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Capítulo IX:
Novena Lágrima.
El viaje era tenebrosamente silencioso. Chan no había dicho ni una palabra en todo el viaje. Jeongin sabe que de por sí el hombre nunca había sido la persona más ruidosa, pero a Chan le gusta conversar con él. O eso recordaba.
Sus manos sudaban y sentía algunas gotas acumulándose alrededor del comienzo de su cabello.
—Cálmate —Jeongin cerró los ojos lentamente. Chan siempre pareció saber lo que sentía. Eso o era una persona evidente.
—Quiero irme a casa —dijo bajito. Tratando de disimular su ansiedad.
Chan asintió sin dejar de ver el parabrisas.
—Te irás una vez que hayamos resuelto esta pequeña mierda.
—¡No hay nada qué resolver! —gritó fastidiado por todo lo que estaba sucediéndole. No era justo para él—. Bájame, ahora.
Chan rio bajo y ronco erizando su piel. Arg, siempre adoró esa risa. Escucharlo le ponía caliente, Jeongin nunca supo por qué. Es el encanto Bang, supone.
Sus ojos se pusieron alerta al sentir el coche detenerse. Miró por la ventanilla y observó un edificio pequeño en construcción, de ladrillos rojos de dos plantas. Se veía en reparación, Jeongin frunció el ceño, pero no preguntó sobre nada. Quería salir corriendo de allí y ese era su plan cuando Chan abrió la puerta para él.
Pateó al hombre grande en sus partes nobles antes de salir pitando fuera de la camioneta negra. Oyó un gruñido profundo y supo que estaba en peligro. No llegó muy lejos cuando dos brazos se enredaron en su cintura y tiraron de él con tanta fuerza que perdió el equilibrio. De nuevo, se vio cargado como un asqueroso saco de patatas.
—¡Déjame, Chan! —bramó golpeando la ancha espalda musculosa. Chan golpeó su trasero haciéndole dar un brinco por la impresión—. ¿Es en serio?
—Te has portado muy mal, Jeongin.
Recitó él, como disfrutando que se haya comportado de esa manera. Aunque Jeongin sabe que no es cierto. Enfadado consigo mismo por disfrutar del azote en su culo se grita a sí mismo interiormente. Chan sube las escaleras de metal, posicionadas al lateral de la estancia hasta llegar a la segunda planta.
Su cuerpo cayó sobre un sofá. Jeongin fulminó a Chan con su aniñada mirada que prometía venganza. Chan se rio antes de dejarse caer pesadamente sobre una silla, frente a frente.
—Es hora de hablar Jeongin. Sólo tú y yo.
—Yo no quiero hablar —se negó a hacerlo.
—¿Quieres beber algo? —Chan cambió de tema. Él fue hasta la pequeña cocina y abrió la nevera sacando dos botellas de cerveza que su garganta gemía por beber. Sus nervios se tranquilizarían si hubiera un poco de alcohol en sus venas.
Chan las abrió con un giró de su muñeca, humo helado salió flotando de la boquilla. Tragó saliva, ansioso, recibió la botella y bebió un largo trago observando cualquier cosa que no fuera el hombre sentado delante suyo.
—Bien, dime lo que tengas que decir para que pueda largarme —trató de sonar firme pero su voz vacilaba.
Chan arrugó las esquinas de sus ojos y bebió lentamente de su botella. Jeongin vio el movimiento de su garganta tragando. Cosa que le trajo deliciosos recuerdos, donde su polla era la que trabajaba en esa garganta. Sacudiendo su cabeza se dedicó a pensar en su rabia hacia Chan.
Él sonrió. Se inclinó hacia adelante con sus codos descansando sobre sus rodillas y esa maldita sonrisa soberbia. Sabe que Jeongin está pensando en él y eso le gusta.
De repente, Chan borró su atractiva sonrisa y endureció los labios. Mirando duramente a Jeongin.
—¿Por qué te fuiste de esa manera?
—¿Importa?
No quiso sonar violento, pero no podía aparentar ser feliz cuando no lo era. Le enfada que Chan se hiciera el idiota al preguntarle tal estupidez, cómo si no lo supiera en verdad, como si desconociera la razón.
Estás tan lleno de mentiras, Chan.
—Sí. Todo sobre ti importa.
¡Esto es increíble! Chan debería haber sido actor porque lo estaba haciendo malditamente bien.
