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Capítulo VIII:
Octava Lágrima.
Buscar a Jeongin no fue fácil.
Solo porque él se escondía. Fue a su departamento y halló nada. El pequeño escurridizo se mudó a un lugar, que sólo Dios sabe dónde. Además, ni siquiera Félix, mejor amigo, estaba enterado. Estaba a ciegas en esta búsqueda.
Comenzó a desesperarse cuando las puertas fueron cerrándose, se dijo a sí mismo demasiadas veces que era él único y absoluto culpable de toda esta mierda.
Engañó a Jeongin por demasiado tiempo y ahora estaba pagándolo muy caro. ¡Qué hacer! Él lo ama tanto que la idea de perderlo no es aceptable. No. Se niega a sí mismo a rendirse. Dejar ir a Jeongin sería morir.
Yang Jeongin es todo lo que alguna vez deseó en una pareja. No, era más que eso. Iba mucho más allá. Su lindo chef era un sueño hecho realidad. Con sus hermosos ojos café, su pequeña y bonita boca roja. Oh, esa sonrisa que iluminaba sus días.
Soportó a Yuna tanto tiempo por él. Lo hizo por Jeongin. En realidad, cuando fue consciente de su amor por Jeongin se sintió confundido. Estaba en un dilema, no podía perder todo, necesitaba eso para cuidar de Jeongin. De tenerlo con las mejores comodidades y lujos.
Pero por esa misma razón, lo perdió.
¿Qué hacer?
¿Qué decisión tomar?
Chan observó su vacío departamento, sus ojos cayeron rendidos. Gimió, derrotado. Quiere a Jeongin, lo necesita tanto como su siguiente respiro. Se echó hacia atrás recordándolo tenerlo en sus brazos, gimiendo, jadeando por él. Le oyó decir 'te amo' y su corazón lloró de tristeza. Apretó su pecho y derramó las lágrimas que estaba harto de tragar.
—Jeongin... —susurró en el solitario departamento.
(...)
Jeongin descargó las últimas cajas y sonrió sin llegar esa alegría a sus ojos. Su nuevo departamento estaba al otro lado de la ciudad, muy lejos de todas esas personas que le hirieron. De las mentiras que le rodeaban, comenzaría una nueva vida, con nuevas personas y nuevas metas.
Este departamento era mucho menos glamuroso y sofisticado como el anterior, pero se veía mucho más acogedor y hogareño.
Su móvil vibró sobre la mesilla, al lado del sofá, fue hasta él y deslizó la pantalla.
—Hola.
—Hey, Jeongin... ¿ya te has instalado? —reconoció la voz del otro lado.
Jeongin apretó el móvil contra su oreja mientras ordenaba otras cosas de aquí y allá.
—Más o menos, he empezado hace apenas una hora. Se ve bien, sin embargo.
—Me alegra oírlo —escuchó una linda risa—. ¿A qué hora paso por ti?
—A las... —observó el reloj—. Las ocho estaría bien. Gracias, Lucas.
—Sabes que, si se trata de ti, no me molesta.
Percibió perfectamente la insinuación. Jeongin tomó asiento en el brazo del sofá pequeño color café y suspiró.
—No estoy interesado en eso, Lucas... te lo dije.
—Yo no he dicho nada sobre eso.
—Lo insinuaste —rodó los ojos con una sonrisa.
—Sabes, Jeongin. Desde que me dejaste, en la secundaria no me he enamorado de nadie como tú... eres algo así como único —comentó casualmente. Jeongin sacudió la cabeza, aceptando la idea de que Lucas nunca cambiaría.
—No te rompí el corazón en absoluto. Tú te irías a Canadá y yo me quedaría aquí, no era un trato justo.
—Entonces rompiste conmigo.
—Era la única salida, en ese entonces.
—Cierto, pero igualmente no dejó de dolerme.
—Lucas...
—Espero —le interrumpió como solía hacer en sus tiempos de adolescencia—. Que tenerte de nuevo por mi vida me dé otra oportunidad.
—No estoy listo para otra relación —respondió jugueteando con sus dedos, nervioso.
—No te estoy pidiendo que te cases conmigo, aunque me encantaría. Solo necesito una oportunidad, sólo una, Jeongin —suplicó. Jeongin era débil, entonces ladeando la cabeza asintió.
—Sí. Está bien.
—No te arrepentirás, Jeongin.
—Espero que no.
Al terminar la llamada, cayó sobre los almohadones y cerró los ojos. Pensativo, recordó su adolescencia junto a Lucas. Él jamás fue un chico malo, era uno de esos populares. Nunca tuvo una idea clara del porqué Lucas se interesó en él, frunció el ceño y trató de buscar algún fallo en su antigua relación.
Él era simpático, apuesto, caballeroso. A regañadientes, el rostro de Chan surcó sus pensamientos. Ellos eran tan diferentes. Chan tan duro, serio, rudo e intenso.
