Las verdades salen a la luz
Narrador omnisciente:
Luego de la visita de Yunho, Mina estuvo alrededor de dos semanas hospitalizada, por algún motivo que nadie conocía, la chica solo permitió que el más joven de la familia Im ingresara para visitarla durante esos catorces días, ni siquiera a su madre le había dado el acceso para que lo hiciera, y sabía en lo más profundo de su lastimado corazón que la estaba hiriendo, y no solo a ella, a su hermano, a Changbin y a la misma Nayeon, debía estar lastimandolos tanto que no merecía que ellos estuviesen constantemente esperando, pero ella tenía sus motivos, le daba pavor que un día despertara y la conocida oscuridad le envolviera, le aterraba el ver a su madre y no reconocerla, a pesar que el tiempo en que estuvo con la pérdida de uno de sus sentidos fue considerablemente corta, no la hacía sentirse segura, ni siquiera un poco, así que creyó que si solo le permitía a Yunho a que la viera el daño emocional que sufriría si volvía a ser abrazada por la oscuridad no sería tan dolorosa, y esta vez, ella sí podría llegar a aceptarlo.
Yunho, el pequeño y torpe Yunho aún no había sido capaz de notar que ella lo veía, distraídamente comentaba y le mostraba cosas desde su pequeño teléfono, para luego simplemente sonrojarse y disculparse por pensar que ella sí podía verlo. En más de una ocasión ella estuvo dispuesta en admitir que ya había visto su rostro, en estirar su mano y tocar la ajena para darle un suave apretón, deseaba decirle que no se preocupara, que esta vez ella sí podía notarlo-desde sus mejillas abultadas hasta sus ojos rasgados-, pero una gran parte de ella le agradaba de alguna forma que él simplemente la estuviese tratando como si nada malo hubiese ocurrido, porque no quería que las cosas cambiaran, que su distraído y disperso chico comenzara a pensar que ellos ya no eran parecidos por el simple hecho que ella hubiese recobrado la vista; se sentiría miserable si él deseaba alejarse por pensar que ya no tenían nada en común.
Mina tomó asiento en el borde de su colchón, su madre la había traído a su casa, y ella no fue capaz de mirarla, simplemente mantuvo su cabeza agachada mientras que sus dedos se aferraban a los lentes oscuros que debía seguir utilizando por lo menos hasta que su vista estuviese completamente recuperada, en todo momento, desde que la abrazó hasta cuando tomó su mano para guiarla hacia el vehículo en que sería transportada hasta su vivienda, no miró a Wonho, ni a su sobrina, no miró a Changbin a pesar que lo escuchó llorar suplicando para que ella simplemente le dijera algo, ignoró a medio mundo hasta lograr entrar al auto, y sabía perfectamente que estaba siendo una completa desgraciada con ellos, porque no se lo merecían, pero simplemente no podía evitar el comportarse distante; era su cruel mecanismo de defensa el que estaba actuando en esos momentos. La japonesa miró sus manos, temblaban como una gelatina sobre una mesa inestable, sudaban como si alguien hubiese abierto la regadera, se sentía sofocada a pesar que tenía la ventana abierta, así que quería huir, pero sus piernas no se movían a pesar que ella las estuviese ordenando a que lo hicieran.
Alguien tocó la puerta y Mina ya estaba llorando en un completo silencio con su trasero en el suelo y sus brazos abrazando sus rodillas como si fuese lo único solo que mantenía en eso momentos, lo único capaz de poder hacer que ella entrara en razón, que la hiciera sentir viva, pero no funcionaba, demonios, realmente no había nada que la estuviese haciendo sentir bien. Al final terminó con un ataque de ansiedad en el interior de su habitación, las emociones la golpearon con fuerza, los temores la abrumaron lo suficiente para pensar que esta vez no iba a poder ser feliz; en algún momento en específico del día terminó con los pensamientos vagando en su mejor amigo, cruelmente se imaginó a Felix ingresando por esa puerta, con una sonrisa deslumbrante y sus conocidas pecas alrededor de sus mejillas que le daban un aire aniñado, pero adorable, se lo imaginó alegre, comentando con su conocida voz rasposa que levantara su trasero del mugriento suelo y que dejara de llorar, porque parecía una niña, y ella posiblemente le hubiese respondido que lo era, y que lo había extraño, pero él no iba a entrar por esa puerta, y ella no pudo evitar el quebrarse, porque ahora dolía más, el ver, la obligaba automáticamente a aceptar el hecho de que su amigo se había marchado hace bastante tiempo, y que esta vez, él no iba a regresar.
