c.d
Jeon JungKook es lo que necesito para respirar, es mi mejor amigo, mi todo y mi nada.
Él es lo que siempre he querido y lo que quiero tener.
No hay nadie que me comprenda como él lo hace; eso lo siento en mi corazón al verlo. Incluso cuando no me llevo bien con él, cuando soy una persona de papel que se tambalea ante el aire del desastre en el que estamos involucrados, yo sé que el estará ahí enfrente mío, odiándome o no, queriéndome o no, haciéndome daño o no.
Pero ahí.
Estará para brindarme su mano, desde lo alto, con su altanera mirada que parece deshacerse con mis palabras y acciones difíciles.
JungKook me tiene en jaque. Quiero saber por qué. En serio me resulta un enigma, y lo peor es que no puedo comprenderme a mí mismo, porque los sentimientos están revueltos en mi cabeza.
El pelinegro rasca su nuca, sentándose en el borde de la cama. Me es posible distinguir su espalda remarcada, ancha y bonita, que tiene lunares por todos lados. Él se remueve por la habitación con sus pantalones holgados, con su cabello hecho un desastre y sus ojos ligeramente cerrados a causa de la luz que entra por la ventana. No sé cómo he llegado ahí en medio de la noche, pero no me agrada estar a su lado cuando me siento tan complicado por dentro.
Él nota mi expresión confusa, tanto así que después de mirarme por un segundo desde el clóset, rueda los ojos.
—Ni siquiera vayas a preguntarme —anuncia, con un tono enojado—. Yo abrí la puerta y te dejé pasar.
Recuerdo al instante el suceso de la otra noche. Por alguna razón tengo ganas de llorar y es suficiente sus ojos negros sobre mí para obligarme a desviar la mirada de él. Decido distraerme con la ventana, sintiéndome mareado por lo que he vivido, por el dolor de mi corazón que me agudiza los sentidos y me hace un poco más frágil que de costumbre. No tengo ganas de discutir, ni de pelear con el chico que claramente se lo ve incómodo conmigo.
"Nada bueno en la vida perdura". Eso es lo que él una vez me dijo, ¿y cómo no? Después de todo ese daño, después de miles de palabras hirientes y una noche solitaria, ¿cómo puedo ser tan idiota como para creer que las cosas buenas duran? Solo me queda el recuerdo de lo que no fue, vivo lo que podría ser y lo que será.
—Pues no estoy de acuerdo con eso —habla de nuevo JungKook, poniéndose una camisa—. Estoy harto de tus estupideces.
"Harto".
No entiendo cómo puede decirme eso. Yo soy el único que debe estar harto, harto de sufrir y de caer en mis propias trampas.
Supongo que eso jamás lo podría entender él. Por sobretodos, él.
—Y eso a ti qué. Lo que haga o deje de hacer, ¿es tu maldito problema?
—Claro que es mi "maldito" problema —responde, mientras sus dedos se alzan javienf comillas. Él da vueltas por el lugar—. Y lo es más cuando viene alguien a dejarte a las 12:00 de la madrugada, borracho y llorando. No sé qué demonios tienes en la cabeza.
—Entonces simplemente no me dejes entrar.
JungKook es como el dulce que ves en una tienda. A veces deseas tenerlo, por más que te haga mal, por más que tengas a tu dulce preferido.
Me sucede eso. Como dije, JungKook es algo que quiero, algo que de alguna manera me hace falta.
Quizá me hace falta en mi vida, quizá me hace falta como mi pareja establecida. Tal vez solo busco rellenar un espacio muy grande de todos mis traumas... Quizás estoy loco y no tengo noción de mis emociones. No lo sé. Dejé de pensar en eso cuando me puse la única y especial meta de ver lágrimas caer, devolver el sufrimiento que derritió mi alma y sentirme culpable por devolver aquello que yo sufrí tanto.
El chico me mira recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados, negando a la vez con la cabeza. JungKook hace rebotar su cabello a causa del movimiento. Sus ojos, esos ojos que tanto me recuerdan a mi vida, me observan con enojo y tristeza.
Ah, JungKook... Es que eres tan... Tú... Tan tú que me causas coraje.
—Tu estúpido plan —dice él, aún más enojado que antes—, no te está funcionando.
—¿En serio? —Me he quitado el tono triste de encima así que le hablo con cinismo—. Me parece que está funcionando de maravilla.
—Pues creo que no te está funcionando con la persona correcta, ¿o sí? —burla.
—¿No debería ser esa tu pregunta, Kook?
Cuando él se pone en un modo que no me agrada, tiendo a hacer lo mismo. Me encanta JungKook. Adoro a JungKook. Sin embargo, a veces cree que es superior a mí, a mis emociones, a nuestra relación.
Es tedioso verlo reclamar por cualquier mínima cosa, cuando... ¿Qué somos? Exactamente: nada.
Mi "mierda de plan" de causar celos es el único método restante en mi extensa lista. ¿Y qué si él estaba al pendiente de todo? ¿Y qué si regreso lloriqueando? ¿Y qué si me duele el corazón mientras grito su nombre y vengo con un "desconocido"? Si al final de la historia, todo resultará como lo deseo, entonces mi dolor habrá valido la pena.
No me importa si él sabe que yo hago lo que quiero con YoonGi, o con quien sea, mientras funcione. Poco me interesa si JungKook se siente mal, como una basura, si se siente jugueteado y mal usado; al final de cuentas cumpliré mi propósito a toda costa.
