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3. más de lo que sabes | more than you know.

La semana se pasó más rápido de lo que esperaba y ya es miércoles.

Así que aquí me encuentro, nuevamente en el ascensor con el dinero de la pizza de Joanna en mi bolsillo. Ajusto la gorra a mi cabeza y comienzo mi descenso en el ascensor. No me había encontrado con Mia en el recorrido durante estos días, pero si la había visto en la recepción unas cuantas veces. Veces en las que no tuve el valor suficiente para iniciar otra conversación y poder devolverle su llavero, por lo tanto, decidí pasar por desapercibido. Cobarde, Addison, cobarde.

Había dejado de detenerme en cada uno de los pisos desde el encuentro con ella, ya que después de pensarlo todo el fin de semana me pareció tedioso, así que por lo normal iba directo a la Planta baja. Inesperadamente el ascensor se detiene en el piso 21. En un parpadeo las puertas se estaban abriendo y en otro parpadeo, Mia ya se encuentra frente a mí.

—¿Addison? —suena algo desconcertada de verme de nuevo.

Yo le sonrío y bajo la mirada hasta mis manos las cuales están temblando un poco. ¿Qué rayos me sucede? Creo que debo empezar a tomar clases de dominio propio.

—¿Qué tal?—saludo.

—¿Qué haces por aquí? ¿Acaso tienes una novia allá arriba? —señala el techo del ascensor.

Me río por mis adentros con tan solo imaginarme a mí y a Joanna en una relación. Qué disparate.

—No, no. Es una cliente frecuente que todos los días ordena pizza —hago ademanes hacia el logo de mi camiseta—, así que de seguro me verás por aquí con frecuencia.

—¿Una? Entonces es chica —alza sus cejas de manera pícara y yo no puedo evitar poner los ojos en blanco. Mia se ríe—. No me sorprende que ordene pizza tan seguido con alguien como tú entregándolas —dice entre dientes.

Esperen, ¿qué?

—¿Qué?

—¿Qué? Nada —se muerde la uña del dedo índice.

—Tiene cuarenta —anuncio—, esa mujer está fuera de mi alcance —guiño un ojo y Mia suelta una pequeña carcajada.

—La edad es solo un número —ella se encoge de hombros mientras se aparta el cabello del rostro.

—No hablas en serio, ¿o si?

Mia deja salir una sonrisa y baja la mirada hasta su falda. Yo la observo durante unos cortos segundos hasta que recuerdo lo que llevo en el bolsillo. Meto la mano y saco el llavero con la figura de girasol.

—Creo que esto es tuyo —extiendo mi mano y dejo colgando el llavero para que ella pueda observarlo. Mia levanta sus ojos y contempla el objeto que cuelga de mi mano, sus labios se tornan en una mueca triste y ella intenta disimularlo.

—Oh, vaya, pensé que lo había perdido —su tono muestra desánimo. Es como si en lugar de estar agradecida, hubiera deseado que no se lo regresara. Al final, termina tomándolo, pero en lugar de volverlo a colocar en su bolso, lo empuña entre sus dedos—. Gracias.

—Descuida —retrocedo unos pasos y recuesto mi espalda a la pared de metal.

Llegamos a la Planta baja en completo silencio y las puertas del ascensor se abren frente a nosotros al tiempo en que ese común timbre suena por encima de nuestras cabezas. Mia se dispone a salir, pero antes se despide. Comienza a caminar fuera del ascensor y yo espero a que se aleje lo suficiente para continuar con mi camino. Antes de cruzar la puerta giratoria, Mia se detiene en el basurero de la esquina y tira el llavero como si fuera una insignificante bola de papel. Me quedo parado fuera de las puertas del ascensor, observando como ella desaparece desde el otro lado de la calle. Mi mirada se enfoca en el basurero y sin duda me roba los pensamientos. ¿Por qué lo tiraría? ¿Acaso no le gustaba? No era tan feo.

Me quito la gorra, me desordeno el cabello, vuelvo a acomodarlo y me coloco la gorra nuevamente. Camino a la salida con la mente ocupada y algo atónita. Creo que debo seguir repartiendo pizzas.

