capítulo 21: promesa de meñique
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Harry entró a cottage detrás de Tea, dejando que lo guiara por el espacio que, si no fuera porque sabía lo que estaba pasando en el País de las Maravillas, habría pensado estaba abandonado hace años.
Pero no era el caso. La casa estaba, en palabras simples, destrozada. Los muebles estaban volteados, cajones tirados en el piso con todos sus contenidos esparcidos por una increíblemente sucia alfombra. Decoraciones colgaban apenas de las paredes, algunas ya habiéndose caído y destrozado, sin hablar de todo el polvo y ceniza en todas las superficies a la vista.
Oyó a Tea subir las escaleras, pero se quedó abajo para darle espacio, decidiendo recoger y mover algunas cosas para arreglar un poco el primer piso, queriendo ser útil de alguna manera u otra.
El pirata llevaba unos veinte minutos haciendo eso cuando escuchó gritos a lo lejos, poniéndolo en alerta inmediata. Se asomó por la ventana, moviendo ligeramente las polvorientas cortinas y cerrándolas en un instante, alarmado.
—¿Tesoro?
Llamó despacio desde el pie de las escaleras, no escuchando ninguna respuesta. Los gritos afuera se hicieron más fuertes, y eso solo lo puso más nervioso pues, si bien creía que bajo cualquier ataque su espada sería suficiente para protegerse a sí mismo y a la hija del Sombrerero, no contaba con que sería un montón de naipes armados a los que tendría que enfrentarse.
Porque eso es lo que había visto al abrir la cortina; un montón de soldados de la Reina Roja se acercaban por el sendero que llevaba a la casa, y los gritos no eran más que sus alertas de guerra.
Iba a llamar a la chica otra vez cuando la vió bajar las escaleras apresurada. Traía un bolso colgado al hombro en adición a su ya reconocida mochilita, y su expresión llena de alarma le dejaba saber que había visto lo mismo con él.
Una vez más abrió la boca para hablar y, nuevamente, fue interrumpido por Tea, que tomó su mano y lo llevó con ella a una de las habitaciones más en lo profundo de la casa, cerrando la puerta tras ambos.
—¿Vamos a escondernos? —le preguntó entonces, viéndola moverse franticamente por la habitación, como buscando algo—.
—No exactamente —le respondió Dorotea, al parecer encontrando lo que había estado buscando bajo un pedazo previamente recortado de alfombra. Una llave— Vamos, vamos.
Tea abrió un pequeño armario y, con la llave que acababa de recoger, abrió una puerta en el suelo, saltando inmediatamente dentro e indicándole que la siguiera luego de cerrar el armario con ellos dentro.
Lo hizo. Ni siquiera se detuvo a mirar o analizar a dónde estaba saltando; confiaba ciegamente en Dorotea.
No fue un aterrizaje difícil, pues el agujero al que habían saltado no era en extremo profundo, solo lo suficiente como para que un hombre adulto estuviese completamente de pie.
Tea cerró la pequeña puerta, utilizando la llave para asegurarla desde el interior antes de girarse a mirarlo, sintiéndose suficientemente a salvo como para hacerlo.
—Este túnel nos llevará al castillo de mí madre —le explicó, tomando su mano con la suya libre, mirando hacia arriba para verlo bien— Nadie sabe de su existencia, solo papá y mamá. Estaremos bien.
Harry asintió, mostrando que entendía lo que estaba escuchando, mas no pudo evitar preguntar— ¿Y entonces qué haremos?
Tea lo meditó un momento, hasta que una pequeña sonrisa asomó en sus labios— Buscamos a mi mami y mi papi, nos deshacemos de mi tía.
—¿Y cómo hacemos eso...?
—Para eso es el bolso, tontito.
Dorotea lo dijo de una forma tal que Harry no quiso cuestionarla más. Simplemente asintió y caminó colgado de su mano, iniciando el largo y exhaustivo camino que los llevaría al palacio de la Reina Blanca.
El túnel se volvía más complicado de recorrer a medida avanzaban. El pirata debía caminar agachado a ratos, o pisar con cuidado de no hundir del todo su zapato en la tierra húmeda; pero Tea, un paso adelante de él y sin soltar su mano, caminaba derecho sin ningún problema, como si lo hubiese hecho miles de veces.
Y Harry no necesitó preguntarle para confirmarlo. Dorotea, a mitad de camino, comenzó a contarle el porqué de la existencia de dicho túnel, más que nada para tener algo de lo que hablar sin que fuese ridículo estar charlando en el contexto en que se encontraban.
—Mamá lo mandó a hacer cuando papi y yo debimos dejarla —le explicó, girando por un momento la cabeza para verle— Cuando por fin estuvo listo podíamos ir a verla de vez en cuando, a escondidas. Incluso venía ella en ocasiones, a cantarme y desearme las buenas noches.
El pirata la escuchaba atentamente, sin ningún animo de interrumpirla. Oírla hablar de su infancia, de todo lo que había tenido que pasar, las cosas que la habían convertido en la Tea que ahora tenía frente a él, era fascinante. Podría escucharla por horas y, probablemente, lo había hecho pues, para cuando Dorotea abrió la puerta al final del túnel y ambos por fin salieron al exterior, el cielo sobre sus cabezas era básicamente negro.
—Pensé que llegaríamos al castillo —le dijo entonces el pirata, viendo cauteloso a su alrededor—.
—Estamos en el castillo, o bueno, sus jardines —Tea lo tomó de los hombros y lo hizo girarse, el hijo de Garfio abriendo la boca con sorpresa ante el enorme palacio que, imaginó, luciría deslumbrante si no fuera por las manchas rojas enormes y frescas que tenía, además de las cenizas que se mantenían en el aire— Pero entrar será fácil. Espero.
No tuvo tiempo de cuestionarla por lo último que dijo, pues la sombrerera ya lo había tomado de la mano nuevamente para guiarlo por los jardines, ambos teniendo que detenerse y ocultarse en la oscuridad para evitar a los guardias que resguardaban los alrededores.
Pero pronto, y sin ningún contratiempo, habían alcanzado llegar a el costado del palacio, donde una puerta vieja, sucia y cubierta de enredaderas se escondía. Él, con la ayuda de su garfio, quitó las plantas hasta que Tea pudo insertar la misma llave que venía cargando desde el túnel en el cerrojo, abriendo con cuidado pues las bisagras rechinaban por el desuso.
—Bienvenido —le susurró Tea, entrelazando sus dedos con los del pirata; Harry notó que su mano temblaba— al palacio de mi madre.
Harry le dió un apretón, fijándose en el rostro de la chica junto a él. Sus ojos estaban apagados y no había rastro de su sonrisa, lo que le apretó ligeramente el pecho.
—Tesoro —le dijo, logrando que lo mirara— Vamos a salvar a tus padres. Te lo prometo.
Dorotea lo observó por unos segundos, analizando su expresión, sus labios elevándose en la más minúscula de las sonrisas, pero sonrisa al fin y al cabo.
—¿Por el meñique? —le preguntó, mostrándole su mano libre con el meñique arriba, haciéndolo sonreír también—.
—Por el meñique —confirmó, uniendo sus dedos por un momento, Harry aprovechando de tomar también la mano previamente libre de la chica en la suya, llevándola a sus labios y besando sus nudillos—.
Dorotea sintió, por primera vez desde que se había enterado de lo que ocurría en el País de las Maravillas, calma.
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dedicado a ButterflyVomit ♡
espero que lo hayan disfrutado, no olviden comentar, que de eso me alimento
besitos
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