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—Esos estúpidos demonios con piernas algún día acabarán con mi paciencia —explicó la enfermera de la escuela, enfurecida mientras recogía todo lo necesario para curas de emergencia—. Maldigo el momento en que esta preparatoria permitió la existencia de ese equipo de fútbol, hija. Como no tienes idea.
—Me imagino, señora Shin —intenté darle la razón—. No se preocupe, yo terminaré de curar a ...
—A este otro animal, sí. Todos los hombres son iguales, querida —me aleccionó, convencida de la verdad en sus palabras—. Unos irresponsables y unos insulsos. Mejor mantenerse alejada de ellos. Hazme caso.
—Lo haré. Gracias ... Gracias por el consejo —le sonreí, esperando a que se marchara del cuarto.
Nadie sabía exactamente la razón por la que la enfermera Shin odiaba tanto a los chicos de la escuela, pero era evidente que estar divorciada tres veces había contribuido a marcar su opinión sobre los hombres con tanto fervor.
Cuando se marchó, sin dejar de maldecir la pelea por la que se requería su presencia en el campo de la institución, yo respiré tranquila. Realmente era incómodo estar escuchando cómo despotricaba y echaba las culpas de todo a Jungkook. Y él, avergonzado a pesar de que no debería estarlo, solo se mantenía cabizbajo y tragaba hasta el último de los reproches de la mujer.
Una vez solos, me acerqué a la camilla en la que Jungkook esperaba, sentado y en silencio, casi como si estuviera esperando a que yo continuara la retahíla de insultos que la señora Shin le había proferido sin fundamente alguno.
Y yo, nerviosa por su timidez, tuve que elegir muy bien las palabras con las que establecer una conversación real entre los dos.
—¿Estás molesto?
Tomé el algodón para limpiar su corte, viendo de reojo cómo él seguía la trayectoria de mis manos.
—¿Por qué ...? ¿P-Por qué debería estarlo, n-noona? —musitó, cohibido ante el examen de mis ojos.
Llevé la bolita de algodón a su ceja y limpié cuidadosamente la sangre seca que quedaba en ella.
—Por lo que te ha dicho la señora Shin —me aclaré—. En realidad es así con todos los chicos que vienen. Siento que te lleves una mala impresión de ella, de verdad.
—N-No me importa ...
—¿No? —él sacudió la cabeza, sonrojado cuando tuve que tomar su mentón para visualizar mejor el corte—. Me sorprendes, Jungkook-ssi.
Aguantó la respiración tras oír que lo llamaba, y de alguna forma, me gustó su transparencia innata. Era un chico muy cerrado y parecía temer a todos los que se le acercaban, pero conmigo reaccionaba como si no quisiera hablar de más y contuviera sus palabras.
—¿Es a-así, noona?
—Sí —aparté la mano de su rostro al entender que no le gustaba que invadieran su espacio personal y me fijé en el pequeño lunar que quedaba bajo su labio inferior—. Porque es mi culpa que estés aquí y no te has quejado nada de nada. Lo siento mucho.
Con la bandita entre los dedos, la coloqué poco a poco sobre su herida. Pude haberme reprimido, lo sé, pero él era tan lindo que me resultaba difícil reconducir mis traviesos orbes para que no se detuvieran más tiempo del necesario observando sus finos rasgos.
—Y-Yo ...
No era tonta. Me daba cuenta de que cuanto más me acercaba, más tartamudeaba.
—Siento haber caído sobre ti, Jungkook. Impediste que me hiciera daño y a cambio te llevaste un tajo en la frente —mis labios se curvaron en una mueca—. ¿No te duele?
Tardó unos segundos, pero acabó meneando la cabeza, encogido sobre sí mismo y luciendo aún más pequeño de lo que era.
Antes de lo que habría querido mi desconcertado corazón, tuve que alejarme porque la cura había acabado y nada me permitía mantener la cercanía con él. Me agaché, recogiendo todo lo que había usado y dejando el lugar impoluto, mas la suave voz de mi acompañante rompió el ambiente, sorprendiéndome gratamente.
