7. romantico | romantic
Los días pasaron lentos, casi de una manera agónica en la que intenté continuar con mi rutina. No vi a Mia durante dos meses en ninguna parte, pues ella dejó de subir al ascensor a la hora que yo iba a entregar la pizza de Joanna. Retome mis charlas con Patrick el repartidor de cartas. Cada día fue tortuoso y castigador y en mi mente solo revivía el recuerdo de nuestro último encuentro como esperanza de que vendrían más días como esos. Días en los que podré tener la oportunidad de conocerla, verla sonreír y besarla... mucho. Esos días han llegado a un fin, fueron días en los que tuve la oportunidad de reflexionar qué camino estaba tomando mi vida y debo admitirlo: Iba peor que una oveja con los ojos vendados, así que estoy convencido de que son días a los que no quiero volver. Ahora creo que tengo una oportunidad de encontrarme. Presiento que estoy muy cerca de lograrlo.
Sí, hoy por fin es 11 de mayo.
Me encuentro parado justo en frente de la puerta de su casa, con el puño en alto dispuesto a tocar mientras que en el otro sostengo un ramo de flores variadas. He visto que a las mujeres que les gustan que lleven flores ya que parece ser un acto de caballerosidad y la verdad, nunca lo he ni siquiera intentado hasta ahora. Me sentí patético al comprarlas cuando la cajera y las chicas en la fila se me quedaron viendo con sonrisas, me sentí patético al traerlas y me siento patético al estar parado aquí con ellas, pero sé que vale la pena. Mi corazón quiere desbordarse por mi boca y algún tipo de vértigo ataca mi pecho, pero solo me enfoco en lo que me depara el futuro con la persona que está del otro lado de la puerta. Tomo un extensa bocanada de aire antes de tocar seis veces la madera, quiero que sepa que ya estoy aquí. Toqué el timbre solo para comprobar que estaba dañado. Esa cosas la mayoría del tiempo no funcionan. Qué inútiles.
Unos pasos se aproximan a la puerta, puedo sentir como los nervios aumentan cada vez más. El picaporte cruje, la puerta se abre y un fuerte olor a humo y hierba me pega en el rostro. ¿Qué?
Un chico aparece debajo del umbral y no es Hamilton. Es de mi porte, pero mucho más delgado, casi raquítico. Por la pinta que lleva podría confundirlo con un indigente en la calle. Trae encima una extensa bata gris, su cabello es una melena enmarañada y la expresión en su rostro es algo inquietante. Puedo ver el filo de sus pómulos y como la carne de sus mejillas se hunde, parece que alguien ha estado robándole parte de su tejido corporal. Sus ojos están cristalizados y tiene unas tremendas ojeras debajo de sus párpados, carece de cejas lo que es aún más perturbante. Noto que su nariz moquea y entonces veo que en su mano lleva rollo de hierba. Marihuanero.
—¿Dónde está Mia? —suelto de manera brusca.
—Hermano, ¿quién es Mia? —alarga las palabras mientras le da una calada a su rollo. Hasta ahora noto que trae los ojos inyectados en sangre.
Reviso el número de la casa. J09. No me he equivocado, aquí vive Mia.
—Escucha, aquí vive una chica que se llama Mia con su hijo, Timothée. ¿Dónde están? —explico mientras hago ademanes con mi mano libre.
—No. Aquí vivo yo, viejo —se ríe. ¿Qué es gracioso?
—No, tú no lo entiendes —me llevo una mano a la cabeza, comienzo a alterarme—. ¿Ella está allá adentro? Solo quiero que me digas dónde están.
—Aquí solo vivo yo y mis plantas. No sé quién es Mia.
—¿Desde cuándo vives aquí? —pregunto mientras le examino los gestos con los ojos entrecerrados.
—Dos semanas.
—¿Compraste esta casa?
—No, la robé. ¡Claro que la compré!
Echo un vistazo por encima de su hombro y noto que ya no están los cuadros que Mia tenía en el recibidor. ¿Mia se ha mudado? ¿A dónde? ¿Por qué se fue sin avisarme? ¿Qué rayos está sucediendo?