—Sabes perfectamente porqué —contestó entre dientes. Subió sus oscuros ojos hasta los de Chan y enseñó lo asquerosamente enojado que se encontraba—. No quería estar cerca de ti, me fui para no tener que volver a verte, no toparme contigo y tener que lidiar con tu teatrito.
—¿A qué jodidos te refieres con eso, Jeongin? —Chan golpeó la botella en la mesa—. Te expliqué lo que sucedió, hicimos el amor y luego solo malditamente desapareciste. Ni una nota, ni un mensaje o llamada, te esfumaste y me desesperé.
Jeongin rió silenciosamente. Tomando cada palabra como una mala broma.
—No es gracioso.
—Lo es, Chan, ¿sabes por qué? Porque eres un maldito mentiroso. Me has mentido tantas veces que solos estás lleno de mierda hasta el cuello. Sí, follé contigo, pero sólo para que me dejaras de fastidiar. Fue algo así como un premio de consuelo, no es que me vayan los hombres casados.
Chan le miró aturdido.
—Pensé que entenderías...
—A todo esto, ¿qué es este lugar? ¿Qué hay allí abajo? —decía observando el piso donde estaban. La primera planta estaba siendo reconstruida y eso llamó su atención. La segunda planta, en cambio, no se parecía nada al estilo de Chan, en lo absoluto. Pocos muebles, nada finos. Ni siquiera una alfombra decente—. ¿Es aquí donde traes a tus nuevos amantes? —arrojó un comentario mordaz.
Chan se levantó, viéndolo ofendido por el hiriente comentario.
—Es aquí donde vivo, Jeongin —apretó los dientes para no golpearlo. Jeongin rodó los ojos y se paró abriendo los brazos para asentar sus palabras.
—¿Tú? El hombre millonario y refinado, Bang Chan vive en un bloque sin muebles de lujos o sus tragos costosos y joyas deslumbrantes y autos caros —le echó una mirada divertida—. No lo creo.
Sacudió la cabeza.
—¿Por qué no?
—Sólo no eres tú. No soportarías vivir en un lugar así, Chan.
—Bueno, todos cambiamos, ¿no crees?
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó sin ningún interés.
—Esto que ves, es lo que soy y lo que ha quedado de mí —confesó.
Jeongin bajó el ceño formando una V con sus cejas. Sin entender por completo lo que Chan estaba diciéndole. ¿Lo que queda de él? ¿Qué sucedió con lo demás?
—Perdí todo, Jeongin...
¿Qué?
—No... no comprendo...
—Un segundo —pidió. Desapareció por una de las puertas pequeñas, supuso que a su habitación porque era la única jodida puerta además de la principal. Chan volvió con un folder en sus manos y la tiró sobre la dañada mesilla de café. Con un cabeceó le instó a tomarlo.
Jeongin abrió el folder y encontró documentos.
—Divorcio... —leyó en voz baja. Sus ojos escanearon silenciosamente cada párrafo del documento. Chan exigió el divorcio a Yuna. Su esposa, o ahora, ex esposa—. ¿Qué significa esto?
—Toma asiento y te lo contaré todo. Por favor, tienes que escucharme, Jeongin —sus ojos suplicaban que lo haga. Tragó saliva antes de tomar asiento en el pequeño sofá rojo deshilado y maltratado. Chan le sonrió calmando un poco su agitación.
—Es una larga historia.
Bueno, menos mal tenían toda la noche por delante.
(...)
—Cuando me casé con Yuna apenas tenía dieciocho años. Ella fue mi compañera desde entonces, todo negocios —Chan entrelazó sus dedos sobre su estómago. Relajándose en el asiento sin mirar a Jeongin a los ojos—. Mi padre tuvo un problema financiero, millones perdidos por una mala apuesta. Mi padre era adicto a los... juegos, a las apuestas.
» Mi madre trató de detener su adicción, pero era imposible hacerlo, el hombre se volvió un psicópata si no iba a despilfarrar dinero en apuestas que nunca ganaba. Descuidó la empresa, los asociados exigían su cabeza. Después de un pequeño tiempo, fuimos perdiendo todo el dinero, no había ahorros ni un plan B que salvara nuestros culos. La empresa cayó en pique y nuestra casa sería hipotecada. No teníamos nada, Jeongin... la situación llegó tan lejos como para ni siquiera saber si comeríamos mañana. Mi madre era una mujer vieja, cansada de toda la mierda en la que mi padre la ahogó.
Jeongin tenía una idea de lo que vendría.