—¿N-noona?
Lo miré, encontrando sus ojos puestos en mí. Él se percató del atrevimiento y bajó la barbilla a la misma vez que sus mejillas se tintaban de un hermoso color rosado.
—¿Hmm?
—¿C-Cuál es s-su nombre?
Con una sonrisa, dejé todo recogido en los armarios de la enfermería y volví junto a Jeon, conmovida por el sonrojo que ahora llegaba también a sus orejas.
—Me llamo Lee Hye —estiré mi mano, dispuesta a presentarme correctamente—. Y puedes tutearme, Jungkook. No soy tan mayor, ¿sabes?
Pasaron unos segundos y entendí por su silencio que él no quería tomar la mano que le estaba tendiendo.
Vaya, sí que tenía dificultades a la hora de tocar a las personas.
Aparté el brazo, sintiendo una pequeña decepción por no haberme ganado su confianza, y volví a apartarme para dejarle respirar. Él realmente contenía el aire cada vez que me acercaba más de lo normal.
Curioso.
—E-está bien, Hye noona —dijo una vez estuve lejos, y mi corazón se alteró al escuchar mi nombre salir de su boca.
—¿A qué curso vas, Jungkook-ah? —le pregunté, lavando mis manos en la pila que quedaba al otro lado del cuarto—. Eres nuevo, ¿no es así?
—Mmmm, sí. M-Me transfirieron hace una semana. Soy de ... De t-tercero, noona.
Dios santísimo. Podría pasarme escuchándole hablar a pesar de ese tartamudeo que no quería esfumarse. Su voz era tan dulce y cálida que me quise propinar un golpe por estar a punto de pedirle que me contase más cosas con tal de alargar el grato sonido un poco más.
—Y tímido también.
Jugando con sus dedos, evitó responderme a eso, y me enterneció que se escondiera de mí.
—¿Jungkook-ssi?
—¿S-Sí? —colocó sus gafas bien, denotando un claro nerviosismo.
—Gracias por salvarme antes. No todos se habrían puesto en peligro con tal de que yo siguiera de una pieza.
—Oh, y-yo ... No iba a d-dejar que usted ... —sacudió la cabeza y la necesidad de tomar sus rechonchos mofletes y besarlos atacó mi organismo—. Que c-cayeras, noona.
Me gustó que rectificara y dejase de llamarme de usted. Más de lo debido.
—Eres un buen chico, Jungkook.
—G-Gracias ...
Juraría que su rostro había tomado el rojo más intenso que nunca había visto y quise preguntarle si le resultaba incómoda nuestra charla, pero entonces la puerta de la enfermería se abrió sin que nadie pidiese permiso para pasar.
Jungkook se bajó de la camilla cuando identificó al intruso y yo intenté imaginar de qué podía conocer a Kim Seokjin, uno de mis compañeros en clase de chino.
—¡Jungkook! ¿Estás bien? —el visitante inesperado se acercó a nosotros y tomó de los hombros al más pequeño—. ¿Qué te han hecho? ¿Te golpearon? ¿Es eso? Maldita sea, patearé a quien te haya ...
—Hyung ... —murmuró Jeon, avergonzado por lo que Seokjin aseguraba que iba a hacer—. Hyung, no es nada. Solo un golpe sin importancia, tranquilo.
Y no me pasó desapercibida la familiaridad con la que se trataban y que Jungkook no se trabó a la hora de hablarle. Un leve pinchazo de envidia me traspasó, porque Jungkook podía abrirse a alguien y lo estaba presenciando, pero yo no había logrado que lo hiciera conmigo.
—¿Seguro? Jeon Jungkook, si me estás mintiendo y resulta que alguien se ha pasado de la raya, te juro por toda mi colección de One Piece que inventaré tu secuestro y me encargaré de sacarte la verdad a base de torturas que ni siquiera tu imaginativa cabezita será capaz de adivinar.
