capítulo 10: sensible
Sentada sobre la cama de Mal la chica observaba atentamente como las manos de Evie movían con expertis la aguja a través de la tela, ajustando el vestido que su amiga —ahora rubia— llevaría en el cotillón a realizarse en los próximos días.
—Evie, n-no puedo respirar —se quejó la ex villana.
—Bueno, puedes respirar después del cotillón —respondió tajante la peliazul.
—¿Pero, eso no le haría daño? —preguntó ella entonces, mirando preocupada a sus dos amigas— Evie, debe respirar, sino no tendremos reina.
Las aludidas rieron, tranquilizando a la mini sombrerera antes de que se asustara, asegurándole que Mal en realidad si podía respirar.
Tea asintió, caminando hasta la enorme pecera que servía de hogar para Maléfica, ahora en su versión de bolsillo. La chica comenzó a sacar galletitas de su bolso y a poner pedacitos dentro de la casita de la emperatriz del mal mientras esta miraba recelosa desde un rincón.
Mal observó a su amiga con una pequeña sonrisa hasta que su mirada se desvió a su antigua chaqueta, dejándola pensando por unos momentos, momentos en que se debatió si debía o no empezar aquella conversación.
—Evie, ¿piensas en lo que haríamos de estar ahora mismo en la isla?
La peliazul soltó una risita nerviosa, aprovechando el programa que acababa de empezar para cambiar el tema— Oh, miren quien está en la tele.
Mientras tanto la hija del Sombrerero continuaba su labor de entretener a Maléfica, ahora mostrándole a través del vidrio fotos y vídeos de conejos haciendo cosas divertidas, su atención puesta por completo en la tarea —y en los conejitos, claro—.
Sintió la cama hundirse levemente a su lado y volteó a mirar a Mal, que acababa de realizar un hechizo con el libro de su madre mientras Evie la miraba también, aunque en lugar de curiosa lucía algo molesta.
—Sé el secreto de Mal para encajar y a Ben no le gustaría nada —canturreó la peliazul, sarcástica— ¿No ha habido ya demasiados secretos entre ustedes?
—Pero Evie, tú recuerdas como era antes de usar mi libro. ¡Era un desastre!
—A mí me caía bien —interrumpió Tea, cerrando despacio la parte de arriba de la pecera antes de poner la atención por completo en sus amigas— La Mally de antes y la Mally de ahora, digo —explicó, sonriendo.
Evie asintió, concordando, para luego agregar— Personalmente y como tú mejor amiga creo firmemente que tú libro de hechizos pertenece en el museo, junto a mi espejo mágico —declara, tomando el libro del regazo de Mal, comenzando a regañarla en cuanto los labios de la rubia forman un puchero— No quiero verte hacer pucheros, sabes que tengo razón.
Mal bufó, dirigiendo su mirada a Tea, que se encogió de hombros.
—A mí no me veas —dijo, lanzando una disimulada mirada en dirección a la peliazul— cuando se pone así me asusta tantito.
La rubia bufó nuevamente, decidiendo al menos intentar dar la pelea, dirigiéndose a su mejor amiga— ¿Acaso no extrañas poder correr libre y romper las reglas?
—¿Te refieres a robar, mentir y pelear? —corrigió la de ojos marrones a la vez que llevaba las manos a sus caderas.
— ¡Sí!
—¡No!
—¿Qué? —se confundió Mal, no esperando esa respuesta.
La chica suspiró— ¿Por qué lo haríamos? Mal, Auradon es maravilloso. Tea, ¿acaso no es Auradon maravilloso?
La aludida las miró a ambas tímidamente, no queriendo involucrarse en lo que parecía estarse convirtiendo en una discusión— Bueno, no es el País de las Maravillas pero... No está mal —respondió, sonriendo inocente.
—¿Ves? ¡No está mal! —exclamó Evie, tomando la mano de su amiga, guiándola frente al televisor, donde estaban mostrando imágenes de la rubia y Ben— Somos chicas de Auradon ahora. Auradon, la tierra de las oportunidades, donde podemos ser quien queramos ser... Además, mira estos zapatos. ¿Acaso no son lindos?
Mal asintió derrotada, viendo los zapatos que su amiga le había confeccionado para llevar en el cotillón— Son hermosos.
Dorotea suspiró al notar el humor de su amiga Mal decaer; tomó su paquete de galletitas y le ofreció una, sonriendo cuando notó los labios de la rubia formar una pequeña sonrisa también.
♡ ♡ ♡
Caminando por los pasillos de la escuela en dirección a su próxima clase Tea escuchó gritos y el sonido de un montón de flashes, haciéndola arrugar la nariz, debían ser reporteros molestando a Mal, otra vez.
Siguió los ruidos y se acercó a saltitos a los periodistas, tocando con el dedo el hombro de uno, que volteó confundido— Disculpe, ¿podría dejar a mi amiga por favor? Creo que la está incómodando.
El sujeto rodó los ojos— Y yo creo que no me importa —soltó, girando para continuar haciendo preguntas a la rubia.
Tea frunció el seño, dirigiéndose esta vez a una camarógrafa que grababa a Mal con una enorme cámara de vídeo. Tocó su hombro y esperó a que la mirase para hablar— Señorita, ¿podría parar de grabar a mi amiga? Debemos ir a clase.
La mujer se limitó a rodar los ojos y continuar con su trabajo.
Tea se sorprendió, sus labios fruncidos con molestia, Mal recién notando su presencia tras los reporteros.
—Disculpen —oyó la rubia a la sombrerera, los demás ignorándola— Disculpen —repitió, comenzando a perder la paciencia— ¡Disculpen! —gritó, consiguiendo por fin la atención de todos— ¡Por favor dejen de acosar a mi amiga! ¡Esto es una escuela, no una alfombra roja, no pueden estar aquí! —explotó, dando un golpe al suelo con el pie— ¡Chu, chu! —los espantó, moviendo los brazos hasta que todos, aunque de mala gana, hicieron caso.
Mal logró sonreír después de ver al último sujeto con una cámara marcharse, agradeciendo a Tea con un movimiento de cabeza antes de que la chica saltara alegre y se le colgara del brazo.
♡ ♡ ♡
Tea apareció en la puerta cargando una bolsa llena de ingredientes en una mano y un helado que ya se le acababa en la otra, comenzando a ayudar a Mal en su tarea de cocinar para Ben.
—Pensé que darías tu libro al museo —observó Tea, su atención dividida entre los hechizos que hacía su amiga para transformar un simple emparedado en un festín de la cocina francesa y la crema rosa con la que ella decoraba el pastel que había horneado la noche anterior— pero sigues usándolo para hacer bibidi babidi bu a todo.
Mal rió, aunque su tono delataba lo estresada que estaba— Lo sé, lo sé, pero le prometí a Ben un delicioso picnic y si no uso hechizos lo único decente que tendrá para comer será tu pastel.
—Bueno... —Tea no sabía muy bien qué decir— es un pastel grande.
La rubia asintió, sonriéndole a su amiga de forma genuina— Agradezco tu ayuda, Tea.
—¡Cuando quieras, Mally! —dio un saltito la del cabello bicolor— eres una de mis mejores amigas
—comentó, dándole la espalda a la chica para buscar en la nevera las fresas con las que terminaría de decorar el pastel.
Mal asintió y aprovechó cuando su amiga se giró para limpiar la lagrimita que se le había escapado.
Últimamente estaba muy sensible.
♡ ♡ ♡
Descendientes 2 comienza.
Harry no está listo para toda la ternura que se le viene.
Besos,
Connie.
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