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Las razones de mi huida

Amy Callum

Bajo las escaleras que llevan a la playa mientras siento como el sol calienta mi piel. Adrian me dijo que quería verme y que quería invitarme a ir a la playa. Justo el lugar donde lo conocí por primera vez. Si soy sincera me preocupa tanto que el pobre esté pasando por tantas desgracias, no sé si se trata de alguna clase de chiste de parte de Urano pero me asusta. No quiero que algo malo le pase y de verdad esté sufriendo.

¿Una loca a la que no le gustan las botargas lo golpeó? Temo que Urano tenga algo que ver con todo esto. Odiaría saber que por mi culpa esté sufriendo más de la cuenta. Tonto Urano.

Comienzo a abanicarme con la mano pues comienzo a sudar. El calor aquí está muy intenso, aunque a las personas no les importa, hay muchas en esta ocasión y trato de sortearlas mientras camino. Vaya, creo que será más difícil encontrar a Adrian de lo que pensé. Lo único que me dijo es que buscara una sombrilla amarilla y él estaría ahí. Pero es una locura, parece que hoy se les ocurrió a todos traer una sombrilla amarilla. Y mientras camino toda confundida escucho que alguien me llama por mi verdadero nombre.

—¡Amy! ¡Aquí estoy! —dice la voz entre la multitud.

Cuando dirijo mi mirada hasta donde proviene el sonido me doy cuenta que Adrian agita sus manos frenéticamente para que lo vea. Encantada camino hasta él, porque evidentemente aún me vuelve loca este hombre. Simplemente no puedo con él. Ojalá pueda perdonarme cuando se entere de lo que hice. Ojalá podamos seguir siendo amigos porque estoy segura que jamás podré gustarle.

Adrian se pone de pie cuando llego hasta él. Aunque se está sintiendo mucho calor, no tarda en comenzar a atardecer y estoy segura que dejará de sentirse tan caluroso. Me alegra poder compartir más con Adrian, al menos más que este horrible cambio de cuerpo.

—Perdón por llegar tarde es que no te encontraba. Llevaba como quince minutos buscándote y no contestabas el celular querido Adrian. —El chico abre los ojos como plato y toma su celular para ver mis tres llamadas.

—Lo siento Amy es que no lo escuché por el ruido de las personas. Pero te compré un jugo de mango. Supongo que ya está caliente y lleno de arena. —Adrian me extiende el jugo y me lo comienzo a tomar. Sabe delicioso. Le agradezco aún con el jugo en la boca. Aunque comienzo a mirarlo a los ojos.

—Muy bien, pues, ¿por qué estamos aquí Adrian? —Mi pregunta lo toma por sorpresa e incluso noto que se ruboriza un poco. ¿Por qué? El calor, sin duda es el calor Amy.

—No lo sé, solo... solo quería estar un rato contigo en un lugar que no fueran nuestras habitaciones, la escuela o el trabajo. —Su respuesta me confunde pero al mismo tiempo me preocupa. Sé que algo le molesta, algo ajeno al cambio de cuerpo. Tal vez haya tenido algún momento de tristeza por su padre. Pero bueno, ya me había dicho que le gusta mi compañía así que no digo nada más, solo me siento en la toalla que ha puesto en la arena. No trataré de ponerlo más triste con preguntas innecesarias.

(Escuchar canción en multimedia)

Y nos pasamos una media hora platicando, riéndonos, siendo buenos amigos. De verdad Adrian es muy divertido y me encanta pasar el tiempo con él. Aunque claro, al mismo tiempo siento mucha nostalgia de pensar que nunca podrá verme de otra manera. Solo seremos amigos y todo gracias a Elizabeth, que por cierto, se ha comportado extrañamente muy rara. Pero yo no quiero decir nada, no quiero que Adrian crea que es alguna clase de celos.

Entonces llevo la mirada al frente y me doy cuenta que el sol se comienza a poner. Este momento, estas circunstancias y el chico que se encuentra a mi lado me hacen sentir llena de emociones. Es como si todo comenzara a explotar dentro de mí. Sobre todo una herida me comienza a arder, una que tengo muy profunda en el corazón. Y sin saber muy bien las cosas, lo suelto.

—¿Sabías que no siempre fui hija única Adrian? —La pregunta sale disparada de mi corazón. Es como si una olla exprés hubiera explotado y dejado que los fragmentos calientes se enterraran en mi corazón y pecho.

Pero no me atrevo a mirarlo fijamente. Solo dejo la mirada al frente mientras las lágrimas salen de mis ojos. Salen sin detenerse, son constantes y entibian mi piel. Frustrada las limpio de mi cara pues recuerdo todos esos momentos.

—No tenía idea Amy —responde Adrian y de reojo me doy cuenta que me mira con mucho cuidado—. Pero no tienes que contarme nada si no lo deseas. Yo sé lo mucho que duele recordar.

Su respuesta provoca que salgan sollozos de mi boca, pero me pongo aún más débil cuando me doy cuenta que me abraza. Así es como lloro y lloro, dejo que todo ese enojo y molestia salgan de mi cuerpo. Sé que la amargura me ha invadido el alma, sé que he sufrido mucho y que no he sabido cómo enfrentarme a ello. Necesitaba ayuda y nadie me la dio cuando la quería en serio. Nadie sabía por lo que estaba pasando y nunca nadie me preguntó cómo me sentía. Parecía que me ahogaban poco a poco.

Así que dejo que mi corazón se drene de sangre y dolor y me limpio las lágrimas de manera brusca. Necesito superar ese momento, necesito dejar atrás las cosas. Por lo cual miro a Adrian después de un buen rato y me doy cuenta de que tiene una expresión muy preocupada.