—Seokjin, la culpa de que Jungkook esté así es mía. De nadie más —me atreví a decir.
Fue como si Kim se percatase de pronto que no estaban solos allí y de que yo lo había visto todo. Se giró hacia mí, protegiendo a Jungkook tras su complexión, como si yo fuera a hacerle daño.
—¿Tuya? ¿Qué quieres decir?
—Jungkook evitó que me cayera mientras colocaba unos libros en la biblioteca y se golpeó por accidente. Si yo hubiese sido algo más consecuente y hubiese revisado la escalera antes de usarla, no habría ocurrido nada. Lo siento mucho —hice una pequeña reverencia de disculpa, pues al parecer, eran más cercanos de lo que parecía a simple vista y le debía una explicación.
—N-noona, ya te he dicho q-que no debes p-preocuparte por mí ... M-Me encuentro b-bien —dijo Jungkook, dejándonos al rubio y a mí estupefactos.
No creí que fuera a intervenir en nuestra charla, pero lo hizo, y por lo visto a Seokjin le pilló igual de desprevenido.
—Jungkook ... —murmuró un sorprendido Seokjin.
—Ella no tiene la culpa, hyung. No tuve cuidado y ella subió a una escalera rota. Perdón —le dijo en voz baja, esperando que no llegara a escucharlo.
Su mayor lo pensó durante unos instantes, sopesando si su amigo estaba intentando protegerme o en realidad estaba diciendo la verdad. Clavó sus acusadores ojos en mí, empleando sus dotes de intimidación que a muchos acobardaban. Cuando comprendió que conmigo no funcionarían unas simples miraditas asesinas, se dirigió otra vez hacia Jeon, suavizando el tono.
—Kook, ¿podrías ir por una botella de agua? Dejé la mía en casa.
Y pensé que Jungkook no lo haría porque claramente Kim Seokjin estaba urdiendo una encerrona para hablar conmigo a solas, pero me equivoqué. La predisposición que mostró a la petición de su compañero corroboró que la inocencia lo envolvía en un halo demasiado denso.
—Claro, hyung —y una bonita sonrisa adornó sus comisuras, claramente feliz de poder ayudar a su hyung.
Caminó hacia la salida deseando llevar a cabo el favor que le había pedido Seokjin, pero antes de salir, se detuvo y una agradable sensación me recorrió de arriba a abajo al ver sus brillantes ojos clavarse en mí por un pequeño segundo.
—G-Gracias por curarme, n-noona.
Se reverenció y huyó del cuarto todo lo rápido que fue capaz, dejándome atónita y secretamente contenta.
—Lee Hye, ¿verdad? —dijo Jin, llamando mi atención.
—Sí. Vamos juntos a clase de ...
—De chino. Lo sé —me cortó—. ¿De qué le conoces?
—Es el nuevo ayudante en la biblioteca y yo ayudo a la señora Park ...
—Mira, no creo que seas mala persona —por lo visto a Kim Seokjin le gustaba interrumpir a los demás continuamente—. No te comportas como una estúpida falsa y sin corazón.
—Vaya ... ¿Tengo que darte las gracias? —le respondí, irónica.
—No, y si lo hicieras, igualmente no las aceptaría —cerré la boca, molesta por su impertinencia—. No entenderías nada y la verdad es que no tengo que explicártelo, solo debes alejarte de él. No es un muñequito con el que jugar, ¿de acuerdo?
—¿Jugar? Pero, ¿qué ...?
—Lee Hye, sé que tienes más neuronas que la media de los estudiantes de este centro, así que no me hagas repetirlo; no te acerques a Jungkook. No merece que lo traten mal y vosotros, los populares, estáis acostumbrados a eso.
—No sé de qué hablas, Jin. No soy "popular" —lo entrecomillé con los dedos—. Y si lo fuera, ¿por qué narices no podría hablarle? ¿Quién eres para prohibirme eso?
—Su amigo.
Y esa respuesta, seca y cortante, me dejó sin palabras.
