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capítulo 8: peleas


Cuando llegaron a los jardines había comida en todas partes y montones de personas charlando y saludándose mientras bebían de elegantes copas.

Pero claro, al seguir a Tea se encontraron con un grupo sentado sobre una enorme y colorida manta, al menos seis canastas de picnic rebosantes de alimentos, las bocas de Jay y Carlos aguándose en anticipación.

—¡Mami, mami! —gritó Tea, corriendo a los brazos abiertos de una hermosa mujer de ropas y piel blancas, su cabello tan claro que daba la ilusión de brillar— ¡Viniste! ¡Hice pudin, y emparedados, y muffins! —enumeró, dando saltitos con cada palabra— ¡Holis!

La mujer sonrió y envolvió a su hija con dulzura, separándose solo para tomar su rostro entre sus manos y observarla bien, algo que no hacía hace muchísimo— Hola, princesa —saludó, besando su frente antes de dejarla correr a los brazos de su padre.

Mientras la chica abrazaba al hombre con todas sus fuerzas, Alistair le indicó a los chicos que se sentaran a su lado, presentándoles a su madre, una hermosa rubia que los saludó con una gran sonrisa: Alicia.

Ambos chicos estaban encantados, pero eso no evitaría que buscasen a sus amigas con la mirada; Evie y Mal llegarían juntas y, probablemente, comerían con Ben y sus padres, algo que Jay al menos no quería perderse, la expresión en el rostro de los reyes de Auradon algo que deseaba ver.

Pero fue Tea la primera en encontrar a la pelivioleta y peliazul en el mar de gente.

—¡Mally! ¡Evie! —gritó, poniéndose de pie de un salto para correr hacia ambas chicas, tomando sus manos y arrastrándolas a la zona de picnic, obligando a sus padres a ponerse de pie tambien— ¡Mami, papi! ¡Mis amigas! —exclamó, señalando a las dos confundidas hijas de villanas.

Alis rió por lo bajo y su madre simplemente negó con la cabeza, una sonrisa divertida en su rostro ante el entusiasmo de su ahijada— No pierde la energía nunca ¿eh?

—¿Tea? Jamás —asintió el muchacho— ¿Verdad, chicos?

Carlos rió, Jay asintiendo también— Tea es un caso especial, en el buen sentido.

Los cuatro regresaron la vista a la enérgica chica, que presentaba a sus amigas y a sus padres con una emoción desorbitante— ¡Evie es una princesa como yo, mami! ¿A que se vería linda con una corona?

La peliazul sonrió avergonzada, intentando tranquilizar a la chica poniendo una mano en su hombro, mas acabó por cerrar la boca en cuanto la bonita mujer frente a ella asintió.

—Mi hija tiene razón, Evie —habló Mirana, su voz tan suave como la brisa que acariciaba sus rostros— Y esta corona... Combina perfecto con tu vestido —aplaudió con elegancia la mujer, un contraste perfecto a la hiperactiva chica a su lado, que daba saltitos sin darse cuenta mientras su padre ponía flores en su cabello, para nada atento a la conversación— Pienso que tú deberías usarla. ¿No, Tea?

—¡Sí! ¡Corona para Evie! —confirmó Dorotea— ¡Papi! ¡Tú deberías darle un sombrero a Mally!

Su padre, Tarrant, o como se le conocía comúnmente, el Sombrerero Loco, alzó por fin la vista, una sonrisa curiosa asomando en sus labios. Observó a la pelivioleta unos segundos y aplaudió— ¡He tenido una idea brillante! —exclamó, señalando a Mal— ¡Debería obsequiarte un sombrero!

Tea se llevó una mano a la frente y suspiró, señalando al hombre con la otra— ¡Esa fue mi idea!

El ojiverde la miró confundido, como si fuese la primera vez que la oía— Disculpa, terroncito, no te oí, estaba pensando en qué sombrero sería más adecuado.

Los ojitos de Tea brillaron— ¡Uno verde! ¡Con escamas!

El hombre asintió rápidamente, sacando una libreta y un lápiz de sus enormes bolsillos, comenzando un rápido bosquejo— ¡Y plumas negras y lilas! ¡Y brillos! ¡Esmeraldas!

Padre e hija estaban en su pequeña burbuja de creatividad, Mirana observándolos con la más adoradora de las miradas hasta que volvió su atención a Evie y Mal— ¡Ah, si! Tu corona, cielo —sonrió, quitando cuidadosamente la tiara de su cabeza y, con la misma delicadeza, acomodándola en la de la peliazul, que abrió la boca en una exclamación muda de emoción, su mejor amiga negando divertida.

—¡Gracias, gracias, gracias! —chilló Evie, buscando rápidamente su espejo en su bolso, admirando su reflejo— ¡Es hermosa!

—Luces divina, cielo —alabó la mujer— ¿Se nos unirán a comer?

Mal negó, disculpándose— Debo ir con el príncipe Ben...

—Mal y Ben, sentados en un árbol, B-E-S-Á-N-D-O-S-E —canturreó Tea, apareciendo sorpresivamente a las espaldas de su madre— ¡Dile que debemos jugar croquet después! ¡Este año le ganaré!

Mal iba a responder afirmativamente y despedirse, pero fue interrumpida por la voz de Alis que, limonada en una mano, se acercaba a Tea para envolver la otra en su cintura— Na-ah, Ben y yo siempre te vencemos.

Tea hizo un puchero, quejándose con sonidos que asemejaban a los de un gatito triste hasta que su mirada cayó en Jay, quien se estaba llenando la boca de emparedados— ¡Na-ah! ¡Este año Jay está en mi equipo! ¿Verdad que sí, Jay-Jay?