—Mina—era Changbin, su voz sonaba rota, sus golpes eran tembloroso así que supuso que él no se encontraba en su mejor estado—M~Mina—y la volvió a llamar, así que esta vez ella no pudo ignorarlo a pesar de que lo había intentado. La castaña tomó grandes bocanadas de aire, su pecho ardía, sus manos temblaban y su garganta estaba apretada—necesito verte—estaba suplicando, y ella no podía evitar el sentirse miserable de estar alargando su sufrimiento—pensé que te perdería, por favor, Mina, por favor.
La japonesa se detuvo frente a la puerta, en silencio escuchó la pesada respiración del adolescente por sobre la madera, sus manos, posiblemente aún temblorosas se envolvían contra el pomo de la puerta, y su peso, ella había oído a la perfección el peso de su anatomía apoyada sobre la madera, así que sabía que en el momento que abriera la puerta, él caería sobre su torso. Mina relamió sus labios a la vez que llevaba sus dedos contra su rostro notando la ausencia de sus lentes, se sentía desprotegida sin ellos, pero era su amigo quien estaba del otro lado de la habitación esperando a que ella de una vez lo dejara pasar, era uno de los pocos que se mantuvo a su lado a pesar que ella trató de ahuyentarlo, así que pensó: ¿No merecía por lo menos el poder verla?, ella creía que ya no tenía motivos suficientes para dejarlo aislado del nuevo desafío que traía su vida. La pelinegra apretó su mandíbula a la vez que abría la puerta, Changbin se tambaleó, pero no logró caer sobre el cuerpo de su acompañante, el bajito muchacho miró a la japonesa, eran casi del mismo porte, pero sabía que entre los hombres él no se hacía de notar. Mina se quedó quieta observando cada movimiento que él realizaba, desde la forma en que entreabría los labios hasta como las lágrimas caían con suavidad por sus enrojecidos pómulos. Sus ojos rasgados estaban completamente irritados, desde su mentón cuadrado se podía ver el comienzo de unos pequeños vellos pubertos que el rastrillo no logró eliminar, mantenía ojeras, y estaba más pálido de lo que recordaba, o simplemente el miedo le hizo perder su color natural, había bajado de peso, o de la impresión de verlo nuevamente le estaba haciendo creer eso, si era sincera no lo sabía, solo era consciente que él ahora la estaba abrazando.
Mina parpadeó repetidas veces a la vez que elevaba su mano, sus delgados dedos se posaron sobre la cabellera del coreano, acarició su corta melena intentando que su llanto se apaciguara, pero él sonaba desesperado, angustiado mientras que sus dedos con fuerzas se enterraban en su torso, como si se estuviese asegurando de alguna forma que ella estaba ahí, de pie, carne y hueso, no una simple fantasía de su cabeza.
—Lo siento—Mina se disculpó con él, pero el chico solo sacudió su cabeza en negación—lo lamento—y repetía sus palabras, intentando que él no la odiara por la manera egoísta en la que se había comportado logrando que el coreano simplemente rompiera el abrazo, sus pequeñas manos se aferraron a su rostro, sus ojos oscuros la vieron directamente—perdoname—y él solo besó su rostro, sus mejillas, su frente, su nariz, cada parte de su cara intentó cubrirla hasta que la volvió a abrazar enterrando su rostro contra su cuello.
—Te eche de menos—murmuró él causando que Mina simplemente suspirara presionando su mentón contra su hombro, estuvo tentada en volver a disculparse, pero él no quería oír eso, así que elevó su otra mano y la dejó posada sobre sus omóplatos—no le digas a Nayeon que hice eso—pidió logrando que su acompañante riera con suavidad, Nayeon, se había olvidado de ella, o quizás su mente aún no estaba preparada para poder darle una cara a su nombre, pero sabía que tarde o temprano debía conocer a la persona de la cual su corazón revoloteaba como un pequeño pajarito atrapado en una jaula—eché de menos tu risa.
