capítulo treinta y cinco ; corazones rotos

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—¿cual era la necesidad de hacer todo esto? ¿por qué demonios me mintieron en la cara?—preguntaba la rubia con bastante enojo, johnny se encontraba a un lado de ella, pues en cuanto la vio corrio a saludarla y se coloco junto a ella.

kamila y ana intentaron hacer lo mismo hasta que notaron lo enojada que estaba maddie, se alejaron un poco y luego la chica empezó con sus preguntas.

—¿de que hablas lindura?—pregunto la castaña, con ese tono, ese tono que ahora solo sonaba a hipocresía.

—hablo de esta mierda ¿por qué rayos dices ser mi amiga y luego vas y me apuñalas por las espalda? Y tu, bueno, eres mi prima, pero sinceramente nunca te considere cercana a mi de ninguna forma.—ahora hablo hacia kamila.

en medio de la pelea que comenzaba a desarrollarse, ana supuestamente se derrumbó y soltó todo el odio que llevaba guardando desde hace algunos años.

—¿quieres saber la verdad? La única verdad aquí es que, te odiamos, así de simple, odiamos que te creas perfecta, que llegues y creas que puedes quitarnos todo, que simplemente sonrias y todos los chicos caigan a tus pies. Queríamos verte sufriendo, sin ninguno de tus dos estúpidos, johnny era solo un peón que usábamos para   nuestro plan, simplemente nunca nos importaste, y dudo que algún día logres importarle a alguien.—sin más ambas salieron de la vista de la chica.

maddie simplemente estaba congelada, aún no podía creer todo lo que había pasado en menos de cinco minutos. Volteó dispuesta a expresarle su confusión a johnny, pero el castaño ya no se encontraba ahí. La chica no tenia batería en su celular, así que tomo la mano de su prima, ambas volvieron a casa pero antes pasaron por un helado.

por otro lado, johnny se encontraba caminando con las manos en sus bolsillos por el parque, se preguntaba porque era tan complicado no salir herido, intentaba hacer amigos, lo estaban usando, empezaba a gustar de una chica con la cual tenia miles ilusiones, le rompían el corazón, llego a pensar en que quizás se quedaría solo por siempre, rió ante ese pensamiento y siguió caminando pequeños copos de nieve caían, haciéndolo estornudar de vez en cuando.

—salud.—dio un saltito en cuanto escucho a alguien detrás suyo, con una linda chica de cabello castaño, quien estaba sentada en una de las bancas del parque, su nariz estaba roja al igual que sus ojos y mejillas, había estado llorando.

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capítulo treinta y cuatro ; corazones rotos