c.c
Mi relación fue un desastre, y hasta la fecha sigue siéndolo. No puedo recordar el momento exacto en el que todo se fue al caño, y mucho menos las palabras indicadas con las que mi corazón se rompió.
Pero de algo sí estoy seguro: dolió como el demonio.
Hablo de un dolor insoportable que viajó por mi anatomía. Mis deseos por ser deseado no fueron más que una distracción, que finalmente terminaron por destrozarme hasta el fondo. Actúe como un idiota. ¿De qué le sirvió tenerme a sus pies? ¿De qué le sirvió alimentar mis ilusiones? Me hizo analizar mi cuerpo, mi actitud, mi mentalidad. Todo solo para verificar mi dignidad ante él. Creí que era suficiente... Pero no. Lo dejó muy claro, "No eres suficiente para mí, necesito más".
Jamás pude comprender qué era eso que necesitaba, ¿qué fue eso que yo no tenía? ¿Qué fue eso que yo no pude darle? ¿Amor? ¿Belleza? ¿Comprensión? Sigo sin entender. Tal vez jamás lo logré porque soy tan ciego que me creo lo mejor, o tal vez porque nunca hubo algo que yo no pudiera darle.
Si le di mi corazón, mi alma y mis pensamientos, ¿cómo podría él decir que soy insuficiente?
No soy débil, ni manipulable, ni demasiado frío o cálido. Estoy en el punto medio exacto. Yo sé que él lo sabía... Y eso es lo que me tiene de pie para hacerlo caer nuevamente, porque yo soy su todo y su nada. Porque, incluso cuando dijo que era insuficiente, me sigue buscando cada día para verme, porque me deja quedar con él si se lo pido a lloriqueos, porque soy suyo y él mío.
Pero, por el momento, mientras camino al lado de YoonGi, el pelinegro se entromete en mis preciadas reflexiones. Pienso en JungKook y en su rostro, y en su poca comprensión... en su idiotez.
—Este tema no tendrá un fin.
—Sigo preguntándome por qué pides hablar conmigo y jamás llegas a una conclusión —le digo enojado, caminando a unos metros suyos.
Me sorprende que él se mantenga tan tranquilo a mi lado, cuando suele ser ansioso e insaciable. Como de costumbre, el tipo tiene las manos en las bolsas, con sus ojos hechos en una expresión compleja que no se puede interpretar. Sé una cosa: YoonGi está enojado, resentido. Él actúa de esa manera cuando algo lo está molestando, al grado de hacerlo sentir nervios por todo su cuerpo.
—Me enferma verte con él, es todo.
—¿Sigues con eso? Creo que no lo has entendido, YoonGi —digo rápido, en modo reflejo—. JungKook es alguien importante para mí, ahora más que nunca.
El chico se detiene, me hace detener también.
Me cuesta creer la situación, incluso cuando soy yo el envuelto entre ellos dos. La cabeza la tengo en blanco, mis pensamientos congelados y la respiración intento, constantemente, mantenerla en un bajo sonido que no moleste a nadie.
Por mi mente se cruzan mis amigos, esos que siempre me apoyan a pesar de todo: pienso en HoSeok quién siempre me aconseja alejarme; piendo en Nam, quien intenta animarme para no verme triste.
Es gracioso cómo ciertas personas buscan tu felicidad, pero tú crees que el camino correcto es otro, así que te inclinas por tus anhelos.
Cuando me di cuenta que mi vida era un fiasco, lloré por noches abrazado a una almohada. Estar con el corazón roto es similar a no respirar correctamente; tu pecho se siente vacío, tu cabeza duele y tus ojos se cansan pero jamás pueden cerrarse. Intentas dormir, comer, bailar, intentas ver el celular o la televisión; sin embargo, en tu cabeza lo único que se repite constantemente es el causante de tu dolor. También puedo compararlo con tocar el agua helada en un día de frío, tus dedos se sienten extraños y eso recorre tu cuerpo, descontrolando tu percepción, el miedo crece aunque sabes que todo está perdido de por sí, puesto que el frío jamás se irá.
Amar duele.
Amar duele y no es cómo siempre leí que iba a ser.
Amar duele al grado de desfigurar tu rostro en una pintura hermosa que es digna de ver, pero que cala hasta tu hueso y te hace sentir horrible.
Amar es tan doloroso si no sabes a quién amas, es peligroso si te metes en terreno desconocido con la esperanza de ser feliz.
Amarlo duele, y duele tanto, que mi egoísmo crece para superarlo, pero también para regresarlo a mi lado.
—¡YoonGi!
Veo a un rubio acercarse con pasos largos hasta donde estamos. Él es, técnicamente, perfecto. Tiene una linda cabellera que cae por su frente, labios preciosos y un rostro angelical.
No es lo que más preocupa. De hecho, lo que me hace tambalear entre risa y cinismo es el alma pura que se desprende del rubio. Parece... Como alguien que dará alegría en vez de un mar de decepciones.
Completamente distinto a mí. Yo soy la luz opaca, él es la briosa.
—Jimin, ahora voy —dice él, mirándolo desde su lugar. El chico se acerca, colgándose de sus brazos—. Aguarda, estoy un poco ocupado.
