Mal día
Narrador omnisciente:
Una semana después...
Changbin caminaba de un lado hacia el otro por el largo y frío pasillo de la tercera planta del hospital, Mina seguía manteniéndose en cuidados intensivos y la única persona que había logrado visitarla en su nueva habitación había sido su madre, pero la mujer ni siquiera fue capaz de comentar en qué estado se encontraba la adolescente, simplemente caminó hasta la primera silla que encontró y se sentó para luego llorar mientras que el mayor de los Myoui a duras penas trataba de consolarla. El chico estaba desesperado, su pecho se hundía y sus pulmones se cerraban cuando veía cómo los doctores entraban y salían de la sala, podía ver sus rostro, el miedo y la incomodidad reflejada en sus facciones, así que el pensamiento de que esta vez su amiga no lo iba a lograr, lo abrumaba hasta que las lágrimas terminaban por deslizarse por sus pómulos. Sana había aparecido al día siguiente del accidente, Changbin al verla perdió el control, el darse cuenta que estaba ahí, sentada junto a Wonho lo hizo arder de la ira, porque él no había olvidado lo que ella le hizo a la castaña, ni siquiera pudo visitarla, y aun podía recordar como Mina pedía escuchar su voz-, sólo quería oírla para saber que no la odiaba-, y ella egoístamente había decidido culparla por lo sucedido y dejarla sola; Bin sabía que ese día no solo Sana había perdido a su hermano, Mina perdió a su mejor amigo y él a su posible novio, así que todos estaban lo suficientemente rotos como para comenzar a culparse entre sí.
El coreano caminó hasta la pared, con cuidado presionó sus omóplatos contra el concreto. Sus dedos por impulso fueron en dirección de los bolsillos de sus ajustados pantalones, con facilidad deslizó sus yemas hasta agarrar el borde de su teléfono, cuando lo sostuvo en su amplia palma tomó la decisión de desbloquear la pantalla notando los mensajes que habían en su bandeja de entrada, Nayeon, y la coreana desde el día uno que estaba preguntando por Mina, y él-a pedido del Doctor Im-, simplemente se había callado siendo incapaz de confesar lo que había ocurrido. Se sentía culpable, responsable del daño irreparable que la coreana tendría cuando fuese consciente del estado en que Mina se encontraba o el peor de los casos, que no tuviese la oportunidad de despedirse de la japonesa. El pelinegro apretó sus labios a la vez que su pulgar se presionaba sobre la pantalla, con cuidado deslizó su yema notando como los innumerables mensajes de Nayeon se reflejaban.
¿Haz hablado con Mina?
El coreano apretó sus labios al leer el primer mensaje que la pelinegra había dejado la segunda noche que Mina pasó internada.
¿Por qué no me contestas?
El chico suspiró, frustrado echó su cabeza contra el concreto intentando despejar aunque fuese un par de segundos aquella culpa que emanaba desde su pecho hasta el cerebro.
¿Ella esta enojada?
No, no lo está, pensó Changbin a la vez que posaba sus ojos en la fecha, dos días después, y era cierto que Nayeon hasta hace tres días atrás había estado mandando mensajes, cada uno más deprimente que el anterior.
Se que la cague, pero necesito hablar con ella.
Yo tambien necesito hablar con ella, pensó el adolescente mientras que sus piernas comenzaban a temblar. Cansado se dejó caer, su espalda se deslizó por la pared hasta que sintió como sus nalgas cubiertas por la ropa interior y sus pantalones comenzaban a enfriarse por el frío suelo del lugar.
Fui a su casa, no me abrió la puerta. Changbin si ella esta contigo, por favor dile que me perdone.
—Lo siento mucho—susurró el coreano mientras que llevaba sus rodillas contra su pecho, y sin poder contenerse más, comenzó a llorar presionando su mejilla sobre el comienzo de sus rodillas intentando de esa forma sentir aunque fuese propio, algo de calor—l~lo siento—y se disculpaba a pesar que sabía que la coreana no estaba presente para escuchar sus palabras.
