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Capítulo VII:Séptima Lágrima.

Jeongin vio a Chan entrar en el club, sabía que venía por él. Tal vez fue el alcohol corriendo en su sangre, intoxicando su cuerpo lo que lo impulsó para atraer a Jisung y besarlo sin dejar de ver al hombre que lo hizo llorar noches eternas.

Devoró la boca de Jisung mientras su amigo lo veía con sorpresa, más tarde... más tarde le explicaría por qué lo hizo. Mientras tanto disfrutaría del pánico en el rostro de Chan, le encanta verlo desesperado, pero de pronto sus ojos se oscurecieron y viene hacia ellos con demasiada violencia sumergiendo su cordura.

—¡Mierda! —grita Jeongin al ser empujado. Sus ojos se expanden por todo su rostro con terror al ver a Chan empujar a Jisung con tanta fuerza.

Contrólalo.

Exigió su mente, reaccionando corrió hacia la ronda de personas que cerraron el camino viendo la pelea que Chan inició. Empujando a todos, llegó hasta Chan y lo tomó del hombro tratando de detenerlo, pero él está muy cabreado.

—Ya basta —grita—. Detente hijo de puta, ¿De qué vas?

—Aléjate —gruñe Chan.

Cierra el puño y golpea a su compañero. Jisung se defiende como puede y también estrella sus puños en Chan.

—Por favor Chan —brama Jeongin. Cubre el rostro de su ex amante con sus manos temblorosas para que lo vea y dice—: Por mí.

Chan lo obedece y abandona su pelea con Jisung. Su amigo es auxiliado por algunos chicos y Jeongin se enfoca en Chan, él ni siquiera lo está mirando. Su muñeca es enredada por una mano más grande, tiran de él y lo siguiente que sabe es que está en la camioneta de Chan hacia un lugar que desconoce.

No hablaron, no discutieron, no hicieron nada.

Él lo llevó a un departamento. El departamento de Chan. Jeongin no huyó porque sabía que sería inútil, Chan está muy enojado con él y si escapa empeorará las cosas. No es que le importara, pero ahora sabía que debía medirse, Jisung fue víctima de su venganza.

Dios.

Se frotó la cara sintiendo la dura mirada de Chan clavada en su nuca. Cierra los ojos e intenta mantenerse en sus dos pies.

Estaba aterrado.

No quería que esto pasara, pero ya están aquí.

Chan y su fuerte presencia estaban matándolo lentamente. No quería girarse a verlo porque era débil en cuanto a él se tratara. Era un imbécil por seguir sintiendo algo por ese hombre.

Me traicionó. Se recordó, pero parecía que eso no importaba.

Me hizo llorar.

Su corazón estaba sufriendo un ataque de nervios cuando Chan lo empujó por su espalda baja, guiándolo. Jeongin no dijo nada, no podía gracias a ese nudo y la comisura de sus labios temblando por el nerviosismo. Su miedo aumentó cuando Chan lo llevó hasta su habitación.

—¿Qué...? —dejó la pregunta en el aire.

Pestañeó repetidas veces al observar a Chan deshacerse de su pesado saco negro, reloj, zapatos y camisa, con solo los jeans puestos fue hasta Jeongin abrazándolo por detrás. Su curiosa nariz aspiraba el perfume que esa noche usó, cosquilleaba por la manera en la que se deslizaba por su cuello, cerró los ojos con el cuerpo temblando.

—No... —pidió débilmente.

—Sí —Chan no discutió.

Jeongin no quería volver a caer, no quería volver a llorar y sufrir como lo hizo con Chan. Quería olvidarlo, dejar de amarlo y comenzar de nuevo, pero era tan difícil, tan duro hacerlo mientras el hombre al que ama y odia lo está tocando y desvistiendo lentamente.

Sus defensas flaquean muy rápido, tanto que nunca parecieron alzarse. Jeongin rueda la cabeza para acabar recostándolo en el hombro de Chan, él acaricia cada parte de la piel expuesta, los pequeños hombros, pecho, cintura y cadera. Cada vez bajando aún más hasta encontrarse con su polla erecta.

Está avergonzado de haberse excitado de esa forma, debe sentirse asqueado pero su reacción siempre es la misma con Chan, se siente estúpido y utilizado.

Odia la situación en la que está envuelto.

Pero disfruta de ella.

Se contradice de varias maneras, pero está de acuerdo en que se siente tan bien que está mal. Jeongin gime cuando Chan cierra su mano en su polla y bombea la dura carne, tirando fuerte.

Jeongin muerde su labio y lo rastrilla, sacude las caderas pidiendo silenciosamente más. Chan lame su garganta y arremolina su lengua, chupando la salada piel de su cuello dejando un lindo moretón allí. Su otra mano pellizca sus pezones, irguiéndolos, su boca hace magia cuando choca con la suya.

Sus lenguas pelean, pero cómo se hizo costumbre, una que le encantaba, perdió. Jeongin se derritió en los brazos de Chan, él conocía perfectamente donde tocar y que botones pulsar. Su polla lloraba líquido pre-seminal, Chan lo esparció por la cabeza purpura, lubricando su mano para que vaya más rápido.