—Perdón, perdón, me iré ahora. Nos vemos al ratito.
No debería importarme, y sin embargo lo hace. Es mi fortaleza inquebrantable la que me mantiene con una expresión neutra, en espera de irme después de dar unas cuántas palabras estúpidas que me dejarían como un hombre sereno, que no pasa las noches gastando su sueño por recuerdos inútiles.
Pero... Después de sentime como una mierda, me atrevo a preguntarme, ¿qué derecho tengo yo?
Así como discuto y reclamo con JungKook por entrometerse donde no le llaman, hago exactamente lo mismo con YoonGi y, solo cuando yo me siento quemar por dentro, es cuando imito sus acciones. Son los actos que el sufrimiento causa, ir en contra de tus propios méritos.
—Creo que podemos terminar la conversación ahora —le digo cuando el otro rubio se ha ido—. Volver a vernos cuando sea necesario, y ya.
—¿Qué con ese tono? —cuestiona intranquilo—. ¿Hice algo mal?
Ah... Si tan solo fuese frágil por fuera.
Me gustaría poder transmitir lo que mi corazón siente en mis expresiones y en mis ojos, así como lo hace YoonGi al hablar conmigo.
Quizá si no me pasara la mitad del día intentando armar una fachada perfecta para pretender ser fuerte, las personas tomarían más en serio mi lado inestable.
Cuando delante de todos eres ese que se mantiene al pie del vacío con seguridad, cuando eres el que recibe los golpes y no suelta una sola lagrima, ya nadie toma en serio tu tristeza y el cambio en tus ojos. Entonces eres, automáticamente, alguien sin sentimientos.
Si tan solo se tomaran el tiempo de apreciar lo que hay dentro mío, quizá mi corazón no se sentiría tan falto de venganza... Entonces no estaría de pie, aquí, con las emociones en la garganta y una expresión de odio.
Realmente no quiero depender de nadie, ni usarlo para celos y venganzas mal hechas. Y aunque he intentado unas cuantas veces salir del ciclo sin fin que parece alargarse cada día más, al final me adhiero a lo que mi dolor se inclina.
Soy un desastre. Siempre lo he sido. Quizá la razón por la que mi relación fracasó es porque realmente no valgo la pena. Tal vez la razón detrás de un engaño, fue mi manera tan particular de ser. ¿Soy bueno? ¿Soy bueno al menos para mí mismo? ¿O solo me miento porque detestaría odiarme y echarme la culpa a mí mismo?
Doy unos cuantos pasos hasta el chico que me observa burlón, mirándolo hacia arriba como si yo quisiera hacerle una pregunta.
—¿Qué podrías haber hecho?
—No luces muy satisfecho.
—Que no te aflija ni rostro. Yo ya te dije por quién estoy realmente interesado.
Me considero una persona decidida.
Pero YoonGi lo es aún más.
He estado evitando este tipo de cercanía que solo logra confundirme más, juro que he ahogado pensamientos en un lago para no verme más hundido en la emoción que me envuelve paulatinamente. A YoonGi poco le importa, pues sin preguntarme, toma mi mandíbula entre sus manos y planta un beso en mí.
Es un beso lleno de algo que me es difícil describir. No sé si me agrada o desagrada. No sé si mi corazón está intentando latir por eso, o si se acelera con el propósito de decirme que me tengo que alejar como si fuese una situación de peligro.
Cuando él se separa de mí, no sé hacer más que quedarme perplejo con mis orbes encima suyo, recorriendo su rostro con duda. Él baja sus brazos, palmeando sus costados y respirando intranquilo.
—Ya me harté.
Eso es lo último que escucho de él, pues me niego a dejarme envolver en palabras. Conozco esa clase de trucos, más cuando los uso a mi gusto y disgusto; es tan sencillo hacerme caer.
Cual idiota, comienzo a moverme con el viento pegando en mis mejillas.
Camino sin rumbo, por la Universidad mientras mis pensamientos distraídos, no hallan a la persona que estoy buscando. Mi refugio, y mi todo; mi salvación y mi perdición. El único culpable del revoloteo en mi estómago, cuando mis decisiones resultan en ser erróneas. La ayuda y el desinterés que poseo en esta mierda de vida. Y cuando lo encuentro, me es imposible deshacer una a una mis ilusiones. JungKook está a unos metros de mí, con una chica entre sus brazos, como siempre lo ha estado.
Mierda...
Ni siquiera sé qué es lo que sucede conmigo.
Por obra del destino, los orbes del pelinegro caen en mí. JungKook alza una ceja, casi burlándose de mi actitud y mis lágrimas cristalinas que comienzan a caer. Lo veo levantarse fácilmente del asiento, despidiéndose de ella sin interesarle más. Dando unos pasos hacia mí, su cabello negro vuela por el aire. Él tiene la clase de mirada que dice "Te dije que soy el único que te entiende, y el único que está aquí para ti", y el muy idiota se cree tan importante que abre sus brazos para recibirme en ellos.
Pero tiene razón.
—Eres un idiota —le digo entredientes.
Jeon JungKook es importante en mi vida.
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