A esa misma hora, pero en distinto lugar se encontraba Nayeon caminando con calma por los pasillos de su instituto. La coreana no estaba de buen humor, y las ojeras dibujadas debajo de sus bonitos ojos le indicaban que hace bastante tiempo que no había tenido un sueño decente; luego de lo sucedido en su hogar, su padre se contactó con un psicólogo junto con un psiquiatra para tratar a Yunho e intentar de alguna u otra forma traer aunque fuese un porcentaje de lo que alguna vez fue su hermano menor, en un principio ella pensó que él simplemente se negaría a entablar un tema de conversación junto con aquellos dos desconocidos, y hasta cierto punto lo entendía, porque a pesar de que fuese un chico cálido y alegre, la incomodad y timidez por pensar de que tal vez estaba siendo un estorbo a veces lo obligaba a guardar silencio, pero no, sorprendemente Yunho aceptó la cita-él estaba colocando todo su esfuerzo por mejorar-, pero cada sesión era difícil, quizás más que la anterior, y Nayeon lo veía, durante esas seis noches debía levantarse de la cama e ir hasta la habitación del menor intentando de alguna u otra forma consolarlo, porque ya no podía seguir oyendo la manera en que lloraba, y cómo a pesar de todo el daño que su madre le hizo, él seguía ahí, hecho una bolita pidiendo por ese cariño que jamás tendría.
Mina no ayudaba, las pocas veces que lograba conciliar el sueño, el pensamiento de que ella ya no la quería la atormentaba lo suficiente para mantenerse despierta, en compañía de su oscura y casi desolada habitación. A veces, luego de que la sesión de Yunho finalizaba, él preguntaba por la japonesa, y eso si que le molestaba, porque entendía el hecho de que ella ya no quisera saber más de su existencia, lo comprendía, claro que lo hacía, pero no tenía porque ignorar a su hermano; él no era parte de su problema, y ella prometió que se mantendría a su lado sin importar lo que sucediera con su extraña relación no oficial.
La coreana suspiró mientras que se detenía frente a su casillero, agotada se inclinó presionando su frente sobre el frío metal. Ella realmente no entendía en qué momento las cosas se complicaron tanto; cómo pasó de tener una familia unida y funcional, a como estaba ahora, porque ella no era tonta, sabía perfectamente que si su Yunho no regresaba, su Yunho no volvía a ser él mismo, ya no habría motivos suficiente para querer mantenerse estable.
A veces, solo quería que el mundo se detuviera.
—Nayeon—¿Dios por qué a mi? cuestionó la mencionada cerrando sus ojos, mientras que podía oír como Jinyoung se acercaba hacia su dirección—oye, ¿Por qué no entraste a clases?—preguntó a la vez que sus dedos se posaban sobre su hombro intentando vanamente tener su atención—...—Nayeon suspiró manteniéndose en su sitio, no quería hablar con él, no quería verlo, mierda, ¿Por qué simplemente no me deja sola? pensó a la vez que el muchacho con fuerza tiraba de su extremidad y la obligaba a girarse—te estoy hablando... ¿Por qué no te giras cuando un hombre te habla?—esa forma de expresarse, ese deje de machismo en su tono de voz provocó que la coreana simplemente explotara.
—Déjame en paz—gruñó la coreana dándole un ligero empujón. El coreano se quedó quieto, sorprendido por el actuar de la más baja—por una maldita vez en tu vida deja de estar molestando—y se iba a descargar con él. Su mirada desorbitada se ancló en el rostro ajeno, JInyoung la veía con odio, pero a ella no le importaba porque el sentimiento era mutuo—¿Qué quieres de mi, Park? ¿Por qué siempre tienes que venir?—cuestionó a la vez que sus palmas se iban directamente contra el pecho del mencionado, con brusquedad le dio otro empujón; el pasillo estaba desolado, las clases seguian su rumbo ajenos al hecho de la discusión que se armaba en el pasillo—¿Acaso no te das cuenta de que no me gustas? ¡Nunca me vas a gustar!
