
9. Esperanzado| Hopeful
Estaciono la motocicleta enfrente de la nueva casa de Mia, la noche ha caído y nuestras ropas se han secado. Ella se baja antes que yo y se quita el casco que luego me entrega. Yo desmonto el vehículo, recuesto mi espalda al asiento y cruzo mis brazos sobre mi pecho mientras le doy una mirada. Su cabello ha tomado una ondas naturales y ya no tiene maquillaje, dejando expuesto alguno de los moretones que las sombras de la noche se encargan de disimular.
—Gracias por hoy —dice algo tímida, pero puedo notar su sonrisa.
—Fue increíble.
—Lo sé, tenía años sin sentirme así.
—¿Como? —intento escrutar su mirada para encontrar algunos de sus sentimientos antes de que pueda expresarlos, pero es buena escondiéndolos.
—Ya sabes —se muerde el labio inferior—... tan joven y alocada. Estuvo fuera de control —sacude la cabeza mientras se ríe, yo le sigo.
Yo tampoco me había sentido así en mucho tiempo. Tan vivo y lleno por dentro que podría explotar en cualquier momento. Pasé meses sin un motivo para sonreír, divertirme y ser feliz, pero puede que ya haya encontrado uno.
—Pienso lo mismo —le dedico una mirada a la que ella corresponde, se acerca unos cuantos pasos para estar más cerca.
—¿Puedo preguntarte algo? —su rostro sigue teniendo esa gracia, pero sus gestos se vuelven un poco opacos y serios.
—Claro.
—¿Crees que esto esté bien? —deja que la pregunta se escape de sus labios. Entrecierra uno de sus ojos al mirarme, como si temiera a la respuesta. Dejo que sus palabras floten en el aire durante algunos segundos en los que intento procesar lo que me ha preguntado.
—¿A qué te refieres?
—Hablo de esto —Me señala con su dedo índice y luego se señala a sí misma de manera vaga, creando un pequeño lazo entre nosotros. Entonces entiendo de que justamente habla de eso, de nosotros.
—¿Por qué no estaría bien? —frunzo la nariz y me humedezco los labios. Ella parece pensárselo muy bien, juega con el borde de su blusa hasta encontrar la manera de responderme.
—No lo sé, pero estuve pensándolo y hay tantas cosas que no encajan —se detiene de golpe para botar aire—. Tu eres unos años más joven y yo tengo a Timo y ni siquiera sé si te agrada. Estoy sin trabajo y no quiero darte problemas ni que te sientas comprometido.
—Hey —la detengo, para que deje de decir esas cosas. La tomo de ambas manos y la acerco a mí, ella alza su mirada y yo busco esa conexión con la suya—, no te precipites —le sonrío de forma tranquilizante—. ¿A quién le interesa nuestras edades? Timo es genial y lo adoro. Las cosas se van a arreglar y lo último que podrías darme serían problemas. Solo... deja que las cosas pasen, Mia. No pienses en ellas.
Sé que habla de nuestras fronteras. Los grandes brechas que hay entre su vida y la mía. Nuestras edades, su anterior relación, mi anterior estilo de vida, nuestras diferencias de educación, mi estabilidad económica y la suya. ¿Pero realmente esas cosas importan? ¿Vale la pena tomarlas en cuenta? O solo son inservibles estupideces que pueden interponerse entre nosotros. Timo es la única persona de la que debería preocuparme por su aceptación. Bien, me cansé de estar en mi zona de confort y quiero, puedo y necesito cruzar todas esas fronteras de una vez por todas para llegar a lo que realmente importa: Mia.
Decido besarla, de una forma tranquila y decidida. Sin apresurarme ni tratando de ser exótico. Solo la beso, en un intento de transmitirle todo lo que siento sin necesidad de palabras. Al separarnos, la miro y dejo que mi nariz roce contra la suya.
—¿Como se sintió?
Sus ojos me evalúan, como si no comprendiera la pregunta.
—¿Él que?
—El beso.
Ella se sonríe.
—Bien.
—¿Solo bien?
—Increíblemente bien —acepta.
—Entonces esto está bien. No hay más que decir —beso su mejilla y la suelto con suavidad. Mia no aparta su mirada ni un solo momento, solo me observa. No sé si está confundida o solo intenta procesar la situación. Termina rodando los ojos y tratando de esconder su rubor.
—Buenas noches, Addie —me da la espalda y comienza a caminar hacia el porche de su casa. Puedo apostar lo que sea a que lleva una sonrisa tallada en los labios.