—Eché de menos ver tu fea cara—replicó Mina logrando que el coreano solo riera con suavidad hasta que su risa se transformó nuevamente en un desolado llanto—te vas a secar si sigues llorando—comentó dándole suaves palmadas a su espalda, para luego simplemente dar un paso hacia atrás, como pudo tomó entre sus manos el rostro del coreano; lo observó en silencio, notó la humedad en sus facciones y cómo arrugaba la nariz intentando sorbetear sus propios mocos—eres un asqueroso—murmuró manteniendo una genuina sonrisa, provocando que él se riera avergonzado—no me iré—aclaró cuando volvieron a tener un contacto visual, pudo ver su miedo, el temor deslizándose por sus poros, así que tuvo que aclarar que esta vez se mantendría a su lado.
—No quiero que vuelvas a tener contacto con los hospitales... desde ahora lo tienes prohibido—ordenó mientras que uno de sus dedos se presionaba contra su hombro—te mantendré envuelta en una papel de burbuja—estaba divagando, pero ella no lo podía culpar; por cosas de la vida, tuvo estar dos veces con el alma en un hilo, con la desesperación apoderándose de sus pensamientos mientras que el miedo por pensar que esta vez ella no lo lograría abrumaba por completo su cabeza, así que solo dejó que él continuara hablando—siempre llevaras un casco, y no me importa si no quieres—Mina sonrió observando detenidamente como él daba un paso hacia atrás, para luego adentrarse en su cuarto buscando algo con que protegerla—¿Podemos llevar tu bastón? golpearé todo aquel que trate tocarte.
—¿Es necesario ir golpeando a la gente?
Changbin asintió con su cabeza mientras que tomaba su bastón que ya no necesitaba, también lo echaré de menos, pensó siendo consciente que a pesar que lo odiaba, otra parte de ella, realmente deseaba no despegarse de él, porque la hizo sentirse segura en los peores momentos.
—Nadie puede tocarte—aclaró mientras que sacaba el pequeño casco que Mina le había pedido que ocultara luego del accidente en que estuvo envuelta con Felix—no puedo perderte—admitió a la vez que veía detenidamente el casco que aun mantenía entre sus dedos—tú...—y él parecía nervioso por lo que estaba por preguntar, pero Mina realmente se podía hacer una idea de lo que estaba pasando por su cabeza—¿Lo recuerdas?
—Cada día de mi vida—admitió Mina a la vez que se acercaba donde él se encontraba, con cuidado le arrebató el objeto y lo observó, solo unos segundos, intentando no pensar más de la cuenta, ni imaginarse las constantes veces en que los tres compartieron distintas actividades, como cualquier adolescente que no pensaban en la posibilidad de morir porque se creían invencibles—cada día de mi vida—repitió las mismas palabras, pero esta vez en un suave murmullo mientras que Changbin la veía—lamento las cosas que dije en el pasado—y eso era una de las cosas que más se había arrepentido luego de estar una pequeña temporada en el hospital, demasiada corta, pero que la hizo reflexionar cada error que cometió.
—Estabas llena de odio... jamás me lo tome en serio—admitió el coreano mientras que le brindaba una cálida sonrisa que relajó momentáneamente sus músculos—ahora, póntelo, tenemos que ir a ver a Nayeon... hoy es el estreno de su obra de teatro—Mina se quedó quieta al escucharlo, ella no estaba preparada para verla, muy pronto, había pensado, pero a la vez estaba ansiosa, y sus manos no habían tardado en nuevamente en sudar—Mina... si no quieres ir, está bien—y él se había percatado de lo nerviosa que estaba.
—No—replicó velozmente la muchacha siendo consciente que la obra había sido bastante importante para la coreana, así que debía estar ahí—quiero verla—admitió a la vez que alzaba su mirada notando lo nervioso que se veía su acompañante—¿Ella sabe que puedo ver?
