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6. alguien para ti | someone to you.

Creo que pasé de ser un idiota a un tonto, en realidad. ¿Por qué rayos terminé cocinando la cena del infeliz que agrede a la chica que me gusta? Mi única razón fue evitar más golpes, pero en algunos momentos contemplé la idea de envenenar la comida.

Mia volvió al trabajo cuando se recuperó de los golpes y empezamos a mantener nuestras charlas en el ascensor nuevamente. Los primeros días fueron más incómodos, yo intentaba avivar la llama de nuestra platica mientras ella solo la apagaba con frases cortantes. Supongo que quería mantenerme lejos del asunto, pero yo no puedo ignorar lo que ya sé. Uno de esos días le pregunté:

—¿Cuándo piensas denunciarlo?

—No lo sé —miró hacia otro lado, demostrando que no estaba cómoda con el tema—... unas semanas o quizás dos meses. No más de eso.

—Es demasiado.

—Es el suficiente. Creí que ibas a apoyarme —bufa con un obvio sarcasmo.

—¡Claro que lo hago! —suspiro—Es solo que... me cuesta pensar todo lo que puede suceder en ese tiempo.

—No tienes que hacer esto —me miró, casi como si fuera una súplica. Sé lo que hace, intenta convencerme otra vez de que me aleje.

—Quiero hacerlo.

Ayer Mia no fue a trabajar y supongo que hoy tampoco irá, así que supuse lo que había pasado. Son las 8:40 a.m. Debería estar en el trabajo, pero llamé a Wayne para decirle que me tomaría el día libre. Nunca me he tomado un día libre el tiempo que llevo trabajando para el jefe budista gordo, así que me importa un bledo las consecuencias. Toco a la puerta de su casa con tres golpes sin importarme que Hamilton esté o no adentro y si interfiere juro que le rompo la cara. Nadie sale así que vuelvo a tocar aún más fuerte, desesperado.

—¡Mia! —grito sin importarme quién este cerca. Al instante la puerta se abre, una mano suave rodea mi brazo y me hala hacia el interior de la casa. Ella está parada justo enfrente de mí con los ojos abiertos de par en par, se ve asustada.

—¿Qué rayos te sucede?

—¿De qué hablas? ¿Hamilton está?

—No, está trabajando, pero tampoco puedes venir a mi casa cuando se te antoje y gritar. Si alguna vecina chismosa te ve, le dirá a Hamilton y entonces tú y yo estaremos en problemas.

Me quito la chaqueta de encima y la dejo en el perchero mientras la evalúo, no muestra signos de haber sido maltratada. La belleza limpia de su rostro está intacta, trae el cabello desordenado como si acabara de levantarse, pero en lugar de llevar un pijama trae un buzo y una playera azul cielo.

—¿Y Timo?

—Sindy lo llevó al colegio.

—Entonces estamos solos —alzo una de mi cejas y ella me da un empujón al tiempo que rueda los ojos. Yo dejo escapar una sonrisa sin miedos, ella intenta disimular la suya.

—Debes irte.

—No digas cosas que no estás pensando.

Ella se aparta el cabello del rostro y suspira, deja su peso sobre una pierna y me dedica una mirada.

—¿A qué viniste?

—¿Por qué faltaste ayer? Quería saber si estabas... segura.

—No eres mi guardián.

—No, soy tu hombre de apoyo.

—Puedes llamarme por teléfono y darme unas palabras de apoyo si a eso te refieres. No tenías que venir.

—¿Cómo estás? —pongo mis manos sobre sus hombros y hago que me mire a los ojos. Una línea se traza en mis labios mientras evalúo todos sus gestos hasta que por fin cede a mi mirada.

—No fue tan malo.

Empuño los párpados y contengo mis ganas de ir a buscar a Ham-imbécil y darle una golpiza. Odio mi impotencia. Vuelvo a mirar los ojos cafés de Mia.

—¿Qué te hizo?

—Me dio un golpe en la pierna —Ella se levanta el buzo y me muestra un moretón cerca de su tibia. Está bastante marcado así que supongo que debe doler—...solo tengo faldas y me cuesta caminar un poco. Voy a esperar unos días hasta que pueda maquillarlo.

