capítulo 2: enamorado
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Despertó por la alarma que Alis había dejado programada. Bostezó, apretando los ojos, negándose a abrirlos.
Escuchó una risita a su lado y pronto una mano deslizándose por su cintura; el calor sobre su piel helada causándole cosquillas.
Intentó aguantar la risa pero sus carcajadas pronto se oyeron en la habitación, labios ajenos posándose sobre su mejilla, sus ojos abriéndose para encontrarse con los mieles frente a ella.
-Feliz no cumpleaños -saludó, una adorable sonrisa en su rostro.
-Buenos días, Tea -devolvió el saludo Alis, soltándola para levantarse, abriendo las cortinas de la habitación en el camino al baño.
Tea, aún en la cama, se estiró y hundió su rostro en las almohadas, comenzando a dormirse otra vez, sus ojos se cerraban, su mente se ponía en blanco... Hasta que lo recordó. ¡Debía reunirse con Evie y Mal!
Saltó de la cama y corrió por el cuarto haciendo un escándalo de proporciones, el compañero de Alis colocándose la almohada sobre la cabeza para no oírla murmurar lo tarde que iba.
En lo que tardaba en cambiarse, peinarse y maquillarse Alistair salió del baño a torso desnudo y con una toalla amarrada alrededor de su cintura, observándola divertido; había oído todos sus gritos y murmullos.
-¿Vas tarde para qué? -le preguntó, sentándose en su cama para observarla.
-¡Partido! ¡Evie! ¡Mal! -soltó la chica, saltando en un pie mientras intentaba ponerse sus zapatos- ¡Ben! ¡Ben juega!
El castaño levantó una ceja, procesando las respuestas al azar- ¿Irás al partido a apoyar a Ben? -escuchó un ajá y continuó- ¿E irás con Evie y Mal, las nuevas? -esta vez oyó un sonoro sipi y rió- vale, deja que me vista, iré contigo.
-¡Yay! -celebró Tea, asintiendo enérgicamente para luego aplicarse labial- ¡Pero date prisa!
-Vale, vale -rió el chico, colocándose una camiseta- estás empezando a sonar como el conejo blanco -Dorotea lo miró con un puchero molesto- ahora voltea, pervertida.
La chica rodó los ojos, volteando mientras Alis se vestía, comenzando a jugar con el collar de moño que llevaba del cuello.
-¡Vámonos! -escuchó a sus espaldas, segundos antes de ser atrapada por la cintura y llevada a la fuerza por los pasillos tal cual saco de papas.
Se dejó, obviamente, ya estaba acostumbrada.
Cuando llegaron a los jardines Alis la bajó, ambos caminando hasta el campo de Tourney donde el equipo ya se estaba preparando, las porristas ya habían empezado su rutina y las gradas ya estaban llenas.
Un puchero se formó en los labios de Dorotea, que encontró a Mal e Evie sentadas arriba junto a Lonnie, las gradas demasiado llenas como para que ella pudiera sentarse con ellas.
-Aw, ven, Tea, por aquí hay lugar -la intentó consolar el castaño, tomando su mano, pero la sombrerera no se movió.
-Pero prometí ver el partido con ellas...
-Estoy seguro de que entenderán.
Dorotea pareció considerar sus palabras, mas la idea seguía sin gustarle; no quería fallarle a sus nuevas amigas, no quería que pensaran que las había plantado.
Alis suspiró- Iré a comprarnos algo de beber. Espera aquí ¿si? Veremos qué hacer.
Asintió, quedándose en su lugar como Alistair había dicho, mirando a su alrededor con curiosidad; si bien esta no era ni de cerca la primera vez que asistía a un partido, Dorotea siempre encontraba algo nuevo que le llamaba la atención: alguien que gritaba algo divertido o vestía interesante, algún rostro nuevo o una flor que antes no había notado.
Y es que la felicidad de Dorotea se basaba en mantener sus días interesantes. La monotonía la aburría, las personas iguales, los días interminables y las conversaciones con demasiado sentido la hacían sentir vacía.