—No—admitió Changbin—ni yo lo sabía—confesó intentando que no se notara el hecho de que había estado bastante molesto por lo poco que sabía de la recuperación de su amiga; ni el médico había sido capaz de informar en qué estado se encontraba, todo por culpa de Mina y su necesidad de no querer compartir su estado de salud—ese chico... ¿Yunho? realmente no dio mucha información—aclaró ligeramente celoso por la preferencia por parte de su amiga—...—de repente se quedó en silencio mirando las facciones de la japonesa—¿A quien prefieres... Yunho o a mi?
Mina se quedó quieta, con cuidado posó el casco en su cráneo mientras que sus ojos veían atentamente la sonrisa nerviosa de su acompañante. Sus dedos, largos y delgados envolvieron las tiras de su nueva prenda para poder colocar el seguro por debajo de su mentón.
—¿Estas celoso?—cuestionó elevando una de sus cejas logrando que el pequeño Seo Changbin se sonrojara como un tomatito andante, adorable, pensó la joven mientras que daba un paso hacia a su dirección—Yunho es especial... es frágil como un cristal, y suave como las telas—admitió a la vez que encogía de hombros como si eso fuese motivo suficiente para su forma de comportarse—tú eres rudo y tienes más músculos que neuronas—agregó intentando no reir al ver la ofensa en su rostro—a lo que quiero llegar, es que a Yunho tengo que cuidarlo, y tu tienes que cuidarme, así que no deberías estar celoso—admitió estirando su mano para presionar su dedo contra su mejilla—siempre te tendré en mi corazón.
—¿Siempre?
—Si, Seo, siempre—admitió para luego simplemente dar un paso hacia atrás—¿Mi madre está en casa?—cuestionó aun siendo incapaz de poder ver a la mujer, y sabía que tarde o temprano tenía que hacerlo.
—No, salió con Wonho y su familia, dijo que te daría espacio y que se llevaría a Coco—aclaró, así que por eso no lo he visto, pensó al notar la ausencia de ladridos en su habitación—además que sabía que posiblemente estarías con Nayeon, así que te veía más tarde—comentó casi despreocupado, pero Mina conocía a su madre, y sabía que a pesar de todo, ella la esperaría; a veces era demasiado cruel con ella—tu madre es un encanto.
—Lo sé—murmuró la japonesa mientras que se acariciaba los brazos—debo disculparme con ella—admitió siendo consciente que su comportamiento había dejado mucho que desear, pero era difícil, y posiblemente eso era lo que nadie podría llegar a comprender, salió de la oscuridad y ahora por fin estaba acariciando la luz, así que no estaba preparada para mirarla por mucho que la gente le dijera lo contrario, no podía verla llorar, y menos cuando era consciente que nuevamente lloraba por su culpa—¿Mañana quieres cenar con nosotros?
—¿Cómo una cita?—preguntó elevando sus cejas mientras que veía como Mina rodaba los ojos tomando su chaqueta para luego salir de la habitación—¡Oye, espera!—se quejó mientras que trotaba detrás de ella.
—¿Quieres tener una cita conmigo?—preguntó notando como él se detiene de golpe, sus pies menos mal que habían logrado anclarse contra el suelo, porque estaba seguro que, por la fuerza en que dejó de moverse hubiese caído perfectamente de cara.
—Lo haría, pero a ambos nos gusta aparatos distintos—admitió logrando que Mina simplemente riera, su risa era adorable, y hace mucho tiempo que no la había escuchado, así que no sabía cómo debía reaccionar ante los nuevos descubrimiento que estaba teniendo en esos momentos—y Nayeon me mataría si le coqueteo a su japonesa—aclaró observando como la castaña movía su cabeza en señal de estar aceptando sus palabras, para luego simplemente seguir caminando por ese corto pasillo hacia la cocina.
—Posiblemente—murmuró la castaña siendo consciente que él no tenía ni la menor idea de ese pequeño distanciamiento que había mantenido con la coreana por sus impulso, pero si era sincera no se arrepentía de lo ocurrido porque sabía que Yunho necesitaba que alguien lo cuidaría; demasiadas personas lo juzgaban para ella agregarse a la lista—¿A que hora es la obra?