—Ella se llamaba Claire —digo permitiendo que su nombre salga por mi garganta después de tantos años—. Ella era mi hermana mayor. Una de las dos razones por las cuales tuve que huir de mi hogar para llegar aquí. Pero, Claire será para otra ocasión, hoy te hablaré de una mujer horrible que me destruyó y sacó lo peor de mí. Me quitó la felicidad y la esperanza de la vida: mi abuela.

El pecho se me comprime cuando la recuerdo, incluso la respiración se me agita. Siento tanta rabia e impotencia, tanta que vuelven a salir las lágrimas de mis ojos.

—Hace tres años mi hermana se puso muy grave, tuvo una enfermedad que provocó que mi madre tuviera que dejar el trabajo y dedicarse a ella por completo. Cuando toda mis familia se enteró de lo que estaba pasando con Claire trataron de ayudarnos de muchas maneras, pero no teníamos idea de lo que pasaría después. La madre de mi padre se enteró de todo lo que estaba pasando y entonces un día apareció en la puerta de mi casa con dos maletas enormes. Cuando me di cuenta mi abuela ya estaba instalada en la casa con la excusa de decir que venia a ayudar a mis padres con el cuidado de Claire. Supongo que en el momento fue algo muy bueno porque incluso mi madre pudo regresar a su trabajo.

»Por mi parte, yo quise ayudar y les pedí a mis maestros que me permitieran terminar el año escolar de manera virtual. Faltaban pocos meses para el término de actividades y supongo que sintieron lástima por lo que estaba pasando en mi familia. Así fue como Claire y yo nos quedamos con mi abuela por un año entero. No he conocido persona más horrible y manipuladora como mi abuela. De repente toda la casa le pertenecía.

»Al principio lo sobrellevé y mi hermana ni siquiera podía salir de su cuarto así que también fue un poco ajena a la situación. Pero entonces las cosas eran suyas, ponía sus caprichos encima de nuestras necesidades, incluso de las de Claire. Y cuando algo no le gustaba ya sea que mi padre tomaba una decisión o mi mamá cocinaba algo, ella se enojaba y hacía un berrinche descomunal. De repente mi casa se convirtió en un infierno. Todo lo que hacíamos o decíamos era por y para ella. Terminé por encerrarme todos los días en mi habitación porque cada vez que la veía sentía enojo y frustración. Ella era una mujer mala y desconsiderada y ni siquiera le importaba cómo te sintieras con sus acciones. Mi casa ya no se sentía más como mi hogar.

»Comenzaron a darme ataques de pánico por las noches y cada vez que despertaba por las mañanas lo único que pedía era que volviera la noche para no tener que vivir con esa mujer. Me dolía, sufría y nada podía consolarme. Pasamos de tener un problema a tener un millón de problemas. Pasamos de ser la familia perfecta a ser simplemente unos desconocidos. Y cada vez que mis padres le pedían a mi abuela que se fuera porque querían que ella también descansara de cuidar a Claire, ella lloraba y hacía un berrinche diciendo que ya no la querían que como ya era vieja ya no podía cuidar a nadie y no querían decírselo. Hacía chantajes emocionales que ponían a mis padres muy comprometidos.

»Dejé de comer y dormir. Ella me ponía los nervios de punta. Odiaba todo, muchas veces quise salir corriendo y no volver, pensaba a dónde irme, pensaba que ya no quería vivir en ese lugar. Incluso pensé en morir, se lo dije a Claire. Y cuando mi hermana ya no estaba, pensamos que era momento de decirle a la abuela que se fuera, pero no. Nos amenazó, nos dijo que aunque quemáramos sus cosas ella nunca se saldría de nuestra casa.

»Así fue como mis padres comenzaron a buscar otro lugar y simplemente huimos. Huimos de mi casa para llegar aquí. No le hemos dicho dónde estamos y no planeamos verla de nuevo. Por eso cuando te conocí me sentí muy contenta de recibir agradecimiento y amabilidad de algún desconocido en nuestro nuevo hogar. Fue como si me dijeran: "Puedes comenzar de nuevo". Y el regalo que me diste lo conservo pues cuando me siento muy desconsolada lo veo y recuerdo aquel sentimiento que me diste.

Cuando termino de hablar descubro que mis ojos están llenos de lágrimas. Al fin saco algo de mi corazón, dejo que salga de ahí y me siento un poco más tranquila. Las palabras salieron llenas de agujas y claro que dejaron heridas en mi pecho. Pero entre menos agujas tenga, menos dolor tendré en el futuro.

Sin embargo,  Adrian no me dice nada, solo se acerca y me toma el rostro. Su caricia y cercanía hacen que mi corazón se acelere como un loco. Veo que en sus ojos hay ternura y cariño, siento que me entiende y que de verdad siente dolor por mí. Así que se acerca y por la luz directa a sus ojos noto el reflejo de Urano, aquel reflejo del que me habló la señora Fitzgerald. Veo sus hermosos ojos azules a través de los míos y me siento más enamorada. Así que el castaño me da un abrazo, uno que yo no rechazo, sino que atesoro y guardo para toda mi vida.

Hasta el día de mi muerte jamás olvidé este momento, uno en el que Adrian Cassavets se había convertido en mi mayor cómplice y apoyo.

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Nota de la autora:

Si les soy sincera este capítulo ha sido el más difícil que escribí porque como les había comentado, esta historia se volvió demasiado personal. En este capítulo dejé muchas heridas de mi pasado y me siento un poco acongojada después de leerlo. Por eso creo que esta historia se ha convertido en un escape emocional. Ojalá les haya gustado y les quiero agradecer por seguir leyéndome.

Por favor sigan cuidándose mucho y nos leeremos muy pronto. Por cierto, esta es la parte más larga que he escrito en el libro y me siento orgullosa por eso.

Canción: Exhale– Sabrina Carpenter

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