—¿Te ha pedido salir? —preguntó una Mina de lo más contenta.

—No, pero ... Puede que lo haga pronto.

—¡Yah, Hye! ¡El guapísimo Jongsuk anda tras de ti! ¡Es increíble!

Yo rodé la mirada, sonrojada porque mi mejor amiga gritaba aquello sin ningún pudor y todos los que nos veían pasar por el pasillo de la escuela se fijaban en nosotras.

—Mina, baja la voz ... Todos nos miran —golpeé su brazo para alertarla.

—¿Y qué? ¡Más te mirarán cuando vayas de su mano! —sus ojos brillaban de pura ilusión. Sin duda, ella parecía mil veces más emocionada que yo—. Es el más hermoso de todos los chicos de último año, ¿te imaginas siendo su novia? Eso sería como un sueño, ¿no crees, Hye?

Yo comencé a reír, avergonzada por la sola idea de que lo que mi amiga decía se cumpliera.

De repente, alguien chocó conmigo y cientos de libros cayeron al suelo en un sonoro golpe.

Escuché las carcajadas por doquier, adueñándose del corredor como si aquello hubiera sido realmente la broma más graciosa de todas.

—L-Lo siento ... No ... N-no prestaba atención a mi alrededor ... Perdón ...

Era una voz suave y delicada. Igual que una melodía para mis oídos.

Bajé la mirada, contrariada por el choque y por las risas sin sentido. Me sorprendió ver que el chico se arrodillaba en el suelo para recoger todos sus cuadernos y utensilios que habían quedado esparcidos por el lugar. Los tomaba con torpeza, cabizbajo, y todo lo rápido que sus temblorosas manos le permitían.

—Estúpidos, es solo un crío —vociferó mi mejor amiga, indignada por la poca consideración de los presentes, que se burlaban de él sin ocultarlo—. ¿¡Quieren dejar de comportarse como imbéciles!?

—N-no se moleste ... —dijo en tono bajo el pelinegro—. Estoy acostumbrado ...

En silencio, verdaderamente dolida por la sumisión que mostraba a las risas del resto, me arrodillé frente a él con la intención de ayudarlo a recoger sus pertenencias. Lo sentí dar un pequeño salto, sorprendido por ver a una chica de quinto curso siendo amable.

Lo cierto era que aquella preparatoria era algo así como una jerarquía. Solo los mayores sobrevivían a los lobos, y si no te comportabas como un ser sin corazón, te ponías en peligro a ti mismo, pudiendo correr la misma suerte que los pequeños. Yo odiaba aquel comportamiento tan egoísta y malvado, al igual que Mina. Por eso sentí una profunda compasión hacia el pobre chico y dejé que mis medias blancas se ensuciaran solo para que los demás alumnos callaran de una vez por todas.

Las malévolas risas fueron disminuyendo hasta que solo quedaban los susurros y cuchicheos sobre la razón que había llevado a una de las mayores a agacharse para quedar al mismo nivel que un niño indefenso como el que tenía frente a mí.

—¿Estás bien? —le pregunté, tomando su agenda y un par de libros—. ¿No te has hecho daño?

—Estoy b-bien ... Muchas gracias, noona ... Lamento ha-haberla golpeado.

Sonreí levemente al escuchar su forma de llamarme. Hacía mucho tiempo que nadie se dirigía a mí con tanta formalidad.

—No te preocupes —le tendí los libros y él hizo una pequeña reverencia—. ¿Cómo te llamas?

Él estaba incómodo y nervioso, lo podía ver en sus gestos, pero alzó poco a poco el rostro, permitiéndome mirarlo a los ojos.

Cuando nuestras miradas se encontraron, recordé lo que Mina había estado diciendo antes. Ella aseguraba que, sin duda alguna, Lee Jongsuk era el chico más guapo y atractivo de toda la preparatoria.

Yo nunca lo negué hasta ese día.

Los orbes de ese chico eran oscuros, pero inocentes, medio ocultos bajo unas gafas circulares, y me miraba con un sonrojo que no supe comprender. Su nariz, respingona, le daba un toque más maduro, mientras que sus labios entreabiertos y rosados hacían juego con el rubor de sus tiernos pómulos. Su carita sorprendida y redonda lo hacía ver tan pequeño y bonito a la vez que no pude evitar pensar que mi mejor amiga erraba por completo en su suposición.

Aquel chico, esa mañana, me pareció el más hermoso que había visto jamás.

Creo que seguí pensando aquello en secreto por un largo tiempo, pero no me lo repetí las veces necesarias.

—Jeon ... Jeon Jungkook, noona ...

—Es ... Ha sido un placer chocar contigo, Jungkook-ah —aseguré, intentando alargar aquel encuentro sin percatarme.

Él curvó son rojas comisuras en una dulce sonrisa y asintió, empequeñecido. Mi corazón di un diminuto brinco ante su sincera mueca.

—L-Lo mismo digo, noona ...

Se levantó con las manos cargadas y el mentón bajo, cohibido por estar hablándome.

Era la primera vez que veía a ese chico tan sutilmente guapo, y lamentaba desde luego no haberlo hecho antes.

Imité su acción de forma automática, regresando al lado de mi amiga. Jungkook se dirigió a ella, agradeciéndole también, y pasó de largo, encogido sobre sí mismo y a ritmo rápido. Debía estar deseando desaparecer de todos los ojos curiosos que nos observaban.

—Pobre, niño. Debe ser de los primeros cursos y todos estos infelices prefieren reírse de él a ayudarlo ... —se lamentó Mina—. ¿Acaso no le han visto el rostro? Es demasiado lindo como para menospreciarlo.

—Yah ... Mina, deja de guiarte por el físico —la aleccioné, mirando todavía la esquina por la que el tal Jungkook se había marchado—. ¿Crees que sea nuevo? Parecía un poco perdido.

—Es lo más probable. Además, recordaría una carita como la suya de haberlo visto antes —aseguró ella mientras continuábamos con nuestro camino.

Jeon Jungkook ... Maldición, hasta su nombre sonaba bien.

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