—Ya empezó—admitió el pelinegro luego de ver la hora en su reloj provocando que Mina lo mirara por sobre su hombro—¡Mina! ¡Mina no corras!—pidió aterrado, mientras que veía como su amiga comenzaba a correr por su hogar. El coreano apretó sus puños para luego simplemente seguirla, siendo consciente que ella sería capaz de irse sin él—no he traído el auto—aclaró al ver la cara de confusión de la castaña, y como está por impulso se había llevado las manos a sus párpados intentando calmar el dolor ante los rayos del sol que chocaron contra su sensible retina—mierda tus lentes...—aclaró con obviedad. Casi de forma desesperada comenzó a buscar en sus bolsillos, hasta que encontró el par de anteojos que siempre traía consigo en el interior de su chaqueta—toma, Mina toma.
—Gracias—murmuró la japonesa cuando se colocó las gafas. Aun adolorida alzó su mirada observando como su acompañante estaba al borde del pánico—¿Trajiste tu bicicleta?—cuestionó notando como él, aun asustado movía su cabeza en afirmación—bien—comentó mientras que le hacía una seña para que la guiara.
—Ah... si—velozmente trotó hacia donde había dejado su medio de transporte, tímido se subió mientras Mina lo esperaba con calma—no voy a ir tan rápido—aclaró justo a tiempo para sentir como su acompañante tomaba asiento en el fierro que estaba entre su manubrio y su asiento, la chica con cuidado juntó su piernas sintiendo como las rodillas de Changbin rozaban su torso—afirmate bien.
—Estaré bien, no te preocupes.
Luego de media hora de pedaleo, Changbin se estacionó frente al gran edificio en el que estudiaban con la respiración entrecortada y la garganta reseca. El chico elevó sus manos permitiendo que Mina saliera de su escondite sintiendo su trasero adolorido y las piernas entumecidas, pero aun así no fue un impedimento para ir tras la coreana. Changbin en cambio, el muchacho solo dejó caer la bicicleta sintiendo sus piernas como gelatina; el llevar el peso de Mina más el suyo, causó que sus piernas dejaran de trabajar momentáneamente, hizo colapsar sus músculos, pero aun así siguió caminando intentando encontrar de una buena vez a su alborotada compañera, maldición me caías mejor cuando no podías ver, y era un pensamiento cruel, pero sabía que a pesar de todo, ella era mil veces más tranquila cuando le faltaba un sentido.
Mina corrió por el pasillo, ahora que podía ver todo era más confuso para ella, ya que no sabía muy bien donde las cosas estaban a pesar que estaba familiarizada con ellas, así que solo permitió que sus demás sentidos trabajaran como ya lo habían hecho anteriormente. La japonesa redujo su velocidad, sus zapatos chocando contra el brillante suelo la distraída, así que solo caminó con calma escuchando atentamente una voz haciendo ecos en las paredes, Taehyung, y era inconfundible el tono irritante de su timbre de voz, viene de allá, pensó mientras que, sin poder evitarlo nuevamente comenzaba a correr hasta llegar a las amplias puertas del gimnasio, incómoda, y ligeramente intimidada por lo que se avecinaba se colocó de cuclillas observando por las pequeñas ventanas de la puerta a un alto chico de cabello gris caminando por sobre el escenario mientras que otro chico más alto que él y de tes morena se acercaba con un cuchito entre sus manos, había una considerable cantidad de personas viendo el espectáculo, pero lo que llamó su atención fue ese conocido cabello castaño alborotado que constantemente estaba mirando por sobre sus hombros como si estuviese buscando algo o alguien.
—Yunho—susurró mientras que tomaba la decisión de abrir la puerta. Con cuidado se adentró notando velozmente como el coreano se colocaba de pie logrando que una que otra persona se quejara por su brusco movimiento, ella sonrió, él era una bombilla de alegría, así que no podía molestarse por más que lo intentara—...—llevó su dedo índice contra sus labios intentando de esa forma que él guardara silencio, pero se veía tan emocionado que, cuando llegó a su lado simplemente la abrazó.