Habían pocos que sabían y entendían eso de ella, pocos que comprendían como funcionaban los engranajes en su cabeza, pocos que se quedaban el tiempo suficiente a su lado como para quererla.
Devuelta en el País de las Maravillas su padre era quien la mantenía viva. Cada mañana abría los ojos con las expectativas de un día increíble y el Sombrerero nunca la decepcionaba.
Correr descalza por los bosques, jugar a las escondidas con el Gato de Cheshire, -aunque siempre perdía- bailar con Tweedledum y Tweedledee, diseñar sombreros con su padre y beber el té con todos.
Añoraba eso.
A veces, cuando estaba aburrida, su mente divagaba.
Su imaginación corría libre y le mostraba cómo habría sido su vida si su tía no hubiese logrado tomarse el poder. Cómo habría sido, para ella, si su madre no hubiese tenido que ocultarla.
O cuan feliz sería si nunca los hubiesen capturado a ella y su padre, ni obligado a vivir en el castillo de la Reina Roja, ni...
-¡Té helado para la dama! -anunció una voz a sus espaldas. Sacudió la cabeza para despejar sus pensamientos y volteó con una enorme sonrisa.
-Gracias, Alis -dijo, recibiendo la botella de la mano del chico, que simplemente asintió y pasó un brazo por sus hombros, comenzando a caminar.
-Nos sentaremos en el pasto. Así veremos mejor el partido. ¿Qué dices?
Los ojos marrones de la muchacha se iluminaron. Asintió enérgicamente, dando un saltito de emoción. ¡Sería como un picnic! Sin comida, claro.
-Podríamos comprar algodón de azúcar. ¿Te apetece? -ofreció el hijo de Alicia.
Ignoren lo anterior. ¡Comida! ¡Esto sería definitivamente un picnic!
Aplaudió con una dulce sonrisa y eso fue respuesta suficiente para el castaño, que asintió y, luego de asegurarse de que la chica estuviese bien sentada sobre su chaqueta en el pasto, corrió al puestito de algodón de azúcar, comprando dos para luego volver con su amiga.
-Mi lady -anunció su llegada, ofreciéndole el algodón de azúcar que por supuesto que Dorotea tomó rápidamente, llevándose un poco a la boca.
Minutos después el partido dio inicio. Tea nunca había entendido muy bien el deporte, cerraba los ojos cada vez que alguien se hacía daño y, ahora que dos chicos de la Isla se habían incorporado al equipo, las caídas y golpes habían aumentado.
Pero, incluso cuando se tapó los ojos casi la mitad del partido, la hija del Sombrerero pudo notar algo fuera de lo común.
-El príncipe Ben actúa extraño -declaró, atrayendo la atención de su amigo, que alzó una ceja.
-¿A qué te refieres? Lo veo normal.
-No, no -se apresuró a negar Tea- ¡Estoy muy segura! Ben jamás ha tenido esa expresión en el rostro -y, ante la evidente confusión de Alistair, Dorotea continuó- Es como la cara que pone mi papi cuando termina un sombrero nuevo. Así, mira -Tea se llevó las manos bajo la barbilla y comenzó a parpadear y suspirar, como si estuviese admirando algo realmente maravilloso- Se ve cucú y Benny no está cucú. ¿Entiendes?
Alistair asintió pensativo- ¿Estará enfermo?
Dorotea rió- No, bobito. Sigue su mirada.
El castaño siguió la orden de Tea y buscó al príncipe entre los jugadores, siguiendo su mirada en cuanto lo encontró- Está mirando a una de las nuevas.
La atención de ambos amigos acabó en la cancha, donde ahora el príncipe Ben tomaba un micrófono y hacía al público deletrear.
-¡M!
-¡A!
-¡L!
-¡Mal!
Dorotea se llevó las manos a la boca con una risita, el príncipe de Auradon bailando y cantando sobre la pelivioleta.
Alistair soltó una carcajada- Creo que alguien está enamorado.
♡ ♡ ♡
Hooooola.
¡Espero les haya gustado el capítulo!
Besos,
Connie.
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