Tenía un gusto por los chicos malos.
Quizá por eso, no sufrió tanto la pérdida de Lucas. Tal vez, no estuvo tan enamorado como pensó en un principio. La relación que mantuvo con Chan era excitante, amenazadoramente buena. Siempre emocionado por lo que Chan le haría y diría.
Se mordió el labio pensando en su chico grande.
Esos músculos que le envolvían cada vez que entraba dentro suyo. La manera en la que lo follaba, duro y seco. Con esos besos húmedos que provocaban dulces corto circuitos. Cada detalle romántico que hacía vibrar su cuerpo.
Ah, estaba tan jodido.
Tan mal.
Debería estar malditamente enfadado por todas las mentiras que Chan plantó. Pero no podía odiar lo que amaba.
De vuelta las lágrimas volvieron a sus ojos.
—¿Por qué no puedo odiarte? —golpeó el almohadón—. ¡¿Por qué?! —se indignó consigo mismo al verse derrumbado y afectado por un hombre que no lo amaba y sólo le usaba despiadadamente.
Solo eras un amante.
Se dijo a sí mismo.
Trató de convencerse en odiar a Chan. Una parte quería hacerlo y otra se revelaba ante la estúpida idea.
—Desearía olvidarte —susurró—. Necesito hacerlo.
(...)
Ha pasado más de un año.
Muchas cosas han cambiado. Desde el trabajo, hasta su alegre actitud. Se volvió más cuidadoso y alerta con las personas a las que conoce.
Trabajar en el restaurante de Lucas, hizo que olvidara sus problemas personales. Se enfocó en trabajar duro para ganarse su lugar en la cocina. Tanto los camareros como el chef principal estaban extasiados por su comida y siempre trataban de robar su receta secreta. Él sonreía y negaba el dedo índice.
—Juro que no se lo diré a nadie —dijo Seungmin. Uno de los camareros con linda cara.
—No.
Contestó por tercera vez. Seungmin se encogió de hombros y desprendió su labio inferior sobre el superior.
—A cambio te haré uno de esos postres que te encantan.
—¡Oh, sí! —gritó emocionado—. Por Dios, hazlo. Son deliciosos —su boca se volvió agua con sólo imaginarlo.
—Vale, vale.
—Hey, bebé —saludó Lucas ingresando por la puerta. Saludó a sus chicos y se dirigió hasta la mesa de Jeongin saludándolo con un beso en la boca.
—Hola.
—¿Ya nos vamos? —preguntó deslizando un dedo juguetón por el bol con crema de chocolate que estaba batiendo. Chupó su dedo y sonrió a Jeongin—. Delicioso, como siempre.
—Gracias —sonrió—. En un momento, meteré estos en el horno y podremos irnos.
Deslizó una bandeja llena de pequeños cupcakes de vainilla, fresa y chocolate dentro del horno.
—Yo prepararé el glaseado, vete Jeongin —dijo su ayudante, Minho.
—¡Gracias!
Corriendo fue al vestidor, dejó su ropa blanca atrás y las intercambió por unos vaqueros negros ajustados, una camiseta roja a cuadros ligera y botas moteras negras, tomó su bolso y corrió junto a Lucas, él abrazó su cintura y besó su cabeza.
Se despidieron de los chicos y subieron al auto de Lucas. Tenían una cita por lo que Jeongin sabía. En ese año sucedieron varios cambios. Su trabajo, amigos y relación eran otras.
Muy en su interior pensaba en Félix y Hyunjin. Los extrañaba, más a su mejor amigo. A veces, por inercia recordaba a Chan y se preguntaba qué fue de su ex pareja o lo que sea que hubieran sido.
—Un penique por tus pensamientos —bromeó Lucas.
Jeongin alejó sus ojos de la ventana para verlo.
—Nada importante.
—¿Por qué siento que me mientes?
—No es nada, en verdad —apartó de nuevo su vista—. ¿A dónde vamos?
—A una cita.
—¿Una cita? —repitió.
—Sí, una cita.
—¿Dónde?
—A un lugar donde me gusta ir.
Suspendió la oración, queriendo ilusionar a Jeongin. La verdad, no quería salir, no tenía ánimos de hacer nada. Quería tomar un baño caliente y dormir, pero ver a Lucas tan emocionado le dijo que debería aceptar su propuesta.
Después de quince minutos de un trayecto silencioso, Jeongin se sentó recto, comenzando a reconocer las calles y las tiendas que veía.
—Lucas... —llamó con la boca un poco abierta.
—Llegamos —Lucas decía apreciando el lugar con los ojos en el letrero con letras finas y elegantes—. Vamos, tengo un lugar reservado para nosotros —él trotó alrededor del auto, abrió la puerta y envolvió su mano sacándolo fuera.
