09/03/2019

1:03 a.m

A esta hora y en este momento me imagino una situación entre él y yo.

Estamos en una fiesta, el se emborracha y debo terminar cargandolo a una habitación para que se reponga. Entonces en su distorsión de la realidad de una forma u otra termina besándome. Yo lo detengo porque la fuerza moral propia y el hecho de que tiene novia es fuerte impedimento para disfrutarlo. Y solo deseo que no lo recuerde al siguiente día, aunque internamente espero que lo haga y vivamos felices para siempre.

Las alucinaciones a la una de la madrugada son bastante comunes en mi. Lo admito. Pero actuarlo como si estuviera loca me asusta a mí misma.

Porque caigo en lo cliché y como segundo acontecimiento desdichado, no sucederá, aunque sea bastante común. Irónicamente contradictorio.

Justo ahora recuerdo su sonrisa. Su risa de cuando le dije que padecía de Alzheimer porque de verdad tiene muy mala memoria. Su olor. Maldita sea, eso es raro. ¿Quién huele a la gente?

Pero sí, huele a nuevo, a una especie de colonia de hombre, pero al mismo tiempo a delicadeza. Por mi parte, probablemente a suavizante de ropa comprado en la tienda de la esquina. No me averguenzo, pero la brecha entre ambos está peor que la distancia de la muralla china.

Desearía decirle en su rostro bello que me gusta. Pero todos sabemos que eso no pasará y por eso estoy aquí escribiendo esto.

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