El pelinegro con fuerza presionó su palma contra la quijada de la coreana intentando que esta no volviera a repetir lo que había dicho. Actuó de la misma forma en que su padre lo hacía, con facilidad hundió sus dedos sobre las mejillas de la chica, para luego estampar su delgada espalda contra el casillero, debía dominarla, él solo conocía eso, así que era lo correcto. Nayeon jadeó sintiendo su mandíbula adolorida y la cabeza dándole vueltas ante la fuerza en que se estaba impactando contra su casillero, asustada observó las orbes dilatadas de su acompañante, Jinyoung prácticamente había perdido el control, con violencia volvió a ejercer el mismo movimiento escuchando como el metal hacia ecos por la fuerza en que su omóplatos y cráneo se adherían sobre el mismo objeto.
—Esto es tu culpa—aclaró el muchacho mientras que el sudor se deslizaba por su quijada; su cabello revuelto, sus ojos flameando en furia, y el vivo reflejo de alguien mentalmente desequilibrado se llevaron por completo la atención de la aterrada coreana quien, a duras penas intentó abrir su boca para gritar, pero él con agresividad presionó su palma sobre sus labios ejerciendo la suficiente presión para que sus propios dientes lastimaran el interior de sus cerezos—si te golpeo, es porque te lo mereces, ¿Te ha quedado claro?—cuestionó sintiendo como Nayeon elevaba su pierna impactando su rodilla contra su entrepierna—agh~...—adolorido soltó a la más baja llevando sus dos palmas contra su zona afectada, aunque ese movimiento no duró por mucho tiempo. En un parpadeo él ya se encontraba estable, dispuesto en devolverle el golpe.
—¡No la toques!—Yunho apareció envolviendo sus brazos sobre la cintura del pelinegro. El joven Im era mucho más alto que Jinyoung, así que no fue para nada difícil el tumbarlo contra el suelo. Ante la fuerza de su acto, ambos se deslizaron por las baldosas, el castaño con rapidez se subió sobre el torso ajeno presionando sus dedos contra la mandíbula de su nuevo contrincante utilizando aún más fuerza de la que él había ejercido sobre Nayeon—¿Te gusta?—cuestionó hundiendo sus dedos sobre las mejillas del más bajo, notando como este jadeaba adolorido con sus ojos cristalizados ante la violencia en que Yunho agarraba la mitad de su cara—¡¿TE GUSTA?!—alzó la voz mientras que sentía como Nayeon lo llamada desde lejos—no la toques—repitió observando detenidamente como él simplemente comenzaba a llorar ante el dolor que se esparcía por su mandíbula y pómulos, y a pesar que, con sus manos trataba de alejar al más alto, Yunho estaba lo suficientemente molesto para ni siquiera moverse ante su tacto—no la mires, no respires cerca suyo, o te mataré, ¿Te ha quedado claro?—cuestionó agitado notando a duras penas como Jinyoung asentía con su cabeza—...—el menor de los Im soltó su rostro y se puso de pie notando como su contrincante simplemente lloraba llevando su rodilla contra su pecho—bebé llorón.
El muchachito se giró, apenado por su manera de actuar dio un paso en dirección de Nayeon quien, seguía aún lo suficiente asustada como para pensar en el hecho de que nuevamente Yunho había actuado con violencia, pero esta vez para cuidar de ella. El castaño llevó su mano contra su propia cabeza, nervioso revolvió su corto cabello mientras que sus ojos seguian fijos en cada movimiento que la mayor realizaba. De repente, la coreana llevó sus manos contra sus facciones y lloró así que Yunho no dudó en caminar cerrando la distancia que lo separaba de la muchacha envolviendo sus brazos sobre aquel pequeño y delgado cuerpo de su hermana sintiendo como Nayeon alejaba sus palmas de su rostro para abrazar al menor hundiendo sus dedos casi con desesperación sobre sus hombros. El joven Im apretó sus labios sintiendo como ella escondía su rostro contra su pecho intentando vanamente protegerse de algo que él no podía ver.