—¿Quién te la vendió? ¿Dónde está? ¿No te dijo a donde fue?
—¿Hablas de la chica sexy de bienes raíces? Yo también quiero saber dónde está —suspira y suelta una mirada de lujuria al aire.
Me paso una mano por el cabello repetidas veces mientras observo como mis zapatos se mueven de manera rítmica por el porche. Camino de un lado a otro tratando de entrar en razón. Este imbécil no sabe nada de Mia. Bien, ella se ha mudado a quién sabe dónde y no me ha avisado. Quizás se fue con Hamilton ya que nunca tomó el valor para denunciarlo o quizás él descubrió que pensaba abandonarlo y se la llevó consigo. Puede que haya conocido a otro chico en estos dos meses mientras yo la esperaba como un iluso y se fue con él o simplemente huyó por qué no quería verme. No me doy cuenta de que estoy respirando demasiado rápido ni de que he empezado a transpirar. Quiero golpear al tipo marihuanero, pero él no tiene la culpa así que le suelto un puñetazo al timbre, dejando una marca roja en mi nudillos.
—Calma, hombre. ¿Estás bien?
—¿Te parece que lo estoy? —le doy una mirada fulminante.
—Tengo un poco de hierba adentro, parece que la necesitas. Te traeré un po...
—¡No! Quédate con tu asquerosa hierba. Solo —levanto mi puño al nivel de mi cabeza y presiono mis dedos contra la palma de mi mano a manera de contener mi ira—... me tengo que ir.
Le doy la espalda y bajo los escalones del porche para llegar al camino de grava. Allí lanzo las estúpidas y patéticas flores contra las piedras y las pisoteo. Sí, soy patético igual que ellas. Los pétalos comienzan a desprenderse y los tallos crujen bajo la furia de mi pisotones.
—¿Addison?
Levanto mi rostro a causa de la mención de mi nombre y entonces me encuentro con esos ojos marrones observándome desde la acera. Está parada allí con los brazos extendidos a los costados de su cuerpo. Lleva unos bermudas color oliva, unas sandalias a combinación y una blusa de color coral pálido. Parece una chica universitaria y creo que es la primera vez que la veo con algo de maquillaje sobre el rostro, es de un color pastel que combina con su blusa. Su cabello corto y ondulado cae sobre sus hombros desnudos. Me quedo parado como un completo idiota, mirándola una y otra vez. Parpadeo, miro mis manos, mis zapatos y luego a ella.
—¿Esas flores eran para mí? —señala el suelo, en dónde yace lo que alguna vez fue un ramo de flores alegres y coloridas. Me arreglo mi camiseta y la chaqueta, vuelvo a pasarme una mano por el cabello y tomo una posición erguida. Coloco las manos dentro de mis bolsillos y asiento, cohibido.
—Lo eran —musito.
—Gracias por el detalle —sonríe, contagiandome. Camino con pasos vacilantes hasta ella, alineo mis zapatos con sus sandalias para quedar justo al frente y entonces la observo de cerca. Más allá de su perfecto maquillaje puedo ver las marcas de algunos moretones, no son tan evidentes ya que han empezado a sanar y los cosméticos hacen un buen trabajo al disimularlos, pero yo los veo allí presentes.
—Si fue una broma, no fue gracioso —digo con los ojos sobre sus labios. Están rellenos con un labial rosa tenue que no sobresale sobre su piel, pero aún así me provoca probarlo.
—¿De qué hablas?
—¿Qué hace ese marihuanero en tu casa?
—Oh, ¿ahora vive un marihuanero ahí? —dice despistada y echa un vistazo hacia la casa. Levanto una de mis cajas y me quedo observando sus preciosas facciones hasta que ella se da cuenta de que me debe una explicación— Me mudé a la otra calle, no está lejos —señala con su pulgar por encima de su hombro y sonríe.
Me paso una mano por la frente y termino apretando el lóbulo de mi oreja.
—Dios, pensé que te habías ido —digo soltando un suspiro de alivio—¿Por qué no me avisaste? ¿Qué ha sucedido?