—Soy el único hijo por lo que la responsabilidad de cuidar a mis padres recayó en mí. No podía verlos de esa forma, habían vivido toda una vida llena de lujos. Sufrí al ver a mi familia derrumbarse, cuando surgió una oportunidad de salvar nuestros penosos culos de la pobreza. El Sr. Kang ofreció a mi padre esa oportunidad a cambio de contraer matrimonio con Yuna, su hija, una linda chica enamorada de mí. Yo no quería aceptar esa oferta porque sabía que el precio sería alto y quizá nunca más sería libre. Si lo ves desde mi punto de vista, fui vendido a la familia Kang. Mi padre firmó un contrato que nos salvó. Pero seis meses después, mi padre enfermó al poco tiempo y tuvo un derrame cerebral. Joder, yo era tan joven que no sabía qué hacer o a quién pedir ayuda.
—Chan, no necesitas...
Él sacudió la cabeza lentamente.
—Necesitas saberlo, Jeongin. Déjame contarte todo lo que no pude.
» En el momento en que me casé con Yuna... fue una sentencia de muerte para mí. Casarme sin amarla, sin siquiera conocerla del todo, ella era una extraña más. Tuvimos una gran boda, todo salió perfecto. La empresa volvió a resurgir, pero el precio era alto. El Sr. Kang, luego de mentir a mis padres diciendo que la empresa seguiría siendo suya... —negó con la cabeza—. Mintió. Dejó expresamente claro que la empresa ahora le pertenecía, mi padre no sabía de esa pequeña y jodida clausula en el contrato, así que cuando lo supo entró en crisis y enfermó. Su último deseo fue que recuperara lo que es nuestro por derecho, yo juré recuperar la empresa y el nombre de nuestra familia. Trabajé para el Sr. Kang muchos años a cambio de recuperar lo que nos pertenecía, gané su aprecio en el camino.
» Yuna era otro cuento, ella estaba desquiciada. Controlaba cada paso que daba, por la simple razón de saber que yo no lo amaba ni la amaría. Lo dejé pasar por un largo tiempo. Cuando mi madre murió en un accidente me pregunté por qué seguir luchando por algo que no amaba, por algo que sentía que ya no me pertenecía. Mi padre dejó una carta para mí suplicando que llevara en alto el nombre de la empresa, mi padre... él siempre fue un buen hombre. Sólo se equivocó demasiadas veces y yo le había hecho una promesa que no estaba dispuesto a romper por nada ni nadie.
Chan jugueteó con sus dedos sin mirar a Jeongin aún.
—Por un tiempo viví la mentira que había ideado. Fue cuando te conocí a ti —sus ojos se elevaron hasta los suyos, bloqueándose, desbordando un amor enloquecedor que caló hasta sus huesos—. Fue como amor a "segunda" vista, siempre me atrajeron los hombres tanto como las mujeres, pero tú... Tú me obsesionaste, por un momento sentí lo que Yuna sentía por mí. Sólo que yo tuve la suerte de tenerte —Jeongin bajó la mirada, ruborizado—. Eras y sigues siendo todo lo que quiero. Seguí con Yuna porque la maldita loca estaba sospechando. Estaba en un dilema, no quería perder la empresa que con tanto esfuerzo me costó levantar, pero tampoco quería dejarte ir porque eres como una droga, Jeongin, cada vez necesitaba más de ti. Cuando te fuiste supe lo que en realidad quería. Es a ti a quien amo, no importa el dinero, no importa los lujos si te tengo a ti.
—Detente —pidió.
—Dios, Jeongin, estoy muriendo por ti.
Sus ojos se bordearon de calientes lágrimas.
—¿Crees que yo no? —dijo mirándolo con ojos amargados—. ¿Crees que no me dolió todas las malditas cosas que hiciste conmigo? Yo te amaba, hubiera abandonado todo por ti, pero... ¡me mentiste y te odio por eso!
—Jeongin...
—No, cállate. Porque no importa lo mucho que trate de olvidarte siempre vuelves y eso me enloquece. Estoy harto de batallar contra esto, Chan. Ya he llorado tanto que no me queda nada, no sé qué jodidos hacer para sacarte de mi cabeza. Pensé que Lucas sería mi salida, pero aun así no lo logré —esa confesión hizo que Chan sonriera aliviado—. ¡No sonrías, maldito imbécil!
—Dijiste que aún me quieres...