—Lo siento—murmuró Yunho a la vez que presionaba su mentón sobre la coronilla de la coreana escuchando atentamente como ella lloraba acompañada por la forma en que Jinyoung intentaba huir para no seguir viéndose humillado—te cuidaré—admitió deslizando sus palmas por la espalda de su mayor intentando que ella se relajara—nadie te va a lastimar... Y~Yunho, Yunho cuidará de ti—la pelinegra se sentía cálida, por primera vez era ella la protegida y no al revés, así que sentía ligeramente feliz de que una parte de su hermano estuviese regresando.
Mingi se quedó de pie en medio del pasillo, el pelinaranjo observó en un completo silencio como su mejor amigo abrazada a la pelinegra, lo obligaron a madurar, pensó siendo consciente que se estaba perdiendo de gran parte del proceso de Yunho, pero el muchachito lo alejó, y él estaba asustado por lo sentimientos que seguían aflorando sobre su pecho, así que solo dio un paso hacia atrás, intentando no estorbar.
Changbin sabía que no podía ingresar a la habitación de Mina, el doctor la había movido de sitio a eso de las doce del medio día; la subieron al cuarto nivel con la excusa de que ella estaba mejorando, pero él no era tonto, había visto aquellos ojos envueltos en preocupación así que supo que había otro motivo del por qué hicieron el cambio, y él como buen amigo iba a averiguar cual era. El pelinegro infló su pecho deslizándose por la pared, en todo momento miraba de un lado hacia el otro intentando asegurarse de que nadie más estaba viendo su acción, no seas miedoso, se ordenó a la vez que sus dedos instintivamente se habían ido contra la pared, ¿Qué es lo peor que puede pasar? se cuestionó intentando buscar posibles consecuencias de sus actos, y lo único que encontró fue que lo iban a vetar si lo descubrían, pero por lo menos podría quitarse la angustia que conllevaba el estar deambulando por el mismo pasillo escuchando los pasos de los doctores y enfermeras, siendo incapaz de siquiera darle nuevamente un vistazo a la castaña, solo necesito ver que este bien, y con eso, él realmente se quedaría tranquilo.
El coreano armándose de valor ingresó en la zona restringida, con el corazón en la garganta y el sudor deslizándose por su cuerpo como si fuese cascada, el chico volvió a pegarse contra la pared observando a la enfermera pasando distraídamente al final del pasillo, eso estuvo cerca, pensó mientras que inclinaba su cabeza intentando ver si había alguien más. Cuando se aseguró que estaba solo comenzó a caminar por el lugar con sus hombros encorvados y las rodillas flexionadas intentando que nadie notara su presencia, pero era un chico bajito de diecinueve años con un cuerpo atlético, aunque nadie lo notara por altura lo notarían por sus hombros, así que debía llegar lo antes posible antes de ser atrapado.
—Vamos Mina, ¿Dónde estás?—susurró mientras que continuaba caminando por el frío pasillo, a cada pocos segundos se dirigía hacia cada puerta que lograba divisar, sus piernas temblaban ante la posición en que se encontraba, pero de todas formas no se movió, con cuidado elevó su cabeza permitiendo que sólo sus cabellos, cejas y ojos estuviesen a la vista—maldición—pero hasta el momento solo había encontrado pacientes que no correspondían con la características de su amiga.
El adolescente se mantuvo deambulando por la zona restringida hasta llegar a la última habitación del pasillo. Con las esperanzas puestas en que ahí estaba su amiga comenzó a caminar presionando sus dedos sobre el concreto de las paredes, que esté, por favor que esté ahí, pensó a la vez que se colocaba de puntillas notando a Mina recostada sobre la cama con las máquinas adheridas a su cuerpo, Mina, y con rapidez abrió la puerta notando la calmada respiración de su amiga llenando la silenciosa habitación, junto con el sonido de los distintos aparatos que se aseguraban de mantenerla con vida. Minari, y no era capaz de hablar, así que solo caminó sintiendo la presión de su pecho aumentar por cada paso que daba, sus ojos por inercia cayeron en su torso, estaba desnuda, los parches envuelto en sus costillas y esternón mientras que su bonito estómago subía y bajaba con lentitud, por Dios, pensó mientras que caía de rodillas contra el frío suelo del lugar; verla así realmente lo destruyó, porque no era lo mismo notarla la primera vez que ingresó ante la caída, no le habían hecho nada en comparación de como ahora estaba.
