Cansancio
Narrador omnisciente:
Cuando el señor Im pasó a buscar a su hija, no fue capaz de mirarla a la cara. Se sentía avergonzado de ser consciente que estaba ocultando información importante para su pequeña y a pesar que sabía que ella lo odiaría cuando confesara en qué estado había llegado Mina a la sala de emergencia, simplemente no podía hacerlo, su instinto de padre lo obligaba a guardar silencio porque no la quería ver sufrir. Nayeon en cambio se mantuvo en un completo silencio en la parte trasera del vehículo con el cinturón de seguridad adherida a su pecho y cintura, desde su perspectiva podía notar a la perfección la manera en que el mayor golpeaba sus dedos contra el borde del volante con sus ojos fijos en su camino, se veía nervioso o quizás ansioso, no podía deducirlo con tanta facilidad, pero sabía que algo andaba mal cuando notó que él repelía su mirada como si estuviese asustado de tener un contacto directo con ella. La pelinegra se removió en su asiento posando sus ojos en la pantalla de su teléfono, Mina ni siquiera había oído el mensaje, ni siquiera el visto le dejó, quizás está molesta, ante aquel pensamiento sus hombros se hundieron y se entristeció porque no quería que la japonesa la odiaría a pesar que una parte de ella realmente estaba aceptando ese destino por la forma en que se comportó.
—¿Estas bien?—preguntó la joven Im cuando notó los hombros tensos del mayor, se veía realmente incómodo así que ni siquiera debió sorprenderse cuando observó la forma en que se inclinó encendiendo la radio—me estas ignorando—aclaró ligeramente ofendido por el inesperado silencio en que su mayor se estuvo manteniendo.
—Claro que no—respondió el señor Im con sus ojos fijos en la calle sintiendo como su corazón latía con fuerza en el interior de su caja torácica. Nervioso y con el sudor escurriendo por sus dedos alzó la mirada posando sus ojos en el espejo interno logrando ver como su hija mordisqueaba su labio inferior apoyando su cabeza contra el cristal, vas a sufrir, y el pensamiento dolía lo suficiente para mantenerlo callado durante los primeros segundos—solo...—y casi confesó el estado de Mina, pero esos ojos tristes lo hicieron silenciarse nuevamente—solo estoy cansado.
Nayeon movió su cabeza aceptando su respuesta, yo tambien lo estoy, pensó mientras que sus ojos nuevamente se enfocaban en la pantalla, por impulso la desbloqueó percatandose rapidamente que Mina aún no respondía. Era cierto que estaba cansada, el tema de la obra la saturaba y el saber que tendría que seguir besando a Taehyung no la animaba para nada a continuar con los últimos detalles de la misma, pero gran parte de su cansancio se debía netamente mental y el principal foco estaba en su casa. La muchacha bloqueó por última vez su teléfono y lo guardó en su bolso, no quería parecer una desesperada, pero estaba ansiosa por la pronta respuesta de la japonesa, así que esperaría a que ella se dignara a responder antes de que sus dedos nuevamente se movieron por sobre la pantalla en un vano intento por mandar otra nota de voz.
—Se hará una fiesta—Nayeon cambió el tema al recordar lo que se había hablado momentáneamente en la obra luego de ese incómodo encuentro que tuvo con Taehyung, ese idiota, y comenzaba a desesperarse, y la idea de pensar que simplemente quería renunciar y dejarlo humillado frente al público nuevamente se cruzaba en su mente, pero no iba a dejar la obra tirada, a pesar que aquel fuese su deseo—...—guardó silencio alzando su mirada para ver como su padre no había dejado de verla—se hará antes de la obra, los del penúltimo año la están organizando.
—¿Será en parejas?—cuestionó el adulto sintiendo como el sudor se deslizaba estaba vez de su mentón hasta su cuello, que diga que no, pensó siendo consciente que su hija invitaría a Mina.
