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Capítulo II:
Segunda Lágrima.

Jeongin ama todo de Chan.

Tanto que se avergonzaba del grado en que lo amaba. No era sano amar tanto a alguien, su madre siempre se lo decía.

Podría decirse que se conocían desde la adolescencia, pero eso, en sí, no era del todo verdad. En la secundaria eran compañeros, pero apenas intercambiaban palabras y saludos superficiales.

Jeongin no tenía idea de que veía al hombre de su vida todos los días hasta que luego de cuatro años de terminar la secundaria, los de su promoción organizaron una reunión por el próximo quinto aniversario.

Félix insistió en que fueran, él nunca había asistido simplemente por la única razón de que no le importaba en lo absoluto socializar con esas personas. No le interesaba si habían cumplido sus sueños o si tenían hijos. Nada.

Félix no aceptó un no por respuesta y ahora puede estar muy agradecido de que su mejor amigo sea un grano en el culo.

Aquel día volvió a verlo, más serio, más alto de lo que malditamente recordaba que era, más apuesto y más misterioso. Las chipas saltaron al instante en que Hyunjin los presentó. Bang Chan apretó su mano y sus ojos persiguieron a Jeongin por todo el resto de la noche, sus intenciones eran claras.

De pronto, Jeongin se vio apretado contra el muro de un callejón, con sus piernas rodeando las caderas de Chan mientras él gruñía en su oído y decía cosas vulgares que le ponían como nada nunca antes.

Era absolutamente ilógico e impropio de él hacer este tipo de cosas, pero nunca se sintió tan necesitado y caliente. Toda la noche rondaron uno alrededor del otro y terminó explotando en un sinfín de emociones.

Cuando el sexo espontáneo terminó, ninguno de los dos logró decir nada hasta que Chan lo besó y deslizó su tarjeta personal en su mano.

Por insistencia de Félix, de nuevo, lo llamó y tuvieron muchas citas. En cada una de ellas, Chan lo enamoraba más. Y aunque habían comenzado por el final, Jeongin estaba atontado por su belleza y elegancia. De aquellos pequeños gestos, como en la manera en la que Chan acariciaba sus nudillos o tal vez fue la manera en que lo jodía. Nadie, absolutamente nadie hizo sentir a Jeongin tan valioso como Chan lo hace.

Siempre recordándole lo mucho que lo amaba y lo atesoraba, las veces en la que tomaba su mano y la apretaba contra su pecho. En las que lo cargaba sobre su hombro cada vez que se enfadaba con el idiota gigante. Las veces en que lograba sonrojarlo con los estúpidos apodos con los que lo llamaba. El modo en que lo besaba y la lista podía seguir de por vida.

Nunca se había sentido tan amado.

Lo triste de su relación –porque toda relación tenía sus pros y sus contras– era que Chan solía tener viajes largos, que duraban semanas o hasta meses. Jeongin quería verlo, las llamadas no bastaban para él, con el tiempo la realidad le chocó y la felicidad no era tan duradera como antes.

Estaba aburriéndose de esperar.

Y después de tres años, la misma situación de siempre estaba pasándole factura y él quería tener algo estable. Tal vez si Chan lo llevara con él no sería un gran problema, pero cuando lo sugirió él se negó de inmediato argumentando que las escalas eran pesadas y el jetlag lo mataría de estrés.

Chan en cabeza su importadora. Un hombre muy talentoso para los negocios y todas sus mierdas que aborrecían totalmente a Jeongin. Lo suyo era la cocina, desafiarse a crear platos únicos e increíbles, descubrir sabores y entregar al mundo placer a través de la comida.

Pero por ese hombre, iría hasta el mismo infierno. Valía la pena hacerlo.

—Eh, Jeongin —llamó su asistente, Shuhua.

—¿Qué sucede, Shuhua? —preguntó sacudiendo la sartén a fuego lento.

—Tienes una llamada... mm, el Sr. Bang o algo así —Shuhua respondió. Sus ojos se abrieron, soltando el mango miró a su gerente.

—Contrólala, vuelvo en un segundo —gritó, dejando sola a Shuhua mientras que ella ideaba un plan de acción ya que no tenía idea de cómo cocinar.

—Hombre, un segundo para ti es una hora para mí —murmuró, pero igualmente obedeció al jefe tomando el mango con cuidado—. Debo recordar pedir un aumento.

(...)

—¿Chan? —preguntó ansioso por oír su voz. Escuchó una profunda risa y sabía que era él—. No me has llamado en una semana. Cierra la boca —le reprochó.

La risa cesó.

—No he tenido mucho tiempo, bebé —murmuró un poco pensativo. Jeongin arrugó la frente—. No te enfades.

—Muy tarde para eso, Bang.

—¡Vamos, Jeongin! —exclamó al otro lado de la línea—. Estoy jodidamente cansado, tuve demasiadas reuniones y solo quería hablar contigo. No hagas esto.

—¿Ni siquiera pudiste mandar un puto mensaje? Sabes que odio que hagas eso —susurró enojado, enrollando su dedo con el cable—. Sabes lo mucho que me molesta cuando no tengo noticias de ti en días.

—Lo sé... lo siento. ¿Está bien? —Chan dijo, masajeando el puente de su nariz.

—Es más de lo mismo —suspiró—. Estuve pensando, Chan... creo que estoy hartándome de esto.

—¿Qué? —Chan se paró de su silla reclinable, sin dejar de mirar la puerta de su oficina con recelo. Yuna había ido de compras, pero podría regresar en cualquier momento.