—No, yo no dije eso en lo absoluto —se alarmó al observar cómo Chan se levantó y comenzó a acercarse hasta él.
—Por favor, deja de alejarme... no hay nada en el mundo que desee tanto como a ti.
Jeongin gimió con los ojos apretados.
—Cállate.
—Si tengo que rogar, lo haré. Si tengo que malditamente humillarme por tenerte, lo haré sin pensarlo, si debo enamorarte de nuevo, créeme lo haré bebé.
Cara a cara, Jeongin se erizó y comenzó a temblar por la anticipación. Tener a Chan tan cerca suyo, volvía loco a su cuerpo que correspondía con una intensidad que desconocía. Una gran mano acarició su mejilla, el dedo pulgar se deslizó hasta sus labios y los frotó. La hambrienta mirada hacia que se retorciera en su interior.
—Chan...
—Sigues siendo la cosa más hermosa que he visto. No importa cuántas veces te lo diga. Nunca me cansaría de repetírtelo.
—No... cierra la puta boca.
Dijo, pero su cuerpo se pegaba al de Chan por algún tipo de fuerza invisible.
La nariz de Chan acarició su cuello, su boca mordisqueó su mandíbula. Incitándolo a ceder. La presión en sus pantalones era asfixiante.
—Quiero hacerte el amor. ¿Me dejarías hacértelo, Jeongin? —la pregunta era como un dulce ronroneo. Una mano apretó su cintura y la otra sostuvo su barbilla.
La lujuria brillando en esos duros ojos que amaba ver. Su piel vibraba bajo la ropa pidiendo abandonar las prendas. Jadeó antes de saltar contra la deliciosa boca que lo recibió con ansiedad. El beso fue violento y necesitado.
Esto es una completa locura. Besarlo fue el detonador para hacer explotar todo lo que enterró muy dentro suyo. Ama al hombre con tanta demencia y pasión que lo asusta. Su lengua se enredó con la de Chan, trabajando en su juguetona boca. Lamió, mordió y chupó con hambre. Las manos vagando por su cuerpo le ponían caliente, produciendo deliciosos espasmos en todo su cuerpo.
En el momento en que se separaron, logró darse cuenta que estaba sentando sobre el hombre. Chan sonrió y entonces la razón volvió a Jeongin. Se alejó de Chan, empujándolo por los brazos, alarmado por lo que había hecho.
Cubrió su boca rojiza por los ardientes besos. Chan iba a tocarlo cuando se separó bruscamente de él.
—Tengo novio —dijo, recordándoselo tanto a Chan como a sí mismo.
—Pero no lo amas —se defendió Chan, enredando su mano en la muñeca de Jeongin—. Me amas a mí.
—Eso no es una excusa para engañarlo.
Se volvió a alejar, con las rodillas temblando. Sabe que, si Lucas se entera de esto, no lo perdonará. No es eso lo que le importa en sí, sino que Jeongin sabe lo que se siente ser engañado, herido. Y no desea a nadie eso. Revolviendo su cabello, se dirige a la puerta rápidamente y la abre de golpe.
—¿Jeongin? —grita Chan. No mira atrás, solo sigue adelante.
Su corazón y su mente se declararon la guerra. Tiene demasiadas dudas, demasiado miedo, demasiado pavor de todo esto. Él nunca pidió toda esta mierda. Solo quería amar y ser amado.
Jeongin huye lo más rápido que sus piernas le permiten. Los rayos resuenan en el cielo, las nubes grises arriba de su cabeza le advierten que una tormenta se avecina. Parece un milagro ver a un taxi pasar a su lado. Silba lo más fuerte que puede deteniendo al auto. Gracias a Dios, que el conductor lo oyó.
Cuando abre la puerta oye su nombre hacer eco en las oscuras y vacías calles.
Voltea hacia la ronca voz. Chan no se detiene, corre hasta él, pero Jeongin ya ha cerrado y bloqueado la puerta. El chofer lo mira dudoso, pero no dice nada.
Bloqueando sus ojos en los de Chan, dicta su dirección en un murmullo. Chan lo mira desesperado, aplasta su palma contra la ventana exigiéndole que abra la puerta. Jeongin le sonríe apenas antes de voltear la cabeza y entonces el auto comenzó a moverse dejando atrás a Chan justo en el momento en que la lluvia comienza a descender con fuerza.
—Hoy no es buen día para perdonar —susurró.
(...)