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Estúpido Wayne. El idiota me ha convencido de reemplazar a Hannibal en su turno nocturno ya que al parecer le ha dado gripe. Sé que se supone que estoy tratando de ser una nueva persona, pero a veces me cuesta no dejar salir al viejo Addison. Un chico popular es casi sinónimo de un chico rebelde y vaya que fui rebelde. Me costaba seguir órdenes de profesores, policías, cualquier tipo de líder e incluso las de mis padres. He mejorado bastante en ese aspecto, pero cuando llega el gordo jefe dando órdenes como un buda alterado sinceramente me colma la paciencia. Cuando me escupió que tendría que suplantar a Hannibal esta noche sin duda pensé en sacarme la gorra y estrellarla en su grasienta cara, pero luego llegó Wayne a calmar las aguas y me convenció de hacerlo. No tenía opción. Odio cubrir turnos de noche, me encanta dormir. Es lo segundo más productivo que hago después de respirar. 

He estado toda la noche dando vueltas en la motocicleta por la ciudad  y la verdad, creo que no es tan malo. El clima es más fresco que en el día y las luces de los edificios, autos y postes le dan un toque fantástico. Llevo los audífonos puestos lo que me hace relajarme un poco. Estoy a punto de entregar mi última orden, es en una colonia bastante bonita de casa hechas con el mismo molde, pero con diferentes colores. Detengo la moto frente a la residencia J09 y me bajo. Tomo la caja de pizza y siento el tibio cartón sobre mis manos. No hay sentimiento más placentero que ver esa moto sin cajas.

Camino hacia el porche la casa mientras bailo al ritmo de Girls de Joey Purp, un rap bastante pegajoso. Muevo mis piernas con cada paso que doy sin importarme que un anciano me este mirando raro desde la casa de al lado. Doy una vuelta completa sobre mis talones y le guiño un ojo al viejo quien de inmediato corre hacia al interior de la casa. Mi pregunta es: ¿Como un hombre de su edad corre? Pues ya está bastante arrugadito ¿no? Me río por mis adentros.  Llego al porche y una vez allí toco al timbre, pero no estoy seguro de que funciona ya que no puedo escucharlo por la música y no pienso quitarme los audífonos, estoy en mi parte favorita. Así que para asegurarme de que sepan de que ya estoy aquí, toco a la puerta con mis nudillos siguiendo el coro de la canción.

Where all the girls at? With the credits cards and their high heels, the Mercedes Benz with the big wheels... —canto en voz alta, pero soy interrumpido una vez que la puerta se abre así que decido callarme.

Una chica aparece detrás de la bonita puerta, pero luego me doy cuenta de que ella es más bonita que la puerta. Es Mia. Lleva puesta una blusa de tiras dejando expuesto sus pálidos y pecosos hombros. Trae su cabello atado en una coleta alta y desordenada, su rostro está lavado y sus mejillas están bastante ruborizadas, puedo notarlo aunque haya poca luz aquí afuera. Ahora que la veo sin la falda negra y la camisa blanca, parece mucho más adolescente. Casi dejo caer la pizza, no sé si es por verla tan diferente o por qué he llegado a su casa por pura coincidencia.

«¿Addison?» ella gesticula mi nombre con sus labios en una expresión de asombro, pero no puedo escucharla gracias a la ensordecedora música. Me quito uno de los audífonos y le sonrío de manera forzada sin saber qué hacer exactamente.

—Creo que me equivoqué de casa —digo mientras comienzo a retroceder en reversa. Ella sale por completo y me detiene.

—No, no. Yo la ordené —explica.

—¿No qué odiabas este restaurante? —cuestiono, deteniéndome en seco.

—Sí, lo hago, pero... —Ella se queda unos segundos con la mirada perdida, pero antes de que pueda decirme otra cosa alguien nos interrumpe.

—¡Mami! ¿Es pizza? —una voz infantil suena desde el otro lado de la puerta.

—Sí, Timo. Ya voy, espera —ella baja la mirada y niega con la cabeza—. A él le encanta la pizza de este restaurante.

—Tu hijo —digo, confirmando la situación.

—Sí —dice en un vago suspiro, un tanto incómoda—. ¿Qué haces aquí? Pensé que tus turnos eran diurnos.

—Lo son, estoy cubriendo a un colega —Me encojo de hombros y carraspeo un poco—. Son diez noventa.

—Cierto. Voy a buscar el dinero, ¿quieres pasar?