—¿Por qué lo hizo?

—Olvidé planchar su asquerosa camisa la noche anterior.

—Eso... es absurdo —frunzo el ceño sin entender si esa es una excusa para pegarle a una mujer. Nada es una excusa para pegarle a una mujer.

—No te preocupes, no es tan malo como se ve —se encoge de hombros y hunde una de las comisuras de sus labios.

—Eres muy fuerte, pero no tienes que fingir conmigo.

Halo de ella hacia mí y la rodeo en un suave y cálido abrazo. Mia no pone resistencia y rodea mi torso con sus brazos, siento sus manos escurrirse por la superficie de mi camiseta hasta llegar a la parte de mi espalda en donde sus pequeños dedos hacen presión. Su cabeza descansa en mi pecho y siento como un fogaje recorre esta zona. La cubro con mi brazos y disfruto de su cercanía. Es la primera vez que hago esto con una chica, dar un abrazo sentimental, un abrazo restaurador, espero que logre hacerla sentir lo mismo que yo estoy sintiendo. Nos mantenemos así durante algunos minutos que para mí parecen segundos. Mia se separa de mí sin soltar mi espalda solo para poder mirarme, yo la observo sin entender su mirada indescifrable. Es mucho más baja que yo, puedo percibir su delgada anatomía y cierta vulnerabilidad.

—¿Por qué haces esto? —casi susurra, como si temiera que alguien nos escuchara. Me pregunto que tan chismosas son sus vecinas.

—¿Hacer qué?

—Mirarme así.

¿Mirarla así? ¿Como rayos la estoy mirando? Ay no puede ser, debo tener una cara de bobo retrasado. Dejo escapar un risa nerviosa, por qué lo estoy. No sé qué rayos estoy haciendo con una mujer prometida y con un hijo, pero las circunstancias son diferentes porqué en el fondo sé que ella me necesita tanto como yo ha ella. Sí, ahora que estamos tan cerca me doy cuenta de que mi mugrosa soledad apesta.

—Yo... lo siento —me río de mi mismo mientras evito sus ojos.

—Addison —me llama con tono serio y no puedo evitar observarla—... he visto esa mirada antes y sé lo que significa. No puedes enamor...

Antes de que pueda terminar me acerco a sus labios, sin poder contenerme ni un solo segundo más. Subo una de mis manos hasta su cuello, acaricio su piel hasta que mis dedos rocen la tersa piel de su mejilla. Con mi otra mano busco su cintura y termino de cortar la diminuta distancia que hay entre nosotros. Mia tarda unos segundos en reaccionar hasta que sus dulces y pequeños labios comienzan a moverse al ritmo de los míos. Trato de tragarme mi sonrisa para no interrumpir y solo continúo besándola de manera continúa.

Al principio sus manos se quedan intactas en mi espalda como si no supiera en donde ponerlas, pero luego sus dedos comienza a explorar mi torso. Sus manos terminan dando un paseo por mi abdomen hasta que alcanzan mi cuello con fuerza, uniendo aún más mis labios contra los suyos. Termino cargándola para que llegue a mi altura con uno solo de mis brazos ya que el otro está ocupado recorriendo su mejilla, no es muy pesada que digamos. Sus pies quedan a una distancia determinada del suelo, con una mano se aferra unos de mis hombros y con la otra sigue ejerciendo fuerza en mi cuello. En un momento me separo del beso para poder tomar aire, pero antes de que ella pueda decir algo comienzo a depositar más besos cortos y sonoros sobre sus labios. Espero que sus vecinas los escuchen.

Siento como Mia deja escapar pequeñas sonrisas que se sienten demasiado bien sobre mi boca. Comienzo a avanzar hacia el interior de la casa un tanto torpe, no dejo de besarla en ningún momento así que comienzo a chocar suavemente con las paredes y cuadros. De pronto, nos encontramos en el salón principal donde hace unos días solo hablábamos. Sin querer tropiezo con la mesa de café, suelto una pequeña maldición y doblego mi rodilla. De pronto el peso de Mia se vuelve más compacto y ambos caemos al piso entre un pequeño espacio que hay entre la mesa y el sofá. Bruscamente apoyo mis manos sobre la alfombra para no caer sobre ella y aplastarla, lo curioso es que aún nuestros cuerpos están unidos y no hemos abandonado el extraordinario beso. Dios, creo que nunca había besado a alguien tanto tiempo. Nuestras respiraciones se vuelven pesadas y audibles, continuamos así unos minutos más hasta que sus dedos se colaron entre mi camiseta.