¿Cómo podía decile que no? Lo estaba mirando con un exagerado puchero y batiendo sus pestañas, los dedos de sus manos cruzados como si estuviese pidiendo un deseo. Suspiró— Vale...

—¡YAYYYYY! ¡Les ganaré, les ganaré! ¡Seré la campeona! —la fiesta de prematura celebración de la chica se vio interrumpida cuando su madre carraspeó.

—Tea. ¿Qué es más importante que ganar?

La hija de la Reina Blanca miró a su madre y acabó por suspirar, refunfuñando la respuesta a su pregunta— Divertirse...

La mujer sonrió y, tras todos despedirse de Mal y Evie —que acompañó a su amiga a modo de apoyo moral— todos volvieron a disfrutar de su almuerzo.

♡ ♡ ♡

Después de una fatídica derrota y frases como "¡Pensé que sabías jugar!" y "¡Es un juego para principitos!" Jay se encontraba dándole a Tea un paseo por los jardines, ella en su espalda, claro, usándolo de caballo y riendo a carcajadas.

Porque sí, Jay, el hijo de Jafar, podía robar a quien fuese y no sentir ni una pizca de remordimiento, pero las mejillas rojas y los ojos cristalizados de la chica tras perder otro año consecutivo contra Ben y Alis en el croquet le habían bastado para convertirse en taxi por lo que quedaba de jornada.

La chica iba contándole historias sobre su papi y su mami y sobre como los había extrañado muchísimo y él estaba seguro de que mientras lo hacía ella tenía la mirada fija en ellos que, al otro lado de los jardines, charlaban con los padres de Ben.

Pero la felicidad no podía durar eternamente. El moreno escuchó un grito y su primer instinto fue correr a buscar a Carlos, Evie y Mal, pero recordó a la chica en su espalda y suspiró, agachándose para que le fuese más fácil bajar y luego caminando con ella al tumulto de gente que se había aglomerado al medio del jardín, abriendo el paso para Tea y él.

—¿Una oportunidad para qué, Ben? ¿Destruirnos? —no conocía a la vieja de nada, pero no le gustaba como miraba a Mal y tampoco le agradaba lo nerviosa que Tea se había puesto.

Ben, como se esperaba, intentó calmar la situación, pero la mujer alzó aún más la voz y Tea empezó a temblar en su lugar, sus manos sujetas firmemente, apretándose.

Jay ya no la miraba, se había adelantado para proteger a su amiga si llegaba a ser necesario.

Para cuándo Chad se unió a la discusión el labio de Dorotea temblaba y ella no podía hacer nada para detenerlo; los gritos llegaban a sus oídos pero no lograba descifrar lo que decían, solo sabía que quería que se detuviesen, no los soportaba.

Todos estaban ya al tanto de que algo sucedía y no pasó demasiado tiempo para que tanto los padres de Dorotea como Alistair comenzaran a buscarla entre la gente, sabiendo perfectamente que la tensión y los gritos podrían desencadenar en ella una serie de sentimientos que no sería capaz de manejar, no sola.

Pero jamás se esperaron encontrarla como lo hicieron: tras escucharla gritar.

—¡Chad Charming, ya basta!

Tenía lágrimas en los ojos y los puños apretados a sus costados, pero la mirada que le lanzó al muchacho bastó para callarlo, al menos un minuto. Minuto en el que todos la observaron sorprendidos, aún más sus nuevos amigos de la isla.

—¡Ellos son buenos y son mis amigos! ¡No han hecho nada malo! —recalcó, bajando su volumen para terminar con la voz temblorosa, repitiendo— son buenos...

De nada sirvió. El hijo de Cenicienta continuó insultando y la pelea empeorando, mas la mano de Alistair atrapó la de Tea, sacándola de ahí.

Lo último que la chica vió fue a Chad caer al suelo y a sus amigos corriendo en la dirección contraria.

♡ ♡ ♡

Estaba sola sobre el pasto; en sus mejillas el camino que habían dejado sus lágrimas, pero ya no lloraba. Estaba triste y tenía todas las razones para estarlo. Su mami y su papi se habían ido ya y, gracias a la pelea, no había tenido el tiempo suficiente con ellos. Ya los extrañaba. Muchísimo.

Y también estaba triste por sus amigos. Ellos eran buenos. No merecían ser tratados así, como si fuesen basura; no lo eran. Eran maravillosos, algo incomprendidos pero, así mismo había sido ella cuando había llegado: la nueva, la rarita, la que no encajaba.

Excepto que, si lo hacía. Encajaba, encajaba perfecto.

Y ellos descubrirían pronto que también lo hacían... O al menos eso esperaba.

Su pancita hizo ese ruido que suele hacer cuando el hambre ya es mucha así que se levantó, sacudió su vestidito y caminó hacia las mesas que estaban fuera, viendo de lejos la cabellera pelivioleta que tanto le gustaba.

Se acercó.

—¿Crees que bromeo? Tengo mucho más en mi libro —oyó a Mal decir, su tono no muy amigable.

—¡Tea! Tea, ven aquí cariño —la llamó Lonnie desde detrás de Audrey, todos girando para mirarla— ven, vamos a otro lugar a comer, ¿si?

Dorotea se mordió el labio, su mirada yendo del rostro de su amiga al de Audrey y del de Audrey al de Mal y Evie, y desde allí a Carlos y Jay.

Soltó un gritito y echó a correr.

No le gustaban las peleas.

♡ ♡ ♡

Espero que les gustase el capítulo, el próximo será el final de la primera película y ya saben lo que eso significa 🔱⚓☠️

Besos,
Connie.

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