—M~Minari...—el suave y lastimado llamado por parte de Changbin provocó que la muchacha girara su rostro. No estoy loco, pensó mientras que se levantaba de golpe, a pesar que le costó había visto perfectamente la forma en que Mina había reaccionado a sus palabras, así que por inercia se puso de pie—¿Mina?—cuestionó sintiendo sus piernas temblorosas y el sudor continuando con su descenso.
—¿C~Changbin?—cuestionó la mencionada demostrando que estaba siendo consciente de lo que sucedía a su alrededor. El coreano se quedó quieto, casi paralizado al notar las vendas envueltas alrededor de su cabeza y ojos, así que por eso la movieron de lugar, pensó mientras que veía como la japonesa comenzaba a sacudir su cabeza con negación—v~vete, vete—ordenó casi perdiendo el control—¡Lárgate, no me veas!—y la furia con la que hablaba provocó que las máquinas conectadas a su cuerpo comenzaran a sonar. Changbin parpadeó sintiendo el nudo en la garganta mientras que las lágrimas continuaban con su labor, incapacitado de poder moverse simplemente se quedó en silencio escuchando de fondo como a las enfermeras y doctores comenzaban a llegar, así que supo que estaba jodido.
Minari, y ese fue su último pensamiento antes de sentir como los doctores tomaban sus brazos y lo sacaban prácticamente a arrastrar del lugar. El chico se quedó de pie frente a las puertas, en silencio continuó llorando notando por la pequeña ventana como los trabajadores del lugar trataban de todas las formas posibles calmar a la japonesa, la cague, pensó sintiéndose completamente culpable de causar la desesperación en su amiga.
Cuando su hora escolar finalizó Nayeon decidió regresar a casa junto con Yunho, en silencio la muchacha abrió la puerta notando la habitación principalmente completamente a oscuras, preocupada de pensar en lo peor le dio un vistazo a su hermano menor notando como el muchachito simplemente fruncía el ceño sintiéndose igual o más confundido que ella.
—¿Por qué no vas a tu habitación?—cuestionó la joven con suavidad siendo consciente que si su padre se encontraba ebrio o algo por ese estilo, era preferente ella encargarse del problema a que su hermano tuviese que verlo. En un principio, a Yunho no le había agradado para nada la idea, pero como el buen chico que era asintió con su cabeza caminando en dirección de las escaleras—...—Nayeon suspiró, con cuidado cerró la puerta, para luego dejar su bolso en medio del pasillo, cansada de creer que su padre sería un problema extra en su vida, caminó hacia su dirección sintiéndose bastante sorprendida de notar que él solo estaba sentado en el sofá con sus manos sosteniendo una taza, ¿No está bebiendo alcohol? —¿Papá?
—Nayeon... tenemos que hablar—comentó el hombre mientras que dejaba la taza sobre la mesa de centro—¿Yunho está en su habitación?—cuestionó siendo incapaz de mirar a su hija. La coreana alzó su mirada observando la ausencia del menor en el segundo piso, así que murmuró ese claro "sí"—bien... ven aquí—pidió dándole palmadas a la parte libre de su asiento. Yunho había aceptado ir a su habitación, pero nunca dijo que entraría, así que se quedó apegado a la pared escuchando atentamente la conversación que mantenía su padre junto con su hermana mayor.
—¿De qué quieres hablar?