Jin no me parecía un chico irresponsable, y mucho menos alguien que tomar a la ligera. Puede que apenas hubiésemos cruzado palabra desde que estábamos en la misma clase, pero eso no me impedía ver que era un chico con orgullo e ideales fuertes. No era mi intención mantener una pelea verbal con él, ni mucho menos, y ahí estuve segura de que tampoco era su propósito.
Tomó las tiras de la mochila que llevaba a su espalda, con la cabeza bien alta, y siguió.
—Jungkook es tímido, el chico más introvertido que he conocido nunca. Creo que ya te has dado cuenta de eso —guardé silencio por respeto a su enfado y esperé a que terminara de advertirme—. Así que hazle un favor y no lo molestes. Ya tiene suficiente con salir vivo de aquí como para tenerte detrás.
—Yo no voy a ...
—Para ahí. Sé lo que vas a decir. Que si no pretendes hacerle daño, que si quieres ayudarlo, ... Blah, blah, blah, ... —suspiró, cansado—. No sé ... No sé cómo demonios lo has tratado para que sea capaz de formular una frase entera en tu presencia, pero ... —me fulminó con la mirada, viéndome como una amenaza—. Esto no es un juego, ya te lo he dicho. La chica popular que lo tiene todo y que se fija en el niño nuevo del que todos se burlan. Unas semanas empeñada en ser su salvadora y después se cansa y lo deja destrozado. No quiero eso para Jungkook, Hye. Por eso ... Métete en tus asuntos y déjalo en paz. Es lo mejor.
Y sin dejarme decir algo más, salió de la habitación de mal humor.
¿Por qué iba yo querer hacer daño a Jungkook?
Era cierto que tenía ese aura de chico frágil y sensible, pero no me había acercado a él para burlarme o jugar con sus sentimientos y lo cierto fue que me molestó que Jin lo insinuara con tanta sencillez. Algo me decía que no era la primera vez que se enfrentaba a una persona y le dejaba las cartas sobre la mesa.
Todavía hecha un cubito, mirando hacia la puerta por la que Seokjin se había marchado, mi mejor amiga apareció, devolviéndome a la realidad.
—¡Hye! ¿Qué ha pasado? —el miedo titilando en sus pupilas—. Todo el mundo anda diciendo que un chico te tiró de la escalera en la biblioteca. ¿Estás herida? ¿Necesitas ir al ...?
—¿Qué? —no podía creer que un rumor como ese se hubiera extendió así de rápido.
—Pues eso —frunció el ceño—. Que todo el mundo anda diciendo que ...
—¿Quién? —mis manos se formaron en puños—. ¿Quién está diciendo eso, Mina?
Mi amiga me mostró su cara de mayor incredulidad, como si mis nervios se hubieran desatado por completo y no me reconociera.
—¿Quién va a ser? Jongsuk oppa, Hye. Él se ha preocupado tanto desde que supo lo de la biblioteca que ...
—¿Donde está ahora? —dije, temiéndome lo peor—. Dime dónde está ahora.
—Bueno ... La última vez que lo vi fue cerca de la cafetería, pero no sé si ...
Dejé a Mina con la palabra en la boca, murmurando incoherencias y maldiciones de todo tipo. No tenía ni la menor idea de dónde podía haber sacado esa historia Jongsuk, pero estaba muy equivocado con su versión de los hechos.
Jongsuk era el chico más admirado, el más querido en la escuela, y lo que él dijera era cierto incluso antes de que se comprobara. Todos se fiarían de su argumento y no lo pondrían en duda por nada del mundo. Esos buitres que se hacían pasar por sus amigos comenzarían a especular sobre la identidad de mi supuesto agresor y acabarían dando con el pobre de Jeon, poniéndolo en el punto de mira y echando sobre él todas las mentiras que fueran necesarias para que la preparatoria entera lo tacharan y señalasen de por vida.
Y lo peor era que Jungkook había ido hacia la cafetería. Hacia la boca del lobo.
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