—Buenas noches —digo antes de subirme a la moto.
...
Hoy fui a visitarla cómo siempre, ya se me había vuelto una costumbre después de algunas semanas. Pues si no se han dado cuenta, soy una persona muy rutinaria. Mia estaba en el umbral esperándome, cosa que no esperaba. Antes de que pueda bajarme, se acerca a la moto con su bolso y se sube. Para esta fecha, ya era casi imposible vislumbrar los rastros de sus heridas.
—Hola—saluda mientras acomoda su bolso al hombro, me quita el casco y se lo coloca. Luego rodea mi torso con sus brazos, creo que ambos nos hemos acercado a la cercanía.
—¿Hola? —alzo una ceja sin entender qué hace—¿Qué sucede?
—Necesito que me lleves al hospital. Tengo que ir recoger un exámenes médicos —explica y asiento.
Conduje hasta el hospital que resultó estar más cerca de lo que me había imaginado. De hecho fue muy aburrido acompañar a Mia al hospital. Tuve que sentarme en una sala junto a personas desconocidas y probablemente enfermas. Esperé a que la revisaran internamente a ver si había algún daño. Cuando salió del consultorio me dijo que en un par de minutos le darían los resultados. Así que esperamos un par de minutos. Pero al parecer debíamos retirar los resultados del otro lado del edificio.Mia camina muy apurada por los pasillos del hospital, por lo tanto tuve que correr prácticamente detrás de ella para alcanzarla y mantener su paso. Llegamos a una recepción igual de tétrica que resto del hospital. No me gustan los hospitales, considero que son lugares muy lúgubres y para nada saludables.
Mia habla con la recepcionista que al parecer es una enfermera, más no le presto atención a la conversación monótona que han establecido para sumirme entre mis pensamientos cómo solía hacerlo antes.
Miro la estructura del lugar y observo a las personas que hay en ella. Me imagino cada una de sus vidas y me pregunto cómo habrán terminado en el hospital. Quizás la mayoría son infectados y otros acompañantes que vienen con los infectados. Lo más probables es que aquellos acompañantes también terminen infectados. Cuando regreso la mirada hacia Mia noto que ya tiene entre sus manos un par de hojas las cuales supongo que son los resultados. Ella pasea su mirada por cada centímetro del papel con el ceño fruncido y luego deja salir un suspiro mientras niega con la cabeza.
—No entiendo nada—dice con un tono de exasperación y se acerca nuevamente a la recepcionista—Señorita, ¿Podría decirme que significa esto? —le muestra el papel pero la recepcionista niega con la cabeza.
—Si tiene dudas puede hacérselas al Dr. Francis.
—¿Y dónde está el Dr. Francis?
La recepcionista señala por encima de nuestros hombros así que nos damos la vuelta. Examino el resto de la recepción hasta que veo a un hombre de bata blanca con los típicos rasgos de un doctor. Cuando parpadeo, Mia ya se encuentra frente a él y comienza a hablarle sin embargo no presto atención a lo que dice. ¿Qué me sucede hoy? Estoy más distraído de lo normal. Miro a mi alrededor sin prestar atención a algo en concreto.
—Usted debe ser Suzzane Kennedy ¿Cierto?
Vaya, nunca había escuchado su nombre real en voz alta. La verdad es que suena bastante extraño, aunque soy consciente de que Mia es su segundo nombre, pero igual se me hace raro escuchar a alguien llamarla Suzzane.
—Lo soy. ¿Doctor me puede explicar que significa todo esto? —le muestra el mismo papel que le enseñó a la recepcionista.
El doctor observa el papel y al instante se muerde el labio inferior. Alza la mirada hacia Mia y luego la posa sobre mí. Suelta un resoplido y hace una mueca.
—¿Quiere que hablemos en privado? —le pregunta.
—¿Algo anda mal? —Las palabras salen de mi boca antes de que me den tiempo de detenerlas. Sé que no debería entrometerme porque no es asunto mío, pero la mirada del doctor y toda esta situación no me da buena espina. Mia me da una mirada de soslayo.
—Claro —contesta ella.
—Acompáñeme—le indica y comienza a caminar lejos.
Mia lo sigue y yo la sigo a ella entre más pasillos. El Dr. Francis se detiene frente a una puerta de vidrio difuso que tiene su nombre incrustado en una placa de metal. Gira el picaporte e invita a Mia a pasar sin embargo me detiene y niega con la cabeza.