Cuando llegó a casa, lo único que encontró fue tres mensajes en su contestadora. La primera de Lucas, exigiendo saber dónde estaba, otra de Jisung y por última otra de Lucas gritándole obscenidades que jamás imaginó que le diría. Abrió la boca indignado y muy enfadado.
—Terminamos —gritó Lucas por el audífono, quizá pensando que había tenido sexo con el hombre que lo llevó cargando sobre su hombro. Jeongin suspiró fastidiado, descansando la espalda por la pared y revolviendo su pelo con aquel beso acaparando su mente.
Chan apenas llevaba dos horas en su vida y ya había hecho varios desastres. Cerró los ojos y golpeó su cabeza contra la pared sin siquiera saber que sentía.
(...)
Está indeciso sobre tocar o no. Está arrepintiéndose demasiado rápido. Exhala aire antes de elevar su puño y golpear la superficie plana con los nudillos.
Se oyen pasos y voces amortiguadas por la madera. Jeongin rueda los ojos con impaciencia cuando de pronto la puerta se abre y un malhumorado Félix se gira hasta bloquear sus ojos en su rostro.
—¿Jeongin? —pregunta titubeando. Félix se acelera y lo abraza con mucha fuerza—. No puedo creerlo.
—Hola a ti también.
Por más que quiera negarlo. Félix es una de las personas más importantes de su vida, es el hombre que siempre estuvo para él, tanto en las buenas como en las malas. Le tomó demasiado tiempo darse cuenta que condenar al hombre por haber cometido un solo error estaba mal, cuando siempre ha hecho lo correcto.
—¿Quieres entrar? Claro que quieres, entra, entra —lo empuja, incentivándolo a ingresar al departamento. Hyunjin asoma la cabeza, curioso por la visita. Cuando lo ve, abre los ojos, sorprendido.
—Hey, Jong —saluda con una sonrisa incomoda.
Él sonríe.
—Siempre es bueno verte, Jeongin.
Félix lo guía hasta el sofá, mientras que Hyunjin le ofrece una taza de chocolate caliente que estaban bebiendo. Acepta la pequeña taza con una sonrisa. Félix no sabe qué decir, su visita en realidad fue tan inesperada después de todo.
—Lo siento.
—Lo siento.
Dijeron ambos. Félix alza los ojos al mismo tiempo que Jeongin y sonríen tontamente. En silencio y con respeto hacia los viejos amigos, Hyunjin desaparece en la cocina dándole su propio espacio.
—Siento haberte mentido, sé que me equivoqué y entiendo si no me perdonas —declara Félix, con esa mirada pesada y significativa. Concluye en silencio que esa mirada significa arrepentimiento.
Jeongin sacude la cabeza.
—Te he perdonado hace mucho tiempo. Solo quería un tiempo para mí y aclarar toda esta... situación.
Y no mentía, había perdonado a su mejor amigo hace bastante tiempo atrás. Pero sabía que, si volvía, Chan sabría de él y su meta era olvidarlo.
—Comprendo.
Comenzaron hablando con un poco de incomodidad, pero a medida que más conversaban, más fácil fue la charla como en los viejos tiempos. Jeongin bromeó sobre su apariencia y Félix se sonrojó, Hyunjin se unió quince minutos más tarde con más tazas de chocolate caliente. Él pidió perdón, lo mismo que su novio había hecho minutos antes. Jeongin sonrió y dejó en claro que todo está bien entre ellos. Ahora, quería saber un poco más sobre el estado de cierta persona que había dejado solo en medio de la calle.
—Dispara —dijo Kyung, con una pequeña sonrisa decorando su rostro, bebió un sorbo de su chocolate sin despegar sus ojos curiosos de su indeciso rostro.
—Es... es sobre Chan —comenzó—. Tuvimos una, umm, algún tipo de discusión el otro día. Él me comentó sobre su nueva vida y quisiera saber más.
Hyunjin fue quien respondió esta vez.
—Literalmente perdió todo, ya debes saberlo —dijo—. Yuna succionó cada centavo y lo dejó en la calle. Fue una suerte que haya ahorrado dinero en una cuenta que Yuna y su padre desconocían. No era mucho, pero sí lo suficiente para salir del hoyo donde lo hundieron.
—¿En verdad perdió la empresa de sus padres?
Hyunjin asintió.
