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Creo que estoy loco. He llegado a plantearme esa idea unas mil veces. Tengo la necesidad de ver a través mío y encerrar mis características hasta creer que me conozco, es por eso que me he dado cuenta de la locura que me consume.

     Soy un maldito loco que no hace caso a nadie, un idiota que dice ver por su felicidad cuando, al contrario, solo me encierro en la realidad estúpida que deseo ver.

     Como dijo JungKook, mi cabeza está tan necesitada de una reconciliación imposible, que me gusta pensar e imaginar que todo está yendo a mi favor... ¿Pero es en realidad así?

     —Nunca comes nada —escucho que dice él enfrente de mí—. Sigue siendo molesto.

     He estado observándome en el espejo que está a unos metros de nosotros. Miro especialmente mi cabello café prolijo, mi ropaje escogido con cuidado, mis mejillas teñidas en un rojo profundo y mis ojos sintiéndose cansados como siempre. Sin embargo, la voz del castaño me lleva a dejar caer mis orbes en él y prestarle atención.

     Min YoonGi está enfrente mío, sentado mientras observa el menú del lugar. No sé por qué está complicándose tanto. He salido las suficientes veces con él como para saber lo que quiere: un café helado.

     —No tengo hambre.

     —Seguro.

     —¿Para qué querías verme? —pregunto incómodo, acercándome un poco a él—. Tenía planes con JungKook hoy.

     YoonGi es un chico de piel brillosa e hidratada, ojos pequeños, capaces de reflejar  sus emociones por más mínimas que fuesen. Tiene un cabello bonito de color castaño oscuro, que a veces peina; a veces solo lo mantiene recogido detrás de sus orejas o volando, despeinado, con el aire que pase por el lugar.

     No nos parecemos mucho. Creo que él y yo estamos de un extremo al otro, somos completamente diferentes. Tenemos pensamientos, ideas y emociones tan distantes de las del otro, que resulta difícil llevarnos bien. Él es mi opuesto, es todo eso que me gustaría tener, pero no puedo simplemente tomarlo con mis manos por mis emociones, por mis sentimientos.

     ¿Cómo puedo decir esto? Estoy loco.

     Quiero decirlo sin sentirme hundido y como un idiota egoísta que piensa en sí mismo. Hay demasiado en mi alma para cargarla con más culpa, hay demasiado en mi cabeza como para ser racional.

     Amo tanto, y odio en misma cantidad, que mi corazón arde como si estuviera quemándose en una hoguera verde de sentimientos encontrados.

     YoonGi es tan bueno que es malo. YoonGi es un ángel del cielo y un demonio del infierno; es algo incomparable. Y yo no quiero tenerlo en mis manos.

     Pero a la vez sí.

     Min YoonGi es como el dulce que siempre escoges en una tienda, aunque otro esté llamando tu atención y tentándote a dejarlo de lado.

     —¿Por qué no me sorprende? —Suena desinteresado—. Últimamente te ves de nuevo con él, ¿no?

     No puedo decidir entre el bien y el mal, ¿por qué? Ambos son igual de tentativos. Me parecen tan similares entre sí, ya que dan la ilusión de brindarte la felicidad en un chasquido, en un abrir y cerrar de ojos. Pero tanto el bien como el mal tienen sus pros y sus contras.

     El pelicafé baja el menú, haciendo de sus manos un puño. No hago más que mirarlo incrédulo, recargándome en la silla y cruzando los brazos con resignación.

     YoonGi tiene un complejo de superioridad tal, que intenta sobrepasarme con métodos ortodoxos de psicología inversa. Me hace creer que está a mis pies.

     Si tan solo yo pudiera traerlo a mis brazos a mi gusto cuando la magia desaparezca de mi plan. Ojalá pueda regresarlo a mí incluso, después de usarlo con el tema de los celos, ojalá pueda tomarlo en mis brazos a mi gusto.

     Si tan solo pudiera hacerlo...

     Pero, sinceramente, como dijo JungKook, supongo que la cosa no estaba funcionando a mi gusto.

     —Sí... Bastante —respondo.

     —Ya veo. No me inspira confianza.

     —¿Y quién sí? Creo que eso no tiene qué importarte, ¿o sí?

     Él fija sus ojos en los míos, moviendo impaciente la mano y negando después para palmear la mesa, sin resentimiento demostrado con sus palabras. No obstante, lo conozco lo suficiente para saber que en sus ojos se refleja un tipo de tristeza desconocida. Algo que nunca he visto en él, un paso más allá de la realidad. Por un segundo creo que mis ojos me engañan, me siento completamente anonadado y un tanto culpable por sus ojos molestos conmigo, con la vida.

     Sé que tiene miedo, porque sabe lo que hago con él, con toda seguridad, o al menos se hace una idea de los juegos sucios, de la forma en la que adoro hacer sufrir a otro.

     Pero yo sé que eso, simplemente, es un obstáculo que tengo enfrente.

     Al momento exacto, comprendo que mi culpa es algo que eventualmente debería superar si quiero cumplir mis objetivos. No me puedo permitir ser igual de débil que antes, ni derramar ni una sola lagrima, ni doblegarme ante la emocionalidad de unos ojos cautivadores que me hacen tambalear en mis propias convicciones.

     —Supongo que no... Pero lo hace.

     —Divertido —suelto, rodando los ojos—. ¿Quién te crees que eres?

     Pero de esos ojos furiosos, de ese dolor y esas acciones seguras que suelen caracterizarlo, no hay rastro alguno. YoonGi parece perdido en su propio mundo, tal vez pensando en su suerte y su fortuna. Casi estoy seguro que reflexiona el "estar" conmigo a sus adentros, sabe que está actuando erróneamente y que hizo mal al verme como un objetivo principal.