—Pues se terminó —se encoge de hombros sin poder evitar soltar una extensa sonrisa—, fue hace tres semanas. Está en donde debe estar y por fin me siento libre —La emoción de su tono es casi palpable. Mia toma ambas de mis manos y las unes con las suyas. Con sus pulgares acaricia el lomo de mis manos y aprieta sus palmas contra las mías. Es como si lo hiciera de manera inconsciente dejándose llevar por sus emociones, pero me gusta que lo haga—. Decidí mudarme con algunos ahorros, esa casa no es buena para un buen comienzo. No sabes lo bien que se siente. Tengo que contarte tanto.
—Y yo quiero que me cuentes tanto —respondo con una sonrisa intachable en la boca. Suelto sus manos y la tomo de las mejillas para soltarle un beso en la frente. No quiero apresurarme tanto— ¿A donde vas tan arreglada?
—Iba al supermercado y bueno, tenía que esconder esto —señala su rostro y deja sobresalir su labio inferior.
—Pues —me rasco la nuca un poco nervioso—...¿quieres salir? Así me lo puedes contar todo.
—¿Una cita?
—Sí, eso, una cita... improvisada.
—¿Y a dónde iríamos?
Bien, eso no lo había pensado, pero al instante en que la vi vestida así, supe que tenía que invitarla a salir. Se ve increíble y bueno, estoy enamorado.
—Eh, a donde quieras.
—No, tonto. Tú me invitas, tú me guías.
Me esfuerzo en pensar en algún lugar. No quiero llevarla a un club, aunque parezca que es el lugar de máxima diversión en esta ciudad, pues es poco apropiado y tengo meses que no piso uno de esos. Mi presupuesto no estira para una lujosa cena o para invitarla a los bolos. Es unos tres años mayor que yo y me pregunto si su idea de diversión es la misma que la mía. Me pregunto que tan romántica es y qué tengo romántico debo ser yo. Nunca había estado con una chica mayor, pero Mia no aparenta su edad. Ella tiene la edad para beber, pero apuesto mi casa a que bebí mucho más de lo que ella a bebido en toda su vida antes de los dieciocho. No es algo de lo que este orgulloso.
—¿Y bien? —se pone ambas manos en las caderas.
—Ven, vamos a mi carruaje. Creo que ya sé a dónde podemos ir —La tomo de la muñeca y la guío hacia mi motocicleta. Me vale un bledo que tenga ese asqueroso logo de la pizzería.
Estaciono la motocicleta a a orilla de la carretera. Los autos pasan a nuestro costado por la autopista a su máxima velocidad. Son las 1:30 p.m y el sol está en todo su apogeo, pero las nubes hacen del día un poco más fresco de lo que debería ser. Estamos en las afueras de la ciudad, a medida que avanzabamos en nuestro trayecto los edificios y locales comenzaron a ser reemplazados por zonas boscosas, pajonales y la hermosa flora. En el camino me contó que ya se había montado a una motocicleta con anterioridad, pero de vez en cuando esquivé algunos autos bruscamente causando que ella se aferrara a mis hombros y soltara algunos gritos de susto. Me reí a carcajadas cada vez que sentía su cuerpo contra mis espalda y para vengarse ella me soltaba empujones. El aire se volvió más liviano y fácil de respirar, había olvidado lo bien que se sentía inhalar sin temer que una rafága de humo se cuele en tu oxígeno.
Me bajo del transporte y tomo unas gafas de sol que me había regalado Wayne para mi cumpleaños pasado. Siempre las llevo colgando de la moto, pero nunca las uso. Decido ponerlas encima de mi tabique, el sol es algo hostigante hoy. Me acerco a Mia para quitarle el casco que sale con facilidad. Su cabello está algo desordenado así que ella intenta arreglarlo mientras la ayudo a bajar logrando que sus sandalias choquen contra el asfalto. Ella lleva en sus manos dos sandwiches de Subway, la dejé escoger un restaurante de comida rápida y al parecer le gusta el pan con vegetales dentro.
—Me gustan tus gafas —sonríe, echándome un vistazo. Me encojo de hombros y decido ajustarlas de manera sobreactuada mientras chasqueo la lengua. Ella rueda los ojos.