—Sí. Lo perdió. En realidad, todo lo material dejó de importarle cuando te fuiste, antes de marcharte él me llamó y discutimos sobre eso, yo asesoré su caso. Bueno, el padre de Yuna no estaba contento con que dejara a su estúpida hija, entonces desalojó a Chan de todas sus pertenencias como advertencia, pero él siguió adelante con los trámites de divorcio y el Sr. Kang se encariñó, de alguna forma, con Chan, por lo que al final ordenó a su hija a firmar los papeles del divorcio. El hombre sabe que era un caso perdido, el precio fue perderlo todo. Chan renunció y consiguió su libertad. Días después, Yuna enloqueció y atacó a Chan como una loca.
—¿Qué? —Jeongin jadeó de la impresión.
—Ella rompió una botella de vino que estaba bebiendo, se encontraba borracha, le dije a Chan que no fuera solo, él necesitaba el álbum de sus padres que dejó en la casa donde compartía con ella. Pero tú sabes que él no escucha, aun así, lo acompañamos. Yuna lo enfrentó y perdió jodidamente la cabeza, quiso apuñalarlo, pero no lo logró ya que oímos gritos y cosas rompiéndose, Hyunjin entró y la detuvo junto a Chan —relató Félix. Sacudiéndose por el recuerdo.
—Fue una locura —Hyunjin se rio sin humor.
—Lo imagino —susurró.
—Pero lo hizo por ti, y juro por Dios que más vale que saquen sus cabezas de sus culos y vuelvan a estar juntos porque sé que se aman. Él dejó todo por ti, Jeongin, entiendo que te falló y mintió, pero te ama... lo vi sufrir y perder todo para tenerte. No busques felicidad en un lugar en el que no lo tendrás —se refirió a Lucas y lo sabe perfectamente.
Jeongin oyó a Félix en silencio. Su mejor amigo insistió en que hablara con Chan, pero tenía miedo. Miedo de que todo se repitiera y se volviera un completo desastre. Perder a Lucas románticamente no le afectó porque no estuvo ni de cerca de amarlo. Pero Chan, él... ni siquiera sabe qué hacer con el hombre.
—¿Qué más sucedió? —cambió de tema.
—Oh, Chan vivió un tiempo aquí hasta que encontró ese viejo y pequeño edificio a unas calles de aquí. Desde entonces, ha estado trabajando en él. Reparando, modificando y diseñando, es su secreto —Félix sonrió.
—¿Qué se supone qué está haciendo? —recordó todas las reparaciones en proceso.
—Bueno, no sé si decírtelo —el novio de su mejor amigo sacudió la cabeza negativamente—. No es mi negocio.
—¡Oh, vamos! —se quejó—. No lo sabrá...
—Pero lo sé —giró la cabeza encontrándose con Chan recostado contra el marco de la puerta, observándolos con una sonrisa. Jeongin apretó su frente contra su palma y gimió.
—¿Cómo sabes dónde estoy? —lloriqueó. Odia que Chan lo encontrara siempre. El tipo era algo así como un brujo.
—Mi culpa —Hyunjin elevó su móvil en el aire. Jeongin le gruñó y Félix abrazó a su novio, riendo.
—¿No que no era tu negocio?
—Bueno, me gusta invertir —bromeó.
—Jeongin... tengo algo enseñarte —Chan le dijo. Félix y Hyunjin asintieron. Él cabeceó—. He trabajado mucho tiempo en él, solo por ti. Necesitó que lo veas —él se acercó, arrodillándose a sus pies con una mirada suplicante en sus ojos. Jeongin lo observó por largos minutos, no cediendo hasta que suspiró. Chan le regaló esa sonrisa del millón.
No podía engañarse a sí mismo, ama al hombre.
Quiso burlarse de la tonta manera que Chan cubrió sus ojos y lo llevó a la planta baja del edificio viejo. Bufó molesto, pero no golpeó su fastidiosa mano.
Oyó que la puerta vieja se abría.
—No hagas trampa —él dijo. Jeongin se sonrojó al ser pillado tratando de ver. De pronto, sintió un caliente cuerpo pegarse contra su espalda, un cálido aliento rozando su oreja erizando los cabellos de su nuca—. Abre los ojos, bebé —pidió Chan.
Cuando los abrió, dejó caer la barbilla hasta el pecho. Jadeó sorprendido y giró la cabeza hacia atrás viendo a Chan sin poder creérselo, con una mano presionando sobre su acelerado corazón.
Santa mierda.
Chan se encogió de hombros, restándole importancia.
—Mi regalo para ti. Una pequeña muestra de mi amor.
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