     Y mientras tanto, yo sufro también. Mi culpa es más grande que el recuerdo de lo que pasó, el dolor de mi corazón hace que mis acciones se vuelvan directas y duras. Tengo prohibido moverme y dejar ver aquella personalidad frágil, frágil como una hoja que cae por el cielo cuando comienza a llorar.

     Dar celos es la acción más infantil que he hecho. Caí en el estúpido juego de desear algo que difícilmente puedo tener, he involucrado a dos personas que podrían resultar en ser importantes en mi vida. Ellos son parte de mí y los llevo conmigo hasta el fin del mundo, por diferentes razones claro.

     Pero, ¿eso me detuvo? ¿Me detendrá? No. Porque yo solo sé que anhelo una cosa más que nada, yo solo sé que mi mente estará en paz hasta lograrlo y sé que amaré mil veces más, pero no de la misma manera y, por consecuente, solo por eso no me puedo permitir perder al amor de mi vida.

     —¿Quién me creo que soy? —pregunta de vuelta, juntando sus manos—. Lo mismo que siempre he sido, y siempre seré.

     —Puedo verlo en tus ojos, esa clase de dolor inútil.

     —¿Y ni así te detienes?

     Él me sonrie, como no lo hizo durante tanto tiempo... Con tristeza y felicidad.

     Me siento más culpable... Quiero hasta detenerme y decirle que el juego se detendría, que dejaría de utilizarlo para mi satisfacción, que su corazón es importante y tiene que mantenerse completo por más que yo desee algo por capricho.

      No lo hago. De hecho, creo que después de un segundo de mi arrepentimiento y culpa... Me vuelvo más determinado.

     —¿Por qué habría de hacerlo? —cuestiono gracioso—. ¿No te dije que sería así? Desde un inicio dejé las cosas claras.

     —No te tomé en serio.

     —¿Y qué tal ahora?

     —Me cuesta creerlo.

     —Pues estoy a un paso diminuto. Y no puedes retractarte de tus palabras, ¿me oyes? Parece que soy el malo —le digo.

     No sé cómo puedo soportar eso.

     Mi corazón se hace pequeño en mi pecho.

     Un pelinegro azota mis pensamientos, como si fuese su hogar, como si mi cabeza fuese el lugar donde él yace, descansa y subsiste. Eso hace que me duela el corazón, como nadie tiene idea.

     Después, los ojos de YoonGi que me observan, golpean mi alma, haciéndome sentir pequeño y frágil.

     No puedo escapar de la forma en la que amo, de la forma en la que odio y la forma en la que busco venganza.

     Si te digo que todo eso, al final, resultará de alguna forma en mi felicidad, ¿qué pensarías?

     Si yo hablo de la venganza, y automáticamente, siento la felicidad aproximarse, ¿qué dirías?

     No pienso correctamente, ni tengo educación emocional. Tal vez soy una persona  mala, tal vez he esperado tanto tiempo por alguien que me cuesta soltarlo; o tal vez amo algo que no debo de amar... Y ese es el porqué busco con tanta desesperación mi felicidad, incluso si eso implica herir hasta la raíz a otros.

     —No hay malos aquí.

     Me gustaría pensar que intenta hacerme sentir menos culpable por mis acciones.

     Yo sé que no es así.

     Sé que su comentario es un compromiso introspectivo, sé que ese "No hay malos aquí" pretende sacarme de los errores que he estado cometiendo, y sacarlo de la misma manera de su estupidez e inocencia.

     —¿Ah, no?

     —No me retracto de lo que dije —admite, echándose hacia atrás—. Pero tampoco te diré que me agrada verte con él.

     —Es increíble que sean exactamente lo mismo, ¿no? Y que al final, me quedaré con él sin importar nada.

     Eso es una mentira.

     Ellos dos son polos opuestos, totalmente.

     Y si tuviera que elegir a uno...

     Pues...

    Mmm... Si tan solo tuviera esa oportunidad.

    Si tan solo el corazón funcionara a conveniencia, y no individualmente. Si tan solo fuese capaz de manejarlo a mi gusto y no se agitara tanto que me hace moverme de mi lugar nervioso.

     YoonGi me dedica una última mirada. He olvidado qué es lo que quiere conmigo y por qué me ha citado en un estúpido lugar, al que no quería ir con él. Se pone de pie, dejando caer suavemente las manos en la mesa.

     —No te atrevas a compararme con ese idiota.

     JungKook es como el sonido de un mosquito en el oído. Tiene el mismo efecto en mi mente: siempre me molesta dentro de ella. Si no es con el recuerdo de sus ojos, es con sus frases estúpidas o sus acciones que me hacen sentir protegido. En ese momento, puedo visualizar a JungKook adentrarse en mi cabeza y salir de ella al mismo tiempo, abrazándome por detrás y dándome una clase de fuerza desconocida.

     Odio a JungKook, porque no me deja avanzar a lo que deseo.

     Y también lo quiero.

     También detesto a YoonGi por verme con esos ojos molestos que, él claro que entiende, son mis menos preferidos. Y también...

     — ¿Por qué no? —me rio, aunque no debo hacerlo—. Te lo dije desde un inicio, ¿no? Él es la meta. JungKook es todo lo que no eres.

     Nada podrá distraerme de mi objetivo. Ni ruegos, ni ojos de cachorro abandonado. Lo tendré de nuevo en mis brazos. Cueste lo que cueste.
    

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