—Se volvió insostenible. Ya no me siento satisfecho con solo tenerte un par de horas y esperar por ti semanas o meses.

—¿Por qué estás diciendo esto ahora? Antes no te molestaba, sabes lo que conlleva mi trabajo —explicó, pacientemente.

Jeongin suspiró, sus hombros se rindieron.

—Sé perfectamente toda esa mierda. Son tres años de lo mismo, pero casi no nos vemos, tú no me dejas ir contigo. Sólo... ya no es lo mismo, Chan.

—Jeongin...

—Chan...

Ambos se quedaron en silencio por un indeterminado tiempo antes de que Chan cerrara los ojos y pronunciara una maldición.

—¿Quieres terminar? —preguntó cuidadosamente.

—¿No harás nada para resolverlo, Bang? —dejó de juguetear con el cable, irguió la espalda y alzó las cejas hasta el comienzo de su cabello.

—¿Qué pretendes qué haga, Jeongin? —se quejó, testarudo—. No puedo dejar mi trabajo por tus caprichos. No tengo tiempo para perder, deberías facilitarme la vida y no complicarla, hago todo lo posible para complacerte, pero como de costumbre... nunca lo logro.

Chan explotó en ira.

—Cierto, solo pierdes el tiempo en un capricho.

Cortó la llamada.

Antes de hacerlo oyó la voz de Chan decir algo ininteligible. Cayó sentado sobre su sillón, exhausto y herido. Frotó sus enrojecidos ojos con los talones de sus manos antes de volver a la cocina oyendo de fondo como el teléfono del pasillo seguía sonando.

(...)

Félix observó a Jeongin con los labios aplanados, comprendía a su amigo y la situación en la que estaba. Abrazándolo, trató de animarlo, pero Jeongin se negaba a disfrutar de la película, sólo comía del helado y exclamaba maldiciones largas, extensas y totalmente violentas hacia Chan.

La relación de esos dos era un tira y afloja por más de tres años. A veces, se preguntaba si fue una buena idea el haberlos presentado. Hyunjin decía que era una idea excelente, pero Félix dudaba de su amigo.

Cuando su timbre sonó, se levantó de su cama y Jeongin se explayó en ella disfrutando de su helado de chocolate.

Sonriendo, corrió hasta la puerta y la abrió. Chan le saludó, sus ojos se ampliaron. Se vio sorprendido al ser pacíficamente empujado a un lado, sin preguntar, él ingresó al departamento buscando a su pequeño novio escurridizo.

—¿Sala? —Chan preguntó y Félix apretando los hombros, señaló la puerta de su habitación.

Chan entró a la habitación, encontrando a Jeongin. Félix oyó insultos y objetos estrellarse, seguidamente vio a Jeongin salir siendo cargado por Chan. Su amigo golpeaba la espalda de su ex, pero él no sentía nada en absoluto, con un cabeceo se despidió y entonces, se halló solo en su departamento.

Uhm, llamaría a Hyunjin y tal vez pedirían pizza.

(...)

—Tenemos que hablar —Chan dijo por séptima vez. La respuesta fue el dedo corazón de Jeongin detenerse en frente de su rostro.

Jeongin gruñó y trató de huir, pero de nuevo él lo volvió a sentar entre sus piernas.

—Si quieres, puedes hacerlo —Chan sonrió cuando notó el rubor en sus mejillas.

Jeongin golpeó su hombro, dolió, pero no tanto como aparentó.

—Basta de golpes e insultos, Jeongin. Quiero arreglar las cosas, por favor, chefcito.

—Vete a la mierda —dijo cruzándose de brazos—. Soy una pérdida de tiempo, tienes mejores cosas que hacer, Bang. Yo ya he acabado contigo.

Chan le interrumpió.

—No lo hiciste.

—Acabo de hacerlo.

—Jeongin, joder al menos hablemos sobre esto —tomó a Jeongin y lo giró para verlo de frente. Lo recordó perfectamente en esa posición la última vez que se habían visto—. Deja de comportarte de esta manera. Estaba estresado, tengo una gran sobrecarga de trabajo y quería hablarte, pero... Dios, solo sé que te amo.

—Eso no es suficiente —Jeongin susurró bajito. Tomó su barbilla y con sus manos enmarcó su precioso rostro—. Ya no es suficiente para mí, Chan.

—¿Qué sería lo suficiente para ti?

—Quiero vivir contigo, verte todos los días, amanecer a tu lado. Hemos estado juntos por más de tres años, quiero dar el siguiente paso, porque si no te sientes preparado para hacerlo terminemos esto. Estoy demasiado viejo como para correr detrás de ti. ¿Puedes darme eso?

Su voz vaciló, era una pregunta que mantuvo por mucho tiempo alrededor de su mente. No era la manera en la que quería pedírselo, qué más daba.

—Jeongin...

—Eso es un no. ¡Lo sabía, malditamente lo sabía! —gritó alejándose de él. Chan dejó caer los brazos y tiró de su cabeza hacia abajo, con la barbilla contra el pecho—. ¿Por qué no? Tres años y seguimos teniendo una relación tonta... nunca tomas en serio lo nuestro.

—Será pronto, Jeongin —trató de excusarse. Jeongin se rio sin humor.

—Pronto es nunca. Una semana —él se giró, dándole la espalda—. Tienes una semana, Chan, es la última oportunidad. En verdad, estoy cansado de esperar, ni siquiera me das una buena razón para seguir, así que ya no más.

—Entendido —Chan murmuró.

Ahora, qué mierda haría con su esposa.

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