—Eh... —vacilo, tratando de echar un vistazo hacia el interior de la casa por las ventanas.

—¿Tienes más entregas?

—Con esta termino.

—Genial. Pasa.

—No sé si deba.

Ella se me queda mirando con sus intensos ojos marrones, como si no entendiera mis razones. Me da miedo entrar. El viejo Addison entraba en las casas de las chicas sin permiso alguno, se divertía un poco y salía como si nada, pero esta situación es diferente. Mia tiene un hijo y es posible que esté felizmente casada. Sé que no debería haber ningún problema, apenas nos conocemos. Sin embargo, hay algo que ya no puedo negar y en la que yo y el viejo Addison coincidimos. Me gusta lo que veo, la sencilla belleza de Mia, pero he allí el error. Es linda sí, pero no sé quién es. Chicas lindas hay por todos lados, no quiero volver al pasado y mucho menos irrumpir en una familia. Esa son mis razones para no querer entrar.

—¿Por qué no deberías?

—Ah —me lo pienso—... no conozco a tu hijo.

—Entonces, ven. Te lo presentaré.

Suspiro por mis adentros y cuando ella se gira para abrir la puerta ruedo los ojos. ¿Cuándo se había vuelto tan difícil decir que no? Comienzo a avanzar como un completo tonto hacia el interior de la casa. El niño de rizos azabaches me recibe pegando saltos, pero se detiene cuando ve que su madre ha cerrado la puerta detrás de mí. Observa la caja de pizza y luego a mí con los ojos entrecerrados, como si desconfiara.

—Timo, él es Addison... un chico que conocí en el trabajo —le explica al niño, que no despega sus ojos de mí.

—Addison, él es Timothée, mi hijo. Tiene cinco años, pero aparenta más —le despeina el cabello, pero él sigue sin moverse—. Toma asiento en el sofá, iré a buscar el dinero, ya vuelvo. Timo, compórtate.

Mia desaparece entre uno de los pasillos, dejándome solo con el niño. Bien, esto va a ser más incómodo de lo que esperaba. ¿Por qué rayos entré? La casa es acogedora y simple como cualquier otra casa. El aire estaba cargado en su suave aromatizante con esencia a vainilla que me relaja por completo. Dejo la cajeta de pizza en la mesa de café que hay en medio del salón y me siento en el sofá, apoyo mis codos sobre mi regazo y entrelazo mis manos entre mis rodillas. Cabe resaltar que Timo ha estado pisándome los talones todo este tiempo, sigue cada uno de mis pasos y ahora está sentando en el sofá de al frente con un rostro tan serio como mi foto carné.

Timo posee unos ojos negros y profundos que inspiran temor, todo lo opuesto a los de su madre. Por la poca y mala experiencia que he tenido con los niños he aprendido que debo mantener la distancia. Cualquiera diría «Bah, niños. Son cositas inofensivas y apapachables creados para darle dulzura y esperanza a este planeta» Pues no, están equivocados. Los niños de esta generación son seres con algunas capacidades similares a las de un adulto. Y no, no exagero. Denle un teléfono y compruébelo por sí mismos.

—Eh, ¿Qué tal? —le saludo con un movimiento de cabeza, tratando de cortar la tensión. 

Él no responde, solo se me queda mirando sin parpadear. De acuerdo, esto está empezando a espantarme. Bien Addison, si comienza a caminar en cuatro patas te sales por la ventana. Tal vez solo está jugando, puede que se haya dormido con los ojos abiertos o quizás está muerto por dentro. ¿Quién sabe?


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A ver quién adivina lo que continúa.

a) el niño se lanza sobre Addison y le araña el rostro.

b) Addison y el niño mantienen un guerra de miradas, hasta que niño cachetea a Addison

c) Addison huye.

Recuerden que #SUSVOCESCUENTAN y me gusta leer sus comentarios.

¿Qué opinan ahora de Mia? ¿Su opinión ha cambiado? ¿Creen que esconde algo? ¿Creen que Addison debería estar allí o no? ¿Debe saltar por la ventana?

Recuerden que la próxima actualización es el Sábado 24 de marzo. Anótenlo. No olviden seguirme en Instagram o twitter:

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Daniella Castillo

19 de marzo.

Panamá, desde el sofá a punto de comer tallarines.

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