El rostro de Nayeon se sonrojó. Se sintió tímida ante la manera en que el adulto la seguía viendo, así que optó por girar su rostro enfocándose en la calle notando como las personas caminaban con tranquilidad por su lado.
—Sí...
—¿Irás?—y no quería parecer ansioso, pero sentía que estaba a punto de vomitar. La coreana volvió su vista al frente, aún con la sangre envuelta en sus pomulos observó al adulto notando como este volvía a golpear sus pulgares contra el volante, ¿Iré? se cuestionó siendo consciente que la única forma en que iba a asistir sería en compañía de aquella linda japonesa de lunares atractivos, quizás no quiera, y existía la posibilidad de que Mina la rechace—¿Nayeon?
—No lo sé—respondió finalmente—me gustaría ir con Mina—confesó siendo ajena a la manera en que el más alto había tragado saliva llevando sus dedos contra el borde de la camiseta de su cuello, tirando de ella en un vano intento por calmar el calor que los mismos nervios le estaba causando—...—guardó silencio recordando lo sensible que podía ser la japonesa con los ruidos—ella no puede estar en lugares muy ruidosos, se pone nerviosa si no sabe dónde se encuentra o quienes la rodean—confesó sorprendiendose de notar lo acosadora que se había vuelto respecto a la castaña—así que no lo sé.
—¿Tanto te gusta?—cuestionó por impulso ligeramente sorprendido de notar que ella se había percatado hasta los más pequeños detalles que componían las acciones de la paciente de su colega. Sus ojos volvieron donde su hija, Nayeon se veía como una niña pequeña experimentando su primer amor y eso le dolió; no lo malinterpreten, una parte de él le gustaba Mina por la forma en que ayudó a Yunho, pero no quería que su bebé tuviese que estar presente en lo que conllevaba estar con una persona en estado grave, porque lo sabía, tenía claro que la chica no estaba bien, estaba luchando por vivir—Nayeon...—y estuvo dispuesto en simplemente decirlo, pero su hija prácticamente se desconectó manteniendo una tímida sonrisa mientras que veía la pantalla—ella no esta bien.
La pelinegra se quedó quieta observando la imagen de Mina reflejada en su teléfono, le gustaba bastante esa fotografía; se sentía ligeramente hipnotizada por la manera en que sus encías quedaban expuestas y su nariz se arrugaba elevando un poco sus ya conocidos lentes oscuros, sus dientes eran bonitos y esa combinación de rosados y blanco le gustaba bastante, pero lo que siempre le había llamado la atención era la peculiaridad de sus lunares, la primera vez que la vio pensó en una galleta de chocolate, y la comparación no era tan desviada si consideraba que Mina en si era deliciosa, Dios la estas viendo como si fuera comida, pensó avergonzada, así que rapidamente sacudió su cabeza en negación intentando disipar los pensamientos mientras que alzaba su mirada intentando comprender que había dicho su padre en su momento de distracción.
—Perdón, ¿Qué dijiste?—cuestionó notando como el adulto simplemente sacudía su cabeza en negación, sus dedos se deslizaron por el volante mientras que su palma la presionaba en medio del mismo girando el círculo de cuero para meterse en la calle que le correspondía—...—Nayeon nuevamente lo ignoró mientras que volvía a guardar su teléfono; se estaba volviendo loca, la cordura lentamente comenzaba a afectarle ante el silencio por parte de la castaña, así que sus dedos se habían ido impulsivamente en dirección de su bolso intentando asegurarse de que la chica esta vez había respondido, pero como no, Mina seguía sin escuchar sus notas.