—Y bien ¿En dónde estamos? —dice echando un vistazo a su alrededor mientras se acomoda un mechón de cabello detrás de su oreja. De un lado tenemos la carretera y del otro tenemos un bosque de árboles delgados y no muy altos, están separados casi de manera uniforme y se puede ver claramente los espacios que hay entre ellos. Salgo del camino de asfalto y comienzo a caminar entre la hierba y las hojas secas hacia el interior del bosque.
Mia comienza a seguirme con pasos rítmicos sin hacer muchas preguntas. El interior del bosque es digno de apreciar, no es muy frondoso y nos da bastante espacio para caminar. No hay mucho verde y me pregunto si es por la época del año, la vegetación comienza a opacarse tornándose anaranjada. Los rayos del sol se cuelan entre los árboles haciendo que el suelo bajo nuestros pies refleje los patrones de las ramas y cierto olor a humedad se hace presente.
—¿A dónde vamos? —la escucho murmurar detrás de mí. Me pregunto si teme despertar a los búhos.
—Ya verás.
Llegamos a una parte del bosque cercada, por lo cual, nuestra caminata se vio obstruida. La cerca es de alambre de púas sostenido por troncos de maderas. Mia se detiene justo a mi lado mientras observa más allá de la cerca el paisaje que nos espera. Cruzando aquella frontera que marca el alambre hay un gran lago con una extensión de medio kilómetro. El nivel del terreno nos permite ver toda la orilla de forma ovalada, casi simétrica. Algunas flores blancas y hojas son visibles sobre la superficie del agua, la brisa constante hace que una lluvia de estas termine en medio del lago. En alguna parte se escucha el leve cantar de las aves y el murmullo del bosque.
—Este lugar es horrible —la escucho espetar a mi lado. Levanto una de mis cejas y muevo mi cabeza para observar su rostro. Tiene una expresión taciturna en su cara y una mueca de asco en los labios. Mira el paisaje frente a nosotros sin corresponder a mis ojos, pero sé que los suyos están sumidos en la vista.
—Lo sé, es asqueroso —expreso al tiempo que asiento con la cabeza—, pero me parece que está bastante alejado de la ciudad. Quiero escucharte sin ruido.
Ella afloja su mirada y me dedica una sonrisa.
—Aw —hunde una de sus comisuras—, eso es muy cursi. Este lugar es muy cursi, pero me encanta y me fascina tanto que me provoca náuseas. Me enferma —sonríe y se lleva un dedo a la lengua.
—Tu manera de expresarte es extraña —admito—, me confundes.
Ella se ríe creando un eco que rebota entre los árboles. Comenzamos a caminar por el borde de la cerca hasta llegar a una puertecilla hecha de tablas de madera bastante deteriorada y carcomida por los insectos del hábitat. De esta a cuelga un claro letrero que anuncia «Prohibida la entrada» y está aún más deteriorado que la misma puerta por lo que se lee: Probida a trada. Suena a un proverbio en latín, quizá algún día me lo tatué.
—No se puede entrar.
—Eso no es lo que dice.
—¿No nos meteremos en problemas? —se mordisquea el borde de la uña.
—¿Ves problemas? —extiendo mi brazo y señalo el pacífico bosque—Todo está más que bien —aseguro y pateo la puerta dándonos entrada a nuestro asqueroso paraíso.
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Hello. Nomás aviso que el próximo capítulo es el más largo de todos y es mi favorito. Por fin tendremos una conversación más profunda entre ambos de nuestros personajes.
¿Pensaron que Mia se había desaparecido? ¿Qué creen que suceda en el próximo capítulo en este lago? ¿Se dan cuenta de que me gustan mucho los lagos? Jajaja o de por sí el agua, me gusta nadar.
La próxima actualización es el VIERNES 13 DE ABRIL.
Recuerden seguir en todas mis redes: @1dairymoon en todos lados. :)
Daniella Castillo
8 de abril.
Panamá, desde el sofá. No me pregunten por qué siempre estoy en el sofá.
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