—Sabía que vendrías—y él hablaba con una completa sinceridad, y ella se sintió culpable por no saber que hoy era la obra—nadie me creía, pero yo lo sabía—admitió mientras que se alejaba, para poder tomar entre sus palmas su rostro con el suficiente cuidado para lograr confundirla. ¿Cual es la manía de tocarme? pensó a la vez que veía directamente esos ojos negros que le veían con tanta admiración y cariño—vamos, tienes que saludar a papá... por cierto, bonito casco.
—T~Tu padre...
—Sí, igual ya se conocen—y claro que se conocía, el problema es que la última vez que hablaron ella dio una mala impresión, espero que no esté la mujer, y eso era lo único que deseaba, que esa odiosa señora no estuviese cerca de Yunho—él te adora—agregó intentando que la visible tensión en los hombros de su acompañante se desvaneciera de una buena vez. Al parecer estaba hablando muy fuerte, ya que la gente velozmente lo hizo callar—no hay que hacer ruido—susurró cerca de su oído mientras que tomaba su brazo y la arrastraba hacia la silla—los señores se molestan.
—Yunho, cariño, guarda silencio—pidió Matthew luego de que el coreano hubiese obligado a la japonesa a que se sentara en medio de ambos—¿Cómo estás, Mina?—preguntó en voz baja logrando que la castaña girara su rostro para verlo, sus mejillas se envolvieron de un fuerte tono carmesí en el instante que sintió como él golpeaba suavemente con el doblar de los falanges de su dedo índice sobre su casco, para luego simplemente sonreír, con ese claro brillo de Yo soy consciente que me ves, así que ella le sonrió incómoda, y ligeramente avergonzada—mi hija ya aparecerá, no te preocupes.
—Ella no puede ver, duh—replicó Yunho logrando que el adulto simplemente suspirara—Mina yo te la describo—comentó presionando su brazo por sobre el hombro de la joven, quizás, en otros momentos ella hubiese esquivado el contacto directo de la extremidad ajena contra su cuerpo, pero se trataba de Yunho, así que solo se acomodo permitiendo que él presionara su mejilla sobre su casco—ahí apareció, lleva puesto un vestido blanco, y el cabello negr...
Mina dejó de escucharlo, en silencio observó por sobre sus lentes a la desconocida que Yunho momentáneamente había comenzado a describir, observó su cuerpo, sus pies no se veía ante su largo vestido, y se mantuvo constantemente hablando, pero momentamentente le había dado la espalda al publico, así que no pudo ver su rostro, así que solo admiró su cabello, era largo, y negro como el carbón, con pequeños mechones ondulados que caían por la trenza a medio formar en su cráneo. La japonesa retuvo el aliento en el momento que la chica se giró, sus ojos vieron el rostro de Nayeon, o de lo que se suponía que era Nayeon, piel blanca, cejas marcadas, labios carnosos y nariz respingona, la chica de la fiesta, y la reconoció, con bastante facilidad a decir verdad, la chica de la maldita fiesta, y las emociones golpearon su cuerpo, con violencia alejó el brazo de Yunho escuchándolo quejarse por su inesperado movimiento, es ella, es ella, y ahora estaba asustada, porque se suponía que Nayeon no la conocía o eso ella había dicho, eso dijo, ¿Por qué me mintió? y ahora estaba molesta, pero no era capaz de dejar de mirarla.
Nayeon no la había visto, la luz de los focos realmente no le dejaban ver el público, pero podía sentir que alguien la veía tan fijamente que comenzaba a colocarse nerviosa. Mina se inclinó mientras que hundía sus dedos contra sus muslos, pudo escuchar por sobre la voz de Nayeon la puerta abriéndose, así que giró su rostro, solo por unos segundos, observando cómo Changbin miraba hacia los lados hasta que hicieron contacto visual, él lo supo, quizás de forma inmediata o tal vez tardó un poco, lo que si era cierto es que el chico ya era consciente de que ella estaba molesta. La japonesa parpadeó haciendo todo lo posible para que las lágrimas no llegaran a resbalarse, estaba frustrada, enojada, molesta con ellos, porque le habían mentido, ¿Por qué simplemente no lo dijo? y ella necesitaba comprender la razón del por que ambos fingieron que no se conocían, cuando era obvio que en esa fiesta había llegado a tener un contacto directo, él la vio, y claro que la había visto, ella recordaba haber visto a Changbin conversando con Momo y esa desconocida antes de que ella hubiese prestado atención a su forma de bailar.
