

Los encargados de las municiones y armamento comenzaron a entregar a todos lo que les correspondía, manteniendo el orden ante todo mientras se movían de forma diligente.

Yoongi y Jungkook se ayudaron mutuamente a colocar todas las armas y municiones alrededor de sus cuerpos en silencio.

Fue a las 6:45 que llamaron a reunión, todos acomodándose al mismo tiempo en sus lugares respectivos.

Yoongi estaba al lado de Jungkook, ambos se tomaban las manos de pie en el pequeño escenario improvisado de la sala de reuniones generales. Junto a ellos estaban los capitanes y vice-capitanes de las divisiones.

Jungkook observó a todos los presentes con una sonrisa llena de orgullo. Sabía que estaban listos.

Cómo líder, sólo debía darles el último empujón.

—Espero que todos los aquí reunidos estén dispuestos a dar su vida por Libria —dijo Jungkook, de pie frente a la multitud de rebeldes frente suyo.

Vestían ambos completamente de negro, igual que la gran mayoría de rebeldes. Todos estaban debidamente armados e incluso tenían trozos de tela de colores como indicativo de a qué escuadrón pertenecían.

Jungkook sonrió de lado cuando escuchó el de toda su gente.

—Entonces alcen sus armas y corramos a la lucha, ¡POR LIBRIA!

—¡POR LIBRIA!

Gritaron todos, quienes luego rápidamente montaron grandes camionetas y autobuses de forma ordenada y sincronizada, como si lo hubiesen estado practicando durante mucho tiempo.

Algunos iban en Jeeps, disparando con intención de detener a cualquier clérigo que se les cruzara en el camino.

Jungkook iba a la cabeza en uno de los Jeep, junto a algunos de sus hombres y Yoongi.

Por algún motivo, a Yoongi no le molestó disparar a sus antiguos compañeros, quizá porque nunca creó un lazo emocional con ellos.

—Lo lograremos, Yoongi —murmuró Jungkook, que tomaba su mano con fuerza para darse un poco del apoyo emocional necesario.

Yoongi sentía que conocía demasiado bien a Jungkook, por lo que sabía, sin lugar a dudas, que el menor estaba asustado.

El miedo de fallar en la misión, de decepcionar a tu gente, siempre era demasiado grande para ser soportable.

Pero él estaba allí para apoyarlo en todo lo que necesitara.

El desfile hacia la ciudad fue rápido y corto, con uno que otro disparo a algunos vigilantes de la carretera, hasta que finalmente llegaron a la capital.

Rodearon las entradas con sus autos y a pasos rápidos y ordenados bajaron todos, apresurándose a adentrarse por completo en el lugar.

Los gritos de los ciudadanos no se hicieron esperar una vez los disparos comenzaron. Quienes abrieron fuego fueron los soldados restantes del Grammaton.

—¡No retrocedan y no lastimen a los ciudadanos! —gritó Jungkook mientras avanzaba con Yoongi protegiendo su espalda—. ¡Recuperaremos Libria a como dé lugar!

En ese momento, los ojos de Yoongi brillaron en admiración pura. Jungkook tomó al mismo tiempo las dos armas de su cadera y comenzó a disparar. No lo hacía con intenciones de matar, sino que de detener el inminente ataque de los clérigos.

Por otro lado, Yoongi notó un atisbo de sorpresa en los ojos de los que antes fueron sus subordinados y ahora eran sus enemigos.

Pero eso no lo detuvo de pelear. Su deber ahí era abrirse paso a sí mismo y a Jungkook hasta la oficina de Padre.

Ambos avanzaban poco a poco, observando a su alrededor como varios de los rebeldes mantenían a salvo a los ciudadanos mientras el equipo de Seokjin instalaba los tanques del suero gaseoso que se habían diseñado.

Una vez notaron que la entrada estaba a unos dos metros, ambos se apresuraron a llegar ahí, sus compañeros cubriéndolos mientras entraban en aquel edificio casi sagrado para los habitantes de Libria, dejando fuera de la pelea a todo aquel que se interpusiera en su camino.