Soy tan egoísta que me alimento del dolor que sufren los demás, soy tan egocéntrico que no soporto a nadie más que a mí, y no perdono a nadie más que a mí.
Y nadie va a detener eso.
Si mi plan se basa en utilizar a alguien para regresar con mi ex novio, eso haré. Y si en mi plan está llorar por mi ex novio, sin importar que él me oiga hacerlo, entonces también lo haré.
—¿Sabes? Realmente quiero entenderte —Suelta, rebuscando en sus cajones—. No sé qué es lo que estás esperando. ¿Quieres una disculpa? ¿Una plegaria? ¿Rodillas al suelo y palmas juntas? Lo que sea que esperes... Creo que no llegará.
El comentario me causa un poco de exasperación. ¿Está, a caso, retándome?
—Claro que llegará —exclamo ofendido y enojado. Me siento en la cama con el torso al descubierto—. Escucha bien, no sólo será una lágrima, serán decenas... Cientos de ellas... Será el dolor que yo...
Llevé mi mano hasta el pecho del chico, quien comenzaba a respirar profundamente. Esos ojos que tanto digo que quiero están enrojecidos, y no logro entender bien por qué. ¿Por celos? ¿Por enojo? ¿Por rabia? JungKook es una hoja en blanco cuando hablamos de este tema en específico.
—Será el dolor que yo sentí aquí en mi corazón —continúo, toqueteando su pecho con mi dedo índice—. Serán las lágrimas que lloré y el ruego que di... Merezco más, mucho más.
Sin embargo, JungKook se ríe en mi cara. Él es tan cruel como siempre, tan extraño y cínico como lo es cuando está enojado. Es eso que conocí y que me niego a soltar porque temo que, estos sentimientos, sean más fuertes que los anteriores.
El menor suspira, pasando la mano por toda su cara en un signo de frustración. Yo estoy incrédulo, a unos pasos de él, mirando su rostro compuesto en gracia y enojo. Por fin JungKook me observa, tomando mis hombros con fuerza.
Las palabras que salen de su boca son más fuertes que sus propios orbes manipuladores.
—¿Y cuánto tiempo crees que pasará hasta eso? —Alza la voz, pero no llega a gritarme—. ¿Un mes? ¿Dos? ¿Que te parecen estos seis meses de esfuerzo al caño? ¿A quién más piensas utilizar? ¿Otro estúpido chico? ¿Será una chica? ¿Un amigo?
—Eres un idiota. —Pero más tengo ganas de decirle que es solo un poco iluso.
—El único idiota aquí, eres tú. Crees que es así de fácil, ¿causar celos y volver a ti? Por Dios, no me hagas reír.
—¿Yo? ¿Idiota? Deberías verte en este instante. ¿Quién crees que luce más mediocre?
JungKook abre la boca en un intento de responderme, pero la cierra de inmediato. Sus palabras quedan guardadas en el ambiente mañanero que nos tiene de mal humor. Al menos es lo que quiero pensar. La verdad es que el problema va mucho más allá de una noche de borrachera gritando un nombre y llorando por él. La cosa va de nuestro tiempo desperdiciado, de nuestros meses en una constante carrera detrás del otro como si fuese un juego... Va de él, de YoonGi y de mí, de cómo estamos relacionados sin quererlo.
El menor da un paso hacia atrás, alejándose de mí y soltando mis hombros. Se dispone a dejar de discutir, pero ya que tengo cuerda, se me es imposible dar por terminada la conversación.
—De nosotros dos, tú serás el más hundido.
—A mí ni siquiera me importa —le resta importancia.
—Acabas de hacer un maldito show.
—¿Por qué no mejor regresas a llorar? Ve a llorar con YoonGi, cuéntale la clase de cosas que te agrada decir.
—¿Qué? ¿Es eso que oigo celos?
Él me mira, tomando sus cosas de la repisa y agarrando su chaqueta. Está claramente enojado, y puedo notarlo por la vena de su cuello que sobresale cuando la presión arterial está a punto de colapsarlo. Kook me sonríe, alzando su ceja y riéndose falso ante mí propuesta.
—¿Míos? —pregunta burlón—. Claro. Míos, siempre.
—Quisiera decir que me siento mal por ti...
—¿Tú? No podrías. Eres tan egoísta que no te detienes ni un segundo a pensar en los demás.
—¿Y quién te crees tú para decirme eso? Eres igual de egoísta que yo.
—¿Eso crees?
Me duele el pecho. Puede parecer que no, pero discutir con él es un martirio. Me resulta en una clase nueva de incomodidad que siento hasta en mi garganta, cada vez es más difícil pensar en respuestas que sean útiles y poco hirientes.
No quiero lastimarlo en serio.
Sé que digo que no me importa, pero en parte lo hace. Aunque sigo sin comprenderlo del todo. No comprendo sus estupideces de comentarios y la forma en la que me mira hablando de sus sentimientos. Es como un libro que no quiero abrir aunque esté técnicamente abierto; JungKook es extraño, al grado de querer descifrarlo y no poder hacerlo.
—¿Cómo no voy a creer eso?
JungKook me avienta una camisa grande, holgada. Mi favorita. Con sus ojos furiosos sobre mí, sale de la casa, mirándome por detrás de la puerta entreabierta.
—Solo mira dónde estás y con quién. Después me dices si yo soy el idiota egoísta en esta relación.
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