—Necesito hablar a solas con ella—me dice el doctor con dureza y yo me encojo de hombros.
De un momento a otro me ha dejado de interesar mí alrededor y ahora siento la necesidad de saber qué es lo que están a punto de hablar. Mia intenta decirme algo, pero el doctor cierra la puerta de un fuerte golpe, segundos después escucho cómo le coloca seguro.
Entonces me quedo allí, plantado frente a la puerta cómo un total tonto. Meto las manos en mis bolsillos y recuesto mi espalda a la pared, justo en frente del consultorio. No pensaba regresar a esa sala de espera en busca de más enfermedades de las que quizás ya mi cuerpo haya adquirido de solo estar en este lugar. A medida que los minutos transcurren me impaciento cada vez más. Doy vueltas por el mismo pasillo una y otra vez para no aburrirme. Le doy rienda suelta a mi mente la cual no deja de indagar el por qué de la mueca del doctor al ver los resultados. ¿Por qué necesitaba "hablar a solas con ella"? ¿Cuál era el problema en que yo escuchara? ¿Acaso le habré caído mal?
Un ruido se hace presente en el pasillo, pero para entonces un cirujano ya me está empujando fuera de su camino. Mi espalda se estrella contra la pared al igual que la parte trasera de mi cabeza dejándome un poco aturdido. Si mis ojos no me engañan, cinco cirujanos llevan a una persona en una camilla a lo que se supone que es el quirófano. Gritan para que los individuos como yo que se encuentran en el pasillo, se aparten. Creo que recibí el mensaje un poco tarde.
Cuando todo se vuelve a calmar recuerdo por qué estaba aquí. Miro la puerta y releo el nombre en placa. La tentación me gana esta vez así que me acerco y aproximo mi oído a la madera para escuchar las voces en el interior. Me sorprendo con la claridad que mi oído capta las palabras.
—Lo siento mucho, Srta. Kennedy —dice al doctor y con tan solo escuchar esa frase sé que lo que están hablando no debe ser nada bueno.
Durante unos segundos el silencio es lo único que se puede escuchar y por un momento temí que se hubieran dado cuenta de que los estoy espiando, pero la voz de Mia interrumpe mis pensamientos.
—¿Cuánto tiempo?
¿Cuánto tiempo? ¿Qué tiene que ver el tiempo? Me encuentro a mí mismo respirando agitadamente. Estoy nervioso por alguna razón que desconozco y para mi sorpresa mis manos han comenzado a sudar.
—Máximo dos meses—anuncia el doctor.
Mia está por contestar pero antes de que pueda escuchar su respuesta, siento una mano rodear mi brazo y alejarme de la puerta, interrumpiendo mi espionaje. Veo a una señora regordeta que esta vestida totalmente de blanco, así que doy por hecho de que es una enfermera.
—¿Qué haces, jovencito? —Me habla como si yo fuera un adolescente rebelde al que ha cachado haciendo cosas ilegales.
—Nada —dejo caer mis hombros. Creo que esa sería la respuesta que daría un adolescente rebelde al cual han cachado haciendo cosas ilegales.
Irónico ¿No?
La enfermera rueda los ojos fastidiada y se da la vuelta para alejarse de mí. Doy un respingo al escuchar cómo la puerta se abre a mis espaldas y me giro en un santiamén. Mia estrecha la mano con el doctor, se despide de él y comienza a caminar por el pasillo, alejándose. Miro al doctor quién desaparece detrás de la puerta. Sigo a Mia, apresuradamente para no perderla de vista. Cuando finalmente la alcanzo camino a su par, pero ella decide mantenerse en silencio. Tiene la mirada fija en el suelo, parece no notar mi presencia, así que le hablo.
—¿Estás bien? —cuestiono preocupado y curioso, pero ella me ignora—¿Mia? —la llamo.
—Sí, es solo que... estoy pensando.
—¿Pensando sobre qué?
Meto las manos en mi bolsillo y me recuesto mi espalda a la pared, justo en frente del consultorio. Te lo diré luego, sólo quiero irme a casa.
Así que como el chico enamorado que soy, cumplí sus órdenes sin querer seguir cuestionándola.
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Hola, qué estamos en el antepenúltimo capítulo de esta novela corta.
¿Qué piensan sobre el doctor? ¿Sobre lo que dijo? ¿Que teorías hay en sus cabezas?
La próxima actualización es el LUNES 23 DE ABRIL!! Pendientes!!
Daniella Castillo
18 de abril.
Panamá, a punto de ver Riverdale.
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