Ninguno de los dos volvió a pronunciar palabras. La coreana descendió del vehículo e ingresó a su hogar notando como Yunho pasaba por su lado con un refresco entre sus palmas y la mirada perdida en el suelo, por impulso quiso tocarlo solo para preguntarle cómo se sentía, pero el chico con cierta repulsión esquivó sus dedos subiendo con rapidez las escaleras, para luego escuchar ese conocido portazo. La pelinegra apretó sus labios observando cómo su madre se mantenía entretenida en su teléfono, ¿Nunca lo soltará? se cuestionó deseando que en algún momento la mujer que la crió volviera a estar presente, pero al parecer solo era un efímero pensamiento que jamás se haría realidad. Su padre cerró la puerta y la observó, preocupado estiró su mano presionando sus dedos contra los hombros de la joven notando como esta velozmente se giraba, avergonzado le dio una cálida sonrisa deseando que aquello fuese suficiente para tranquilizarla, pero esos ojos seguían triste a pesar que le había devuelto el gesto.
Nayeon caminó hacia la cocina queriendo buscar algo de beber para luego ir detrás de su hermano menor, pero a medio camino los pequeños folletos que descansaban sobre la mesa llamaron su atención. Confundida giró sobre sus propios talones acercándose hacia las hojas.
—Nayeon... no toques eso—ordenó su madre provocando que la coreana velozmente tomará los folletos observando como su padre simplemente frunció el ceño caminando hacia su dirección—no es de tu incumbencia—aclaró molesta mientras que se colocaba de pie guardando por primera vez en el día su teléfono en los bolsillos delanteros de su saco.
—¿No es de mi incumbencia?—cuestionó la pelinegra con sus ojos ligeramente cristalizados al leer aquel claro y llamativo "Servicio militar" que estaba impregnado en medio de la primera página— tienes pensado en llevar a Yunho al servicio militar... ¿Cómo puedes tener el descaro de decir que no me incumbe cuando se trata de mi hermano?—preguntó sintiéndose completamente angustiada de pensar que su madre simplemente se quería deshacerse de su hermano menor, lo ve como un estorbo y el pensarlo lastimaba su ya herido corazón. El señor Im apretó sus dientes a la vez que caminaba hacia su dirección, confundido tomó el folleto intentando asegurarse de que lo que su hija estaba diciendo era solo una equivocación—¡¿Cómo te atreves?!
—¿Taehee?—cuestionó el adulto observando lo que estaba sosteniendo para luego alzar su mirada notando como su esposa simplemente suspiraba cruzándose de brazos—¿En serio?—murmuró con la garganta apretaba, él iba a llorar de la sola angustia y tristeza que le causaba el darse cuenta que su esposa ya no era la mujer de la que se había enamorado.
—Yunho tiene que madur...
—¡Lo violaron!—bramó Nayeon mientras que las lágrimas caían por sus mejillas—lo lastimaron y tu solo piensas que él tiene que madurar—aclaró agitada sin saber que el coreano estaba de pie en los escalones finales de las escaleras escuchando por completo aquella agitada discusión que se estaba formando; Yunho estaba avergonzado, peleaban por su culpa, todo haces mal pensó mientras que sus dedos picaban alrededor de la madera del pasamanos—él no va hacer ese estúpido servicio militar, que te quede claro—avisó llevando sus manos a su rostro para limpiar las lágrimas que seguian su descenso notando como la adulta simplemente alzaba una de sus cejas para luego sonreír.
—Soy su madre, y si quiero que Yunho vaya, él va ir—aclaró a la vez que se acercaba donde el más alto, con violencia le arrebató los folletos de sus dedos notando como él simplemente se había quedado quieto, abrumado de saber que lentamente todo se estaba yendo a la mierda, y él no podía detenerlo—ahora, si me disculpan, tengo que hacer un par de llamadas—avisó sacando su teléfono, pero su cuerpo se quedó completamente estático cuando Yunho apareció en la habitación tomando su aparato tecnología para lanzarlo con todas sus fuerzas contra la pared, destruyendo aquel pedazo de plastico—¿Q~Qué...?