Quizás la mayoría no iba a comprender su enojo, pero pasó meses intentando imaginarse como sería el rostro de Nayeon, deseando con todas sus fuerzas el poder verla solo un segundo, había sido frustrante amar algo que no podía ver, desear algo sin saber cómo era, si ella me lo hubiese dicho, pensó sabiendo que hubiese sido más fácil el poder imaginarse como era, a pesar que doliera por las circunstancias en que la había visto.
—Me tengo que ir—murmuró sintiendo como Yunho presionaba su palma contra su muslo murmurando ese claro "Aun no termina la obra". Mina tragó saliva girando su rostro solo para verlo, él parecía ansioso, como si hubiese esperado que ella estuviese durante toda la obra, está haciendo de cupido, y no fue muy difícil el comprender sus acciones, pero ella realmente no estaba de ánimos para sus juegos—no puedo, tengo algo que hacer—mintió mientras que posaba sus ojos esta vez en Nayeon notando como el chico de cabello gris quien supuso que se trataba de Taehyung se inclinaba presionando su labios contra los ajenos, besándola por más tiempo de lo necesario—adiós—y se levantó lo más rápido que pudo.
Para su suerte Matthew detuvo a Yunho, así que ella pudo huir con calma. La castaña abrió la puerta, Changbin en silencio la seguía, el chico observó como ella llevaba sus manos contra su casco y con violencia se lo quitaba, para luego dejarlo caer al suelo, algo dentro de él se quebró, era un recuerdo de Felix y se había deshecho de él como si no fuera la gran cosa.
—Te estas comportando como una niña caprichosa—gruñó Changbin ya cansado del actuar de la japonesa. La castaña con fuerza abrió las puertas principales, para luego girarse, los rayos de sol chocaron contra sus hombros y sus ojos, irradiados en ira se posaron directo en su acompañante que sostenía el casco que ella involuntariamente había dejado caer—por esa razón no te contamos, sabíamos que ibas a comportarte como una idiota.
Mina tragó saliva para luego darle la espalda caminando hacia la salida del estacionamiento.
—¡Piensa un poco las cosas!
La japonesa se volvió a girar caminando hacia su dirección.
—Meses imaginando cómo sería su rostro—susurró cerca de sus facciones viendo lo asustado que se veía—intentando crear algo con lo que poder asociarla sin pensar que estaba enamorada de una voz y sus acciones—y respiraba con fuerza mientras que Changbin empuñaba el borde del casco—...—guardó silencio al sentir como una nueva idea golpeaba su cabeza, no me jodas, pensó intentando no creer en esa posibilidad—¿Por eso querías que fuese parte de esa estúpida obra, no? querías que la conociera.
El coreano relamió sus labios mientras que miraba hacia otra dirección.
—Sí.
—Vete a la mierda—y sin más se giró, aunque solo dio un paso volviendo a quedarse en silencio—...—tomó una buena bocanada de aire, para luego simplemente llevar sus manos contra su cintura—te dije que no me iría, así que puedes seguirme—la única razón por la que estaba permitiendo que él la acompañara, era porque ya lo había hecho sufrir bastante—¿Ella estaba al tanto de tus acciones?
Changbin tomó su bicicleta mientras que el casco que anteriormente había estado en sus manos, ahora se encontraba en su cabeza.
—No—admitió a la vez que comenzaba a caminar a un par de centímetros detrás de la japonesa—Felix dijo que te verías bien con ella—y ahí estaba la respuesta de sus dudas, sí que la castaña soltó un jadeo intentando no pensar que, su amigo hasta muerto seguía complicando su vida—lo siento.
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