—De Mina—respondió el adulto con sinceridad, la forma en que lo dijo provocó que Yunho llevara sus dedos contra sus labios intentando ocultar el sonido que brotó de su garganta ante la sorpresa que le causó el escuchar al mayor nombrando a su amiga. En cambio Nayeon, ella sintió sus hombros tensos y las manos temblorosas, el hablar de Mina la inquietaba, pero el hecho de que ahora su padre quisiera hablar de ella, no le agradaba para nada.
—¿Qué sucede con ella?—cuestionó Nayeon a la vez que llevaba su mano derecha contra su cabello, distraídamente tomó uno de los tantos mechones y lo puso detrás de su oreja, intentando mantenerse tranquila, pero se veía bastante que ella no se sentía calmada.
—...—el adulto suspiró. Ligeramente atemorizado giró su rostro junto con sus rodillas, así que sus piernas hicieron un contacto directo con los de su hija. El señor Im estiró sus manos y tomó las de la joven adolescente—necesito que lo próximo que vaya a decir te lo tomes con calma—murmuró notando como Nayeon fruncía el ceño al compás de la forma en que flexionó sus brazos intentando llevar sus manos contra su torso para poder abrazarse a sí misma—no puedes provocar que Yunho enloquezca—y era un poco egoísta el pensar en como iba a reaccionar el menor y no el cómo lo haría la muchacha.
—Tu suspenso me pone de los nervios—confesó Nayeon mientras que el joven Yunho se mantenía como una pequeña gelatina en el segundo piso. El chico tomó grandes bocanadas de aire, pero repentinamente sentía que el aire no era suficiente—solo dilo—suplicó observando como él simplemente agachaba la mirada jugueteando con sus propios dedos sobre sus muslos.
—La semana pasada me llegó una paciente en estado crítico...
—No—y Nayeon fue tajante a la hora de hablar. Matthew alzó la mirada notando como ella se había puesto de pie, ni siquiera debió escuchar más para saber de quién se trataba, por eso no me contesta, y ahora comprendía la razón del por qué la japonesa la estaba ignorando—no—repitió mientras que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—N~Nayeon...
—¡NO!—gritó con su rostro empapado por el suave llanto y las mejillas sonrojadas ante el calor abrasador que repentinamente había golpeado su cuerpo—hoy ha sido un día de mierda, así que cállate... no quiero escucharlo, no—aclaró llevando sus dedos contra sus facciones, con fuerza se limpió la humedad mientras que escuchaba atentamente cómo su padre suspiraba—...—guardó silencio, intentando hacer todo lo posible para no romperse, porque sabía que si Yunho la veía, él simplemente no podría manejar el hecho de saber que Mina estaba en el hospital—¿P~Por qué ella? ¿P~Por qué a mí?—cuestionó al aire, intentando que alguien le diera una respuesta de todo lo malo que le estaba sucediendo.
—Cariño—Matthew sintió su corazón apretado al ver cómo la muchacha caía de rodillas contra el suelo comenzando a golpear con sus palmas abierta sobre la alfombra—Nayeon—la llamó colocándose frente a ella, con cuidado tomó sus hombros en un vano intento por detener sus bruscos movimientos, pero ella solo lo empujó—Nayeon, para, te estás lastima...
El adulto guardó silencio cuando notó como Yunho aparecía en su campo de visión. El adolescente se arrodilló frente a la pelinegra envolviendo sus brazos por su cintura.
—Ya—murmuró el coreano mientras que tiraba de ella obligándola a dejar de golpear sus manos contra el duro suelo—Yunho está aquí—susurró a la vez que se sentaba sintiendo como Nayeon se giraba envolviendo sus brazos sobre su torso, permitiendo que las manos rojas y temblorosas fueran a parar hasta su camiseta donde la empuñó, intentando vanamente el aferrarse a su cuerpo como si fuese lo único sólido y estable que tuviese en esos instantes—ella estará bien... yo lo sé—y estaba seguro de eso, pero a pesar que sonaba confiado, él también comenzó a llorar—e~estará bien—su voz se quebró presionando su frente contra el hombro de la mayor, sollozando con la suficiente fuerza para hacer que Nayeon dejara de llorar.
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