—Eres una zorra—y aquel inesperado insulto por su parte lo único que causó fue que la mujer lo golpeara con todas sus fuerzas. Nayeon se interpuso agarrando su mano intentando que no volviera a tocarlo mientras que Yunho simplemente había sonreído como si hubiese estado esperando ese momento—¿Qué? no me digas que te ha ofendido—se estaba burlando mientras que podía sentir su mejilla derecha completamente adolorida. Rápidamente su padre tomó su brazo intentando calmarlo, pero él hace mucho tiempo que había dejado de estar cuerdo—¡No me toques!—bramó lanzando el puño esta vez contra el rostro del adulto—todos ustedes son unos hijos de puta—retrocedió llevando sus manos contra su cabello; parecía fuera de sí, y realmente se sentía de esa forma. Nayeon soltó a su madre y caminó hacia él a la vez que su padre simplemente acariciaba su mentón sintiéndose ligeramente aturdido por el golpe—¡Y TÚ!—gritó permitiendo que las venas de su cuello quedaran en expuesta. La pelinegra se quedó quieta pensando que hablaba de ella, pero los ojos de su hermano simplemente estaban enfocados en su madre—ojala te revuelques en el infierno maldita enferma.
—¡YUNHO!—y su madre alzó la voz sorprendida de su actuar—te haré que respetes a tus padres—aclaró dando un paso hacia su dirección dispuesta en volver a plantar su adolorida palma contra aquel rostro sonrojado y lloroso que el desequilibrado menor poseía, pero rapidamente su esposo la sostuvo manteniéndola ligeramente alzada del suelo—¡Suéltame!—ordenó removiendose de sus brazos, pero él solo se quedó quieto sintiendo como sus propios ojos se cristalizaban al darse cuenta que su familia había quedado destruida.
—Tu causaste esto—murmuró mientras que veía como Yunho comenzaba a reir echando su cabeza hacia atrás permitiendo que el sonido de sus carcajadas quedaran ligeramente ahogadas por su doloroso llanto—lastimaste a nuestro hijo—susurró manteniendo aún a la mujer en entre sus extremidades, permitiendo el poder notar como el menor de sus hijos simplemente corría hacia su habitación con Nayeon yendo detrás de él—...—lloró en silencio siendo consciente que solo habían quedados ellos dos en la habitación—quiero el divorcio—su voz paralizó a su esposa quien, sin comprender que había dicho logró zafarse de su agarre y lo miró a pesar que él no la veía de vuelta.
—¿Q~Qué?
—Eso—respondió el señor Im mientras que daba un paso hacia atrás intentando que ella no volviera a tocarlo. El adulto se armó de valor, con el dolor de su alma posó sus ojos en la más baja notando la desesperación en sus facciones—toma tus cosas y lárgate—pidió para luego dar un paso hacia el lado sintiendo como ella con fuerza agarraba su brazo intentando detenerlo—se acabó Taehee—murmuró sintiendo como, por cada respiración que daba sus pulmones más se cerraban—permití muchas cosas, y no puedo seguir así—aclaró a la vez que giraba su brazo logrando perder el contacto de aquellos cálidos dedos—no puedo perder a mis hijos.
—¿Me estas dejando?—cuestionó abrumada notando como él simplemente caminaba hacia las escaleras en busca de sus dos pequeños—¡MATTHEW!—gritó con fuerzas a la vez que sentía como sus piernas flaqueaban al darse cuenta que él ni siquiera se había dignado a mirarla—¡NO PUEDES DEJARME!—aclaró mientras comenzaba a llorar.
Nayeon puso su mano antes de que Yunho hubiese logrado cerrar la puerta de su recamara. Preocupada se adentró en la habitación observando como el chico se quitaba la camiseta continuando su camino hacia al baño, la coreana trató de no verse afectada, pero el notar las pequeñas marcas rojizas en su blanquecina espalda y hombros realmente la alarmó. Yunho, intentó llamarlo, pero las palabras simplemente quedaron atrapadas en su garganta cuando se adentró en el pequeño baño notando como el más alto encendía la regadera y se metía en la bañera, el agua fría caía sobre su cabeza empapando tanto su cuerpo como sus pantalones, desesperado y completamente fuera de si, el jovencito tomó la esponja de baño y con fuerza comenzó restregar el duro material contra la piel expuesta de su bonito y lastimado cuerpo.