—¡Wow! —expreso casi en un grito de éxtasis y euforia cuando ella se separa.

—Addison, basta —susurra con entrecortadas respiraciones. Yo me separo lo suficiente de su boca para escucharla, miro sus labios levemente sonrojados—. ¿Por qué demonios hiciste eso? —Me mira con los ojos bien abiertos como si acabara de darse cuenta de lo que ha sucedido, coloca sus manos sobre mis hombros e intenta tragarse una sonrisa.

—Para —trago e intento concentrarme, su rostro me tiene embelesado—...demostrarte que no puedes decirme de quién enamorarme o no. Esa decisión es mía.

Ella se queda en silencio mientras que sus lindos ojos traviesos analizan mi rostro, mi mirada y mi sonrisa. Siento el impulso de volver a besarla, pero no puedo ya que sus brazos me detienen.

—¿Puedes quitarte?

—¿Eso es lo que quieres?

—Por favor —hace un puchero, me quito de encima y me siento sobre la alfombra dejando mi espalda contra la mesa de café. Mia se impulsa con ayuda del sofá y se sienta en frente mío. Su cabello está aún más desordenado que antes lo que se me hace gracioso así que intenta arreglarlo de manera inútil. Deja ambas manos sobre su frente y mira a la nada como si estuviera repasando toda la escena, luego suelta una gran carcajada que se me contagia un poco.

—Qué idiota, parezco una adolescente —se burla de sí misma, lo que me parece un tanto cruel.

—¿Y?

—Esto no tuvo que suceder —Auch.

—O sea que no te gustó —observo mis manos. Admito que duele.

—No, no, no es eso. Es solo que, aún estoy con Hamilton y esta es su casa. No es lo correcto.

—¿Entonces sí te gusto? —le doy una mirada de soslayo y un atentado de sonrisa.

Ella rueda los ojos y frunce los labios, se cruza de brazos y niega con una extensa sonrisa graciosa en el rostro.

—La verdad, no había besado a alguien así desde los dieciséis.

Bien hecho, Addison. Me doy palmaditas en el hombros mentalmente, me las daría a mi mismo, pero sería muy raro así que solo sonrío con suficiencia.

—¿Tuviste algún amor adolescente? —pregunto sin dejar de mirarla.

—Creo que no.

—Nunca es tarde —suelto sin importarme lo incómoda que puedo ponerla. De hecho es divertido.

—Addison, esto no está bien.

—¿Segura? Por qué yo lo sentí muy bien y estoy casi seguro de que tú también lo sentiste. Y solo por si no te quedó claro con el beso, me gustas... demasiado —agrego y me paso una mano por la cabeza. Bien, lo hice. Es la segunda vez que lo digo en voz alta, me lleno de nervios por el miedo a ser rechazado otra vez. No sé cómo pude caer por ella en tan poco tiempo y tan rápido. Me trae loco.

Ella suspira y sonríe de lado mientras asiente. Se toma su tiempo para contestar y justo cuando pienso que ya no va a hacerlo, coloca sus manos en el piso, gatea hasta mí y comienza a rozar sus labios contra los míos hasta que termina dándome un beso rápido, suave y tierno antes de volver a su anterior posición. Creo que estoy algo desubicado.

—No podemos volver a hacer esto —dice, destrozando toda la pared de ilusiones que me costó construir como una bola de demolición.

—¿De qué hablas?

—Dejé de sentirme una adolescente desde que me encontré con Hamilton. Me embaracé y tuve que volverme una madre tan solo a los diecisiete. No me arrepiento de haber tenido a Timothée, es una de las mejores cosas que me ha sucedido, pero creo que también me perdí de una grandiosa etapa de mi vida que fue amar a alguien de verdad y—toma un respiro mientras intenta encontrar las palabras—... llegas tú con tu sonrisa y amabilidad ese día en ascensor, me hiciste sentir bien después de un horrible día. Y ahora con ese beso me haces pensar que puedo recuperar ese tiempo. Quiero que algo suceda, Addison. Pero no puede suceder así.