Su boca se abría exigiendo oxígeno para sus pulmones, cada bocanada ardía, sus caderas empujaban hacia adelante queriendo sentir más. Jadea de emoción inexplicable cuando Chan tira de su cabello para otro beso posesivo, le gusta que sea duro con él.

—Te quiero tan mal —Jeongin ya ha escuchado esa línea muchas veces de parte de Chan, siempre lo excita. Tal vez él le quiere, en verdad, tan mal cómo profesa. Le gustaba creer que sí, aunque la realidad sea un enorme 'no' tallado en cada rincón de su mente.

Es un hombre prohibido.

Pero por sola esta noche, no quiere sentirlo de esa forma. Quiere pertenecer a Chan cómo pensó que lo hacía. Quiere tantas cosas que nunca tendrá que desea llorar y olvidar todo el dolor.

Su mente volaba muy alto cuando siente los dedos largos y resbaladizos entrar dentro suyo. Relame sus labios al sentirlos muy secos, las ansias de pertenecer a Chan se están saliendo de control. Jeongin lo mira necesitado.

—Quiero que me folles —pide con aparente amabilidad, por dentro el fuego no cede—. Quiero... tu polla, Chan, la necesito dentro —Jeongin cubre la mano con los dedos enterrados en él. Con paciencia los desliza afuera sintiendo el vacío.

Chan lo observa con todo el amor que siente. Le desviste y lo sigue, empujándolo por la cintura, recuesta a Jeongin sobre la cama, lo ve a los ojos y se muerde los labios apreciando lo hermoso que es ese chico. Jeongin le sonríe y pareciese que jamás se abandonaron, que jamás terminaron y que nunca existió nada más que ellos dos.

Me pones malditamente cursi, Yang Jeongin.

Guía la cabeza de su polla hasta el rosado y ansioso orificio. No despega sus ojos de las preciosas esferas marrones, empuja dentro con lentitud atravesando cada anillo. Jeongin entreabre los labios y suspira al sentir la dura carne ingresar en su cuerpo.

Estar de frente con Chan es difícil, pero no puede evitar amarlo. Se siente hipócrita consigo mismo, se prometió que no volvería a caer. Entonces, se hace una nueva promesa.

Esta es la última vez.

Jeongin abraza la ancha espalda sintiendo cada musculo ondear. Gime bajo al estar lleno, Chan descansa la frente sobre el hombro de Jeongin y toma impulso para golpear sus caderas contra el pequeño cuerpo. Trata de no gemir, pero es imposible, las notas van subiendo cada vez más hasta que se vuelven fuertes.

Sus manos bajan hasta los muslos de Chan, las uñas se clavan en la carne incitándolo a hundirse más duro y profundo. Chan acelera, con una palma enterrada al lado de la cabeza de Jeongin y la otra en su cintura, su boca baja y besa con furia esa boca roja.

Gruñe en su oído provocando espasmos y temblores que agitan el corazón de Jeongin. Chan descendió los ojos hasta el punto donde su polla conectaba al culo de Jeongin. Hipnotizado por el hermoso cuerpo, aprieta los dientes, encierra al pene de Jeongin en su mano y lo masturba a su propio ritmo. Oír sus gemidos y jadeos es celestial, quiere más.

Chan sale del interior de Jeongin, él se queja. Sonríe recostándose atrás suyo, eleva una de sus piernas en el aire y se sumerge de nuevo oyendo otro jadeo de sorpresa. Chan admira todo de Jeongin, cada expresión, cada guiño, cada gesto lo enamora más.

Su boca se pega al oído de Jeongin para susurrarle palabras de amor.

—Te amo —flota de sus labios. Jeongin grita de placer, tirando de su polla para alcanzar su orgasmo, las palabras de Chan suenan verdaderas, él no las cree—. Perdón, perdón, perdón, bebé —entrega su corazón en cada letra, pero son ignoradas.

Jeongin escucha, pero no oye, no asimila y no lo acepta. Lágrimas calientes resbalan por su rostro, se odia tanto por seguir queriéndolo, se odia por querer creerlo, se odia por amarlo tan desenfrenadamente que pierde su dignidad y orgullo para obtener un pequeño pedazo de él.

Su orgasmo lo eleva, un profundo gemido le hace saber a Chan que Jeongin está corriéndose. Cuerdas de color blanco nacarado salen disparados de la polla de Jeongin, Chan lo besa y él se entrega.

—Te amo —Jeongin dice.

Chan frunce el ceño y abre la boca, tirando de su cuello hacia atrás gruñe corriéndose dentro del canal sedoso y caliente. Jeongin disfruta de la liberación de Chan, muerde sus labios.

Le sonríe por última vez.

—También te amo —contestó—. Te amo tanto, Jeongin.

—Lo sé.

(...)

Silenciosamente, tomó sus prendas esparcidas del suelo y se las puso con todo el cuidado que pudo, su caja torácica asfixiaba a su corazón por lo inminente. Echó una última mirada a Chan, se acercó hasta el cuerpo desnudo durmiendo en la cama. Lo vio de cerca tratando de guardar cada rasgo en su memoria, su mirada se alterna de los ojos cerrados a su boca entreabierta.

Suspira despacio. Sabe que necesita hacerlo para pasar de página. Jeongin baja y deja un beso en esos labios que tanto ama, sus ojos arden, pero traga las lágrimas y sentimentalismo.

—Adiós, Chan.

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