—Sucio, sucio—una y otra vez repetía las misma palabras mientras que, con violencia pasaba el material permitiendo que su piel quedara completamente enrojecida e irritada—sucio, monstruo... eres un monstruo sucio—y él no estaba siendo consciente de lo que realizaba y Nayeon realmente no podía ver el estado en que el menor se encontraba—sucio...
—Y~Yunho—murmuró la coreana a la vez que se acercaba, como pudo posó sus palmas contras las manos del muchacho mientras que ese claro "sucio" se seguía repitiendo haciendo ecos en la habitación—Yunho... por favor—suplicó permitiendo que las lágrimas continuaran su descenso—por favor, para—lloró con fuerza, a la vez que tomaba la decisión de meterse en la bañera en un vano intento por dejar de ver cómo él se autolesionaba—para, para—con cuidado presionó su mejilla sobre el pecho del menor, sus brazos se envolvieron en su frío torso intentando de esa forma que dejara de lastimarse—no te lastimes.
Yunho tomó grandes bocanadas de aire sintiendo como el cálido cuerpo de su hermana envolvía su pecho, ¿Qué hiciste? se cuestionó intentando comprender qué había ocurrido, porque realmente se bloqueó, sus sentidos se nublaron y la cordura que alguna vez logró tener se había desvanecido en ese momento, así que no tenía ni la menor idea de lo que había sucedido. Aterrado y completamente preocupado de escuchar el llanto de la mayor posó sus ojos en sus manos notando la esponja amarilla que estaba prácticamente desgastada en su palma, sucio, y ahora recordaba que se sentía sucio, pero a pesar que tenía nuevamente esos impulso por pasar la esponja sobre su cuerpo, decidió soltarla llevando sus temblorosas manos contra la delgada espalda de Nayeon.
—E~Estoy sucio... por favor aléjate, tengo que limpiarme—susurró mientras que Nayeon simplemente sacudía su cabeza en negación—te voy a ensuciar—y le preocupaba que el sentimiento de repulsión que sentía por sí mismo fuese trasladado a su hermana mayor—no quiero que te ensucies—murmuró a la vez que, por impulso intentaba alejarla, pero ella simplemente se aferró con todas sus fuerzas a su expuesta anatomía—soy un monstruo... perdón, soy un monstruo.
—No lo eres... no lo eres—replicaba la joven. Matthew se quedó quieto en el umbral de la habitación escuchando el suave llanto de su hija y como Yunho seguía repitiendo que estaba sucio—te quiero, por favor, escuchame.
—Lastime a papá—y se sentía miserable, sus acciones, sus benditas acciones causaron que lastimara a su padre, aunque lo que más lo abrumaba era el saber que estaba siendo el único responsable en causar el llanto en la coreana—l~lo siento—era una disculpa sincera, Matthew pudo sentirlo así. En silencio Nayeon estrujó con sus brazos la espalda ancha del menor intentando de esa forma que olvidara aunque fuese por unos minutos el odio que sentía por si mismo—lamento decepcionarte.
—Te quiero—y eso era lo único que respondía Nayeon—te amo, te adoro, no te hagas esto—y claro que lo amaba, era su bebé, pero alguien lo lastimó así que lo estaba perdiendo—déjame ayudarte—suplicó mientras que sentía como Yunho con cuidado le devolvía el abrazo, así que se quebró llorando sobre su hombro; él había permitiendo la ayuda.
Matthew dio un paso hacia atrás. Les iba a dar un minuto de hermanos, antes de que tuviera que hablar con Yunho; su hijo necesitaba ayuda real, y él simplemente ya no podía seguir fingir que no la necesitaba.
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