–Prefiero no entrar —trató de convencerlo, pero ya tenía ambos pies dentro del restaurante donde solía trabajar.
—Buenas noches y bienvenidos —se presentó el recepcionista cuando elevó sus ojos y los dijo en Jeongin—. ¿Jeongin?
—Hola, Changbin.
—Qué bueno verte por aquí de nuevo —saludó Changbin amablemente—. Jisung estará feliz de encontrarte después de mucho tiempo.
—Um, claro.
Estaba incomodándose. Jisung seguro le preguntaría demasiadas cosas, le pondría nervioso y muy ansioso. Miró a Lucas, pero él volvió a intercambiar algunas palabras con Changbin. Él los guio hasta una mesa, Lucas retrocedió la silla para él. Tomó asiento y miró el lugar de un lado a otro. Nada había parecido cambiar, todo se veía como antes.
Este fue un lugar de trabajo muy significativo para él. Aquí hizo amigos de confianza, aquí cocinó y aquí era el lugar que compartía con Chan.
—¿Qué ordenarás? —la voz de Lucas le sacó de sus profundos pensamientos.
—Lo que tú elijas está bien —respondió desinteresado. Sinceramente, quería largarse del lugar lo más rápido posible. No le daba una buena sensación estar allí.
La orden, cualquiera que él haya ordenado, llegó. Sirvieron vino en sus copas y comieron en un ambiente poco alegre. Lucas no pareció darse cuenta de su incomodes. Jeongin se apresuró a comer y largarse del lugar, cuando por fin acabaron con su cena una persona se les acercó.
—¡Jeongin!
Girando la cabeza se encontró con su antiguo amigo.
—Jisung.
—Por fin te dignaste aparecer —reclamó enfadado pero aliviado de verlo—. Te he extrañado tanto —dijo abrazándolo. Jeongin no pudo evitar sonreír.
—También yo.
—Oh, hola —Jisung saludó a su novio. Lucas lo miró con el ceño fruncido, pero como era de esperarse saludó cortésmente—. Parece que no te quedarás por mucho más tiempo, así que ¿podrías darme tú número telefónico?
—Claro.
Jeongin pidió al camarero su lápiz y bloc. Anotó el número y lo entregó a Jisung. Cuando se despidieron, Jisung le hizo prometer que se volverían a ver. Él dijo que había cosas que necesitaba discutir con Jeongin, prometió volver.
—Entonces, vámonos —abrazó su cintura y salieron del restaurant. Jeongin pudo respirar con alivio, nada malo sucedió como esperaba. Tal vez, estaba comportándose algo frenético. Esperaron por el auto frente al restaurant cuando oyó unas risas que conocía muy bien. Girándose los vio sonriendo y hablando amenamente cuando ellos le vieron parado en medio de la acera.
Mierda.
—¿Jeongin? —murmura su mejor amigo mirándole directamente a los ojos.
Hyunjin se detiene al lado de Félix, pero alguien capta su total atención.
Chan se quedó parado, con una mirada seria y cortante. Jeongin traga saliva al verlo en movimiento, su corazón late estruendosamente adentro de su caja torácica. Él camina hasta Jeongin, sus piernas no responden cuando obligó a su mente a correr.
Su brazo fue envuelto por una gran mano tibia, volteándolo sobre sus pies para enfrentarlo cara a cara.
Abrió la boca para ordenarle que no lo toque. Estaba completamente mudo, incapacitado por hablar con su corazón trepando su garganta.
—Debemos hablar —Chan dijo con esa profunda y rica voz que hizo temblar sus rodillas.
—¿Qué sucede Jeongin? ¿Este hombre te está molestando? —la pregunta de Lucas molesta evidentemente a Chan. Él aprieta los dientes marcando su fuerte mandíbula. Sabe que el apodo cariñoso con el que lo llamó enfadó a Chan, puedo percibirlo por la presión en su brazo.
—No quiero —se atrevió a respondes. Chan vuelve sus ojos oscuros hasta los suyos.
Jeongin gime interiormente, no está preparado para esto.
—Lo harás.
Jeongin trata de soltar su brazo. -Pudrete.
De repente, siente que sus pies abandonan el firme suelo para ser elevado y caer sobre el hombro de Chan, suelta un pequeño chillido por la impresión. Rápidamente se sostiene de la ancha espalda buscando estabilizarse.
Lucas grita a Chan, envuelve su brazo tratando de ayudarlo, pero Chan lo empuja con fuerza y se deshace de él.
—No escaparás, Jeongin, no esta vez —dice antes de llevarlo hasta su camioneta y tirarlo adentro. Estaba siendo secuestrado por el hombre que nunca pudo superar—. Daremos una pequeña vuelta y resolveremos esto, solo tú y yo —Jeongin se derritió en su asiento, viendo esa hermosa sonrisa que tanto extraño.
Esto no está para nada bien.
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