—Sigo sin comprender —Sé que parezco un tonto, pero a veces me cuesta traducir el idioma de las chicas.

—Quiero que esperes. No quiero sentirme una infiel, una adultera. Si algo se da, tiene que darse de la forma correcta, no así —señala la situación—. Sé que puede ser algo difícil, pero espero que me entiendas. No podemos vernos hasta que esto termine.

—Entonces me besas y me dices que no me quieres ver hasta que hayas dejado a Hamilton, que será en casi dos meses como máximo. ¿No me quieres ver en dos meses? Es que me cuesta entenderlo —miro mis zapatos y niego con la cabeza.

—Sí, es que... creo que esto es demasiado bueno como para esconderlo. No me gustaría estar con alguien de esta manera. Además, tengo que dejar a Hamilton por mí misma. Es algo que necesito hacer sola. Quiero probar que puedo hacerlo, que todo el tiempo que soportado a su lado tenga algún significado cuando esto termine. Si él se entera de que te veo a sus espaldas jamás podré escapar, no puedo levantar sospechas así que prefiero esperar a que baje la guardia y denunciarlo cuando menos se lo espere. ¿Entiendes?

Asiento con la mirada perdida, sumido en mis pensamientos. La acabo de conocer hace menos de un mes, me enamoré mágicamente y ahora tendré que soportar dos meses sin ella. ¿Qué clase de tortura es esta?

—¿Addison?

—Está bien —me levanto de la alfombra con los pensamientos más desordenados que mi habitación en la secundaria. Camino hacia la salida de la casa un tanto aturdido y me detengo justo en frente de la puerta. Puedo sentir la presencia de Mia a mis espaldas. Tomo mi chaqueta del perchero y me la coloco en completo silencio. Siento como su pequeña mano se posiciona en mi hombro y me hace girar.

—Lo siento —musita como si le costara decirlo.

—No, descuida. Solo quiero que me respondas algo —halo de las mangas de mi chaqueta y miro los pies descalzos de Mia, son muy pequeños—. ¿Algo dentro de ti se arrepiente del beso?

Ella parece pensárselo unos segundos, se muerde el labio inferior y se acaricia el brazo derecho.

—Quiero volver a repetirlo cuando ese idiota ya no esté cerca.

Lo dice mirándome directo a los ojos, veo el brillo del deseo en sus pupilas y como una sonrisa se le escapa. Un escalofrío me recorre la espalda con tan solo la idea de volver a besarla. Empuño una de mis manos para contenerme y le sonrío de vuelta. Me inclino un poco hacia ella y aprovecho la oportunidad para sentir por última vez su aroma a panqueques con miel. Rozo su mejilla con la mía y acerco mis labios al lóbulo de su oreja.

—Entonces te esperaré —digo demasiado bajo como para que sus vecinas escuchen. Me alejo con el mismo cuidado y pongo mis dedos sobre el pomo de la puerta sin dejar de mirarla. Cruzo el umbral y me despido de ella con un movimiento de cabeza.

—Addie —la escucho llamarme a mis espaldas. Yo me detengo en medio de la grava y doy una vuelta sobre mi propio eje haciendo crujir algunas piedras para observarla de brazos cruzados recostada al marco—. Dos meses —levanta dos dedos al aire—... exactos. No más. Ven a verme cuando ese tiempo llegue. Si es menos yo iré a buscarte —explica y yo asiento.

—Recibido —humedezco mis labios y continúo caminando hasta llegar a la motocicleta en donde por suerte, aún siguen mis víveres.

Bien hoy es 11 de marzo. Dos meses exactos.



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Espero les haya gustado, es uno de mis capítulos favoritas.

¿Qué opinan de ese beso? ¿Creen que Mia y Addison hacen lo correcto? ¿Addison  debe esperar como se lo ha pedido o desobedecer como siempre ha hecho?  Comenten! 

La próxima actualización es el DOMINGO 8 DE ABRIL. ¡Pendientes! 

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Daniella Castillo. 

3 de abril. 

Panamá, en la sala con las pestañas pesadas. 


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