Subieron varios pisos juntos, Jungkook siguiendo al mayor que conocía aquel lugar como la palma de su mano. No era difícil para ellos vencer a los pocos vigilantes que ahí había.

Cuando llegaron al piso que buscaban, Jungkook sonrió y lo abrazó por el cuello con uno de sus brazos.

—Vamos, Yoongi. Es momento de la verdad —con un beso en los labios, ambos se separaron. Jungkook se dirigió a la cabina desde la que se transmitían los mensajes de Padre y Yoongi fue a ver al Secretario.

Subió un piso más a través del ascensor, su arma eleveda para evadir un ataque sorpresa por parte de la seguridad de secretario.

Cuando se detuvo y las puertas abrieron, sus pasos rechinaron contra el suelo brillante. Disparó a los dos tipos que aseguraban la zona y sonrió con cinismo cuando reconoció al secretario, quien le sonrió de vuelta.

—Así que no moriste —fue lo primero que Yoongi escuchó al entrar al lugar. La risa arrogante y llena de desprecio por parte del desertor no se hizo esperar.

—No soy tan débil. Y ya no soy estúpido tampoco —aseguró, caminando hacia él y apuntando el revólver justo a su frente.

Había confirmado la teoría que Jungkook y él tenían desde hace varias semanas.

—¿Oh? ¿A qué se refiere, Señor Min?

—Tú eres Padre, ¿no, imbécil? —farfulló, quitando el seguro del arma. El hombre sólo comenzó a reír a carcajada limpia. Yoongi recibió la confirmación de Jungkook a través de su oído. Todo estaba montado y listo para ser llevado a cabo.

La confirmación de Seokjin le dio la pauta para seguir adelante.

—¿Y qué si lo soy?

—Controlaste a la gente por años con tu estúpido Prozium. Nos sometiste; eres un maldito dictador.

Yoongi escuchó otra confirmación. La gente se estaba desintoxicando con rapidez, su consciencia aumentando a medida que veían por las pantallas de la ciudad la transmisión de lo que ocurría en la oficina del secretario de Padre.

En la oficina de Padre.

—Nos drogaste con esa supuesta medicina. Nos hiciste creer que esa era la salvación y nos mantuviste esclavos de tus deseos de poder. Eres la peor escoria del mundo.

Escupió con desprecio, recordando cuanta gente murió por esa causa egoísta. Cuanto había perdido tanta gente por culpa de una mentira tan espantosa.

No soportaba el nivel de desprecio, odio que sentía hacia ese hombre frente a él, quien sólo reía y sonreía, como si no le remordiera nada.

—Hasta aquí llegó tu teatro. Espero te pudras en el infierno.

Y sin pensarlo mucho más, sabiendo que la información dicha sería suficiente cuando la semilla de la duda ya estaba sembrada en los ciudadanos desde hace mucho tiempo, finalmente jaló el gatillo.

Y el cuerpo del hombre cayó hacia atrás, perdiendo la vida al instante.

Esa era el último asesinato que cometería y que lo haría sentir tan satisfecho.

Yoongi observó a su alrededor mientras guardaba el arma en su funda, sonriendo cuando divisó a Jungkook acercándose a él con una expresión orgullosa.

—¡Lo lograste! —felicitó el joven, abrazándolo por unos instantes.

La adrenalina recorriendo el cuerpo de ambos los tenía temblando, por lo que no pudieron hacer más que sonreír y reír con una expresión entre nerviosa y ansiosa.

Ambos caminaron hacia la ventana que daba al frente del edificio tomados de las manos, rompiéndola para que los vieran y escucharan.

Se pararon en el marco de esta, observando hacia abajo. Yoongi abrazó con un brazo la cintura de Jungkook, pegándolo a su cuerpo. Lágrimas de felicidad recorriendo las mejillas de ambos, viendo como sus sueños habían sido cumplidos.

—¡FINALMENTE SOMOS LIBRES! —gritó Yoongi, alzando su puño. Los gritos de júbilo de todos los rebeldes no se hicieron esperar.

La pareja se besó en medio de los vítores, alguno que otro disparo de regocijo y la creciente esperanza en sus pechos de un futuro mejor.

Era un nuevo comienzo para Libria.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro